domingo, 23 de octubre de 2016

Spiriman, la sanidad necesita superhéroes





Tras décadas trabajando en la sanidad pública española creo conocer bien sus laberintos. La oscuridad de sus pasillos, los Minotauros densos que pueblan grutas y despachos, los héroes que tratan de encontrar una salida y los esqueletos polvorientos de los que no lo pudieron conseguir. También conozco a los pacientes que por necesidad se aventuran en la intrincada prueba de hospitales y centros de salud. Me pongo delante cada día de su dolor y lágrimas.

No tenemos la sanidad ideal. Creo que hace mucho bien pero a la vez oprime tanto a profesionales sanitarios como a usuarios. Los gestores y políticos suelen vivir atrincherados en despachos lejos de la primera línea de batalla asistencial. Y uso lenguaje militar con plena intención. Un servicio de urgencias, un centro de salud en invierno son trincheras bajo fuego cruzado. Quien alguna vez se metió en ellas bien lo sabe.

Por eso es fundamental que tanto profesionales sanitarios como ciudadanos se den cuenta de que a veces es necesario decir No. Una negación firme, con mayúscula. Fundamentada en la razón común del beneficio social. No es asumible que un médico de familia vea 50 pacientes en una mañana, ni que en urgencias tengas que esperar tres horas a ser atendido. No es digno dedicar tres minutos a atender a un paciente cuando el veterinario se toma mucho más tiempo en explorar un gato.

En granada un médico en precario, con esas condiciones laborales que la propia Unión Europea critica, ha dicho basta. Esto es inaudito en nuestro medio donde nadie quiere salirse de la foto. Jesús Candel nos ha dado una lección a todos consiguiendo que toda la ciudad de Granada salga a la calle para reivindicar la sanidad que se merece. Hay que tener superpoderes para esto, por eso agradezco a Spiriman, el alter ego de Candel, que nos recuerde que no hay nada más potente que poner a la gente de acuerdo para algo. Máxime en estos tiempos en que líderes y políticos, que por obligación debían de hacerlo, omiten sus responsabilidades.

Mi apoyo a todos los que tienen la valentía de decir las cosas claras cuando no hay más remedio que decirlas. Lo que ha hecho Jesús nos ha demostrado, una vez más, que hay una fuerza inconmensurable en lo pequeño.



viernes, 21 de octubre de 2016

Sobre el perdón

Solo el perdón puede curar heridas que por su profundidad no son susceptibles de vendaje, sutura o medicación alguna. Solo cada cual puede perdonarse ciertas cosas. Los médicos acompañamos con frecuencia procesos que no terminan de sanar al no ser la persona capaz de superar el peso de su culpa.

Los estudios Pixar nos regalan este corto sobre el tema. Espero que les resulte inspirador






Borrowed Time from Borrowed Time on Vimeo.
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jueves, 20 de octubre de 2016

Lacitos rosas



Cada vez entiendo menos, cada vez me siento más ajeno a los modos y modas, a las campañas de sensibilización o desensibilización, a las tontunas. Hay mucho ruido, demasiado. Mucho dolor y poco acompañar a las personas que lo sufren. Mucho glamour y casi ninguna mano que sostenga el paso vacilante.

¿Qué pensarán verdaderamente las mujeres que han visto amputar sus cuerpos, radiarlos, someterlos a tóxicas quimioterapias? ¿Qué pensarán los familiares de quién padeció o murió por esa enfermedad? ¿Qué pensarán de los lacitos?

Tal vez me tachen de prosaico pero a mi me gustaría que se los metieran en... digamos un bolsillo. Que dejasen de gastarse dinero en carteles o anuncios de televisión y lo dedicaran a investigación, a que mi médico de cabecera pueda atenderme un poco más de tiempo, a que la enfermera  que me pone el gotero no tenga un contrato precario.

Creo que hay mucha hipocresía y mucha tontería. Y poca gente que te mire a los ojos cuando estás verdaderamente enfermo.



Comparto un texto de Guru Tze ante el que me quito el sombrero, contado por una protagonista en primera persona. Es un honor para mí reproducirlo aquí.




miércoles, 19 de octubre de 2016

¿Es posible mejorar la comunicación entre profesionales sanitarios y entre éstos y sus pacientes?






Hoy estaré en la Fundación Jiménez Díaz participando en una mesa con Rafa Bravo, Amelia Martinez, José Luis Bouza y Pablo Martínez en la que trataremos de reflexionar sobre comunicación.

Como siempre les dejo la presentación con el bosquejo de ideas que me gustaría compartir.

Se podrá seguir por vídeo en Internet.



martes, 18 de octubre de 2016

La llama piloto de consciencia


flame 
Foto de ☻☺




 

La mente humana es semejante a esas caldera de gas con las que calentamos agua y calefacción en nuestras casas. La energía que la alimenta son nuestros pensamientos y sentimientos cuyo caudal varía a lo largo del día según las circunstancias. Cuando estamos tranquilos con nuestras necesidades cubiertas se mantiene muy baja o aparentemente detenida. En momentos en los que nuestras necesidades se disparan salta a su caudal máximo que una vez inflamado libera la potencia suficiente para producir las conductas oportunas que nos lleven a atender y calmar las necesidades pertinentes.

Para que una caldera funciones es necesario que esté encendida, que disponga de una llama piloto ardiendo permanentemente. Esa diminuta llama será la responsable de que prenda el gas cuando es debido y de esa forma el sistema se mantenga útil y operativo. La llama piloto es nuestra consciencia base. Cuando nos llega una avalancha de emociones, la consciencia es capaz de convertir el gas emocional invisible en fuego transformador. Si no está encendida la caldera no prende por lo que evitará que las emociones cumplan su misión de provocar acción, o generar pensamiento o conciencia. En nuestro caso pueden escapar al ambiente de forma tóxica o quedar en el sistema aumentando la presión de este y por ende el sufrimiento del aparato.

Lamentablemente muchos vamos por el mundo con una trémula llama piloto que se mantiene más tiempo apagada que encendida. Eso hace que nuestro manejo emocional sea desastroso. En lugar de permitir que el gas vaya ardiendo según se libera, lo acumulamos en grandes bolsas que cuando consiguen escapar producen tremendas deflagraciones. Hemos transformado nuestra caldera interior en un motor de explosión. Caminamos por la vida de detonación en detonación produciendo daños y quemaduras tanto en nosotros mismos como en los que nos rodean.

