Hay poderosos intereses para que cada vez estemos más enfermos. La enfermedad genera pingües beneficios, como todas las plagas.
Hay varias formas de que haya más enfermedad:
1. Aumentar las clasificaciones diagnósticas
2. Desdibujar la línea que separa lo que es enfermedad de lo que no lo es
3. Inventar enfermedades
4. Cronificar procesos
Cada una de estas posibilidades tiene a miles de personas trabajando detrás. Hay mucho dinero en juego y mucha salud... que convertir en enfermedad.
Recuerdan aquellos hombres grises de la fávula Momo de Michael Ende... pues existen.
No haremos un panegírico confabulatorio, tan solo analizaremos una idea: cronicidad.
Si las enfermedades son más largas, su tratamiento será más costoso, se podrá hacer más dinero con ellas (más años de vida con enfermedad).
Imaginen: pruebas diagnósticas sucesivas, revisiones, nuevos tratamientos. Mientras más incurable sea el proceso mejor. Se podrán inventar nuevos enfoques, maquillar tratamientos previos, ofrecer exóticas propuestas en países avanzados...
El problema es quién paga esto. Parece que en las arcas públicas no queda plata. Han imaginado bien, saldrá del bolsillo de los de siempre.
Para dejar de hacer la casa por el tejado habrá que regresar al fundamento, a la definción de salud. Llevamos muchos años usando la de la Organización Mundial de la Salud: "salud como bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedad". El problema es que esta definición convierte en enfermos a muchos. La mayoría del planeta tiene escaso bienestar. Unos porque pasan hambre, otros porque están obesos... Una definición de salud que crea más enfermos que sanos parece que debiera ser revisada. Lo ha sido. En el año 2008 Alex Jadad se planteó redefinir la salud abriendo un debate multinivel y multiprofesional. La conclusión fue:
salud como "capacidad de adaptación y
autogestión ante los desafíos físicos, mentales y sociales"
Como ven esta definción es más real, más ajustada.
La reflexión siguiente sería cómo proveer los mejores y más eficientes servicios para mantener la salud. La definición antigua se basaba en un paradigma médico biologicista y hospitalocentrista. Se crearon muchos hospitales con excelentes profesionales que eran el centro de los sistemas sanitarios, enormes concentraciones de tecnología y talento, enfocados al bien del paciente. Un modelo carísimo.
¿Hay alternativas? parece que sí. Desde la conferencia de Alma Ata en 1978 muchos vieron que crear una red de centros de salud con profesionales bien formados podría ser más efectivo, al poder ofrecer servicios de calidad a mayor número de ciudadanos a un coste más asumible. Este modelo es bio-psico-social, amplía la visión que tiene del paciente incluyendo su dimensión familiar y comunitaria. Pareciera que esta opción está más cerca de la nueva definición de salud.
¿Dónde estamos ahora?
El escenario actual nos muestra un sistema sanitario con el músculo hospitalario hipertrofiado, un déficit presupuestario crónico y una atención primaria anémica y con poca fuerza. Lo contrario a lo que los sabios dijeron. Algo que no será fácilmente sostenible.
¿Qué plantean nuestros dirigentes políticos como líneas de futuro?
Diréctamente privatizar la gestión del sistema público. Cómo hay que reducir presupuestos declinan su obligación de buscar alternativas y prefieren "externalizar la gestión" a empresas privadas que añadirán su correspondiente beneficio a la factura de gastos de cada paciente. ¿Quién pagará esa diferencia? lo han vuelto a adivinar, lo harán ustedes mismos. Por otro lado los centros de salud que están cada vez más saturados no se verán reforzados, todo lo contrario, disminuirán su personal y sus servicios. Más sangría, más anemia, menos fuerza y resolubilidad.
Y seguimos abriendo y proyectando hospitales a cambio de votos y beneficios a corto plazo... ya los pagarán otros...
Si a esta ecuación le añaden el envejecimiento de la población y la situación de decrecimiento económico llegamos a la conclusión de que no nos salen las cuentas como dicen los ancianos del vídeo. No nos sale la economía.
¿Qué se habrá hecho con todo el dineral dedicado a sueldos de cargos directivos, técnicos y políticos en las 17 administraciones sanitarias de este País dado que no se han pensado opciones mejores, y no se han seguido las recomendaciones de los expertos...?
Parece que no encontramos una respuesta fácil. En Madrid nos están enseñando que ni siquiera saben el significado de las palabras: escucha, consenso, inteligencia colectiva o calidad EFQM. Muy potentes habrán de ser los intereses que obligan a los actuales políticos a mantener los compromisos con los grupos empresariales con los que han firmado y no con la sociedad y los electores que les han votado. Lamentablemente no habían contado con un factor. Nos hemos dado cuenta. Y es que el mundo sanitario, aunque gusta de organizarse como un gallinero, no es una nave de pollos, y muchas de las mejores cabezas del país están aquí metidas. Aquel que se dedica a meter pajas en un panal ha de saber que acabará escocido.
2 comentarios:
A mi no me parece mal la definición de salud como bienestar físico, mental... (Al igual que tampoco me parece mal la nueva)
El problema es qué se derive de la definición. Si nos falta ese bienestar ¿lo arregla una pastilla? ¿lo arregla la medicación? Eso es lo en lo que hay que educar al paciente y ayudarlo, a tratar de acceder a ese bienestar de otras formas que no pasen por la medicación. Está claro que en el tiempo de consulta es difícil conseguir esto. Pero igual que nos dejamos manipular, aunque creamos que no, por la publicidad en otros aspectos, la presión social en cuanto a medicación, es muy grande. Un proceso que podría sanar con un cambio de hábitos, o con reposo (o como pasa con muchos niños tratados indebidamente por tdah, que las expectativas de los padres en cuanto al comportamiento de su hijo son irreales; se de quien medica a su hija con antihistamínicos porque se despierta mucho y duerme mal, según ellos)...
El cambiar hábitos o ritmo de vida, el permitirse el reposo... esto puede llevar más tiempo así que interesa más medicar y tirar para adelante como se pueda hasta la próxima. Si un trabajador se pone enfermo por ejemplo, a lo mejor necesita un par de días de reposo en casa sin medicación, pero a la empresa le interesa que se chute y vaya al trabajo estando enfermo.
También está la cuestión de la responsabilidad. Educar para que la gente sepa que es responsable de su salud, que el médico está para ayudar eso sí. Pero es como que ante la mínima voy al médico a que me cure... cuando el que se cura es uno mismo. De este modo el control de nuestra curación lo tienen otros, lo tiene la medicación que funciona o no y podemos permanecer sin oir qué es lo que necesitamos realmente. Tal vez necesitemos cambiar la alimentación, consumir alimentos sanos, variados, verduras... Pero es más fácil seguir con nuestros viejos usos y en caso de enfermedad confiar en una pastilla que nos dará nuestro médico. Y en cuanto al bienestar mental igual. Cambiar nuestras pautas cuesta... Pero es la única manera porque si no los problemas serán recurrentes, solo se ponen parches... lo hacemos todos, tiramos hasta el próximo aviso.
La medicación debería ser el último recurso, pero suele ser el primero.
España es uno de los mayores consumidores de fármacos del mundo. Si tuviera más tiempo por paciente no sería así. Desgraciadamente malgasto un 30% de mi jornada laboral en burocracia e impresión de cientos de miles de recetas que podría hacer un programa informático.
Esto lleva así durante décadas sin que nadie haga nada. Obviamente no debe interesar.
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