Relatos de verano: Los vómitos vedados.
Nunca fue capaz de devolver con dignidad. Tal vez el ataque de pánico que debió sufrir con sus primeros vómitos infantiles se le quedara grabado en algún circuito primigenio. Nunca lo sabremos. Lo cierto es que sus problemas disgestivos los solventaba sin apelar a este primitivo mecanismo liberador que suele ahorrar disgustos y molestias. Es verdad que nunca acudió a ninguna consulta a quejarse, aprendió pronto que estas cuestiones personales se solucionaban en la intimidad sin ser necesario importunar a nadie. Fue su nonagenario abuelo materno quien se lo enseñó haciendo un uso del sistema sanitario tan exíguo que mereció sin duda algún tipo de prima compensatoria. No se quejó ni para morirse, cosa que hizo tranquilamente en una mecedora. Desgraciadamente no saber devolver tiene problemas en un tiempo de dietas ponzoñosas como el que vivimos. Hay que ser muy sagaz para buscar mecanismos de compensación que nos libren de consumir venenos por una parte y ser capaz de eliminarlos bien por otra. Miraba con envidia a los que le contaban que de forma sencilla se provocaban el reflejo. Nunca lo consiguió. En cualquier caso se afanó para llevar una vida sencilla que no requiriera apelar a la nausea como forma de queja. Puedo decir que le fue bien, casi como a su abuelo.
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