viernes, 6 de julio de 2018

¿Es posible una asistencia sanitaria humanizada si los profesionales trabajan en condiciones deshumanizadas?





En los últimos años se ha empezado a utilizar la palabra humanismo en la alta gestión de la salud creándose al efecto los correspondientes cargos que incluyen hasta viceconsejerías. Es un tema que me interesa mucho y sobre el que reflexiono frecuentemente. Hoy dejo una sencilla pregunta en el aire que ha generado cierto debate en las redes sociales.












Sonreír en la adversidad





Uno de los indicadores que más valoro a la hora de acompañar a mis pacientes más mayores o complejos es la cantidad de veces que sonríen.

Es cierto que no es un indicador al uso y no está recogido en las guías de exploración clínica pero uno, que ya es perro viejo, sabe de cierto lo que vale. También es verdad que existe una gran variabilidad interpersonal entre los que las prodigan y los que a penas las esbozan. Conocer bien a mis pacientes me permite no dejarme engañar, sé de buena fuente lo que vale la sonrisa de cada paciente, en especial las de los que sufren dolor crónico, enfermedad severa o situación incapacitante.

Cuando consigo, pese a mi poca gracia y mis limitadas habilidades de comunicación, que me regalen una lo agradezco enormemente. Sobre todo porque sé que es una buena medicina tanto para el paciente como para sus cuidadores. También para mi.

Las personas que atraviesan enfermedades largas, crisis vitales o dificultad importante son un preciso testimonio para todos los que nos relacionamos con ellas. Un ejemplo que se visibiliza poco y que desgraciadamente se suele esconder de la vida pública para detrimento de los que se podrían beneficiar de esa enseñanza.

Me vienen a la memoria las sonrisas de las últimas semanas, las miradas brillantes, el contacto con el brazo o el apretón de manos de aquellos a los que atendí y conseguí animar o quizá fortalecer un instante. Las traigo aquí como homenaje con la intención de dignificarlas y ponerlas de relieve. Valen mucho más de lo que pensamos.

viernes, 29 de junio de 2018

En el rescate de líderes y guías en salud







En el ámbito de la sanidad pública en el que desempeño mis funciones desde hace mucho tiempo sufrimos una profunda crisis de liderazgo. Si bien todos los puestos de responsabilidad están bien ocupados y cada vez se diseñan más cargos directivos, paradójicamente es raro encontrarse con gestores o profesionales que lideren equipos hacia objetivos o misiones concretas que abran nuevos caminos.

Lo habitual es el protocolo, no salirse de lo establecido, evitar cambios e innovación y de paso no salir del despacho o la consulta nos vaya a pasar algo.

Esta actitud en los cuadros directivos está siendo imitada por los profesionales de a pie que siguen sus consignas. La sobrecarga asistencial y la desidia institucional hacen que los médicos de familia salgan de su consulta a implementar alguna actividad comunitaria cada vez menos, las enfermeras y trabajadores sociales lo mismo y en los hospitales todo se baraje dentro del servicio y se interaccione lo mínimo con atención primaria u otros agentes.

El problema de centrarse en el "protocolo" es que se pierde la función social de guía. Los profesionales de la salud además de sus obligaciones asistenciales han de ser agentes de educación sanitaria y de orientación en salud, funciones que cada vez se atienden menos y están siendo copadas por intereses mercantiles con un gran ánimo de lucro. Esto implica tener algún grado de presencia pública, en la comunidad donde se trabaje, en los medios de comunicación, en Internet o en redes sociales. Implica interesarse porque los contenidos de salud de calidad se extiendan y difundan. Por fomentar la reflexión y la toma de conciencia. Por potenciar los autocuidados y la autogestión de la salud y la enfermedad.

Necesitamos líderes que vayan en cabeza, que se atrevan a abrir nuevos caminos desde una actitud de servicio y búsqueda del bien común. Pero sobretodo necesitamos guías que en sus pequeños ámbitos de actuación, desde una consulta de enfermería, trabajo social, psicología, fisioterapia o medicina sean capaces de orientar y animar tanto a colegas como a pacientes.

No hacen falta grandes heroicidades, basta con publicar un blog o algún artículo en un periódico local, escribir una carta al director o hablar en la radio del barrio. Incluir algún mensaje de salud en nuestras redes sociales, ir una vez al año a algún colegio o a algún ámbito público a dar una conferencia. Tejer redes comunitarias intraprofesionales o en la zona donde se trabaje... Salir del despacho o la consulta.

Es inadmisible que muchos gestores no conozcan personalmente a sus subalternos y viceversa. Que los profesionales de hospital no se traten nada con los de atención primaria, que los de atención primaria no conozcan a los farmacéuticos comunitarios, alcaldes o miembros con algún papel social de su comunidad. También lo es el que al buscar información en Internet sea rarísimo encontrar contenidos de calidad de profesionales de la salud independientes no patrocinados.

Nuestra sociedad sigue los discursos en salud de famosos y cantamañanas sin criterio que son aupados por televisiones y medios que les dan notoriedad y visibilidad. De esta forma camina sin norte siguiendo los dictámenes de un mercado que no tiene escrúpulos a la hora de vender productos y servicios que anuncian como panacea universal para hacer caja.

Me da esperanza conocer a muchos profesionales de la salud que realizan esta función de guía de forma callada y constante. Gente buena que busca el bien de la gente con la que trabaja, el beneficio de sus comunidades, la mejora social. Profesionales que han de batallar con grandes cargas laborales y problemas institucionales diversos y que resisten la dificultad y aún le echan ganas para innovar o compartir un escrito o una charla. Es cierto que no suele haber reconocimiento dentro de las organizaciones donde trabajan ni a otros niveles, pero esto no está impidiendo que haya valientes que sigan llevando esta vieja antorcha.

