James Rhodes is a contemporary composer who I consider a brave man for three reasons. The first for daring to be a pianist, the second for carrying with dignity a biography full of difficulties and the third for being able to share it.
In the last months I have received several gifts from this musician since he came to me through his book. I have been able to watch some videos and listen to his music, I found out that he currently lives in Madrid and a few days ago I read his words in the newspaper El País in a marvellous article. In it he makes a plea in defence of the Spanish way of life, in a column that distills optimism.
It still strikes me that someone has to come from outside to defend the local values that we ourselves denounce or do not recognize. In these times of bad news, scandals and corruption that are somehow gangrenous to social coexistence, it seems necessary to look for elements that change our vision. An epidemic of optimism would be nice. That's why I'm bringing Rhodes up today because his example may help many. Just as it costs very little to be polite using the magical words please and thank you, we would benefit greatly if we were able to recognize the good things that life provides and verbalize them.
As a doctor, I recommend you to be optimistic, it is more important than doing the opposite with bad news and ugly problems. Dare to turn off the TV news a little and become more aware of the little good things that surround us. Let's be able to be grateful for the dish someone put in front of us or the small service that the waiter, the clerk or the professional who serve us provides. Let us realize the wonder of having clouds in the sky or stars in the night.
So I encourage you to look for a referring optimistic, or at least a musician or a poet. And if that optimist is you, so much the better.
James Rhodes es un compositor contemporáneo al que considero un valiente por tres razones. La primera por atreverse a ser pianista, la segunda por llevar con dignidad una biografía plagada de dificultades y la tercera por ser capaz de compartirlo.
En los últimos años he recibido de este músico varios regalos desde que llegó a mí por medio de su libro. He podido ver algún vídeo y escuchar su música, me enteré que actualmente vive en Madrid y hace unos días pude leer un artículo suyo en el periódico el País que no tiene desperdicio. En el mismo hace un alegato en defensa del modo de vida español, en una columna que destila optimismo.
Me sigue llamando la atención el que tenga que venir alguien de fuera a defender los valores locales que nosotros mismos denostamos o no reconocemos. En estos tiempos de malas noticias, escándalos y corrupciones que de alguna manera están gangrenando la convivencia social parece que es necesario buscar elementos que nos cambien la visión. Una epidemia de optimismo estaría bien. Por eso traigo hoy a colación a Rhodes dado que su ejemplo quizá pueda ayudar a muchos. Del mismo modo que cuesta muy poco ser educado y pedir las cosas por favor o dar las gracias, aprovecharíamos mucho si fuéramos capaces de reconocer las cosas buenas que la vida nos provee y lo verbalizaramos.
Como médico les recomiendo contagiarse de optimismo, trae más cuenta que hacer lo propio con malos rollos y noticias nefastas. Atrévanse a apagar un poco el telediario y a tomar más conciencia de esas pequeñas cosas buenas que nos rodean. Seamos capaces de agradecer el plato que nos ponen por delante o el pequeño servicio que el camarero, el dependiente o el profesional que nos atiende nos provee. Démonos cuenta de la maravilla de tener nubes en el cielo o estrellas en la noche.
Por eso les animo a que se busquen a algún optimista de cabecera, o por lo menos a algún músico o algún poeta. Y si ese optimista es usted, muchísimo mejor.
Llevo algún tiempo demorando la lectura de Instrumental, el libro de James Rhodes donde hace un alegato del poder sanador de la música y pone de ejemplo su atormentada biografía de abusos sexuales, problemas de salud mental y mucho sufrimiento. Al final he aprovechado un par de días de tormentas veraniegas para acometerlo y doy las gracias a Javier Galeano que me lo regaló y a Fernando Fabiani que me dio el último empujoncito.
Es un libro muy duro. Aborda el tema del manejo del horror, el máximo sufrimiento. Despliega un atlas de conductas y cursos de acción de todo tipo para sobrevivir ante una crisis vital desproporcionada. Y comparte un mensaje de esperanza: es posible superar la catástrofe.
Desde antiguo conocemos el poder sanador de la música pese a que en la actualidad la ciencia médica la utilice poco. El mercado ha convertido el mundo musical en una serie de productos de consumo. Se visualizan y comercializan envasados a granel para un "público general" ávido y demandante de novedad y sensaciones. La música clásica de calidad se ha dejado de mostrar a la juventud, reservándose a los más mayores. Cuando llevo a mis hijos a un concierto es excepcional encontrar otros niños en un ambiente mayoritariamente jubilado. La calidad hace tiempo dejó de ser tan importante como la cantidad y el beneficio económico. Las músicas que predominan hoy son la misma sopa enlatada que se consume globalmente.
