En los tiempos de nuestros abuelos la gente oía la radio. Y la cantaba. Era frecuente notar ese tarareo por la calle o entrar en una casa y escuchar a alguien trajinando llenando de música el lugar. Hoy seguimos oyendo música pero las cosas han cambiado. Ya no son coplas o canciones populares, ahora es todo de importanción. Escuchamos con auriculares y solemos hacerlo mientras hacemos otra cosa o nos desplazamos a toda velocidad.
Hablaba hace unos meses con el celebre percusionista Pedro Esteban tras un concierto de Jordi Savall. Me comentaba la depauperización musical europea en pro de una globalización cultural que está arrasando las tradiciones autóctonas.
Cantar alivia las penas, lo hemos olvidado. Hoy tomamos antidepresivos y sedantes o nos refugiamos en adicciones inconfesables.
Viene bien rescatar el poder de una canción. Tal vez en la ducha, tal vez mientras estamos solos barriendo la casa. Inténtenlo, vale la pena.
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