Cuando el grado de dolor es importante el cuerpo suele sobrecargar algún sistema y salta el correspondiente fusible produciendo un síntoma. Notamos que nos duele la cabeza, la espalda, la tripa, notamos el cuello contraído, que no podemos dormir, que nos encontramos irritables o nos sentimos débiles. Acudimos al médico por algún remedio que tal vez haga desaparecer el síntoma pero que no consigue revertir la causa del mismo.

¿Cómo mantener prendida todo el tiempo la diminuta llama piloto de la conciencia? Esta pregunta es muy antigua y las posibles respuestas a la misma enormemente variadas. Unos postulan que es necesario practicar a diario con meditaciones, oraciones o técnicas que faciliten mantener la conciencia en un objeto. Otros dicen que basta con prestar atención a todo lo que hacemos cada instante, al cubierto que introducimos en la boca, a la sensación del pie al dar un paso, al aire que entra en el cuerpo al respirar. Para algunos es fundamental reunirse y formar comunidades, otros sin embargo prefieren practicar solos. Hay multitudes que eligen seguir una creencia o una fe, otros reniegan y eligen mantenerse al margen de las mismas. Lo que parece claro es que es importante relacionarse de una manera nueva con el momento presente aprendiendo a posar en él con más permanencia nuestra atención. Trayéndola al mismo de continuo dada su enorme volatilidad y al gran nivel de ruido de fondo y distracciones que hacen que revolotee sin cesar y se aleje de su hogar.

Lo cierto es que las emociones mal procesadas son responsables de una gran cantidad de dolor. Nos resulta mucho más sencillo manejarlas pequeñas que grandes sobre todo cuando hablamos de miedo, ansiedad, asco, tristeza, agobio... Cuando aprendemos patrones de relación con ellas que priman combatirlas o quitarlas de en medio (represión, proyección, negación...) favorecemos que aumenten desproporcionadamente de tamaño, lo que las hace cada vez más inmanejables y potencialmente explosivas. Por eso son tan frecuentes las situaciones de bloqueo que nos sitúan en bucles dolorosos de los que no podemos escapar.

Si tiene la oportunidad de mirar un rato la llamita piloto de una caldera o simplemente una vela acuérdese de que lo verdaderamente importante no es su pequeño tamaño sino la posibilidad de expandir luz que toda llama tiene. Si tiene la oportunidad de sentir cualquier emoción haga lo mismo, agradézcala y permita que se expanda en su conciencia sin temer su calor ni su brillo, en cuanto sea hecha consciente marchará dejándonos en las manos un caudal de energía que podremos utilizar como convenga.









viernes, 14 de octubre de 2016

Una conversación con Bernardo Atxaga. #eclinica2016







Conocí a Bernardo Atxaga una nublada tarde de octubre en San Sebastián. Me acerqué a saludarle y participé en la agradable conversación de corrillo que precedía la conferencia que iba a impartir para abrir un congreso. La vida, al fin y a cabo, no es más que un ramillete de conversaciones como me contó. Me causó un gran placer que la nuestra comenzara precisamente allí, a las puertas del antiguo casino de la ciudad ahora reutilizado como sede de los bailes y juegos de azar de la política municipal. 

Bernardo es uno de los mejores escritores vascos contemporáneos y lo presentaron como tal. Cuando a alguien le valoran estar vivo pueden ocurrir tres circunstancias: que sea un fuera de serie, que peine canas o que nos hayamos olvidado de otros muchos. En el presente caso me gustaría quedarme con las dos primeras pese a que aún no he leído Obabakoak que es la obra princeps del autor y ahora espera paciente que la convierta en conversación.

La conferencia magistral tuvo lugar en el salón de plenos del Ayuntamiento. De alguna manera estaban presentes las cabriolas y evoluciones de toda aquella gente que bailó y se rió entre esas decimonónicas paredes. Bernardo desgranó un buen montón de propuestas desde su visión literaria y antigua, vasca e inteligente. Elegiré tan solo uno de los hilos que tejió: la sociedad se está desmoronando ante nuestros ojos y asistimos perplejos a una convivencia de paradigmas muy diversos en cada casa, en cada familia. De este modo en una misma sala que contenga unos abuelos, padres, hermanos y niños observaremos que en un rincón hay un joven conectado a una consola que poco tiene que ver con el abuelo y sus viejas creencias. Han cambiado los nombres de la gente. Hemos dejado de llamarnos María, Juan, Santiago, Manuel... Y vamos derivando a eso que se denomina "el consumidor", relacionándonos con el mundo de una forma distinta. La filosofía es expulsada de la formación básica y de nuestras vidas, la transmisión de la cultura afronta un grandísimo abismo. Los mayores de esa sala no son ya capaces de contarle al más pequeño cómo es realmente ese mundo que habitan. 

Tras la interesante conferencia comenzó el baile, esta vez sin música, pero sí tuvieron la cortesía de ofrecernos bebida y algo de picar. Concatené la anterior conversación con otra nueva, con mi admirado Francesc Borrell que tuvo la generosidad de priorizar el encuentro so pena de desatender obligaciones familiares. Con él pude avanzar en la necesidad de mejorar nuestras narraciones, la forma en que transformamos lo vivido en palabras, música o cualquier manifestación artística. La forma en que lo compartimos para liberar algo que nunca fue totalmente nuestro. Porque la vida recibida solo sirve quizá para entregarla, siendo como es un precioso líquido brillante que no nos es posible sostener en las manos mucho tiempo. 

Llegando a su final la recepción me quedé un momento mirando a los congresistas charlando animadamente. Gente valiente, buena gente. Me sentí privilegiado por estar allí, animado por el convencimiento oculto de que tenemos cerca personas valiosas que valen la pena, que nos ayudan a sacar de nosotros lo mejor. Con esa gratitud bajé la escalinata de entrada y me entregué a la noche y a su lluvia suave, sabiéndome una vez más totalmente bendecido. 

