Relatos de verano: Las fiestas de pueblo.
El mundo rural se resume a la perfección en las fiestas de pueblo. Una orquesta, a menudo superior a las posibilidades del municipio, ameniza una velada junto a una barra que no para de despachar bebidas y una multitud que trata de hablar con esfuerzo bajo el fuego cruzado de altavoces sobredimensionados mientras mira con atención a su alrededor. Unos pocos disfrutan de la música en la pista, predominan en este bando niñas y mujeres que bailan juntas, hay alguna pareja pero pocas. Algunos siguen el ritmo con algún movimiento corporal poco perceptible, la mayoría mantienen la bipedestación con una copa ó un cigarro como fiel aliado. Si algún antropólogo midiera estas interacciones nos sorprendería lo estático de este universo. Probáblemente no fuera siempre así. Estos acontecimientos siguen cumpliendo su función de ver y dejarse ver lo que es una ayuda para los que buscan pareja, algún contacto ocasional ó tan solo quieren algo de diversión que rompa de algún modo la monotonía habitual. Sirven de tablón de anuncios donde cada cual sin excepción cuenta cómo le va. Podemos observar desde las parejas bien avenidas hasta las malencaradas, aquellos que están disponibles y también los interesantes forasteros, las fuerzas vivas ó los indeseables que no suelen perderse estos eventos. Un universo humano que despliega su complejidad mientras toma una copa y suena la pachanga en la mágica noche de verano.
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