Relatos de verano: La debilidad humana.
Había logrado fraguarse una verdadera reputación. Su personalidad paciente y metódica junto con su caracter amable y bonachón hacián de él un recurso infalible. La alta sociedad hispalense empezó poco a poco a frecuentarlo como siempre ocurren estas cosas, gracias al boca a boca. En pocos años tenía como pacientes a las neuróticas más egregias de la ciudad. Esto por un lado le proporcionaba pingües beneficios y por otro mantener el renombre. Como ya le ocurrierra al maestro Freud cada vez era más difícil contenerse ante mujeres tan deseables y vulnerables que abrían ante él sus intimidades psicológicas. Al principio fueron trémulas tentativas de acceder a otras partes de su privacidad, que cada vez acababan siendo más anatómicas. Alguna caricia, alguna confianza... luego fue más común ir pasando a mayores. Hasta que cometió el error de cruzar la línea roja e introducirse diréctamente en la neurosis de varias clientes que terminaron contándolo todo. Su carrera terminó al aparecer su foto en los diarios, los chicos de la prensa no suelen ser precisamente comprensivos con la debilidad humana.
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