Los esclavos

Slave Leia Photo Shoot

Slave Leia Photo Shoot.
Christopher Stadler




La mayoría de las sociedades complejas se han levantado sobre los hombros de los esclavos. Es cierto que la mayoría evitan incluir este nombre en sus descripciones pero también que al final de cuentas las condiciones de vida de las mayorías pobres a lo largo de la historia no distaban mucho unas de otras. Detrás de todas las maravillas del mundo hay multitudes generalmente hambrientas que dejaron su salud y su vida en el proyecto.

¿Qué responderían hoy si alguien les preguntara quiénes son los esclavos de nuestra sociedad? Si no les viene rápido la respuesta no se preocupen. Añadiremos que seguimos viviendo en una sociedad piramidal con una cúpula exigua que hoy tiene la particularidad de ser seminvisible. Somos capaces de ver a parte de los privilegiados pero no a otros que se esconden en urbanizaciones de lujo con seguridad privada, despachos a bastante altura del suelo y vidas sociales exclusivas. El precio que pagan para vivir rodeados de lujo y privilegios es algo. Han de vivir separados del resto y pagar con tiempo personal la sobreabundancia de bienes materiales. Al detentar cargos directivos y de responsabilidad suelen tener jornadas laborales flexibles pero amplias que reducen su tiempo libre y la posibilidad de introducir variaciones vitales.
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Dentro de lo que llamamos clases medias se sufre también un grado variable de alineación. Con horarios laborales cada vez más amplios, tiempos de transporte de casa al trabajo generosos y sueldos decrecientes que obligan a simultanear tareas domésticas, crianza de niños, cuidado de mayores además del trabajo remunerado que sostenga la economía familiar.



Las clases trabajadoras y menos privilegiadas, preceptoras de subsidios y habitantes de barrios periféricos está claro que ostentan pocos privilegios y tienen vidas con poca posibilidad de promoción y crecimiento personal. Son las que más remedan la imagen histórica de base social sobre la que se erige el resto de la estructura. Hoy disfrutamos de leyes que protegen las libertades y los castigos no se dirimen a latigazo limpio, no voy a negar que hemos avanzado en derechos por lo menos en este lado del mundo. Si miramos los arrabales de la ciudad de Lagos o cualquier megalópolis en África, India o Brasil tal vez veamos que las cosas son distintas.

La reflexión que me gustaría compartir no parte sin embargo del nivel económico sino del de consciencia. La verdadera esclavitud contemporánea tiene que ver con el automatismo de vida que nos impide tomar opciones libres. Es común que ante ciertos estímulos reaccionamos de forma automática por ejemplo a la hora de votar en unas elecciones, de mantener una postura política, religiosa o futbolística. A la hora de reaccionar ante una conducta que no nos gusta de nuestra pareja, hijo o compañero de trabajo. A la hora de sentir miedo, angustia o asco. Solemos tener una serie de estrategias que surgen automáticas cuando la temperatura emocional llega a un nivel. Si pudiéramos ver nuestra vida como en una película tendríamos que admitir que la mayoría de nuestras conductas surgen de este modo privándonos de elaborar una respuesta más acorde con nuestros principios, deseos o inteligencia.

Mientras más automatismos menos elaboración y en consecuencia menos libertad. La esclavitud conductual y emocional es hoy una cadena pesada que limita nuestras vidas y que al ser invisible nos cuesta mucho elaborar y reducir. La única forma que conozco para liberarse de ella es aplicar la luz de la conciencia que nos permite darnos cuenta de la presencia de una emoción incómoda para acogerla y reconducirla en la conducta que consideremos más apropiada en lugar de permitir que el automatismo correspondiente la elija por nosotros. La diferencia entre esclavos y libres radica en algo tan sencillo e invisible como esto. Seguramente ha sido así desde la fundación del mundo y lo seguirá siendo. Merece la pena mirarnos cada cual a sí mismo para tratar de responder ahora quiénes son los esclavos, al fin y al cabo todos tenemos mucho que liberar.











martes, 11 de octubre de 2016

Mirar por la ventana interior

Lincoln 06-10-2012

Foto de  Karen Roe



Solemos mirar con frecuencia por la ventana para saber qué tiempo hace en la calle. Una costumbre que nos indicará si es necesario coger un paraguas o si es preciso abrigo o gabardina. Esa rápida mirada tiene mucho valor a la hora de elegir la indumentaria que usaremos ese día, todos sabemos lo que significa no salir de casa suficientemente preparados. Lo que no solemos hacer con tanta frecuencia es mirar por la ventana interior, asomarnos un instante para ver qué tiempo hace por dentro.

Basta un tiempo breve para hacerlo, lo ideal por la mañana tras levantarnos, antes de salir de casa.

Parar un momento y sentir cómo estamos por dentro: física, mental y emocionalmente. ¿Cómo notamos el cuerpo, hemos descansado bien, hay alguna tensión? ¿cómo están nuestros pensamientos, estamos rumiando algún asunto? ¿cómo van nuestros sentimientos, despejados, alguna nube en el horizonte, amenaza tormenta?

Tal vez tengamos la costumbre de meditar un rato matinal, otros quizá se detengan a observar su cuerpo bajo la ducha, alguno habrá que deje la mirada perdida mientras desayuna y trate de sentir la climatología interior de esa mañana.

Es buena costumbre mirar por la ventana varias veces. Durante el día disfrutaremos de la luz de ese momento y tal vez de las nubes, el cielo despejado o algún árbol. Puede que también por nuestra ventana interior sintamos tranquilidad, alegría, tal vez asombro en un momento dado aunque también pueden aparecer tensiones, pensamientos oscuros o sentimientos incómodos. En este caso es mejor estar avisados si amenaza lluvia, no vayamos a descargar algún rayo a quien menos lo merezca.

Bob Stahl denomina a esto Mindful check-in, yo prefiero la expresión mirar por la ventana.Y les puedo decir que se ven muchas cosas.


sábado, 8 de octubre de 2016

Recuerda que vas a morir... un libro extraordinario




Como médico conozco profundamente el poder sanador de las cosas sencillas. Me gusta recomendar música de calidad, agradables paseos y un poco de lectura tanto en consulta como en las páginas sueltas que voy lanzando a la marea de Internet en pequeñas botellas. Tengo la certeza de que la palabra encierra un antiguo poder, fraguado en la noche de los tiempos, que nos permite convertirnos en humanos. También puedo decir que esa primigenia hambre de historias es casi tan importante como la que sentimos cuando llevamos muchas horas sin ingerir bocado. Las narrativas de los demás nos ayudan a construir las propias, sobre todo cuando caminamos por desiertos o nos enfrentamos a alguna catástrofe vital.