Todos sabemos que la música tiene el poder de tocarnos el alma, de provocar emociones, de inspirarnos, tranquilizarnos, animarnos, socializarnos, divertirnos y alegrarnos. Por eso la incluimos en nuestra semana, habitualmente en segundo plano, como música de fondo mientras nos desplazamos, trabajamos, hacemos labores del hogar, leemos o nos aseamos. Solemos desaprovechar de este modo la fuerza que esconde la armonía al convertirla en ruido de fondo. Escuchamos música pero no la oímos, no la prestamos suficiente atención. De esta forma no puede cumplir su función sanadora.
Muchos se engañan si piensan que la música de calidad es un producto de élite. He escuchado a músicos magníficos en estaciones del metro, parques o bares. He presenciado conciertos estupendos por menos de lo que vale una entrada de cine con palomitas.
Cuando escribo información para pacientes me gusta prescribir música de forma directa o indirecta. En consulta lo suelo verbalizar como ayuda en situaciones de sufrimiento o malestar emocional. Pero sobre todo me lo aplico a mi mismo, permitiendo que en mi dieta de contenidos haya la suficiente cantidad y calidad de este ingrediente tan importante para todos. Soy el primero que se da cuenta de que si no estoy afinado pobre será mi papel en la orquesta humana que me ha tocado en suerte.
El libro de Rodhes no es para todos los públicos y no lo recomiendo a personas que atraviesen crisis vitales, padezcan enfermedades mentales o sencillamente sean muy sensibles. En estos casos mejor oigan su música o vean alguno de sus vídeos. Lo que sí valoro encarecidamente es el ejemplo de todos aquellos que, tras alcanzar el fondo de algún pozo de sufrimiento, deciden salir del mismo apostando por la creatividad, la mejora personal, el servicio a los demás y poniendo el foco en aquello que nos dé sentido.
A veces para descubrir qué es lo más importante debemos enfrentar grandes pérdidas o pruebas. Si conseguimos superarlas seguiremos caminando con una nueva visión de las cosas. Me uno a todos aquellos que, de esta forma, apuestan por la vida. Y te deseo que también a ti la música te acompañe.
Todos sabemos lo que es la noche. La experimentamos a diario cuando el sol nos abandona, por eso ha sido desde siempre fuente de inspiración. En mi caso quizá con mayor vehemencia dedicándome como me dedico al ejercicio de la medicina, disciplina que trata de sombras y noches.
Recientemente he tenido el privilegio de asistir a un recital de piano en el que Félix Ardanaz abordó este tema con partituras de Chopin, Schubert, Ravel y Liszt ejecutadas con maestría y buen hacer. Sin duda es uno de los pianistas más prometedores del panorama nacional.
Tras la reciente lectura del libro Recuerda que vas a morir, de Paul Kalanithi en el que el autor nos ofrece la historia de su enfermedad terminal con las sombras y luces que encontró, este concierto me ha parecido muy iluminador. Toda noche tiene sus estrellas o alguna vela que la surca. Es verdad que cada vez miramos menos el cielo nocturno desde unas ciudades tan iluminadas que alejan de la vista las constelaciones. Del mismo modo miramos poco nuestras sombras, y quizá por eso van produciéndonos mayor pavor. La muerte se ha convertido en tabú, la enfermedad en objeto de consumo. Hemos diseñado una pléyade de servicios y productos sanitarios con los que tratamos de maquillar la cruda realidad: al final todos acabaremos muertos. Pero nos engañamos pensando que aun tenemos tiempo, que todavía no hay de qué preocuparse.
La música nos lleva de la mano por la noche, siempre lo ha hecho. Los antiguos maestros intercalaban movimientos lentos que nos la hacían presente o nos regalaban canciones en las que era fácil contemplar su reflejo. En el palco desde el que escuché a Ardanaz puede sentir el profundo misterio que encarna la noche. Una sensación que produce escalofríos en la espalda y que sin duda han sentido los que desde el paleolítico levantaron la vista en la oscura sabana. Les animo a mirar, les animo a escuchar; seguro que encontrarán inspiración.
No solemos hacerlo pero cantar junto a otras personas tiene un enorme poder curativo. Nos recuerda que no estamos solos, que la música que nace de nosotros es la misma que sale de los demás. Quien ha tenido esta sensación no la olvida jamás.
Hoy solemos consumir música en diferentes formatos. Es común que haya algún dispositivo electrónico en casa con música de fondo o bien la llevamos de forma portatil mediante auriculares. Pero una cosa es escuchar música grabada y otra cantar en compañía. Hablaba hace unos años con Pedro Esteban que me advertía de la depauperización musical que la globalización está produciendo en Europa. Escuchamos más (de lo mismo) y cantamos menos. Parece ser que musicalmente tampoco nos salen las cuentas.
