sábado, 13 de octubre de 2012
Médicos que meditan
El otoño siempre nos provee de sorpresas. En mi caso la última es agradable. Un profesional sanitario muy cercano me comenta en una íntima conversación que medita a diario. Este no suele ser un tema de debate habitual pero lo considero importantísimo. Nuestra faceta transcendente siempre me pareció una de las que mejor nos define como humanos. Hoy vivimos tiempos con mucho ruido al rededor, las aguas rugen y sentimos zozobra con el estruendo. Encontrar personas que mediten quizá no sea extraño, pero que lo hagan a diario si. Lo sé por experiencia.
¿Qué puede ofrecer este profesional sanitario de nuestro sistema público de salud a sus pacientes que no ofrezca otro que no medite? difícil de responder. Pero intuitivamente pareciera que quien se atreve a navegar sus propios silencios será más capaz de ayudar a la persona en tiempo de enfermar a navegar los suyos. Nadie nos puede sustituir aquí, esta labor nos pertenece como también lo hace el sentido que demos a la vida, a la enfermedad y a la muerte. Antes de aprender a mirar a la cara lo que nos asusta hay que aprender a mirar el silencio.
Ser capaces de sentarse callados es uno de los mayores retos que puede acometer un hombre. Nada nos puede costar más, siendo como es la cosa más sencilla.
Al entrar en consulta descalzo mis pies y guardo un instante de silencio. Luego me pongo zapatos sanitarios y bata, entro en un espacio donde pasarán cosas, algunas importantes. El sistema sanitario seguirá menguando, recortado, vulnerado y herido. Habrá más limites a las prestaciones, al tipo de trabajo que podamos ofrecer, a la calidad... Lo que jamás podremos ceder es nuestra capacidad de tomar conciencia y compasión. Para ello tal vez nos venga bien recordar que la meditación es un oasis en el desierto. No están las cosas para pasar de largo.
Foto: 'dancing thought bubbles'
http://www.flickr.com/photos/14111752@N07/3051352706
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