La historia que me gustaría compartir hoy nos la regala Paul Kalanithi, un brillante neurocirujano que se cruzó con la muerte antes de lo que pensaba. Es una buena historia, contada en primera persona, con honestidad, sencillez y mucha humanidad. Probablemente nada nos humanice más que saber que vamos a morir. Paul nos lo recuerda porque sabe, sabía, que es la única forma de vivir plenamente. Su libro es un ofrecimiento. Verdaderamente el autor nos entrega un tesoro de infinito valor: su propia historia, su vivencia, su baile con ese famoso segundo principio de la termodinámica que hará que finalmente todos acabemos entregándonos a ese basto mar que es el universo. Encontrar sentido en la enfermedad grave es posible, encontrarlo en la vida también. El testimonio de Paul es un ejemplo que nos puede ayudar a caminar para alcanzar ese delicado, y en ocasiones invisible, sentido que pese a su enorme fragilidad es capaz de sostener nuestras mayores luchas y dificultades.

Por eso recomiendo esta lectura a mis pacientes terminales, recordando que todos lo somos. Pero también, y de forma especial, a mis colegas del ámbito de la salud. Paul era un médico extraordinario no solo por ser un profesional excelente en su ramo sino porque conocía el valor de la relación clínica, el sagrado misterio que se produce cuando alguien ayuda a alguien, cuando nos atrevemos a acercarnos a quien nos necesita y este nos lo permite. Aprender a acercarnos a la persona enferma tanto desde nuestra luz como desde nuestra levedad permitirá tender puentes que de otra manera no podrían ser alzados.

Los que me leen saben que la muerte me interesa bastante. No podía ser de otra manera al habérmela cruzado a menudo tanto en el devenir de mis encuentros clínicos como fuera de ellos. Sin embargo no puedo decir sobre ella más que está inevitablemente imbricada con la vida. Paul nos lo deja claro en su libro: para vivir con plenitud, honrando verdaderamente la palabra vida, es necesaria la consciencia de muerte,  finitud y levedad. De otra forma nos despistamos y nuestros valores se confunden. Terminamos persiguiendo quimeras o metidos en densos laberintos. La muerte nos aclara las cosas, las simplifica con su dolorosa pedagogía: "si vas a terminar muriendo, más te vale espabilar y vivir ahora que puedes".


Merece la pena conocer a Paul Kalanithi. La mejor manera de agradecer su mensaje es permitir que otros lo puedan distrutar.







Este artículo se publico inicialmente en el Huffington Post.

viernes, 7 de octubre de 2016

¿Hace falta reinventar el sistema sanitario?


   rebuild 
Foto de Lay-Luh



Una de las ideas que flotan en los ambientes de innovadores sanitarios es la de reinventar la sanidad. Conceptos como el de destrucción creativa son blandidos por adalides del pensamiento disruptivo que proclaman a los cuatro vientos la necesidad de comenzar de cero. Pero, ¿de verdad hace falta?

Si miramos con detenimiento la tierra de la innovación por antonomasia, EEUU, veremos que su sistema sanitario es un desastre para las grandes mayorías. El 10% de la sociedad que se puede pagar un buen seguro no tiene problema pero para los demás es un infierno ponerse enfermo. En Europa siguen sobreviviendo los sistemas sanitarios públicos, amenazados por recortes y reducciones de presupuesto. Aun así, siguen tratando de cumplir su misión y ofrecen servicios sanitarios a casi toda la población. No podemos aventurar durante cuanto tiempo dada la sobrecarga crónica que padecen que recae sobre los profesionales y el déficit de financiación permanente que hace que las cuentas no salgan nunca del todo bien.

El envejecimiento poblacional incrementa la carga de enfermedad y la presión sobre la sanidad. El aumento de la ansiedad y desazón que produce la crisis y los problemas de la vida incrementan el sufrimiento de la población sana que a su vez terminan acudiendo a buscar alivio a las instituciones sanitarias. Mezclen todos los ingredientes y obtendrán la tormenta perfecta. Si en este momento aparece algún iluminado vendiendo ideas rutilantes y ofreciendo inyectar dinero ¿qué piensan que ocurrirá? Pues ya lo estamos viendo. Acuden fondos de capital riesgo disfrazados de ovejitas prometiendo mejorar la gestión con sistemas privados con ánimo de lucro. Ellos ponen la pasta, construyen hospitales e infraestructuras a cambio de un canon anual que negocian a puerta cerrada. ¿Cómo negarse a una oferta tan tentadora? El problema suele ser el de siempre: “lo barato sale caro”, como toda familia sabe de sobra.

¿Entonces nos quedamos con los brazos cruzados esperando que el barco se hunda? No necesariamente, en estos momentos hace falta que todo el mundo se remangue y se ponga a achicar agua. Los protagonistas son los propios ciudadanos. Aprender a hacer un uso responsable de la sanidad es hoy más importante que nunca. Saber qué puede hacer la sanidad por cada cual y que no puede es fundamental. Tratar de acudir y consultar cuando sea necesario, evitar lo superfluo o lo que cada cual puede solucionar por si mismo, saber a qué servicio acudir en cada caso, es básico para que el barco siga a flote.

Por otro lado hace falta una nueva implicación profesional. Si los marineros no colaboran cualquier barco se hunde. Es verdad que la tripulación está realmente enfadada y la mayoría echa humo, pero también que hay grandes profesionales y ganas de hacer las cosas bien. Será necesario  hacer un plan que evite la sobrecarga profesional y anime a la excelencia incentivando lo bien hecho. Con incentivaciones reales y no inversas como en el momento actual. Favorecer la formación continuada, la investigación y el desarrollo profesional también es incentivar. Flexibilizar horarios y favorecer conciliación familiar también lo es.
A nivel de mesogestión es necesario potenciar la autonomía real. Que cada servicio o centro de salud sea independiente a nivel de gestión favorecerá ser más cuidadoso con el presupuesto. Los capítulos susceptible de escalarse como la compra de material, medicación o fungibles seguirán centralizados para ahorrar costes pero los montos para contratar suplentes o solicitar servicios internos de diagnóstico o tratamiento son susceptibles de individualizarse.

