Nuestro tiempo líquido nos ofrece múltiples ventajas. Es posible acceder a infinitas bibliotecas digitales, escuchar cualquier canción que deseemos, ver cualquier película, contactar al instante con quien queramos. Nos pone en el supermercado infinitos productos y con frecuencia a precios sorprendentes. Pero luego nos lo cobra caro con contaminación, ruido de fondo e incertidumbre. Es mucho más sencillo pensar en distopías que en utopías, más fácil quejarse de la propia situación que bendecirla, más frecuente sentirse estresado que en paz.
Por estas razones y por otras nadie quiere aceptar más incertidumbre de la necesaria y los jóvenes prefieren ser especialistas que generalistas dado que construir una carrera sobre un estrecho margen de conocimiento y habilidad limita las posibilidades y el caos. Mantener el horizonte abierto es mucho más complejo y agobiante dado que nunca será controlable.
Resulta que yo soy un médico de familia generalista. Atiendo niños, jóvenes, adultos y ancianos. Me enfrento a todo tipo de situaciones, crisis vitales y enfermedades. A nacimientos y muertes. A la alegría y al horror. Y al mirar a mi alrededor, tanto cerca como en otros países, veo como muchos colegas prefieren colgar el generalismo en una percha y dedicarse a otras cuestiones más precisas, algo que entiendo perfectamente en los tiempos que corren. No les culpo dado que no puedo decir que no termine claudicando al ser la corriente tan fuerte, pues el problema de fondo es social, la gente está cada vez más nerviosa y perdida, y acaba en una consulta de un generalista pidiendo ayuda. Lo que antes atendían los sacerdotes acaba en consulta, los secretos que antes escuchaban los amigos o familiares también, los agobios que antes se dirimían en grupo o en la comunidad también. Y eso no hay quien lo pueda sostener. Por eso preveo un futuro cercano con menos generalistas, con mucha población sin acceso a ellos, más perdidos quizá.
La gente común tampoco lleva nada bien la incertidumbre. Un catarro que empieza los impulsa a acudir ayuda médica en horas, un grano, una marchita, una picadura de avispa. Recuerdo de niño las veces que a mi o a mis hermanos nos picaron. Duele de verdad, pero jamás nos llevaron al médico por eso. Cada año atiendo cientos de personas que no sabían qué hacer con su picadura. Imagino que mis colegas de urgencias saben de lo que hablo. Esto no hay sistema sanitario que lo contenga. Por eso colapsarán y no tendrán más remedio que crear muros que en lugar de usar la educación usarán copagos.
Las sociedades y las organizaciones precisan de generalistas, la sanidad también. Y es una pena que se siga sin valorar y proteger esa visión, la única capaz de poner cada cosa en su sitio, planificar una estrategia sensata, llevar una armada a buen puerto. No porque sepa más sino por que se atreve a mirar los problemas de una forma abierta asumiendo la incomodidad de una mayor incertidumbre. Algo que generalmente, pocos quieren hacer.
The disappearance of the generalists.
Our liquid time offers us multiple advantages. We can access infinite digital libraries, listen to any song we want, watch any film, instantly contact anyone we want. It puts infinite products in the supermarket and often at surprising prices. But then it charges us dearly with pollution, background noise and uncertainty. It is much easier to think in dystopias than in utopias, easier to complain about one's situation than to bless it, more frequent to feel stressed than to feel at peace.
For these reasons and others, no one wants to accept more uncertainty than necessary, and young people prefer to be specialists rather than generalists, since building a career on a narrow margin of knowledge and skill limits possibilities and chaos. Keeping the horizon open is much more complex and burdensome as it will never be controllable.
I happen to be a general practitioner. I see children, young people, adults and the elderly. I deal with all kinds of situations, life crises and illnesses. Births and deaths. Joy and horror. And looking around me, both at home and abroad, I see how many colleagues prefer to hang generalism on a hanger and dedicate themselves to other, more precise issues, something that I fully understand in this day and age. I do not blame them, since I cannot say that they do not end up giving up because the current is so strong, because the underlying problem is social, people are increasingly nervous and lost, and end up in a generalist's office asking for help. What used to be attended to by priests ends up in the consulting room, the secrets that used to be heard by friends or family members, and the worries that used to be solved in a group or in the community. And there is no one who can sustain that. That is why I foresee a near future with fewer generalists, with many people without access to them, perhaps more lost.
Ordinary people don't cope well with uncertainty either. A cold that starts to drive them to seek medical help within hours, a pimple, a pimple, a wasp sting. I remember as a child how many times I or my siblings were stung. It really hurt, but we were never taken to the doctor for it. Every year I see hundreds of people who didn't know what to do about their sting. I imagine my colleagues in the emergency department know what I'm talking about. There is no health system that can contain this. So they will collapse and they will have no choice but to create walls that instead of using education will use co-payments.
