El empleado del mes
Ya me habían avisado que aquí las cosas eran extrañas.
Me dirigí a unos grandes almacenes. Tenía que encontrar algún vendedor amable que me orientara. Necesitaba orientación, sobe todo eso. Caminé por pasillos hasta llegar a la zona de uno que tenia la puerta de su departamento abierta y se encontraba muy desocupado. Mientras los demás vendedores acumulaban largas colas, este apenas acababa de atender a una mujer muy triste que se cruzo conmigo con la mirada baja.
Me fije en la pared que estaba detrás de mi vendedor. ¡Estupendo!, me dije. Esta llena de reconocimientos al mejor empleado del año.
- Hola buenos dias
El vendedor ni me miro. tecleo un código en su ordenador para abrir una ficha nueva y farfullo un "digame"
-Pues querría que me ayudara
-Verá señora, gruño. Aquí se hace lo que yo digo. Si eso le sirve de ayuda, adelante.
Extrañada estuve a punto de levantarme, pero pense que sería una técnica nueva y diferente de trato al público.
-Acabo de llegar y no se que tipo de pantalones se usan aquí. ¿tendría algo de mi talla?
-Señora, yo le voy a dar los pantalones de la talla que a mi me parezca y si no le gusta pues se cambia de vendedor.
-¿Cómo dice?
-Si señora, tiene 6 vendedores mas aquí al lado.
-Pero... ¿y esos premios? pregunte azarada... si es usted el mejor empleado...
-Señora, a ver si se entera. Aquí el mejor no es el que mejor trata ni el que mas vende. Es el que mejor hace las cuentas y menos gasta. ¿Vé? Mis mostradores nunca se vacian, no necesito probadores porque la gente se lleva lo que yo digo y encima no les tengo que aguantar a ustedes todo el tiempo y me puedo dedicar a rellenar todas las cruces del programa de gestion del ordenador, que es lo que cuenta. Y me puedo ir antes que los tontos de mis compañeros y de eso, los jefes ni se enteran.
Al salir me acorde de la señora triste que se cruzo conmigo. No era una señora triste. Era una señora que había recibido las mismas contestaciones que yo y aflijida, salia a buscar otro vendedor.
Estaba empezando a conocer ese mundo al revés y no me gustaba. Y que se premiara al que menos vende me importaba un rábano. Lo que si me dolía es que se premiara al que peor gesto pone a sus semejantes. Eso, eso si que es el mundo al revés.
Al salir me acorde de la señora triste que se cruzo conmigo. No era una señora triste. Era una señora que había recibido las mismas contestaciones que yo y aflijida, salia a buscar otro vendedor.
Estaba empezando a conocer ese mundo al revés y no me gustaba. Y que se premiara al que menos vende me importaba un rábano. Lo que si me dolía es que se premiara al que peor gesto pone a sus semejantes. Eso, eso si que es el mundo al revés.
Sabemos que la realidad muchas veces supera a la ficción. ¿Hasta cuando nuestros gestores van a seguir mirando a otro lado?