Es posible. Desde esa certeza lanzo este pequeño llamamiento para que visibilicemos, agradezcamos y animemos el buen hacer de tanta gente que se deja la cara en el mundo de la salud.



lunes, 25 de junio de 2018

La mejor innovación en el mundo de la salud. 最好的創新 The best innovation in Health





最好的創新


多年來,我反映了公共衛生保健的哪些方面可以改進。這個清單非常龐大。我重新調整了這個問題的重點,重點關注了我關心的問題,並將這個問題變成了為我提供更好服務的家庭醫生。

我首先看到的第一件事就是走出辦公室。由於護理過重,我的組織迫使我花費大量時間,但這最終會損害我最脆弱的患者的家庭護理和普遍被忽視的整個社區健康問題。它還會造成專業隔離並與系統中的初級保健團隊和其他專業人員失去聯繫。為了建立專業聯繫並改善與他們和我工作的社區的溝通,這是多年來一系列的行動。

我想改善的第二件事是醫護人員和普通人群的健康教育。我通過同意參與使用傳統媒體的電視,廣播和印刷媒體節目來做到這一點。同時從我的博客和我的視頻頻道分享社交網絡上的健康內容。寫一本書是朝這個方向邁出的又一步。基於對同事和患者的良好評價,這不僅證明我的努力是正確的。當然你也可以在學校,會議,大會或其他我需要的論壇上舉辦講座或會議。

第三個要審查的問題涉及我的個人和專業維護。鑑於健康領域中超負荷和倦怠的發生率很高,因此必須每天對其進行調整,以便與學習和持續培訓重疊。許多衛生專業人員被超載的系統燒毀,不允許在人性化條件下進行護理。這種工業結構比任何獸醫用途都短得多。燒傷的醫生將提供質量差的護理。這就是為什麼每天評估諮詢的開始和結束非常重要的原因。


因此,我可以說最好的創新是以最好的方式處理事情。敢於做出小小的改變,改善溝通和聯繫。了解別人正在做什麼來獲得靈感或增加價值。最重要的是照顧好自己,照顧他人。

我已經對打敗我們的創新應用程序,程序,設備和技術表現出了健康的懷疑態度。我知道這個地區,我不知道說什麼。有許多煙草商和永恆的青年的承諾,但結果和科學證據很少。

所以我的願景很簡單。我敢打賭,小水電的變革能力,誰知道呢,也許這水將最終移動工廠。



The best innovation in Health


For years I have reflected on what aspects of public health care could be improved. The list was immense. I refocused the issue and focused on what concerns me and changed the question to what I could do as a family doctor to offer a better service.

The first thing I saw as a priority was to get out of the office. My organisation forces me to spend many hours in it due to the overload of care, but this ends up damaging home care for my most fragile patients and the whole dimension of community health that is usually neglected. It also generates professional isolation and loss of connections with both the Primary Care team and the rest of the professionals in the system. To generate professional connections, to improve communication with them as well as in the community where I develop my work is therefore a line of action to promote for many years now.

The second thing I wanted to improve was health education for both the people who go to the health service and the general population. I have used the traditional media to do this by agreeing to participate in television, radio and print media programmes. Also from the social networks where I share health content from both my blog and my video channel. Writing a book has been another step in this direction that, according to the good reviews of colleagues and patients, has more than justified my effort. And of course to give talks or conferences in schools, conferences, congresses or other forums where I have been required.

The third thing to review concerns my personal and professional maintenance. Given the very high rates of overload and professional burn out in the world of health, it is essential to have a daily tune-up to superimpose on the work of study and continuous training. Many health professionals are burned by a system that overloads and does not allow care under humanized conditions. The industrial structure forces to attend patients in much shorter times than any veterinarian uses. A burned-out doctor will offer poor quality care. That is why it is essential to evaluate on a daily basis how the consultation begins and ends.


I can therefore say that the best innovation is to do things as best as possible with the means at one's disposal. Dare to make small changes, improve communication and connections. Be aware of what others are doing to be inspired or to incorporate issues that add value. And above all, to take care of oneself in order to take care of others.

With regard to the applications, programs, devices and technologies that defeat us as innovative, I manifest a healthy scepticism. I know the area well and I know that there is much ado about nothing. There are plenty of smoke sellers and promises of eternal youth but results and scientific evidence are scarce.

My vision is therefore simple. I'm betting on the transforming power of the small and, who knows, maybe this water will end up moving the mill.





Durante años he reflexionado sobre qué aspectos de la asistencia sanitaria pública serían mejorables. La lista era inmensa. Reenfoqué el tema y me centré en lo que a mi me atañe y cambié la pregunta a qué podría hacer yo como médico de familia para ofrecer un mejor servicio.

Lo primero que vi como prioritario fue salir de la consulta. Mi organización me obliga a pasar muchas horas en ella dada la sobrecarga asistencial pero esto termina dañando la asistencia a domicilio a mis pacientes más frágiles y toda la dimensión de salud comunitaria que habitualmente es desatendida. También genera aislamiento profesional y pérdida de conexiones tanto con el equipo de Atención Primaria como con el resto de profesionales del sistema. Generar conexiones profesionales, mejorar la comunicación con los mismos así como en la comunidad donde desarrollo mi labor es pues una línea de acción a potenciar desde hace ya muchos años.

