Leo una tribuna en Diario Médico de dos amigos, Carlos Nuñez y Andoni Carrión, ambos enfermeros 2.0 y miembros de una comunidad de profesionales sanitarios españoles dispuestos a hacer las cosas de otra forma. Reflexionan sobre la relación entre enfermeras/os y medicas/os, reflexionan sobre la asimetría de la misma y su necesaria evolución.
En mi larga carrera formativa y profesional he tenido contacto con cientos de profesionales sanitarios. Muchos. Como es natural me ha tocado trabajar con todo tipo de perfiles desde la más pura incompetencia hasta autenticos genios.
Con respecto a las enfermeras y enfermeros, en atención primaria trabajamos codo con codo, en pareja. Cada cupo de pacientes es atendido por ambos, con funciones y perfiles de acción distintos y complementarios.
La principal diferencia que he encontrado no es de formación, conocimientos o capacidades, la principal diferencia ha sido y sigue siendo la profesionalidad.
Hay enfermeras y medicas en los centros de salud para quitarse el sombrero. Impecables. Desgraciadamente la falta de profesionalidad es una lacra de nuestra sociedad. El adagio "no pasa nada por no hacer nada" es desgraciadamente verdadero. Un médico que trabaje bien, se esfuerce, innove y se desviva por sus pacientes cobra lo mismo que uno chapucero que pase de todo. Una enfermera implicada y colaborativa cobra lo mismo que otra que llegue una hora tarde y se vaya media hora antes. Y no pasa nada.
Debería pasar.
Cuando miro a la cara de una compañera en el trabajo, la contemplo como persona y como profesional, su dignidad emana de ambos campos. Me llena de orgullo tener la certeza de que la señora responsable de la limpieza de mi centro de salud es impecable y un ejemplo de profesionalidad para mi. Me llena de orgullo ver que la responsable de enfermería de mi centro es una trabajadora infatigable que no hace cierto el dicho de que a mayor edad más escaqueo. Me llena de orgullo que la jefa de grupo de mi centro de salud sea una profesional incansable, cumplidora y responsable que hace que la unidad administrativa funcione como un reloj. Podría seguir, en este momento soy muy afortunado con el equipo en el que trabajo.
No me llena de orgullo la enfermera que llega tarde y atiende a regañadientes a 20 pacientes en su jornada laboral. Aquella que los trata con cara larga y evita implicarse en el equipo, aquel médico que se instala en la queja y en el racaneo, aquel otro que despacha a los pacientes con desprecio, el suplente que pasa de todo y de todos... Probablemente nos hemos encontrado con estos casos alguna vez.
Pese a todo, siempre es posible ser buen profesional, se tenga el perfil laboral que se tenga, y es precisamente en esta profesionalidad donde nos jugamos nuestra dignidad en el trabajo y fuera de el. Es precisamente aquí donde está la diferencia en un país que se hunde y otro que camina hacia un futuro. No es posible la huida, la dicotomía está servida.
Para arreglar el sistema sanitario lo que hay que inyectar con prioridad es profesionalidad, y esto no se hace únicamente con dinero.