La educación sexual es una de esas eternas cenicientas en casi todos los contenidos curriculares del mundo. Parece mentira que siendo la esfera sexual tan importante para el ser humano siga siendo una gran desconocida.
Comparto con mis pacientes y lectores del blog un extracto del excelente libro de
Pere Estupinyá en el que seguro descubren algún dato que desconcían.
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Marie Bonaparte –psicoanalista, sobrina nieta de
Napoleón Bonaparte– nunca tenía orgasmos haciendo el amor y sí cuando se
masturbaba. Era la segunda década del siglo XX y no tenía a quién
consultárselo. Supuso que quizá su clítoris estaba demasiado alejado de
su vagina y que no lograba reproducir con su marido la misma fricción
que ella conseguía durante la masturbación. No era una hipótesis
descabellada. El clítoris es un órgano diseñado exclusivamente para
generar placer, pero no está dispuesto de la mejor manera para alcanzar
el orgasmo con la penetración. Marie Bonaparte, con ayuda de un médico,
midió la distancia entre el clítoris y la vagina de 243 mujeres, y les
preguntó a todas por la frecuencia de sus orgasmos durante el acto
sexual. A partir de este estudio estableció una distinción entre tres
grupos de mujeres: las mesoclitorianas representaban un 10 por ciento de
la muestra y eran las que tenían el clítoris situado a unos 2,5
centímetros de su uretra; en las teleclitorianas la distancia
clítoris-uretra era significativamente mayor a 2,5 centímetros, y las
paraclitorianas eran quienes tenían el clítoris más cercano a la uretra.
En 1924 Marie Bonaparte publicó sus resultados bajo el seudónimo de
A. E. Narjani en la revista científica Bruxelles-Médical, concluyendo
que efectivamente había una relación inversa entre la frecuencia de
orgasmos durante el coito y la distancia del clítoris. En 2011, los
investigadores Kim Wallen, de la Universidad de Emory, y Elisabeth
Lloyd, del Instituto Kinsey, publicaron un artículo en la revista
Hormones and Behaviour concluyendo que efectivamente la distancia entre
clítoris y vagina podía ser uno de los muchos factores implicados en la
frecuencia de orgasmos durante el coito.
Grande, el clítoris
El clítoris es un órgano mucho mayor que el pequeñito glande externo
que conocemos, y su parte interna se extiende como dos brazos que pasan
por los lados de la vagina. Es claro que la estimulación exclusiva del
interior de la vagina puede desencadenar orgasmos. Pero estudios como
las sonografías de la francesa Odile Buisson defienden que en realidad
la penetración estimula la parte interna del clítoris y que el orgasmo
exclusivamente vaginal no existe. Otros científicos no niegan que esta
estimulación indirecta pueda suceder, pero defienden que la vagina sí
tiene sensibilidad suficiente para generar orgasmos vaginales, que
muchas mujeres describen como menos localizados o “de cuerpo entero”. De
hecho, el clítoris sólo está inervado por el nervio pudendo, mientras
que a la vagina también llegan el pélvico y el hipogástrico. Y en
estudios de imágenes cerebrales de mujeres estimulándose el interior de
la vagina se observa que las zonas de la corteza sensorial que se
activan son diferentes a las activadas con la estimulación del clítoris.
Si a eso le sumamos que se producen orgasmos por caricias en los
pechos, el cuello, el ano o las orejas, y las opiniones de tantas
mujeres que sí describen los orgasmos vaginales y clitorianos como
diferentes, el consenso mayoritario en la actualidad es que el orgasmo
vaginal puede existir como tal.
Varón multiorgásmico
¡Yo era multiorgásmico sin saberlo! Lo que ocurría es que mis
multiorgasmos habían pasado de-sapercibidos. La clave está en el punto
de no retorno, ese momento en que en los hombres se produce un aumento
de sensibilidad genital, notamos la inmediata llegada del orgasmo y
sabemos que eyacularemos a los pocos segundos aunque detengamos
cualquier estimulación. Sí, es justo ese punto que a veces aparece por
sorpresa antes de lo previsto y genera un considerable fastidio. Con el
tiempo uno aprende a controlar ritmos, a saber en qué posturas la
fricción nos excita “demasiado”. Cuando todo esto falla y notamos que se
aproxima el punto de no retorno, otra opción es ingeniárselas para
salir, parar unos segundos, comprimir los músculos pélvicos, sentir unas
pulsaciones relativamente placenteras en el pene que pueden ir
acompañadas de la expulsión de unas gotitas de líquido, notar a
continuación un poco de relajación, y sin perder la erección poder
volver al coito casi como si se empezara de nuevo. Muy bien, justo esto
es ser multiorgásmico.
Los practicantes de sexo tántrico saben reconocer estas pulsaciones y
disfrutar del momento. Durante mis orgasmos encubiertos, yo estaba
luchando por inhibir el placer y evitar la eyaculación. En cambio ellos
aprendieron a controlar este proceso, a dominar su musculatura pélvica
responsable de la eyaculación y a ser capaces de vivir el momento de
manera intensa distribuyendo la tensión sexual por todo el cuerpo en lo
que ellos llaman un “orgasmo corporal”. Esto es lo complicado de
alcanzar y lo que requiere entrenamiento. Lo difícil no es ser
multiorgásmico, sino conseguir experimentarlo como algo extremadamente
placentero sin que desencadene la eyaculación.
