Alberto Durero
Estudio de tres manos, 1494–5
"El estado emocional del profesorado y el del alumno están muy ligados" Ferran Salmurri
Probáblemente pase igual entre médicos y pacientes
— Salvador Casado (@DoctorCasado) September 30, 2015
No solo los gérmenes son susceptibles de contagiar a otros, también las conductas, las emociones y las ideas pueden hacerlo. Si han estado alguna vez en un acontecimiento deportivo de masas saben de lo que hablo. Este hecho es bien conocido desde la antigüedad y aplicado a diversos ámbitos por ejemplo en el mundo educativo.
Los profesores siempre han tenido la capacidad de contagiar estados emocionales a sus alumnos. Algunos provocan sopor otros son capaces de entusiasmar. Sea cual sea nuestra edad también tenemos experiencia de esto. Podríamos hablar también del mundo publicitario y comercial o el de la política pero no nos extenderemos. Lo que me gustaría reflexionar hoy es si esta capacidad de contagio emocional puede tener algún (buen) uso desde el sistema sanitario.
Es común que cuando acudimos a un centro de salud u hospital lo hagamos con la preocupación que un síntoma físico ó enfermedad nos produce. Sentimientos como miedo, ansiedad, agobio son muy comunes. Los profesionales sanitarios se han caracterizado por su habilidad para normalizar y tranquilizar. En cuanto tienen la seguridad de que no tenemos un problema de salud ó este es leve nos contagian serenidad y calma, muchas veces es algo más potente y valioso que el tratamiento que pueda acompañar su dictamen. El problema estriba en que los profesionales sanitarios son humanos y su profesionalidad puede verse influida por muchos factores que modifiquen su estado emocional.
¿En qué grado se contagian estados emocionales en consulta? No lo sabemos cualitativamente pero sí podemos decir que hay efectos en los pacientes que dependen de esta variable. Los profesionales con mayor inteligencia emocional, habilidades de comunicación y modulación emocional probablemente puedan transmitir mensajes con mayor impacto y hacer sentir a los pacientes más compresión, empatía, seguridad y tranquilidad. Esta hipótesis no está demostrada pero algo me indica que es una interesante línea de investigación.
Si los sistemas sanitarios pudieran mejorar sus habilidades para contagiar estados emocionales esto redundaría en beneficio para todos. En tiempos de sobrediagnósticos y sobretratamientos, de exceso en el consumo de pruebas y pastillas parece razonable recordar que nuestras emociones también son susceptibles de cuidado y de cura, algo a lo que deberíamos dar mucho más valor.
Los profesores siempre han tenido la capacidad de contagiar estados emocionales a sus alumnos. Algunos provocan sopor otros son capaces de entusiasmar. Sea cual sea nuestra edad también tenemos experiencia de esto. Podríamos hablar también del mundo publicitario y comercial o el de la política pero no nos extenderemos. Lo que me gustaría reflexionar hoy es si esta capacidad de contagio emocional puede tener algún (buen) uso desde el sistema sanitario.
Es común que cuando acudimos a un centro de salud u hospital lo hagamos con la preocupación que un síntoma físico ó enfermedad nos produce. Sentimientos como miedo, ansiedad, agobio son muy comunes. Los profesionales sanitarios se han caracterizado por su habilidad para normalizar y tranquilizar. En cuanto tienen la seguridad de que no tenemos un problema de salud ó este es leve nos contagian serenidad y calma, muchas veces es algo más potente y valioso que el tratamiento que pueda acompañar su dictamen. El problema estriba en que los profesionales sanitarios son humanos y su profesionalidad puede verse influida por muchos factores que modifiquen su estado emocional.
¿En qué grado se contagian estados emocionales en consulta? No lo sabemos cualitativamente pero sí podemos decir que hay efectos en los pacientes que dependen de esta variable. Los profesionales con mayor inteligencia emocional, habilidades de comunicación y modulación emocional probablemente puedan transmitir mensajes con mayor impacto y hacer sentir a los pacientes más compresión, empatía, seguridad y tranquilidad. Esta hipótesis no está demostrada pero algo me indica que es una interesante línea de investigación.
Si los sistemas sanitarios pudieran mejorar sus habilidades para contagiar estados emocionales esto redundaría en beneficio para todos. En tiempos de sobrediagnósticos y sobretratamientos, de exceso en el consumo de pruebas y pastillas parece razonable recordar que nuestras emociones también son susceptibles de cuidado y de cura, algo a lo que deberíamos dar mucho más valor.
Hatfield, E., Cacioppo, J. T. (1994). Emotional contagion. Cambridge university press.
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