Lo segundo que quise mejorar fue la educación en salud tanto a las personas que acuden al servicio sanitario como a la población general. Para esto me he valido de los medios de comunicación tradicionales aceptando participar en programas de televisión, radio y prensa escrita. También de las redes sociales en las que comparto contenido en salud tanto de mi blog como de mi canal de vídeos. Escribir un libro ha sido otro paso en este sentido que a tenor de las buenas críticas de compañeros y pacientes me han justificado con creces el esfuerzo. Y por supuesto dar charlas o conferencias en colegios, jornadas, congresos u otros foros donde se me ha requerido.

Lo tercero a reseñar tiene que ver con mi mantenimiento personal y profesional. Dadas las altísimas tasas de sobrecarga y burn out profesional en el mundo de la salud es fundamental un afinamiento diario a superponer a la labor de estudio y formación continuada. Son muchos los profesionales de la salud quemados por un sistema que sobrecarga y no permite una asistencia en condiciones humanizadas. La estructura industrial obliga a atender pacientes en tiempos mucho menores que lo que usa cualquier veterinario. Un médico quemado ofrecerá una pobre calidad de asistencia. Por eso es básico evaluar a a diario cómo empieza uno la consulta y cómo la acaba.


Puedo decir por tanto que la mejor innovación es hacer las cosas lo mejor posible con los medios que cada cual tenga. Atreverse a hacer pequeños cambios, mejorar la comunicación y las conexiones. Estar al tanto de lo que otros hacen para inspirarse o incorporar cuestiones que aporten valor. Y sobre todo cuidarse mucho para poder cuidar a los demás.

Con respecto a las aplicaciones, programas, aparatos y tecnologías que nos vencen como innovadoras manifiesto un saludable escepticismo. Conozco bien el ámbito y sé que hay mucho ruido y pocas nueces. Abundan los cantamañanas y las promesas de eterna juventud pero escasean los resultados y la evidencia científica.

Mi visión es pues sencilla. Apuesto por la fuerza transformadora de lo pequeño y, quién sabe, tal vez este agua sí termine moviendo el molino.




viernes, 15 de junio de 2018

La fuente de la vida. The source of life




The source of life.


Many traditions have narratives about the source of life including parallel stories of eternal youth, the holy grail and other searches. In them we find the human being's yearning to live and transcend the limitation of death. This imperious desire has generated cosmologies, mythologies and religions, built pyramids, ziggurats and temples. In short: it has driven human beings to seek meaning.

In each epoch, this search has been carried out in different ways. Scouts were sent to the ends of the world, eyes were focused on the starry night, efforts were made to study and meditate or spaces and buildings were built. Today, science and technology seem to be searching for meaning and many find life or youth in cosmetic surgery or vain pleasures, as has always been the case. We also find sellers of meaning in sects or new age products that offer old pearls of wisdom conveniently made up. Nothing new under the sun.

However, the common people seem to have forgotten the access to the sources of life that although they continue to flow, they do so with a slight rumour that the din of everyday life completely erases. Modern societies seem to turn their backs on the religions and mystics who knew these narrow paths. Faith dogmas, hierarchies, structures of other times and rigid morals have driven many away. The misfortune is that treasures have also been left behind and it took a great deal of effort to find them, including everything related to the source of life.

Access to the holy has been protected by religions by relegating it to the inaccessible, covering it with veils that only the corresponding guardians controlled. Those who discovered and announced the way to reach the source were often executed, burned or crucified. And so we have been for centuries. What characterizes our time today is the coexistence of a free market that seeks to commodify everything that can be turned into a good or service with the involution of traditional religions stripped of the credibility and strength they had in the past. On the one hand we have all kinds of spiritual products for sale and on the other hand the writings and testimonies of these ancient traditions. It is therefore possible to learn from the efforts made by others to open up routes that connect us to life and give us meaning.

The challenge remains the same as thousands of years ago. To realize that the sources of life cannot be too far away from the beings who enjoy that state and that that life we experience unites us with those who also enjoy it, enjoyed it or will enjoy it.

When we manage to relate to that part of ourselves that we call the source of life, it is easier to find meaning and balance in the circumstances that touch us. When we fail to do so, we are exposed to overload and hopelessness and consequently to end up buying substitutes that do not satisfy our thirst for meaning and transcendence.

It is in vital crises, diseases and losses that the importance of access to a source of life becomes most evident. Without this possibility, the remedies, care and pills will not produce sufficient relief no matter how large the diagnostic and treatment coils are.

Health professionals often don't have time to stop and ask questions about issues so seemingly far removed from the physical and bodily problems that keep them busy. The existential sphere of the person is overlooked as if it did not exist or was a business far removed from its competence. Maybe it's a mistake. Just as it is not possible to separate the physical from the psychological, neither will it be possible to separate the social and existential. But just as there are psychologists and social workers to deal with the corresponding problems, who will deal with spiritual and existential issues when they have a strong impact on the person's reality and health?

The thirst for meaning and hope impels us as a society and as individuals to seek the water that quenches it. However, it is not precisely the most economically developed countries that are best able to meet this need. Rather, they distract it by providing infinite content, goods and services that temporarily quench that thirst.

The one who dares to walk in his garden ends up knowing it and sooner or later he will find the fountain. Whoever drinks from it once will not be able to stop because its water really quenches the thirst for life. The day will come when this act will seem to us to be daily and elementary. The survival of the species may depend on generalizing this source of meaning.





Muchas tradiciones nos hablan de la fuente de la vida incluyendo narraciones paralelas como la de la eterna juventud, el santo grial y otras búsquedas. En ellas encontramos el anhelo del ser humano por vivir y trascender la limitación de la muerte. Ese deseo imperioso ha generado cosmologías, mitologías y religiones, construido pirámides, zigurats y templos. En pocas palabras: ha impulsado a los seres humanos a buscar un sentido. 