No pretendo hablar de mi vida, pero el día en que, tras varias
pruebas, noté esas pulsiones escaparse de los genitales y subir por el
cuerpo generando escalofríos incluso en los brazos, me pareció estar
sintiendo algo que ya me habían descripto algunas mujeres. Los orgasmos
sin eyaculación son claramente menos intensos, pero el cuerpo queda en
un estado de mayor sensibilidad, no se pierde ni un ápice de erección,
se puede continuar con energía renovada, y el último orgasmo en el que
nos liberamos del todo se vive con mucho más placer.
“Suficiente, mi amor”
Hay muchas mujeres multiorgásmicas cuya excitación tras el clímax
disminuye sólo un mínimo, y si continúa el estímulo correcto pueden
volver a tener otro orgasmo rápidamente. Pero también hay muchas mujeres
que tras el orgasmo sienten una incómoda hipersensibilidad en el
clítoris parecida a la del glande en los hombres, acompañada de una
petición de no continuar a sus parejas.
Un estudio de investigadores canadienses, publicado en 2009,
presentó un cuestionario a 174 estudiantes universitarias de 25 años de
media, con varias preguntas sobre su comportamiento sexual incluyendo
las dos siguientes: 1) “¿Tu clítoris se vuelve más sensible cuando
tienes un orgasmo?”. El 96 por ciento de las chicas respondieron: “Sí,
pero no hasta después del orgasmo”, y el 4 por ciento restante: “No”. 2)
“Después de tener un orgasmo, ¿deseas continuar con la estimulación
clitoriana directa?” El 86,2 por ciento de las chicas respondieron:
“No”: el 11,5 por ciento: “Sí, pero necesito tiempo”; el 1,7 por ciento:
“Sí pero me concentro en mi pareja”; y sólo el 0,6 por ciento: “Sí,
enseguida”. Estos resultados sugieren que la hipersensibilidad del
clítoris tras el orgasmo es muy frecuente en mujeres.
Aclaremos que estamos hablando de estimulación directa del clítoris, no de continuar el coito o una estimulación más suave.
De entre todas las participantes, las investigadoras seleccionaron
un grupo de once voluntarias para hacer un seguimiento más exhaustivo
sobre la hipersensibilidad del clítoris, y comprobaron que la
hipersensibilidad puede durar desde unos segundos a varios minutos, que
en la mayoría la punta del clítoris es la que está más hipersensible y
que en la masturbación la molestia es menor que en pareja porque ellas
pueden regular la estimulación mejor que el amante.
Orejitas de conejo
Un anillo vibrador colocado en el pene del hombre o un pequeño
aparatito en manos de la mujer puede incrementar enormemente el gozo
sexual. Un estudio publicado en 2009 por investigadores de la
Universidad de Indiana y el Instituto Kinsey con datos de tres mil
ochocientas mujeres de entre 18 y 60 años concluyó que el 52,5 por
ciento de las mujeres habían utilizado vibradores, y la mayoría tanto
para masturbarse como durante el sexo en pareja. El estudio constató que
el uso de vibradores está claramente en aumento, y lo asoció a mejores
índices de excitación, lubricación, deseo y orgasmo.
Si te das una vuelta online o por una de estas tiendas, comprobarás
la gran diversidad de formas, tamaños, texturas, materiales e
intensidades de vibradores y juguetes sexuales que hay en el mercado,
tanto para mujeres como hombres, heterosexuales u homosexuales, para
disfrutar solos o acompañados. Quizá uno de los más famosos es el rabbit
popularizado en la serie Sex & the City, que además de hacer
cosquillas en el clítoris con unas orejitas de conejo tiene un dildo que
da vueltas dentro de la vagina a diferentes velocidades. En realidad,
es una manera de presionar el punto G con una intensidad que quizá una
mujer sola o con la penetración de su compañero no lograría. La
estimulación del punto G, generalmente situado a tres o cuatro
centímetros de la entrada, en la parte superior de la vagina, debe
empezar suave como una caricia, pero para aumentar el placer debe
presionarse poco a poco con más fuerza, y eso es más fácil de conseguir
con dildos que con los dedos o el pene.
De hecho, los sexólogos argumentan que una función de los juguetes
sexuales y la masturbación es aprender sobre las reacciones del propio
cuerpo, y que explorar qué produce más placer es fundamental para tener
una vida sexual sana y para tomar la iniciativa en la relación de
pareja. Hay muchas mujeres que avanzado el coito necesitan que
movimiento e intensidad sean muy precisos para alcanzar el orgasmo, y es
muy conveniente que en ese momento tomen el control del ritmo y la
posición corporal. Pero para eso deben conocer bien su propia respuesta
genital. Según un amplio estudio publicado en 2009, el 55 por ciento de
las mujeres reconocen que empezaron a utilizar vibradores sólo por
curiosidad, un tercio para facilitar el orgasmo, y un 27 por ciento
porque sus parejas lo pedían, pero la gran mayoría opinó que habían
contribuido a mejorar su vida sexual.