La alta gestión sanitaria debería profesionalizarse por un lado y potenciar su comunicación e interoperabilidad con el resto del sistema. No es posible dirigir una organización tan compleja como la sanitaria desde despachos alejados de hospitales y centros de salud. Imbricar técnicos con sanitarios en los equipos es fundamental, mezclar gestores con asistenciales también.

Pero no es mi intención mostrarles el mapa del tesoro, cada cual habrá de pensar por su cuenta. Tan solo exponer que más que destrucción creativa necesitamos simplemente hacer las cosas mejor. Y eso no será posible si no se acomete a todos los niveles y con todos los actores. ¿Utopía? Si el hundimiento del Titanic hubiera dependido de la capacidad del pasaje de achicar agua no duden que se lo habrían currado. Esperemos que nos demos cuenta antes de que la orquesta sea tragada por las aguas.









martes, 4 de octubre de 2016

Carta de un paciente


 letters
Foto de liz west


En consulta recomiendo encarecidamente a mis pacientes que desahoguen sus problemas contándolos a alguien de confianza. Desgraciadamente no siempre es posible encontrar un interlocutor válido; en ese caso les animo a escribir. Pueden hacerlo para ellos mismos y guardarlo, romper posteriormente las cuartillas o convertirlas en carta o escusa para compartirlo con alguien de ese modo.

En ocasiones soy el depositario de esas letras. Tesoros que cuesta destilar, que valen lo que pesan en oro, que nos recuerdan que la fragilidad de los demás no se aleja mucho de la nuestra. Hoy comparto el texto de un paciente que me permite hacerlo público en esta plataforma guardando el debido anonimato. Como creo que su publicación puede hacerle bien lo comparto abiertamente.

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Estoy muy rayado.


Hay cosas que ni se hablan, ni se enseñan. Y como el mundo está lleno de teorías con intereses personales, uno ya no sabe si acogerse a la que más le convenga, o desconfiar de todo. Y desconfiar de todo y la soledad son dos sensaciones sinónimas.

Pasado el umbral de los 30, sin sobresaltos sentimentales de calado, rectamente uniforme, heterosexual de cabeza, de corazón, de acción y de voluntad. Y de pronto, casi sin venir a cuento, a a cuento de algo que no pillo, en lo más hondo de mí se despierta una mezcla curiosa de morbo, curiosidad, erotismo, dulzura, complicidad y otros elementos así, sencillamente humanos, nada pornográficos, con otros caballeros, hasta el punto de una cierta inquietud fisiológica en momentos de tensión, y mucha inquietud interior por no entender a qué viene este desajuste en el plan de fabricación con el que no tengo armas para enfrentarme.

¿Nos pasa a todos? ¿Siempre? ¿Me he cambiado de acera sin querer? No, porque mi deseo heterosexual sigue tan vigente como siempre. ¿La curiosidad ha matado al gato? ¿La ciberinformación me ha inclinado la balanza? ¿La saturación social erotizante me ha puesto los vellos como escarpias? 

Imposible hablar de algo así con la esposa. Imposible hablar de esto con amigos que lo trivializan todo, porque son de la cofradía de lo importante es vivir la vida, no te compliques la existencia, aprovecha el momento, una canita al aire.

Conozco a más de un señor casado que está en la red, sufriente, por dar más pasos de la cuenta. Aunque igual eso es lo que toca cuando el cuerpo enciende el ámbar.
No lo sé.

Sólo sé que tengo amigos, pero a muy pocos puedo contarles esta intimidad, que no quiere convertirse en carne de cachondeo.

Me gustaría comentarlo con un médico. Pero no todos los médicos dan tanta confianza. Tampoco me veo en el diván, hablando con alguien que no me conoce. Quizás por deformación veo a los sexólogos como los de Los 40 Principales. Dale fuerte a la mandorla. Be happy. No. Yo así, a rienda suelta, no me veo.

Sé que estas cuestiones son muy personales, y que cada historia tiene su matiz propio. Yo estoy intentando recomponer la historia para aclararme. Igual otros huirían hacia adelante, sin darle importancia, porque todo lo "bi" suma, y todo lo complicado, resta.

Por mi forma de ser necesito ser coherente. No tengo ninguna intención de volver a la adolescencia al borde de mis 40 primaveras. Pero escuchar su experiencia igual me ofrece luces. 

Gracias por la paciencia. Y encantado. 










lunes, 3 de octubre de 2016

Menos silla, menos plato y mucho más zapato

my old shoes
Foto de  Martin Strattner



El ejercicio es bueno para la salud. Sabemos que mejora el corazón y el aparato circulatorio y también disminuye molestias de espalda y aparato locomotor. Ahora también sabemos que disminuye el riesgo de cáncer.

El problema no es saber que el ejercicio es bueno, sino aplicarlo a nuestra vida.

Para ello necesitamos dar tres pasos:

1. Darnos cuenta.
2. Preparar un plan personal.
3. Ponerlo en práctica.


Para darnos cuenta basta echar un vistazo a nuestras rutinas semanales, abrir cualquier revista, libro o publicación sobre salud o mirar en Internet. ¿Cómo estamos de forma física? ¿Hacemos alguna actividad física deportiva? ¿Cuántas horas permanecemos sentados al día?

Para plantearnos un cambio necesitamos un plan personal. Pensar qué podemos mejorar y cómo podemos hacerlo. Identificar bien qué nos gustaría hacer, qué actividad nos gusta de verdad y nos sería rentable en tiempo y agradable de hacer. Según sean nuestras condiciones físicas serán recomendables unas actividades u otras, un ritmo más rápido o más lento.


Y por último ponerlo en práctica para generar una rutina. Es interesante que al principio nuestros objetivos sean modestos. Es mucho más importante la perseverancia que la intensidad.



