Hay problemas que irrumpen en nuestra vida como un comprimido efervescente en un vaso de agua. Donde antes había quietud y claridad ahora hay turbulencias y burbujas, todo se agita y no hay forma de ver nada a su través. El agua parece entrar en pánico, nuestras vidas también. Nos retorcemos, tratamos de escapar pero todo es inútil. Allá donde vayamos nos acompaña esa desagradable efervescencia. En el trabajo no conseguimos concentrarnos, en casa estallamos cada dos por tres y estamos inaguantables. No conseguimos paz ni a solas ni con otros. Todo está lleno de infinitas burbujas que nos recuerdan nuestra permanente desazón.
¿Hay alguna forma de recuperar la tranquilidad?
Si, basta con dejar el vaso quieto en la mesa y contemplarlo en silencio hasta que las burbujas terminen por marchar. Esto puede tardar de minutos a días según la circunstancia, pero al final el vaso quedará de nuevo en calma, transparente y sereno.
Algo aparentemente tan sencillo nos resulta dificilísimo y tratamos en vano de buscar atajos por doquier. Distracciones, alcohol, drogas, somnolencia, ocupaciones, tranquilizantes, antidepresivos y un largo etcétera.
Cuando estas turbulencias llevan a una persona a la consulta de un médico hay muchas posibilidades de que salga de ella con alguna receta en la mano. En cinco minutos no se puede hacer mucho. Mi prioridad es personalizar al máximo la pequeña intervención que puedo realizar en consulta. Tratar de explicar lo que está pasando, detectar patología y si no la hay normalizar la situación. Fortalecer los recursos de la persona para adaptarse a la situación que le sobrepasa, orientar ante las opciones existentes y dejar la puerta abierta para una futura visita.
Y si no es posible hacer nada de lo anterior por lo menos dar una imagen que dé algo de luz a la persona. La que ilustra este post es una posibilidad.
Algo aparentemente tan sencillo nos resulta dificilísimo y tratamos en vano de buscar atajos por doquier. Distracciones, alcohol, drogas, somnolencia, ocupaciones, tranquilizantes, antidepresivos y un largo etcétera.
Cuando estas turbulencias llevan a una persona a la consulta de un médico hay muchas posibilidades de que salga de ella con alguna receta en la mano. En cinco minutos no se puede hacer mucho. Mi prioridad es personalizar al máximo la pequeña intervención que puedo realizar en consulta. Tratar de explicar lo que está pasando, detectar patología y si no la hay normalizar la situación. Fortalecer los recursos de la persona para adaptarse a la situación que le sobrepasa, orientar ante las opciones existentes y dejar la puerta abierta para una futura visita.
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