En cada época esa búsqueda se ha concretado de diferentes maneras. Se enviaban exploradores a los confines del mundo, se concentraban las miradas en la noche estrellada, se dedicaban esfuerzos al estudio y la meditación o se construían espacios y edificios. Hoy parece buscarse sentido en la ciencia y la tecnología y muchos encuentran vida o juventud en la cirugía estética o los placeres vanos como por otra parte se ha hecho siempre. También encontramos vendedores de sentido en sectas o productos de la nueva era que ofrecen viejas perlas de sabiduría convenientemente maquilladas. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo la gente común parece haber olvidado el acceso a las fuentes de vida que si bien siguen manando lo hacen con un leve rumor que el estruendo de cotidianidad borra por completo. Las sociedades modernas parecen dar la espalda a las religiones y a los místicos que conocían esos angostos caminos. Los dogmas de fe, jerarquías, estructuras de otros tiempos y morales rígidas han alejado a muchos. La desgracia es que también se han dejado atrás tesoros que costó gran esfuerzo encontrar, entre ellos todo lo referente a la fuente de vida.

El acceso a lo santo ha sido protegido por las religiones relegándolo a lo inaccesible, cubriéndolo con velos que solo los guardianes correspondientes controlaban. A los que descubrían y anunciaban la forma de llegar a la fuente los solían ajusticiar, quemar o crucificar. Y así hemos estado durante siglos. Hoy lo que caracteriza nuestra época es la coexistencia de un libre mercado que trata de mercantilizar todo lo susceptible de ser convertido en bien o servicio con la involución de las religiones tradicionales despojadas de la credibilidad y fuerza que tuvieron en el pasado. Por un lado tenemos pues todo tipo de productos espirituales a la venta y por otro los escritos y testimonios de esas antiguas tradiciones. Es posible por tanto aprender del esfuerzo que otros hicieron por nosotros para abrir rutas que nos conecten con la vida y nos aporten sentido. 

El reto sigue siendo el mismo que hace miles de años. Darnos cuenta de que las fuentes de vida no pueden estar muy alejadas de los seres que gozan de ese estado y que esa vida que experimentamos nos hermana con aquellos que también la disfrutan, la disfrutaron o habrán de disfrutarla.

Cuando conseguimos relacionarnos con esa parte de nosotros que denominamos fuente de vida es más sencillo hallar sentido y equilibrio frente a las circunstancias que nos toquen. Cuando no lo conseguimos estamos expuestos a la sobrecarga y la desesperanza y en consecuencia a terminar comprando sucedáneos que no nos sacien la sed de sentido y transcendencia.

Es en las crisis vitales, las enfermedades y las pérdidas donde más evidente se hace la importancia de acceder a una fuente de vida. Sin esa posibilidad los remedios, cuidados y pastillas no producirán el suficiente alivio por grandes que sean las espirales de diagnóstico y tratamiento que se generen.

Los profesionales de la salud no suelen tener tiempo para detenerse a preguntar sobre cuestiones tan aparentemente alejadas de los problemas físicos y corporales que suelen mantenerles ocupados. La esfera existencial de la persona se pasa por alto como si no existiera o fuera un negociado alejado por entero de su competencia. Tal vez sea un error. Igual que no es posible separar lo físico de lo psicológico tampoco lo será con lo social y existencial. Pero así como existen psicólogos y trabajadores sociales para atender los correspondientes problemas, ¿quién se ocupará de las cuestiones espirituales y existenciales cuando estas afecten vivamente la realidad y la salud de la persona?

La sed de sentido y esperanza nos impele como sociedad y como individuos a buscar el agua que la sacie. Sin embargo no son precisamente los países más desarrollados económicamente los que consiguen calmar mejor esta necesidad. Más bien la distraen proveyendo de contenido, bienes y servicios infinitos que calman esa sed temporalmente. 

El que se atreve a caminar por su jardín termina conociéndolo y más tarde o más temprano encontrará la fuente. Quien bebe de ella una vez no podrá dejar de hacerlo porque su agua calma de verdad la sed de vida. Llegará un día en que este acto nos parezca cotidiano y elemental. La supervivencia de la especie tal vez dependa de generalizar esa fuente de sentido.








jueves, 7 de junio de 2018

El espejismo de las redes sociales virtuales




Sacar el teléfono del bolsillo y mandar un mensaje que en potencia podría llegar a miles de personas nos hace sentir bien. Lo mismo ocurre al recibir muestras de reconocimiento en forma de notificaciones, corazoncitos, "me gusta", fotos o demás contenido. Es un engaño bien traído. Salvo excepciones cada cual recibe proporcionalmente a lo que da. Habitualmente menos.

Los que ganan verdadero reconocimiento son muy pocos, menos del uno por ciento de la gran pirámide social. Y no son precisamente los mejores investigadores, ingenieros, artistas o profesionales, son youtubers, jugadores de juegos virtuales, cantantes o cantamañanas de distinta procedencia. 

Algunos creímos que Internet y los nuevos medios iban a horizontalizar la comunicación social pero no ha sido como esperábamos. Es verdad que nuestras listas de contactos virtuales superan por mucho a los reales pero lo que se da y recibe de ellos no deja de ser un juego de sombras que cada vez nos roba más tiempo y energía.

En las sociedades urbanas desarrolladas se está implantando rapidísimamente esta nueva forma de socializar. Miramos más nuestras pantallas que a los que tenemos alrededor en nuestros desplazamientos, lugares de trabajo y cada vez más mientras comemos. Es frecuente ver grupos de chavales por la calle sentados en la acera cada cual con su teléfono en la mano o a parejas cenando en restaurantes que en lugar de dar conversación a su acompañante atienden sus móviles con caras aburridas. 

