Daniel
Radcliffe, Emma Watson, and Rupert Grint at the world premiere of Harry
Potter and the Deathly Hallows – Part 2 in Trafalgar Square, London on 7
July. Crédito de la imagen: Wikipedia
Estamos perdidos como sociedad y como individuos. Releo Harry Potter y entiendo su poder y su éxito. Hace falta recordar quienes somos, lo hemos olvidado. Hemos dejado atrás esa dimensión mágica y poderosa que nos convertía en héroes de nuestra propia historia. Sin ella la vida es insufrible y gris.
Solo podremos recordar si nos cuentan una historia lo suficientemente buena. Una narración que nos toque el alma, que nos devuelva la llave que abre la puerta de nuestra verdadera realidad.
La propia J. K. Rowling es un testimonio inspirador. Una mujer que en situación económica adversa es capaz de reconocer el valor de una idea y apostar por ella. Una intuición tan solo, un pensamiento fugaz mientras viajaba en tren. Con frecuencia nos jugamos la vida al aventar el trigo de nuestros sentimientos y pensamientos de la paja del ruido interior. Es cierto que fuera el mar truena enfadado pero no es suficiente razón para obviar la responsabilidad vital de honrar lo que somos: una leve brisa que porta historias y sentires.
Recomiendo a mis pacientes escribir, también a mis amigos. Es verdad que todo el mundo lo hace de una u otra forma desde ese correo electrónico al mensaje de Whatsapp. El reto es convertir en un mensaje inteligible todo ese torrente que encarnamos. Las imágenes, la música, los gritos. La rebeldía, el tedio y la creatividad. Cuando no somos capaces de expresarlo algo delicado empieza a marchitarse por dentro, nos secamos. Al olvidar el poder sanador de la poesía, la literatura y la filosofía perdemos la habilidad, de cantar, contar y preguntar. Las teleseries y los telediarios, los videojuegos y las redes sociales han usurpado nuestra capacidad de trenzar la vida en forma narrativa. Expulsar los poetas, juglares y filósofos no fue una buena idea. Los cantantes de rock, estrellas deportivas y telefamosos no lo hacen igual.
No hace falta la erudición de Javier Marías ni la capacidad de trabajo de Balzac. Rowling nos recuerda que cualquiera puede ser millonario si se atreve a compartir con los demás una historia poderosa. ¿El secreto? Saber apostar por el meme correcto y recordar a Picasso, que la inspiración nos pille trabajando.
Publicado originalmente en el Huffington Post
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