Heteroanal
Los investigadores están empezando a abordar aspectos del sexo anal
en parejas hetero. Según datos del Instituto Kinsey, el 46 por ciento de
mujeres estadounidenses de 25 a 29 años ha practicado el coito anal en
alguna ocasión. Si nos fijamos por franja de edades observamos un hecho
curioso: el porcentaje de mujeres que han tenido sexo anal alguna vez en
su vida decrece a un 35 por ciento en las de 50-59, al 30 por ciento en
las de 60-69 y al 21 por ciento a partir de más de 60 años. La
interpretación es muy obvia: el sexo anal heterosexual se está
normalizando y es mucho más frecuente en la actualidad de lo que era
hace unas décadas. Eso si confiamos en los resultados, ya que un estudio
publicado en 1999 que analizaba en qué grado la gente miente en
encuestas sobre temas espinosos demostró que la proporción de mujeres
adultas que ocultan haber tenido sexo anal es mayor que las que ocultan
haber abortado.
Otros datos interesantes son que, entre las personas que han
practicado sexo anal en los últimos doce meses, el 69 por ciento de
hombres y el 73 por ciento de mujeres lo hicieron en el contexto de una
relación estable, y que, según una encuesta de 2003, el 58 por ciento de
mujeres lo hicieron por primera vez a petición de sus parejas. Otro
estudio con 2357 heterosexuales que habían practicado sexo anal en los
últimos tres meses reveló que sólo el 27 por ciento había utilizado
preservativo en todo momento, y el 63 por ciento nunca. Esto es algo que
preocupa sobremanera a los investigadores, pues según otras encuestas
casi la mitad de estudiantes hombres y mujeres consideraban el sexo anal
menos peligroso que el vaginal en cuanto a enfermedades de transmisión
sexual. Y es todo lo contrario, el tipo de tejido epitelial, la mayor
frecuencia de lesiones y las respuestas inflamatorias que se producen
durante el sexo anal lo hacen mucho más arriesgado.
Pero ¿por qué las parejas hetero practican sexo anal y lo hacen más
ahora que hace unas décadas? Evidentemente, en lo segundo la pornografía
ha tenido un rol muy importante. Si bien no hay datos para
corroborarlo, estamos más expuestos a imágenes de sexo anal y eso genera
que más personas se interesen en probarlo. Pero además de la
curiosidad, la razón clásica de mantener la virginidad y evitar el
embarazo continúa siendo válida entre algunos adolescentes. En un
estudio estadounidense publicado en 1999, el 19 por ciento de los
universitarios opinaba que el coito anal no era propiamente sexo, y que
practicarlo no implicaba perder la virginidad.
La visión más conservadora del sexo anal entre heterosexuales lo
concibe simplemente como una versión atípica y más peligrosa que el
coito vaginal, pero claramente para muchas personas resulta algo más
excitante psicológicamente; puede ser considerado como más íntimo y
genera un tipo diferente de placer. El ano es una zona erógena con
terminaciones nerviosas independientes cuya estimulación puede resultar
gratificante, que además en los hombres permite acceder a la próstata.
En el caso de los hombres, la penetración anal con el pene, los
dedos o dildos es placentera por el estímulo interno de la próstata, y
esto vale tanto para gays como para heterosexuales (un hombre puede
perfectamente disfrutar recibiendo penetración anal sin que le atraigan
los hombres en absoluto). Para algunos, la estimulación prostática es
muy placentera y puede conducir al orgasmo y la eyaculación, pero ¿por
qué resulta también físicamente placentero para ciertas mujeres,
llegando unas pocas incluso al orgasmo? La erotización es un factor, y
las fibras sensoriales alrededor del ano, otro. Pero lo más novedoso son
los estudios con sonogramas que se están realizando para determinar si
durante la penetración anal se pueden alcanzar algunas estructuras
internas del clítoris. Son estudios no finalizados todavía, pero de
confirmarse explicarían que unas chicas sientan tanto placer asociado al
sexo anal mientras que a otras les genera más bien indiferencia.
Quién sabe si además de insistir en la imprescindible lubricación
(mejor los acuosos que de silicona), el relax (hay varios músculos en el
ano: unos que podemos relajar voluntariamente y otros que sólo estarán
relajados cuando el resto de tu cuerpo también lo esté, respirad hondo),
la necesaria estimulación preliminar con dedos o juguetes (lubricados y
con un preservativo), la importantísima pulcritud, el uso de
preservativo y la negativa absoluta a cualquier tipo de presión o
forcejeo, la fisiología propondrá algunas posturas o prácticas que
favorezcan la satisfacción durante el coito anal, una de las prácticas
sexuales que más está aumentando entre la población.
Pere Estupinyá
tomado de
Página 12 vía Alfredo Zurita
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