Cada semana hago unas 14 ecografías. Son ecoscópias rápidas, no me suelen llevar más de 6 minutos. Es verdad que motivan profesionalmente al aumentar la capacidad diagnóstica y poder afinar más y que también lo hacen a nivel personal al desvelar un poquito más esa zona invisible que se oculta al otro lado de la superficie del paciente. Esa posibilidad de mirar más allá siempre me ha fascinado y probablemente sea lo que me ha llevado a elegir ser generalista. Aunque si me paro a pensar, he de reconocer que lo que me sigue dando más satisfacciones es otra tecnología mucho más antigua que el ultrasonido. Para ello sólo necesito un par de sillas y algo de tiempo para escuchar. Cuando le pongo la suficiente atención, los años de experiencia y capacitación me abren puertas a mundos sorprendentes, los que mis pacientes me traen a consulta cada día.
Quizá debería ser más crítico conmigo y reconocer que sigo quedándome fascinado con la tecnología y esperando más de ella de lo que realmente da. Tratar de reconocer la energía y el tiempo de más que dedicó a quien menos lo necesita y lo que realmente ofrezco a los más necesitados. Pero no es fácil, lleno como estoy de traicioneros sesgos cognitivos que, a fin de cuentas, son lo que constituyen lo que llamamos identidad. Por eso, si tengo que empezar a replantearme lo que hago es necesario regresar a la preguntas fundamentales, ¿qué sentido tiene todo esto?, ¿para qué lo hago?, ¿para qué sirve?. Y al mirarlas de cerca sonreír al comprobar que son pura filosofía. Al final todos queremos encontrar el camino hacia una buena vida y un buen ejercicio profesional. Lastima que hoy la niebla informativa nos entorpezca encontrar referentes de calidad que guíen nuestros caminos. Aunque quizá buscar excusas o defendernos con la queja no sean más que fútiles intentos para intentar renegar de nuestra responsabilidad. Pese a las circunstancias es posible desarrollar humanidad, como nos enseñan tantas personas sometidas a las más penosas situaciones. Esa posibilidad es la que siento con fuerza que debo transmitir a mis pacientes. Para ello es fundamental que yo mismo la encarne ante mis propias dificultades. Por eso he decidido detenerme estos meses y hoy acometo esta reflexión. Es verdad que sigue siendo fundamental la denuncia de la injusticia o el error dentro del mundo profesional, pero he acabado agotado de tanta protesta en un medio que es muy difícil de cambiar. Si he de centrarme en algo elijo la relación medico-paciente que sigo considerando lo más valioso que esta profesión puede darme. Lo demás es secundario y como tal lo he de manejar.
Dado que en mi nuevo destino tengo la posibilidad de ser docente para estudiantes de medicina y residentes creo que puede ser buena idea reorientar este cuaderno virtual en esa dirección. A fin de cuentas uno empieza a comprender algo cuando es capaz de enseñarlo y compartirlo con otros, sea esa la intención que guíe mis pasos.
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Every week I do about 14 ultrasound scans. They are quick ultrasounds, they don't usually take me more than 6 minutes. It is true that they are professionally motivating as they increase my diagnostic capacity and allow me to be able to refine my diagnosis, and they are also motivating on a personal level as they reveal a little more of that invisible area that is hidden on the other side of the patient's surface. That possibility of looking beyond has always fascinated me and is probably what led me to choose to become a generalist. But if I think about it, I have to admit that what still gives me the most satisfaction is another technology that is much older than ultrasound. All I need is a couple of chairs and some time to listen. When I pay enough attention to it, years of experience and training open doors to amazing worlds, which my patients bring to me every day.
Perhaps I should be more critical of myself and recognise that I keep getting fascinated with technology and expecting more from it than it actually delivers. Try to recognise the extra energy and time I devote to those who need it least and what I really offer to those who need it most. But it is not easy, filled as I am with treacherous cognitive biases that, in the end, are what constitute what we call identity. So if I am to begin to rethink what I do, it is necessary to go back to the fundamental questions, what is the point of it all, what am I doing it for, what is it good for? . And when you look at them closely, you can smile when you realise that they are pure philosophy. In the end we all want to find the way to a good life and a good professional practice. It is a pity that today's information fog hinders us from finding quality references to guide our paths. Perhaps, however, making excuses or defending ourselves by complaining are nothing more than futile attempts to try to deny our responsibility. In spite of the circumstances, it is possible to develop humanity, as so many people who have been subjected to the most painful situations teach us. It is this possibility that I feel strongly that I must pass on to my patients. In order to do so, it is essential that I myself embody it in the face of my own difficulties. That is why I have decided to pause for a few months and today I am undertaking this reflection. It is true that it is still essential to denounce injustice or error in the professional world, but I have become exhausted by so much protest in an environment that is very difficult to change. If I have to focus on something, I choose the doctor-patient relationship, which I still consider to be the most valuable thing this profession can give me. The rest is secondary and I have to handle it as such.
Since I have the opportunity to teach medical students and residents in my new position, I think it might be a good idea to reorient this virtual notebook in that direction. After all, one begins to understand something when one is able to teach it and share it with others, be that the intention guiding my steps.
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