Y esto solo es el principio. En poco tiempo se generarán ambientes de realidad virtual inmersiva que serán mucho más atrayentes y adictivos para socializar que el tedioso mundo real. También surgirán asistentes sociales personales que nos pondrán en contacto con perfiles predeterminados de cualquier lugar del mundo al nivel de interacción que se desee.

Dentro de las consecuencias de estos enormes cambios están la dispersión y el despiste por un lado y la pérdida de referentes y relaciones importantes por otro. Se generará entretenimiento pero también mucha soledad y empobrecimiento social dado que el aumento de redes virtuales se llevará a cabo disminuyendo los tiempos y atención que dedicamos a las reales.

Esta faceta de empobrecimiento y enfermedad social no es mostrada por nadie cuando se presentan los teléfonos, aparatos y aplicaciones recién diseñadas al igual que no se habla del dolor de espalda y la debilitación osteomuscular que produce el sedentarismo derivado, entre otras cosas, de la potente industria automovilística. 

Vamos a mundos en los que se caminará menos y permaneceremos más tiempo sentados. Mundos en los que cada vez pasaremos más tiempo  en clave virtual usando máquinas a las que descuidadamente cederemos nuestra memoria, datos personales, gustos, localización y deseos. Máquinas que con semejante información no tendrán mayor dificultad de hacer con nosotros lo que quieran.

jueves, 31 de mayo de 2018

La decadencia de los grandes templos









Europa dispone de una enorme herencia cultural que queda de manifiesto en las obras de arte y en la arquitectura que la engalana. Dentro de ella destacan las grandes iglesias que desde la edad media a nuestros días se han ido levantando según las diferentes corrientes estéticas de cada tiempo. Enormes edificios diseñados para facilitar el encuentro del pueblo con una trascendencia para la que no se escatimaban medios. Las músicas más refinadas, la pintura más delicada, la escultura de mayor calidad, las vidrieras, trabajos de forja, ebanisteria y demás artes y oficios se ofrecían a quienes entraban en un lugar considerado sacro por albergar la presencia de lo innombrable.

Hoy se están perdiendo esos usos y costumbres. Se sustituye el uso sagrado del lugar por el turístico, la oración por las fotos, la liturgia por las colas y aglomeraciones de visitantes que lo miran todo sin saber bien qué significa lo que ven. Es la sociedad del espectáculo que gusta del oropel, el lujo y el ornato pero no entiende el valor del silencio, la mística o la invisibilidad de lo que los sentidos no llegan a mostrar.

En lugar de peregrinaciones la gente se mueve empujada por marchantes y tour operadores que organizan viajes intensivos en los que es necesario visitar incontables atracciones al modo de las abejas que van de flor en flor. No hace falta profundizar, basta con disparar fotos que luego acabarán olvidadas en algún servidor lejano de Internet.

Este fenómeno de superficialidad extrema se extiende a otros muchos ámbitos como el sanitario que es de alguna forma uno de los sustitutos de la religión tradicional. Sus grandes hospitales, sus profesionales con ropas y lenguajes arcanos, remedan los cultos antiguos ahora travestidos en su adoración a la Salud, el Bienestar y la Belleza. De este modo el uso del hospital o el centro de salud cada vez se banaliza más. Basta con tener un resfriado o un grano sospechoso para acudir a sus servicios de urgencia donde saldremos con las respectivas pruebas diagnósticas, nuestro informe y nuestro tratamiento que con gran frecuencia incluirá antibióticos o ansiolíticos que probablemente estén de más. La relación cuasi-turística o superficial que cada vez está mas normalizada entre ciudadanía y sistemas sanitarios está vaciando de sentido a estos últimos como pasó con los templos de los que antes hablábamos. La gente quiere soluciones  rápidas y fáciles a sus malestares y sensaciones físicas desagradables, queremos cantidad en lugar de calidad, menores precios en vez de servicios con valor que nos exijan algún pago o esfuerzo.

Cuando acudo a alguna vieja catedral trato de hacer un poco de silencio interior. No es fácil entre tanto visitante moviéndose deprisa cámara en mano. Gusto de encender una vela acordándome de aquellos que ya dejaron esta luz y pido que los que aún estamos vivos podamos ver y entender lo que tenemos delante. Estamos perdiendo el sentido de las cosas importantes, la trascendencia se convierte en producto y distracción, la salud también. Como médico me cuesta asumir estos cambios pero he de admitir que son imparables. No sé si terminaremos viendo autobuses de japoneses visitando los grandes hospitales públicos o a ciudadanos haciéndose selfies con sus sanitarios, pero sí que el anterior orden de cosas tiene los días contados.








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lunes, 28 de mayo de 2018

Cuidar con sentido





Cuando la doctora Ángela López del hospital San Juan de Dios del Aljarafe me propuso hace unos meses participar con su equipo en una jornada sobre el cuidado con sentido no pude negarme. La iniciativa ponía el dedo en una de las llagas más delicadas del momento, la pérdida de sentido generalizada y global que también afecta al mundo de la salud.

En las últimas décadas las fuerzas del mercado y otras variables socioeconómicas han empujado con fuerza para convertir el valor de la salud en un producto mercantil. De este modo se crean productos y servicios consumibles basados en una deseo creciente de más y mejor salud. Este mercado tiene una alta rentabilidad, mueve ingentes cantidades de dinero y genera un interesante porcentaje de actividad económica. El problema es que estamos perdiendo el sentido de cuidar, tanto los gestores como los profesionales de la salud y los propios pacientes y familiares.

