Probáblemente seleccionarían a los candidatos entre los de mejor curriculum. Eso garatizaría mejor dominio de las habilidades del hemisferio izquierdo, mayores cotas de intelualización y limitaría las capacidades creativas y el ámbito emocional (que siempre ha sido poco científico y técnicamente peligroso).
Se primaría la asistencia basada en protocolos, se lucharía contra la variabilidad asistencial, se trataría de homogeneizar al máximo los procesos.
También se limitaría al máximo el tiempo de duración de los encuentros clínicos. Mientras menor sea este más protocolizado será, más controlable, más técnico.
La burocratización sería la base del sistema. Todo habría de ser medido y tabulado, en aras de un mejor control, mayor big data y mejores cotas de eficacia.
La ventaja de priorizar la técnica redundaría quizá en una mejora de la cota de eficiencia del sistema. Lametablemente produciría un enorme desgaste en los facultativos que verían su faceta humana limitada, desincentivada incluso castigada. Los pacientes terminarían resintiéndose también. Si sus necesidades no verbales, irracionales y emocionales no fueran atendidas buscarian sin duda "medicinas alternativas" donde estos aspectos sí se contemplaran.
Por un lado tendríamos éxitos, por otro fracasos. Lo que no podemos hacer es dejar de mirar el precio que se estaría pagando, alto sin duda.
¿Cómo le gustaría que fuese su médico?— Salvador Casado (@DoctorCasado) February 29, 2016
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