Foto Fabian Oefner
La actual crisis del modelo sanitario madrileño se puede explicar con tres aproximaciones. La primera es el fracaso de la gestión sanitaria. Durante años los distintos gestores y políticos que han desempeñado cargos de responsabilidad no han sido capaces de flexibilizar el sistema, diseñar una cultura de profesionalidad ni incentivar adecuadamente al personal. No se han resuelto los problemas atávicos del sistema como la burocracia (modelo de receta, partes de baja), la coordinación entre hospitales y centros de salud o la mejora continua en la calidad. El planteamiento actual de la Consejería de Salud de Madrid de traspasar la gestión pública a empresas privadas con ánimo de lucro evidencia el fracaso de quien no ha sabido hacer bien su tarea. El que lo hagan otros no será garantía de que lo que tantos no han podido hacer se haga finalmente. Si encima se plantea de espaldas a los profesionales y con estos en contra, vaticino que no funcionará.
La segunda aproximación es el fracaso de los profesionales sanitarios. La provisión de cuidados y servicios sanitarios basados en una cartera de servicios no ha cubierto las necesidades y expectativas sociales. Muchos profesionales no encuentran la motivación suficiente para la excelencia, maltratados por su organización o sometidos a presiones continuas. La proporción de profesionales quemados o desmotivados es muy alta. Por otro lado la capacidad de gestionar el propio trabajo se ha limitado muchísimo por cuanto solo ha quedado el recurso a quejarse como válvula de escape ante tanta dificultad. Esto no ha ayudado a los pacientes. Permitir que un médico de familia atienda a más de 50 personas al día ilustra el fracaso de unos profesionales que se han visto abocados a la masificación y a proveer cuidados "industriales" más propios del ámbito veterinario que del humano, como ilustra Julian Tudor Hart. Los pacientes terminan buscando solución a sus problemas en otros lugares donde "los escuchen mejor" ya sea en consultas de seguros privados o de medicina alternativa.
Por último es importante destacar el fracaso social a la hora de usar el sistema sanitario. El sobreuso del sistema haciendo más visitas al mismo o consumiendo más fármacos que los países de nuestro entorno ilustra que no hemos sabido explicar bien cómo usar correctamente el sistema de salud. Mantener procesos decimonónicos como el sistema de vale descuento en las recetas sin duda no ayuda, al obligar al paciente a tener que acudir frecuentemente por su medicación. Nadie en el sistema ha tenido suficiente inteligencia para permitir que la prescripción en una hoja de un médico sea válida para dispensar el tratamiento crónico seis meses...
En cualquier caso estamos asistiendo a un fenómeno sin precedentes. Todos los profesionales de la salud de la Comunidad de Madrid se han unido como una piña al ver peligrar irremediablemente el sistema sanitario y en consecuencia la manera de trabajar y sus puestos de trabajo. En Madrid sobran hospitales. Una política irresponsable los creó con un claro interés electoral que no supo valorar el coste económico y social de dicha decisión. De hecho sigue habiendo proyectos de abrir más hospitales encima de la mesa cuando la coyuntura de crisis desaconseja seguir por esa vía.
De lo que aún no hemos tomado conciencia los profesionales sanitarios es en la crisis del propio modelo sanitario. Un modelo basado en la enfermedad, que incentiva la paliación de esta o el número de procesos de diagnóstico y tratamiento en lugar de basarse en la salud incentivando la promoción de la misma y los resultados en salud. Falla un modelo que sitúa el centro de cuidados en el hospital y en procesos de alta tecnología o sofisticación, cuando desde hace décadas tenemos evidencia científica y económica de que es más prudente, seguro y eficiente apostar por potenciar centros de salud más resolutivos cerca de donde vive el ciudadano.
El decrecimiento social que estamos viviendo exigirá que se sigan proveyendo cuidados a menor coste. Sólo lo conseguiremos si los tres vértices del triángulo cooperan, los gestores con diligencia, los profesionales con profesionalidad y los ciudadanos con responsabilidad.
Y si me permiten un apunte, añadiría que aportando diálogo y escucha. Por muy competente que sea un político los retos actuales seguramente colmen su capacidad. Dejarse ayudar por la inteligencia colectiva de sus profesionales y por la de los ciudadanos es camino seguro para construir los cambios que la sociedad necesita y aplicar con exquisita suavidad el bisturí de los recortes de presupuesto evitando el hacha u otras medidas cortoplacistas que ocasionarían más destrozo.
Publicado ayer en el Huffington Post