En la jornada que tuvo lugar el pasado 25 de abril participaron intelectuales de la talla de Francisco Alarcos y Francesc Torralba que enmarcaron el tema haciendo referencias a la historia de la medicina y a los retos que afronta una sociedad que centra la salud en el cuerpo olvidando el alma. La ciencia lleva tiempo produciendo grandes avances en el mundo sanitario centrada como está en lo mensurable pero ¿qué consecuencias tiene dejar atrás la dimensión existencial del ser humano, esa que no puede ser medida?

José Luis Bimbela ofreció su punto de vista de experto en comunicación. Es necesario mejorar la forma en que los profesionales sanitarios comunican para poder llegar a entender y acompañar debidamente el sufrimiento y la dificultad. Por mi parte añadí que parece necesario evolucionar el concepto bio-psico-social de las ciencias de la salud a una tétrada que incluya la dimensión existencial que tiene en cuenta los valores, prioridades, creencias, deseos y sentido de la persona en tiempo de enfermar. Si no somos capaces de mirar al ser humano en su totalidad será normal que con frecuencia los pacientes se sientan "no vistos" y se quejen de que sus profesionales de la salud "ni les miran".

La directora de enfermería Mercedes Vacas nos ilustró con abordajes hospitalarios de esta dimensión que se valen de musicoterapia, arteterapia, voluntariado y otras muchas opciones en las que los hospitales de San Juan de Dios son pioneros.

Queda mucho por hacer. El primer paso es reflexionar y tratar de entender qué se puede hacer para conseguir una asistencia sanitaria más humanizada, más integral y más completa. El reto es grande, es verdad que se requiere tiempo para poder ampliar una anamnesis apropiada pero también lo es que hace falta conciencia y voluntad para hacerlo.

Agradezco al comité organizador de las jornadas y a la dirección que las hizo posibles su sensibilidad y su esfuerzo para que los profesionales de la salud reencontremos el sentido del cuidado y podamos ayudar mejor al que padece.




viernes, 25 de mayo de 2018

El cansino llanto sanitario no mueve molino







Desde que tengo uso de razón he escuchado el llanto de los profesionales sanitarios de este país en sus diferentes estilos y manifestaciones. Se quejan desde un punto geográfico al opuesto, tanto en grandes hospitales como en pequeños consultorios, protestan los más jóvenes pero también los mayores... Y entre queja y queja no dejamos de darnos pullas y codazos unos a otros.

Las pocas veces que se ha conseguido algo ha sido al  unir al personal, un ejemplo claro fueron las mareas blancas de Madrid que consiguieron frenar un enorme plan privatizador. El hecho es que las cosas van a peor con una financiación menguante, una gestión que prioriza intereses políticos y no generales y unos profesionales cada día más quemados.

Hace mucho tiempo me di cuenta de que un servidor no podría jamás vislumbrar cómo arreglar el sistema sanitario. También vi claramente que el barco se hunde irremisiblemente con el beneplácito de todos, orquesta a la que pertenezco incluida.

Por eso concentro mi energía en tratar de pasar consulta con dignidad en un pequeño pueblo. Hacer las cosas lo mejor posible. Seguir estudiando, leyendo y formándome para que mis pacientes tengan delante un médico capaz. Tratar de mejorar la escucha y las habilidades de comunicación. Mantener las ganas de ofrecer el mejor servicio posible con los medios que tengo.

A veces me seguiré quejando, discúlpenme por ello, intentaré no dar en exceso la brasa. La sanidad pública es una construcción social y será la sociedad quien la defienda o permitirá que se hunda y los políticos y responsables de alta gestión los que detentarán la responsabilidad de permitirlo. Desde esta humilde atalaya verán que hacemos todo lo posible por azuzar la reflexión y la toma de conciencia, tal vez no sea suficiente pero no me da para más.



lunes, 21 de mayo de 2018

Contagiar optimismo. Spread optimism. 傳播樂觀.



傳播樂觀。



詹姆斯羅德斯是一位當代作曲家,我認為這是一位勇敢的人,原因有三。第一個是敢於成為鋼琴家,第二個是有尊嚴的傳記充滿困難,第三個是能夠分享。

在過去的幾個月中,我收到了這位音樂家的一些禮物,因為他通過他的書來找我。我已經能夠觀看一些視頻並聽他的音樂,我發現他目前住在馬德里,前幾天我在ElPaís報上的一篇精彩的文章中讀到他的話。在這篇專欄文章中,他提出了捍衛西班牙生活方式的懇求。

我仍然覺得有人必須從外面來捍衛我們自己譴責或不承認的地方價值。在這些壞消息時代,醜聞和腐敗對社會共存有些壞處,似乎有必要尋找改變我們願景的因素。樂觀情緒會很好。這就是為什麼我今天要把羅德斯帶上來,因為他的榜樣可能會幫助很多人。正如使用神奇的話語要禮貌地付出很少的代價並且感謝你,如果我們能夠認識到生活提供的好東西並且將它們表達出來,我們將會受益匪淺。

作為一名醫生,我建議你保持樂觀,比壞消息和醜陋問題的反面更重要。敢於關閉電視新聞,並且更加意識到我們周圍的美好事物。讓我們能夠感謝有人擺在我們面前的這道菜或服務員,店員或為我們提供服務的專業人員提供的小服務。讓我們認識到夜空中有云或星星的奇蹟。

所以我鼓勵你尋找一位樂觀的,或至少是音樂家或詩人。如果那個樂觀主義者是你,那就更好。



自動翻譯,對錯誤抱歉。





SPREAD OPTIMISM.



James Rhodes is a contemporary composer who I consider a brave man for three reasons. The first for daring to be a pianist, the second for carrying with dignity a biography full of difficulties and the third for being able to share it.

