Noche estrellada. Vincent Van Gogh.
Una de las mayores pruebas que ha de pasar un niño es enfrentar sus miedos, aprender a mirarlos a la cara. Quizá nunca terminemos de completar dicho proceso pero recuerdo algunos retazos del principio del mio. Al comienzo fueron escarceos en las tierras ignotas del ensueño en forma de pesadillas ó tormentas nocturnas que solían descontrolar ciertos esfínteres. Es una maravilla tener la posibilidad de viajar por la noche conviviendo con monstruos y gigantes que de otra forma serían difícilmente procesables por personalidades tan sumamente vulnerables como la del niño o la niña que eternamente somos. Lo que no es tan grato es despertarse en una cama encharcada síntiendo el oprobio del naufrago que de alguna manera nos recuerda que hemos sido derrotados. Más adelante compendí que mi imaginación diurna podía también contener esos miedos. Una de las imágenes que llegué a construir me visibilizaba debajo de un enorme armario de madera maciza que había en una habitación. Era uno de los muebles más pesados del piso y permitía esconderse debajo a una criatura de mi peso. No podía concebir un mejor escondite, viniera quien viniera ahí no me encontrarían. Al final terminaban encontrándome... como aquel día que vino el practicante ó aquel otro que tuve que tragar la dichosa pastilla que no era susceptible de mascarse. Sin embargo poder imaginar la posibilidad de desaparecer era liberador. Pasase lo que pasase tenía la facultad de imaginar otras opciones. Este sencillo don paradójicamente dota de salud mental al que la posee a la vez que le asoma al balcón de la locura por el que se han tirado tantos egregios casos. Creo que fue la imaginación la que me salvó de buscar escapes en drogas y ponzoñas en las que calleron muchos compañeros de camino. Aprender a contarlo vino después. Necesité tiempo para ser capaz de convertir aquellas visiones en una narración y mucho más para ser capaz de entregarlas a otros. Ahora en la distancia compruebo que todo sigue igual. Seguimos manteniendo con nuestros miedos convivencias azarosas en las que unas veces las cosas van bien y otras no tanto.
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