When I go to a symphonic concert I do so with the conviction of its enormous healing potential. Listen
to music from an excellent score of the hand of dozens of teachers who
have been countless hours studying, practicing and preparing the program is a
huge privilege. If the programe include a seasoned soloist, the joy is usually higher. It amazes me how they are able to master by memory a musical mountain threshed with great harmony and balance. It
is for this reason that I try not to leave long without solace with high quality
musical baths that produce catharsis in my fellow soul
as the venerable classics did in their large stone theaters
thousands of years ago.
A
few days ago I could enjoy the soloist Francesco Piemontesi playing the
concerto for piano and orchestra No. 1 in D minor by Johannes Brahms. The execution was masterful. The Spanich National Orchestra directed by David Afkham had much to do. The piano's dialogue with the french horn were magnificent. I will not do here a music critic, I just will point out that Giants exist. They
are human beings like us who believe in something bigger than
themselves, which makes them to increase their size to inscrutable
limits.Francesco Piemontesi believes in music, the beauty, the possibility of
transmitting an ideal which tune the hearts of those who listen to him and
thus allow the world to be a little more harmonious place.
Cuando acudo a un concierto sinfónico lo hago con el convencimiento
de su enorme potencial sanador. Escuchar la música de una excelente
partitura de la mano de varias decenas de profesores que llevan
infinidad de horas estudiando, ensayando y preparando el programa es un
enorme privilegio. Si además adereza la representación algún solista, el
gozo suele ser mayor. Me asombra cómo son capaces de dominar de memoria
una montaña musical que desgranan con gran armonía y equilibrio. Es por
esta razón por la que intento no dejar mucho tiempo sin solazarme con
baños musicales de calidad que producen catarsis en mis entretelas
semejantes a las que los venerables clásicos lograban en sus grandes
teatros de piedra hace miles de años.
Hace unos días puede disfrutar al solista Francesco Piemontesi
interpretando el concierto para piano y orquesta número 1, en re menor
de Johannes Brahms. La ejecución fue magistral. La orquesta nacional de España dirigida por David Afkham tuvo mucho que ver. Los diálogos del
piano con la trompa fueron magníficos. No les haré aquí una crítica
musical, tan solo apuntaré que los Gigantes existen. Son seres humanos
como nosotros que creen en algo más grande que ellos mismos, lo que les
hace aumentar su talla hasta límites inexcrutables. Francesco Piemontesi
cree en la música, en la belleza, en la posibilidad de transmitir un
ideal que afine el corazón de los que le escuchan y de ese modo permitan
al mundo ser un lugar un poco más armónico.
Me llegan múltiples invitaciones a eventos de innovación sanitaria. Declino la mayoría porque mi agenda profesional y personal no da para más. Además soy un poco antiguo para esto de la innovación. Sigo a maestros descatalogados como Heráclito de Éfeso, Spinoza ó Johan Sebastian Bach, entre otros. De este último les traigo hoy un pequeño ejemplo muy conocido.
¿Somos capaces hoy de convertir un meme en una obra de arte? ¿cómo podríamos deconstruir nuestro modo de hacer las cosas y encontrar nuevas formas más apropiadas ó adaptadas?
Con Bach es fácil asombrarse, les dejo un rato en su compañía.
Desde hace siglos el ser humano ha acompañado sus días con música. En ella ha buscado sentido, inspiración y comprensión. Con ella ha caminado por desiertos y noches, por calmas y tormentas. Hay pocas cosas que acaricien tan bien el alma. Por eso la recomiendo tanto en tiempo de salud como de enfermedad. La incorporo a mi práctica profesional desde mi práctica personal.
No soy el único. Somos legión los que conocemos este secreto.
Pero nos enfrentamos a poderosos enemigos:
El ruído de fondo.
Nunca fue tan fuerte como en este tiempo. Nunca tuvimos tantas distracciones. Nunca nos fue tan difícil disfrutar del silencio. Y sin silencio no puede haber música. Debemos callar para que la música llegue a nosotros. No vale tenerla de fondo, eso es un sucedaneo valdío.
La prisa.
Cuando corremos por el mundo la música no puede alcanzarnos. Nos llegan retazos, jirones, pero nunca la tersura de la tela.
El ánimo de lucro.
Hay muchos intereses para que escuches solo productos comerciales. Todo se vende y se empaqueta, nadie busca que accedas y disfrutes a la música que te inspire más sino a la que esté de moda o consuman tus amigos o los medios de comunicación que compras.
Ara Malikian y un servidor compartimos contigo el mismo deseo:
La música es un lenguaje que vamos aprendiendo desde pequeños. Hay muchos lenguajes más allá de las lenguas. El mito de la torre de Babel sigue siendo plenamente vigente.
Por eso no debemos extrañarnos de que la comunicación humana sea tan compleja, haya tantos malentendidos y cueste tanto entenderse.
No basta con decir "coma sano y haga ejercicio", "deje el tabaco y póngase a pasear"...
Tal vez nos toque escuchar de otra manera y emitir mensajes de otra manera.
Tal vez nos toque coger un violín o una viola de gamba en la consulta y acomenter una ricercada de Diego Ortiz ó una canción celta, según requiera la persona en tiempo de enfermar que tengamos delante.
Tal vez nos toque hacer un dibujito en un papel o cargar en pantalla una imagen de internet, justo la que al paciente le venga mejor para entender lo que le pasa.
Tal vez buscar un vídeo o un enlace y dárselo al paciente en un papelito. O quizá mantener un instante la mirada mientras compartimos un pequeño silencio.
De lo que me doy cuenta es que la comunicación humana es un proceso altamente creativo. La sanidad del corta y pega no sirve, no puede servir. Hemos olvidado que no hay enfermedades sino enfermos. Nos centramos en la enfermedad, siempre la misma y obviamos al enfermo, dejamos de escucharle.
Recuperar esa vieja creatividad de los antiguos médicos es una tarea apremiante. El último metro está a pundo de salir...
Cuando hace años una generación seguía la estela de grupos de rock en la movida madrileña, un adolescente de la capital descubrió el cancionero de palacio. Y descubrió un tesoro. Es una recopilación de más de 400 obras del siglo XV, cuando la corte de los Reyes Católicos era un oscuro rincón del planeta. La versión de Jordi Savall es un viaje en el tiempo. Me gusta viajar con Jordi, una de las personas más cultas de nuestra época. Gracias a él soy capaz de perdonar la estulticia de gobernantes y reyes cazadores de elefantes. Gracias a virtuosos como él sigo creyendo firmemente en el género humano.
Vargas Llosa acaba de escribir un libro en el que lanza un grito;"Sería una tragedia que la cultura acabe en puro entretenimiento". Demasiado tarde. La cultura es un bien elitista desde hace muchos siglos. Me parece ingenuo por su parte ese lamento, la frivolidad triunfó hace ya demasiado tiempo. En esta semana conmemoramos otra cota, de la mano del rey de las Españas cuya cadera no aguantó el peso de los años. Siento que no solo se rompió el regio hueso, lo hizo el alma de un pueblo que de manera injusta se precipita por un abismo de sinsentido.
Ya ha pasado antes y volverá a pasar. El olvido es la perdición del ser humano. Pese a saberlo seguimos olvidando y cometiendo los mismos errores. Seguimos olvidando el cancionero de palacio mientras coreamos a Lady Gaga. Y así nos va.
(hoy no quiero hablar de la deconstrucción del sistema sanitario, me produce muchísima tristeza que deje de ser universal, que haya excluidos. por eso me permito compartirles algo bello)
Foto1: 'Angel of Harlem' http://www.flickr.com/photos/18548550@N00/100352992
Let No Man Steal Your Thyme
Come all you maids, where'er you be,
Who flourish in your prime,
Be wise, be 'ware, keep you garden clean,
Let no man steal your thyme,
Let no man steal your thyme.
For when your thyme is pu'lled and gone,
They care no more for you;
There is not a place your thyme goes waste,
But it spreads all o'er with rue,
It spreads all o'er with rue.
When I was a maid both fair and coy,
I flourished in my prime,
Till a proper, tall young man came and
He stole this heart of mine,
He stole this heart of mine.
My parents they were angry
At my being led astray,
But there's many a dark and cloudy morn
Brings forth a pleasant day,
Brings forth a pleasant day.
The gardener's son being standing by,
Three gifts he gave to me:
The bitter rue, the violet blue,
And the red rose it was three,
And the red rose it was three.
Now, I'll cut off the red rose top,
And I'll plant on the willow tree,
That this whole world will plainly see
How my love slighted me,
How my love slighted me.
The begotten virgins they must live,
Although they live in pain,
And the grass that is mown on yonder hill
Through time will bloom again,
Through time will bloom again.
There are fine boats sailing here, my dear,
And more on the river thine;
But for me to be held in the arms of my love,
And for him to be held in mine,
And for him to be held in mine.