In the last months I have received several gifts from this musician since he came to me through his book. I have been able to watch some videos and listen to his music, I found out that he currently lives in Madrid and a few days ago I read his words in the newspaper El País in a marvellous article. In it he makes a plea in defence of the Spanish way of life, in a column that distills optimism.

It still strikes me that someone has to come from outside to defend the local values that we ourselves denounce or do not recognize. In these times of bad news, scandals and corruption that are somehow gangrenous to social coexistence, it seems necessary to look for elements that change our vision. An epidemic of optimism would be nice. That's why I'm bringing Rhodes up today because his example may help many. Just as it costs very little to be polite using the magical words please and thank you, we would benefit greatly if we were able to recognize the good things that life provides and verbalize them.

As a doctor, I recommend you to be optimistic, it is more important than doing the opposite with bad news and ugly problems. Dare to turn off the TV news a little and become more aware of the little good things that surround us. Let's be able to be grateful for the dish someone put in front of us or the small service that the waiter, the clerk or the professional who serve us provides. Let us realize the wonder of having clouds in the sky or stars in the night.

So I encourage you to look for a referring optimistic, or at least a musician or a poet. And if that optimist is you, so much the better.






James Rhodes es un compositor contemporáneo al que considero un valiente por tres razones. La primera por atreverse a ser pianista, la segunda por llevar con dignidad una biografía plagada de dificultades y la tercera por ser capaz de compartirlo.

En los últimos años he recibido de este músico varios regalos desde que llegó a mí por medio de su libro. He podido ver algún vídeo y escuchar su música, me enteré que actualmente vive en Madrid y hace unos días pude leer un artículo suyo en el periódico el País que no tiene desperdicio. En el mismo hace un alegato en defensa del modo de vida español, en una columna que destila optimismo.

Me sigue llamando la atención el que tenga que venir alguien de fuera a defender los valores locales que nosotros mismos denostamos o no reconocemos. En estos tiempos de malas noticias, escándalos y corrupciones que de alguna manera están gangrenando la convivencia social parece que es necesario buscar elementos que nos cambien la visión. Una epidemia de optimismo estaría bien. Por eso traigo hoy a colación a Rhodes dado que su ejemplo quizá pueda ayudar a muchos. Del mismo modo que cuesta muy poco ser educado y pedir las cosas por favor o dar las gracias, aprovecharíamos mucho si fuéramos capaces de reconocer las cosas buenas que la vida nos provee y lo verbalizaramos.

Como médico les recomiendo contagiarse de optimismo, trae más cuenta que hacer lo propio con malos rollos y noticias nefastas. Atrévanse a apagar un poco el telediario y a tomar más conciencia de esas pequeñas cosas buenas que nos rodean. Seamos capaces de agradecer el plato que nos ponen por delante o el pequeño servicio que el camarero, el dependiente o el profesional que nos atiende nos provee. Démonos cuenta de la maravilla de tener nubes en el cielo o estrellas en la noche.

Por eso les animo a que se busquen a algún optimista de cabecera, o por lo menos a algún músico o algún poeta. Y si ese optimista es usted, muchísimo mejor.





viernes, 18 de mayo de 2018

¿Cuándo es suficiente salud?






Trabajar con pacientes a diario me permite tomar el pulso a una sociedad que parece no estar nunca satisfecha con su nivel de salud. Un gran número de las consultas que acuden a mi consulta se resolverán con autocuidados y en un breve periodo de tiempo. El problema surge cuando la persona quiere soluciones inmediatas. Por mucho que queramos aun no es posible reducir el tiempo de un catarro o de una tos irritativa pese a que estemos rodeados de productos comerciales que lo anuncien a los cuatro vientos omitiendo la evidencia de que su eficacia es cuestionable. 

Comparto la siguiente reflexión que se ha editado en mi columna del Huffpost.







Haber equiparado salud a bienestar nos ha metido en un callejón sin salida. No basta con tener agua corriente en el grifo, alimentos abundantes en la nevera o vacunas y fármacos que nos protegen de un sin fin de problemas. Pareciera que una antigua maldición hace surgir nuevas dificultades según se van resolviendo las anteriores.


¿Alguien conoce a alguna persona que no tenga problemas de salud? Cada vez es más difícil, sobretodo en una época en la que basta un catarro o una indisposición intestinal para que salten todas las alarmas, pidamos cita urgente en el médico y experimentemos una completa alteración de nuestros hábitos y rutinas.  Quien no tienen un dolor tiene un agobio, quien no tiene sobrepeso tiene problemas de sueño... Basta con rascar un poco y cualquiera te contará su lista de miserias.

Nadie nos explica que la vida lleva inevitablemente aparejadas pequeñas molestias que no requieren asistencia sanitaria alguna y se resolverán con algo de tiempo y cuidados sencillos. Al disponer de servicios de salud muy accesibles terminamos sobreusándolos y con ello nos acostumbramos a que para cualquier cuestión menor lo normal sea hacer una visita al centro de salud o al servicio de urgencias de turno.

Esto condiciona que los padres sobreacudan a las consultas por cualquier mínima cuestión que presenten sus hijos, los más mayores acudan incontáblemente por lo mismo y los jóvenes consulten por cualquier síntoma que noten. Estamos perdiendo la habilidad de cuidarnos a nosotros y a nuestros seres queridos y eso está haciendo entre otras cosas que seamos una de las sociedades que más fármacos consume o que más visitas al médico hacen.

La cuestión además de ser económicamente insostenible es socialmente inadmisibible. Delegar algo tan importante como la autonomía en el autocuidado a servicios externos nos inmunosuprime socialmente. Y el mazazo vendrá cuando aparezcan elementos que limiten la accesibilidad a estos servicios. Cuando uno se acostumbra a un grado de consumo es duro ir a menos.

