John William Waterhouse. Niño enfermo en el templo de Esculapio
Desde la noche de los tiempos el ser humano ha enfermado y se ha enfrentado a la muerte de los que le rodean y a la suya propia. Lo ha hecho de forma racional, hasta dónde ha podido, e irracional hasta dónde ha necesitado. Utilizó sus habilidades cognitivas y el conocimiento del medio para mejorar sus habilidades de adaptación. Cuando se sentía enfermo usaba plantas y remedios que iba probando y que pasaban a formar parte del conocimiento oral del clan. Estos remedios eran capaces de aliviar y curar multitud de problemas. Lo que no podía tratar con métodos empíricos y racionales lo afrontaba con el universo mítico que creó para formular una explicación de un cosmos que no podía explicar de otra manera. De este modo surgieron dioses, ángeles y demonios, cielos e infiernos que constituían el necesario armazón narrativo que la realidad ha de tener siempre para poder caminar por ella sin perdernos. La revolución científica permitió que el armazón racional creciera exponencialmente en detrimento del mítico que fue encogiendo lentamente. El problema surge cuando la ciencia trata de explicar lo mítico para lo cual es del todo ineficiente como en su día lo mítico lo fue para explicar científicamente la naturaleza.
Los humanos tenemos pues dos naturalezas al igual que la luz que puede explicarse como onda ó como corpúsculo. Nosotros somos capaces de ver el mundo y a nosotros mismos de forma científica ó mítica pero no a la vez. Hay cuestiones que se entienden mejor con una visión y otras con la complementaria. A la hora de enfermar la ciencia tiene mucho que decir pero se encontrará con partes para las que no tiene respuestas. Tal vez eso explique que un gran número de personas sigue consultando con terapeutas no científicos aun a sabiendas de que sus disciplinas no tienen respaldo racional. Lo mítico y lo irracional siguen siendo imprescindibles para el ser humano de a pie que no es capaz de explicar su universo únicamente apoyado en la ciencia.
Los médicos, y los profesionales sanitarios en general, son formados dentro de un estricto paradigma científico lo que les hace complicado relaccionarse con el mundo irracional y mítico de sus pacientes, que suele quedar sin explorar ni ser tratado en la conversación de la consulta. No entienden sus demonios ni sus infiernos. Esto hace que muchos pacientes se sientan incomprendidos y no encuentren suficientes respuestas en la medicina convencional que tal vez trate el síntoma pero no termina de enterarse bien del "drama griego" del que surge en el interior de la persona.
¿Es posible relacionarse con la parte mítica de la enfermedad sin engañar al paciente? Si determinamos que racionalmente no hay ningún tipo de acción en un preparado homeopático ¿es ético proporcionarselo a un paciente sabiendo que científicamente no tiene fundamento? ¿y si es el mismo paciente el que solicita una intervención acientífica e irracional?
Esta reflexión debería ofrecerse a todos los galenos, a los que aconsejaremos se armen de prudencia para tratar de responderla. Reconocer la enorme importancia de la ciencia ha de ir de la mano del reconocimiento de la importancia de la parte mítica que todos nosotros acarreamos en forma de creencias de todo tipo.
Estas creencias forman el cimiento de nuestra identidad y son responsables de una considerable parte del sufrimiento humano. Nacionalismos, religiones, posiciones políticas surgen de aquí y como todos sabemos no es sencillo modificarlas ni llegar a acuerdos cuando son disonantes. La ciencia misma comúnmente deviene en creencia cuando hay partes de ella que creemos a ciegas sin entender bien los fundamentos ni el grado de certeza que goza el aspecto considerado. El mismo Hipócrates tomó conciencia de la importancia de este aserto cuando introdujo la tercera pregunta clásica de toda historia clínica: ¿a qué lo atribuye?
También resulta interesante que cualquier ciudadano pueda reflexionar sobre esta cuestión dado que inevitablemente le tocará enfrentarse con la parte misteriosa de la existencia en la que inexorablemente están la enfermedad y la muerte. Una zona difícil de explicar y comprender que requiere respuestas personales para cada cual que incluirán argumentos científicos y míticos en proporción variable.
Como médico de familia me encuentro cómodo cuando soluciono problemas desde mi lado científico que me permite dar soluciones en un gran tanto por ciento de las consultas que atiendo. No me es tan fácil cuando la ciencia no da para más y la persona sufre por una narrativa para la que las pastillas son ineficientes. En estos casos he de emplearme a fondo para escuchar todo lo que mi capacidad permite y para acompañar de una forma lo suficiente humana y creativa como para que la persona enferma se sienta comprendida y suficientemente aliviada. No siempre lo consigo. Este terreno irracional remeda caminar sobre hielo fino. Todos conocemos esta sensación cuando alguna vez nos ha tocado caminarlo por dentro de nosotros. Por eso es fundamental una buena conexión personal con nuestras narraciones míticas e irracionales, con nuestros mundos emocionales y creenciales. Pienso que no será posible dar normas generales pero que siempre habrá una posibilidad de entendimiento y contacto cuando se establece una comunicación en la que la zona mítica del terapeuta resuena con la del paciente. Esto no se entrena en las facultades de medicina y es una de las causas de que la misma no dé para más. Tal vez no pueda darlo, pero en cualquier caso parece sensato abrir el foco para reconocer nuestra ignorancia y seguir buscando luz dónde aparentemente solo vemos sombras.
1 comentario:
Que tengas la capacidad de escuchar es seguro un gran consuelo para tus pacientes. Es difícil afrontar la enfermedad cuando no está funcionando el tratamiento y además no puedes narrar como te sientes, porque verbalizar lo que te está pasando alivia. Me recuerda a cuándo somos niños y creemos ciegamente que las manos de mami curan : ) Mi hijo, ya adolescente me dijo alguna vez: ya se que no curan, pero reconfortan cuando no me siento bien.
Tu escucha reconforta, de eso no tengo ninguna duda. Gracias.
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