Sobre el plato y la alimentación pasa algo parecido. Solemos comer más de lo necesario, y lo sabemos. Los tres puntos anteriores también nos sirven aquí. Proponernos pequeños cambios llevaderos y fáciles de mantener es el secreto para una mejora continua de nuestra alimentación. Mejor que obsesionarnos con el numerito que marque la báscula propongo poner la vista en el plato. Aprender a comer tranquilamente, dándonos cuenta del proceso de comer, de la intensidad del sabor, de las texturas del alimento en la boca, disfrutando. Y de paso poner cosas ricas y sanas en la mesa con abundancia de todo lo que sea vegetal y reduciendo un poco carnes, pescados y algo más salsas, grasas saturadas y comida precocinada.

El secreto está en disfrutar más de la vida aportando suficiente movimiento y reduciendo silla y comida excesiva.





-Moore SC, Lee IM, Weiderpass E, Campbell PT, Sampson JN, Kitahara CM, et al. Association of Leisure-Time Physical Activity With Risk of 26 Types of Cancer in 1.44 Million Adults. JAMA Intern Med. 2016 Jun 1;176(6):816-25. doi: 10.1001/jamainternmed.2016.1548.

Artículo de referencia vía Mateo Seguí Díaz






jueves, 29 de septiembre de 2016

La noche como inspiración









Todos sabemos lo que es la noche. La experimentamos a diario cuando el sol nos abandona, por eso ha sido desde siempre fuente de inspiración. En mi caso quizá con mayor vehemencia dedicándome como me dedico al ejercicio de la medicina, disciplina que trata de sombras y noches.

Recientemente he tenido el privilegio de asistir a un recital de piano en el que Félix Ardanaz abordó este tema con partituras de Chopin, Schubert, Ravel y Liszt ejecutadas con maestría y buen hacer. Sin duda es uno de los pianistas más prometedores del panorama nacional.

Tras la reciente lectura del libro Recuerda que vas a morir, de Paul Kalanithi en el que el autor nos ofrece la historia de su enfermedad terminal con las sombras y luces que encontró, este concierto me ha parecido muy iluminador. Toda noche tiene sus estrellas o alguna vela que la surca. Es verdad que cada vez miramos menos el cielo nocturno desde unas ciudades tan iluminadas que alejan de la vista las constelaciones. Del mismo modo miramos poco nuestras sombras, y quizá por eso van produciéndonos mayor pavor. La muerte se ha convertido en tabú, la enfermedad en objeto de consumo. Hemos diseñado una pléyade de servicios y productos sanitarios con los que tratamos de maquillar la cruda realidad: al final todos acabaremos muertos. Pero nos engañamos pensando que aun tenemos tiempo, que todavía no hay de qué preocuparse.

La música nos lleva de la mano por la noche, siempre lo ha hecho. Los antiguos maestros intercalaban movimientos lentos que nos la hacían presente o nos regalaban canciones en las que era fácil contemplar su reflejo. En el palco desde el que escuché a Ardanaz puede sentir el profundo misterio que encarna la noche. Una sensación que produce escalofríos en la espalda y que sin duda han sentido los que desde el paleolítico levantaron la vista en la oscura sabana. Les animo a mirar, les animo a escuchar; seguro que encontrarán inspiración.






martes, 27 de septiembre de 2016

Vengo sin cita, un libro sobre pacientes, médicos y viceversa



Los médicos son personajes públicos presentes en la vida de todos. Aparecen en las series de televisión, los tenemos cerca en los centros de salud y acudimos con prisa a pedirles ayuda a urgencias y hospitales. Sin embargo pocos conocen las dificultades que tienen para formarse adecuadamente, llegar a ser profesionales competentes y poder lidiar con dignidad las complejos retos que sus pacientes les irán proponiendo. 

Fernando Fabiani es médico de familia, actor y escritor. Tengo la suerte de conocerle desde hace años y ser admirador de su capacidad creativa de la que surge su libro Vengo sin cita. En esta obra nos ofrece su visión de la medicina, el sistema sanitario y las interacciones con pacientes, tamizada por el prisma del sentido del humor que le caracteriza. Sentido fundamental a la hora de acompañar el dolor, la angustia y los problemas de aquellos que acuden a su consulta buscando soluciones.

Las ilustraciones de Laura Santolaya y las divertidas citas de @dijoelpaciente amenizan una obra que se lee con facilidad y deja en la boca un agradable sabor a humanidad. Sin embargo no es un libro cómico, en él se abordan temas serios y se ofrecen puntos de vista de un médico con experiencia que ayudarán al lector a manejarse mejor con la sanidad, sus profesionales y, lo más importante, con su propio agobio frente a los problemas de salud.

La sensatez debería ser una virtud en todo profesional sanitario, así como la capacidad de explicar que ante todo problema de salud es fundamental aplicar la sentencia hipocrática Primum non nocere. Fernando Fabiani nos lo deja claro con las perlas de sentido común que trufan su obra. Anímense y disfruten, si buscan un libro ameno y divertido aquí tienen una buena opción.









domingo, 25 de septiembre de 2016

Congreso Nacional de Entrevista Clínica y Comunicación Asistencial 2016




Uno de las reuniones científicas más interesantes del panorama nacional es a mi juicio el Congreso Nacional de Entrevista Clínica y Comunicación Asistencial que este año se celebra los días 13 al 15 de Octubre en Donostia. Es un encuentro eminentemente práctico estructurado a base de talleres y que contará con temas y ponentes que aportan diferentes y originales puntos de vida al complejo mundo de la comunicación en la práctica clínica. El evento está abierto a estudiantes de ciencias biosanitarias y a cualquier profesional de la salud que quiera mejorar sus conocimientos y habilidades en comunicación.


Pueden consultar el programa aquí. En esta ocasión tengo el privilegio de impartir dos talleres:

TJ5. Bilingüismo femenino/masculino. ¿Cómo entender a la otra parte?
De 09:00h a 11:00h en la Sala Zarautz. Impartido junto a la doctora Isabel Núñez Lozano.

TJ7. Escenarios comunicativos entre la hipertecnología y la meditación
De 11:30h a 13:30h en la Sala Zarautz

El Congreso es una actividad más de SEMFYC, y se podrá seguir en Twitter con la etiqueta #eclinica2016






La pieza de Mompou es una sugerencia de Francesc Borrell de cuyo gusto musical me fio plenamente.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Todos queremos más notoriedad


    The Big Egg Hunt 2013 - Covent Garden, London 
Foto de  Karen Roe


 


Dinero, fama y poder son las más potentes zanahorias que el ser humano ha creado para mover la burra de la historia. Si bien tiene en estima otro trío de venturas como “salud, dinero y amor” que comparte un mínimo común múltiplo en el vil metal que a fin de cuentas ha conseguido erigirse como la motivación universal que hace que todos nos levantemos por la mañana prescindiendo del bienestar que nos ofrece el lecho, crucemos media ciudad con los ojos entreabiertos y pasemos toda una jornada lejos de casa trabajando como descosidos hasta la noche. Así día tras día. No nos será fácil encontrar un ente todopoderoso, capaz de adquirir cualquier forma o convertirse en cualquier servicio, líquido, invisible, sugerente, fugaz. Transformador de todo lo aparente, encumbrador de hombres, esclavista infinito.

En el hormiguero social todas las hormigas aspiran secretamente a coronarse en reina, o por lo menos a vivir como zánganos de un modo relajado. Para ello hace falta dinero, mucho dinero. En ocasiones es posible que la fama lo provea y permita un ascenso. Es esta facultad limitada y otorga sus favores a unos pocos. Aquello a lo que damos valor es difícilmente generalizable y repartible justamente por eso se considera valioso. El hormiguero se esforzará para conseguir héroes, poetas o científicos que merezcan el laurel de ganador. Lo demás se tendrán que conformar con sus vidas de obrero y seguir apuntalando las infinitas galerías que conforman su mundo.

El poder es otra facultad deseada por cuanto provee de fama y de dinero al mismo tiempo. Por ello es todavía más exigua y deseada. Se lucha por poder hasta desbordar cotas máximas de violencia que generan conflictos, guerras y tropelías imposibles.

Al nacer venimos provistos por la naturaleza de la facultad del llanto. Con ella conseguimos la suficiente notoriedad como para no morir de hambre y frío en un mundo extraño que en apariencia no cuida de nosotros. La mayoría pasamos por la vida alcanzando la notoriedad suficiente como para no perecer antes de tiempo en una combinación de cuidados propios y ajenos hasta que el deterioro de la vejez termina culminando. ¿Qué pasaría si descubriéramos una facultad nueva para espolear ese llanto primigenio y atraer hacia nosotros todas las miradas? Unos lo hacen dando patadas a un balón que son televisadas a miles de millones, otros pasando mucho tiempo tocando su violín hasta conseguir sacar del él néctar de dioses. Algunos se confinan en bibliotecas hasta dar con la respuesta capaz de transformar el mundo, otros inventan cosas de las que sería muy difícil prescindir.

Sin embargo lo habitual es lograr mínimas cantidades de notoriedad. Estamos diseñados para vivir en clanes de unos 150 miembros que se conocían perfectamente unos a otros. La jerarquía en ellos era meridiana según las variables que la especie y la cultura estipularan para dicho grupo. La notoriedad se repartía según las mismas de un modo suficiente como para que todos supieran cuáles eran las habilidades de los demás. Más adelante tras la revolución neolítica y la formación de ciudades la notoriedad devino imprescindible para dar a conocer personas con habilidades valiosas. Y ahí seguimos, tratando de conseguir nuestro lugar en sociedad para lo que usamos todo lo que caiga en nuestras manos: chismorreo, entrenamiento, creatividad, medios de comunicación y redes sociales. Cada cual emite su propio canal de radio y televisión con la esperanza de conseguir más telespectadores en una lucha a muerte por el “share” que se reparte de manera asimétrica y piramidal como lo ha hecho durante tiempos incontables.

Cada vez que se modifica una regla o surge una nueva herramienta social los gladiadores se apresuran a usarla en su propio beneficio en esta batalla campal que es el circo máximo de las relaciones sociales, donde muchos perecen y solo unos pocos ganarán por un día la corona de laurel.

Si miramos la historia veremos que siempre hubo alguno que no se creyó del todo esta regla de hierro y abandonó el combate marchando a un exilio voluntario. Es posible vivir sin este yugo pero para ello hay que abandonar la sociedad establecida y si me apuran algo mucho más difícil de vencer, el propio ego. La estructura egoica de la personalidad nos permite la supervivencia al crear el dipolo yo-tu que sostiene nuestra identidad y la defiende del resto del mundo. El que consigue transcender su ego ya no necesita  ni dinero, ni fama ni poder. Se ha conseguido liberar del deseo de notoriedad que es privativo de ese ego que ansía crecer en perjuicio de los otros.

Si bien es cierto que este viaje se ha acometido normalmente en solitario, también lo es que algunos grupos lo han conseguido juntos, formando pequeñas comunidades alternativas. Pero queda mucho por andar antes de poder soñar con una sociedad entera que se guíe por reglas totalmente diferentes que no sean dictadas por esa pulsión egoica tan potente.

De momento seguiremos dandole a la tecla del móvil, buscando esa pequeña recompensa de notoriedad que significan sus múltiples pitidos, vibraciones y mensajes. En una sociedad en la que paradójicamente cada vez estamos más solos y con menos notoriedad si cabe. 







miércoles, 21 de septiembre de 2016

Saki Santorelli en Madrid










Mañana jueves 22 de septiembre Saki Santorelli dará una conferencia a las 18 horas en anfiteatro Ramón y Cajal de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid. Campus de Moncloa. La entrada es libre pero es necesario inscribirse. 




El doctor Santorelli es profesor de medicina, director de la Clínica de Reducción de Estrés  y  del Center for Mindfulness in Medicine, Health Care, and Society  del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts. Como miembro en el Departamento de Medicina, en la División de Medicina Preventiva y del Comportamiento, ha trabajado con miles de pacientes y ha formado a generaciones de profesionales e investigadores del Mindfulness y del programa de  Reducción del Estrés basado en Mindfulness (MBSR).