Por eso invito a reflexionar sobre cómo manejamos y asumimos las dificultades de la vida ordinaria y las pequeñas cuestiones que afectan la salud. Sin una toma de conciencia personal de esta situación será imposible mejorar la gestión de estos problemas, mucho menos de las crisis vitales que inevitablemente vendrán. El papel educativo que deberían tener los profesionales de la salud está muy limitado por el poco tiempo disponible por paciente. Llevamos años sin hacerlo de forma suficiente. Por eso hace falta que sea la propia sociedad la que se dé cuenta y actúe en consecuencia. Hay mucho más en juego de lo que imaginamos.


Vídeo vía Javier Galeano

miércoles, 16 de mayo de 2018

Yo quiero ser José Luis Bimbela




En el ámbito de las ciencias de la salud tenemos claro que la comunicación es un elemento fundamental. Sin embargo los modelos educativos imperantes no la dotan de la importancia que merece. De este modo es habitual encontrar profesionales de la salud excelentemente formados que paradójicamente muestran claras deficiencias en habilidades comunicativas con sus compañeros y pacientes.

Hace años tuve la suerte de conocer a José Luis Bimbela, psicólogo y profesor en la Escuela Andaluza de Salud Pública, desde entonces he podido aprender y colaborar con él en diferentes proyectos, el último hace unos días en Sevilla. Hacen falta personas como él que aúnan una gran capacidad de comunicación con una formación privilegiada y una dimensión humana cultivada.

La formación continuada en habilidades de comunicación es fundamental para todo profesional de la salud. Para esto se requiere teoría y práctica. Y si me permiten añadir algo más propondría referentes o personas que nos inspiren.




jueves, 10 de mayo de 2018

Selección natural de organizaciones sanitarias






La teoría de la selección natural ayuda a entender la evolución de los seres vivos pero también tiene interesantes aplicaciones en sociología y diseño de organizaciones. Las estructuras sociales que cuidan a sus miembros, producen valor y minimizan efectos indeseables (contaminación, explotación laboral, injusticia) medran y las que no lo hacen terminan colapsando.

Los sistemas sanitarios contemporáneos tienen un diseño industrial dado que tratan a los profesionales de la salud como a operarios y a los pacientes como producto a lo largo de enormes cadenas de servicios de diagnóstico y tratamiento. Es un enfoque que produjo ventajas de gestión en su tiempo pero que la complejidad social actual ha dejado obsoleto. Los recursos humanos hiperespecializados han de ser cuidados mejor para que no se malogren o escapen a otras organizaciones y los pacientes también para conseguir mejores resultados en salud y reducir el sobrediagnóstico y sobretratamiento imperante.

¿Es posible una asistencia sanitaria humanizada si los profesionales trabajan en condiciones deshumanizadas?

La sobrecarga asistencial, los entornos laborales hostiles (ruido, interrupciones, tensión laboral, ausencia de descansos...) y las condiciones laborales precarias (contratos basura, poca estabilidad, plantillas mal dimensionadas...) maltratan a los trabajadores que se suponen han de cuidar la salud de otros.

El aumento de complejidad en poblaciones envejecidas con pluripatología cuyos miembros más jóvenes y sanos cada vez se sienten más enfermos y dependen más de los sistemas sanitarios están produciendo una tormenta perfecta para los profesionales de la salud que ven como cada día sus condiciones laborales empeoran y se les exige más por todas partes.


No es casualidad que la medicina haya sido una profesión liberal durante siglos. Industrializarla tiene ventajas y desventajas pero dado el panorama actual conviene revisar las segundas no sea que terminemos malogrando un servicio que no será fácil de sustituir por robots y protocolos automatizados.



miércoles, 25 de abril de 2018

¿Cómo integrar la dimensión existencial en clínica?





Desde hace décadas en medicina de familia usamos un enfoque biopsicosocial ante la compleja realidad de nuestros pacientes que compartimos con las enfermeras y trabajadoras sociales que trabajan codo con codo con nosotros en Atención Primaria. No parece suficiente a tenor de los retos que enfrentamos. Cada vez hay más personas enfermas con situaciones complejas y más personas sanas con necesidades de salud no satisfechas. No damos a basto ni con unos ni con otros.

¿Y si tuviéramos delante algo que no estamos viendo? ¿Y si además de las necesidades de salud física, psicológica y social hubiera un hambre existencial no suficientemente atendida que afecte a las demás dimensiones?

¿No hay acaso desesperanza en el anciano que nos dice que quiere morirse? ¿Y falta de sentido en el ejecutivo sobrecargado que nos pide la baja por no aguantar más? ¿O confusión de valores en el joven que no sabe que hacer con su vida y acude por conductas dañinas para su salud?

¿Quién atiende las cuestiones existenciales en nuestra sociedad? La respuesta no está clara, lo que si parece meridiano es que lo servicios de urgencias, centros de salud y hospitales cada vez están más llenos de gente que en algunos casos sale de ellos aliviada y en otros no.

Encontraremos voces que digan que quizá los servicios sanitarios no sean el mejor lugar para atender esta dimensión humana pero parece necesario abrir una reflexión sobre cómo adecuar las carteras de servicios, la comunicación y la atención profesional para por lo menos reconocer, acoger y orientar de forma suficiente.

Hoy dedicaré el día a reflexionar sobre estos temas con excelentes compañeros en el hospital del Aljarafe, Sevilla. El programa de la jornada es amplio e interesante. Compartiré en Twitter alguna idea fuerza por si les place participar a distancia, usaré la etiqueta #CuidandoConSentido



Comparto un vídeo resumen: