Nos hemos quedado sin religiones por eso tenemos tanta sed de mitologias. Esto explica el éxito de propuestas como el señor de los anillos o la guerra de las galaxias. Los seres humanos tenemos cerebros que se alimentan de narrativa y de mitos. Al abandonar los que nuestra tradición cultural proveía hay que salir a buscar otros, y no duden que los encontrarán muy fácilmente.
Por otro lado explicar el mundo nunca ha sido sencillo ni siquiera con el paradigma científico actual, capaz de proveernos muchas respuestas. Para encontrar un sentido a esta vida es obligatorio buscarlo fuera de ella, tal y como nos explicó Kurt Gödel con sus elegantes postulados que demuestran que todo sistema matemático es incompleto por definición, no se puede explicar a sí mismo desde dentro.
El referente externo se puso durante milenios en la esfera de lo divino. Era allí donde residían las últimas respuestas. La creación del mundo, el sentido de la vida, lo que hay tras la muerte... La agitada historia europea, el racionalismo y otros muchos factores han terminado matando a Dios como auguró el filósofo. Lo malo es que sin Dios nos quedamos con muchas incógnitas. Es una situación incómoda e inestable. Necesitamos otros dioses.
Como suele pasar en situaciones de río revuelto aparecen inaprensivos pescadores. Todo está lleno de redes en este tiempo, e inevitablemente terminamos cayendo en ellas. A muchos nos gustaría ser un caballero Jedi en constante comunión con la Fuerza con la misión de salvar al mundo del lado oscuro. En nuestros sueños aparecemos bellos, fuertes y resplandecientes sintiendo la certeza de que por fin sabemos lo que queremos. Luego en la vida real cada cual sigue mal viviendo en sus tareas como buenamente puede. Pero qué bonito es soñar...
Como nos hemos quedado sin ritos la vida nos sabe descafeinada. Cuando nace un pequeño, cuando muere un mayor, cuando nos casamos o celebramos algo grande ya no nos acordarnos de lo sagrado. Pero eso hace que esos momentos brillen menos, tengan menos transcendencia. Una boda civil no tiene la fuerza de una boda religiosa, eso lo sabemos todo. Pero ¿dónde se ha ido la Fuerza?
Muchos les dirán que marchó a la última película de Star Wars. Hay una muchedumbre de frikis que no lo dudan. Lo que parece cierto es que en nuestra vida necesitamos de la Fuerza sea como sea que la concibamos. Es fundamental aprender a reconocerla y relacionarse con ella, atrevernos a mirar lo invisible. Si no lo hacemos, si nos quedamos en lo aparente, terminaremos sin sentido más pronto que tarde porque el sentido siempre se ha escondido tras un velo invisible.
Una gran mayoría disfrutará con la última película de la guerra de la famosa serie, seguramente mucho más que con las próximas elecciones. Tan solo me gustaría que cuando vayan al cine se preguntaran, que además de en la pantalla, dónde encuentran esa Fuerza que misteriosamente parece sostener nuestras vidas.
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