Salud no es bienestar. Lamentablemente todas las pantallas parecen decir lo contrario. Los paraísos artificiales que nos venden, las sonrientes modelos y personajes célebres, la vida de postín de aquellos famosos en el Olimpo de la fama, el poder y el placer… todos señalan hacia el bienestar. Y por supuesto a los bienes y servicios que la hacen posible. “El paraíso en la tierra existe” nos dicen para luego invitarnos a pasar por caja.
¿Pero entonces qué hago con mi vida cuando me sale un grano, me duele el cuello o tengo la regla? Cada vez con más frecuencia acudimos al sistema sanitario buscando una pastilla que nos libere de cualquier contratiempo, ya sea una cuestión de salud menor, un problema con el jefe o la tristeza por haber perdido a un ser querido. Todo tiende a medicalizarse para recuperar lo antes posible el bienestar perdido. Lamentablemente no es posible alejar del todo la sombra de la vejez, la enfermedad, el deterioro y la pérdida progresiva de funciones. El malestar inherente a la vida está tan pegado a nosotros como la sombra a cualquier cuerpo que reciba una fuente de luz.
Lo que estamos viendo es que esta tendencia de salud egocéntrica, lúdica y placentera es uno de los factores que está reventando los sistemas sanitarios europeos que no pueden dar a basto atendiendo a los enfermos al recibir una presión progresiva de sanos que consultan por diversos malestares.
No habrá presupuesto que solucione este problema si como sociedad no nos damos cuenta de la falacia que nos quieren vender. Lo malo es que el mercado no nos lo va a poner fácil al apoyarse en una industria de la publicidad y el entretenimiento cuyos argumentos tienen una apariencia sólida. Todos esos rostros de apariencia feliz que aparecen en los medios y en las redes sociales son muy convincentes dado que cuando se ponen enfermos o tienen mala cara no les vemos. Queremos sentirnos bien y ser lo más productivos, fuertes y bellos dentro de nuestras posibilidades. Cuando la salud no nos acompaña al 100% no lo llevamos bien. El sufrimiento no está de moda ni tiene valor alguno. La enfermedad tampoco y en la medida de lo posible tratamos de esconderla. En esta sociedad postmoderna es paradójico que pese al progresivo bienestar que algunas sociedades disfrutan cada vez nos sentimos más cansados y agotados. Quizá haya que reaprender a llevar la propia sombra con dignidad tal y como hacían nuestros mayores y han hecho todos los familiares que nos han precedido. Aceptar que la vida implica una dosis de malestar y que no siempre es posible estar en plena forma es hoy un reto. Aprender que la salud es algo más amplio que estar bien también.