Uno de los medios de referencia informativa en el mundillo sanitario es Diario Médico. Estos días me han publicado la siguiente Tribuna tanto en la edición electrónica como en la de papel permitiéndome reflexionar sobre temas de mi interés como la inteligencia colectiva, la arquitectura de procesos en red y la comunicación aumentada. Les comparto el texto esperando sus comentarios.
La automoción está sufriendo una revolución que nace de dos fuentes, la automatización de la misma y la conexión en red. El futuro de la movilidad vendrá definido por estos horizontes que la transformarán progresivamente permitiendo que los automóviles se conduzcan solos e interactúen entre ellos y el entorno. Si miramos a otros lugares constataremos que está ocurriendo lo mismo con procesos industriales y de servicios que están transformándose en virtud a los mismos factores. El problema lo encontramos en instituciones y organizaciones que por su tamaño o características tienen grandes inercias que dificultan una adaptación. El Sistema Nacional de Salud es un buen ejemplo con su enorme plantilla y gran complejidad. Muchas voces llevan tiempo anunciando que la estructura de gestión piramidal típica de los anteriores sistemas sólidos ha quedado obsoleta en los tiempos de la modernidad líquida pero de momento nadie parece haber conseguido motivar alternativas dignas de mención. En mi opinión no creo que haya que inventar la rueda de nuevo, bastará con mirar cómo se están adaptando otras organizaciones y tratar de implementar, en la medida de lo posible, esas mejoras al mundo sanitario.
Automatizar la sanidad es algo irrenunciable, nos guste o no. "Todo lo susceptible de ser automatizado lo será", esta ley de hierro no dejará ningún proceso sin ajustar. Por eso es imprescindible aplicar mecánicas de inteligencia colectiva para discernir y priorizar los procesos que habrán de automatizarse primero y los que habrá que modificar después, lo que no será fácil al previsiblemente prescindir de personal. Sin embargo es un reto que no es posible demorar más dado que en el momento actual profesionales de alta cualificación pierden mucho tiempo en burocracias y procesos redundantes de los que podían ser liberados si se aplicara un mínimo de sentido común. Se forman bucles de ineficiencia en los que los pacientes recirculan o rebotan de un servicio a otro o se eternizan en los mismos. Se sobrecarga a los profesionales obligándoles a manejar un mayor número de consultas en tiempos reducidos. En pocas palabras: se pierde mucha energía en forma de calor y el sistema se recalienta peligrosamente.
La conexión dentro del sistema sanitario es otro de esos muros que nadie ha conseguido derribar. Seguimos funcionando con compartimentos estancos que buscan sus objetivos y ventajas en competencia y escasa colaboración con los demás. La comunicación entre niveles asistenciales o entre las áreas de gestión y toma de decisiones y el resto de profesionales viene siendo nula o escasa desde tiempos inmemoriales. El alto gestor no pisa jamás el ámbito asistencial y el mesogestor en contadas ocasiones. Tampoco se facilita la escucha activa al profesional por parte de los mismos. La caricatura del bar del oeste americano en el que todos se pelean contra todos mientras el pianista continúa tocando a duras penas es tristemente aplicable al mundo sanitario. Conseguir niveles de alta conexión entre sistemas es otra gran prioridad imprescindible en el entorno de merma de recursos y aumento de complejidad que nos rodea. Será preciso construir estructuras de red social profesional e incentivar su uso para edificar desde ellas una nueva cultura de comunicación y colaboración donde los que más y mejor lo hagan tengan incentivos y los que no se sumen sean susceptibles de ser motivados y acompañados para unirse a los demás. De este modo la atención a casos complejos o poco frecuentes aumentará en calidad y eficiencia. Imaginen que entra al sistema una prueba diagnóstica con una imagen de cáncer renal. Si en lugar de tener que dar respuesta un único servicio de radiodiagnóstico pudieran darla un conglomerado de los mismos trabajando en red el dictamen sería mucho más afinado. O pongamos un paciente con patología de la mano que necesite cirugía. Un servicio de traumatología convencional de un hospital mediano que no tenga cirujanos especialistas en dicha zona tal vez pueda dar respuesta a casos no complejos pero si trabajasen en red con otros servicios un caso de alta complejidad sería tratado por quien tuviera la competencia suficiente.
Es cierto que existen profesionales sanitarios que llevan años dando ejemplo de inteligencia colectiva y trabajo en red pero también lo es que no han conseguido incluir al personal de alta gestión que es el que debería liderar estos cambios ni al ciudadano medio que es el que finalmente recibirá el servicio. Por muy buenas ideas o gran motivación que exista entre los profesionales no será posible un cambio organizacional si no se permite el mismo desde arriba y si no se escucha a la ciudadanía.
La paradoja que enfrentamos es la necesidad de contar con todos los agentes para conseguir la mejor toma de decisiones posible buscando el bien común cuando llevamos toda la vida luchando unos con otros por las migajas del beneficio personal. Este reto, que de alguna manera es multiaxial e incluye a toda la humanidad contemporánea, es el que decidirá el rumbo de la misma en los próximos años. El primer paso lo habremos de dar cada cual abriendo nuestra mente para ser capaces de escuchar mejor a los demás y aprender a dialogar con los que mantengan ideas o posiciones distintas a la propia. El segundo precisará de transformar esos diálogos interdiciplinares en grupos de motivación que vayan progresivamente cambiando la cultura institucional. Y el tercer paso requerirá de la inclusión de una voluntad política y de gestión que favorezca el avance y que cuente de una forma real con todos los actores así como con pacientes y ciudadanos. No creo que estemos hablando de utopías, otros lo están haciendo ya. Tan solo hay que tener humildad para reconocer nuestros miedos e inercias y tener el valor de dar el salto juntos. Caminar en solitario ya no será posible en ningún sistema humano que quiera seguir desarrollándose.