En 2001 fundó el Instituto Oasis, un centro de formación Profesional e Innovación basado en Mindfulness. En 2003, fundó y es presidente de una conferencia científica anual sobre el Mindfulness, titulada Investigando e Integrando Mindfulness en Medicina, el Cuidado de la Salud y la Sociedad. Saki es uno de los formadores en Mindfulness más influyentes internacionalmente y es el autor de Heal Thy Self: Lessons on Mindfulness in Medicine.

Impartirá la conferencia La Herida Que Cura Todas las Heridas: Mindfulness, el Cuidado, y el Recuerdo de la Alegría, en la que desarrollará el mito de Quirón, el sanador herido, y las implicaciones que la atención plena tiene en relación con el proceso de sanar.


Puedes inscribirte AQUÍ.









martes, 20 de septiembre de 2016

¿Qué podemos hacer con la vejez?

 In his own little world...
Foto de Vineet Radhakrishnan




La sociedad del bienestar es tóxica para la vejez. Privarnos de la suficiente movilidad, mantenernos sentados excesivas horas, aportar más comida de la necesaria, pasar mucho tiempo frente al televisor, disminuir las interacciones sociales... nos pasa una enorme factura tanto al cuerpo como a la mente. Un exceso de medicamentos no mejorará nuestra calidad de vida, tampoco un sobreconsumo sanitario.

El nivel de deterioro de las personas con edad avanzada en los países desarrollados es muy alto. Principalmente por una hipoestimulación mental y una infrautilización corporal. El cuerpo se desinfla y la mente se enlentece.

¿Hay alternativas?

Podemos decir que sí. Hay personas que envejecen bien. ¿Cómo lo hacen? casi todas aplican el antiguo dicho: Menos plato y más zapato.

Sabemos que las siguientes cosas ayudan:

  • Caminar a diario y mantener un aceptable grado de movilidad. 
  • Comer ligero, seguir una dieta mediterránea rica en alimentos frescos.
  • Mantener y cuidar las relaciones sociales con la familia, amistades y vecinos. 
  • Mantener el interés por aprender, leer y mantenerse al día.
  • Disfrutar de la naturaleza, el aire libre y los placeres tranquilos.
  • Permitirse un capricho de vez en cuando. 
  • Hacer cosas que nos gusten, tener alguna ocupación o pasatiempo divertido.
  • Reir.
  • Tomarse las cosas con humor sin dar a los problemas demasiada importancia.
  • Adaptarse sin acritud a las limitaciones que la vida o la enfermedad propongan.

Merece la pena no esperar a ser anciano para empezar a aplicarlo. La verdadera sabiduría tiene que ver con eso que los antituos llamaban arte de vivir. Algo para lo que necesitamos silencio y tranquilidad, buena compañía, naturaleza y una buena relación con nosotros mismos.




viernes, 16 de septiembre de 2016

Fundación Aprocor. Salud y Enfermedad en personas con discapacidad intelectual




El mundo de la discapacidad intelectual suele tener poca visibilidad. Cuando Teté Esteban de la Fundación Aprocor contactó conmigo hace unos días me alegró que me diera una oportunidad para reflexionar y tratar de apoyarlo. Me solicitaban un vídeo para los chavales de la organización. Están trabajando un interesante proyecto denominado ¿Por qué tomo estas pastillas? que tiene como objetivo ayudar las personas con discapacidad intelectual a responsabilizarse de su salud y de sus tratamientos. La tarea no es nada fácil dadas las dificultades que tenemos, incluso los adultos con alto grado de concienciación, para llevar a cabo estas tareas. Las tasas de mala adherencia al tratamiento son muy altas en nuestra sociedad, trabajar para que las personas de colectivos vulnerables las mejoren me parece una labor excelente. La Educación para la Salud debería venir de serie en todas las familias y colegios, sin embargo no es el caso. Estamos construyendo sociedades hipocondriacas que consumen excesivos servicios sanitarios y lo hacen mal.

El reto sigue siendo la comunicación, ser capaces de transmitir lo esencial. Cuando una persona con dificultad intelectual acude al médico lo suele hacer con miedo. Temen no saberse explicar bien, temen que les puedan hacer daño. Y no les falta razón. Los profesionales sanitarios solemos tensarnos cuando entran por la puerta por miedos parecidos, tememos no saber explicarnos bien, tememos poder hacerles daño. Qué bueno sería que fuésemos capaces de explicarnos con pocas palabras y con más lenguaje no verbal, que por su universalidad estos chavales comprenden estupendamente. Menos tecnicismos y más contacto físico (qué tal si diéramos la mano). Menos discurso y más imágenes (¿por qué no dibujar un pequeño esquema o mostrar una ilustración en el ordenador?).

La Fundación Aprocor cuenta con profesionales increíbles. Conozco a Nacho Arsuaga desde hace años y me consta su excelencia y buen hacer. El resto del equipo seguramente comparta con él un alto grado de motivación y ganas por hacer las cosas mejor.

Comparto el vídeo que me solicitaban para el proyecto citado. Sin duda todos tenemos mucho que aprender de personas con capacidades intelectuales diferentes y enormes corazones.














miércoles, 14 de septiembre de 2016

SEXperimentando un libro para adolescentes






Nayara Malnero es una sexóloga clínica con consulta en Gijón y gran actividad en redes sociales. Lleva años desarrollando contenidos escritos sobre sexo en su blog y tiene un canal de vídeos sobre el tema.

Su libro SEXperimentando lo prologa Carlos de la Cruz, eminente sexólogo y coordinador del Máster de sexología de la Universidad Camilo José Cela, de los más prestigiosos en nuestro ámbito.

Me ha agradado su lectura por lo bien que está conseguido el enfoque hacia los adolescentes, habilidad nada fácil de conseguir. El libro cuida la parte escrita, tanto en lenguaje como en extensión, ejemplos, modismos y estructura. Así mismo se incluyen ilustraciones adecuadas y códigos QR que remiten a los vídeos de la autora. Dicho sea de paso son excelentes, grabados con calidad profesional y con suficiente claridad y visión pedagógica. La combinación de contenidos escritos con audiovisuales aportan un enorme valor añadido en estas edades que la autora aprovecha.

Es un libro ideal para familias con adolescentes, puede ser una buena excusa para sacar el tema y, en lugar de hacerles preguntas o darles la típica charla, compartir con ellos nuestro interés como padres, y el suyo como adolescentes, sobre el tema