Societies and organisations need generalists, and so does healthcare. And it is a shame that this vision, the only one capable of putting everything in its place, of planning a sensible strategy, of bringing an army to a safe port, is still not valued and protected. Not because it knows more, but because it dares to look at problems in an open way, assuming the discomfort of greater uncertainty. Something that, generally speaking, few want to do.
Todavía era de noche. Caminaba al lado del lago en esa hora mágica que precede el amanecer. Me acompañaban el silencio, el frío y su hermana la calma que me facilitaban contemplar la delicadeza de todo lo que me rodeaba. La arena que mis pasos hollaban, la suavidad de la superficie de las aguas, las estrellas lejanas y el reborde pétreo de los montes guardianes. En un determinado momento, sin saber cómo, toqué por un momento el sueño del señor Xi. En ese instante una carpa saltó abandonando la seguridad acuosa para atravesar el horizonte de sucesos que limita su vida y conectar con mi visión permitiéndome a mí conectar con la suya. De ese modo inaudito pude tocar el sueño del hombre más poderoso del mundo, atisbar por un momento sus instancias, los paneles de madera roja de las paredes, la oscuridad de los pasillos, el silencio agobiante de las zonas oscuras, la placidez de las constantes vitales que eran a su vez vigiladas por otros. Al sumergirse de nuevo el pez todo cesó, quedando tan solo un reguero de ondas en la superficie que nos contaba a la luna y a mi que había sido real. Fue entonces cuando sentí que los bancos de peces del fondo eran simétricos con las bandadas de gaviotas que flotaban lejos, las piedras del suelo con las titilantes estrellas y la luz del sol que empezaba a nacer con la tiniebla que empezaba a alejarse. Y que yo era tan solo un testigo que pasa y alumbra sin saberlo un universo que ansía ser contemplado para cobrar vida.
Mr. Xi's dream
It was still dark. I was walking beside the lake in that magical hour before dawn. I was accompanied by the silence, the cold and its sister the calm that made it easier for me to contemplate the delicacy of everything around me. The sand that my footsteps trod, the softness of the surface of the waters, the distant stars and the stony edge of the guardian mountains. At a certain moment, without knowing how, I touched for a moment Mr. Xi's dream. In that instant a carp jumped out of the watery safety to cross the horizon of events that limits his life and connect with my vision allowing me to connect with his. In that unprecedented way I could touch the dream of the most powerful man in the world, glimpse for a moment his instances, the red wood panelling of the walls, the darkness of the corridors, the oppressive silence of the dark areas, the placidity of the vital signs that were in turn watched over by others. As the fish submerged again, everything ceased, leaving only a trail of ripples on the surface that told the moon and me that it had been real. It was then that I felt that the shoals of fish on the bottom were symmetrical with the flocks of seagulls floating away, the stones on the ground with the twinkling stars and the sunlight that was beginning to rise with the darkness that was beginning to recede. And that I was just a witness that passes by and unknowingly illuminates a universe that yearns to be contemplated in order to come to life.
Cuando no se alcanza la suficiencia en una situación podemos definirla como insuficiente. Esa es la sensación que tengo al ver los datos de exceso de mortalidad por Comunidades Autónomas del año 2020. Se podrán aducir múltiples causas a nivel político, de gestión sanitaria, epidemiológicas, poblacionales, de condicionantes sociales de salud y de asistencia sanitaria entre otras. Pero seguiremos teniendo un buen montón de muertos encima de la mesa. Cuando alguno de ellos es alguien cercano, esto duele más.
Como sanitario de Madrid siento vergüenza por el suspenso, me duele no haber podido hacerlo mejor, pero ¿era posible hacerlo mejor, como me preguntaba ayer Carles Francino desde su programa de radio?
Como médico he tratado de cuidar a mis pacientes lo mejor que he podido, usando el teléfono hasta la saciedad y planteando las visitas presenciales que he considerado necesarias. He salido a la comunidad a coordinarme con el Ayuntamiento, los Servicios Sociales, las farmacias comunitarias. He mantenido línea directa semanal con la pequeña residencia de ancianos que está adscrita a mi cupo de pacientes. He visibilizado la situación en redes sociales, prensa, radio y televisión. He mantenido contacto con grupos profesionales para mejorar el conocimiento de la epidemia según esta se ha ido desarrollando. En fin, he hecho todo lo que humanamente he podido.
Pero ¿se podría haber hecho más? ¿se podría haber hecho mejor?
Los mimbres de la estructura sanitaria donde trabajo están apolillados. Faltan médicos de forma continua, de forma estructural. Eso causa un deterioro lento y progresivo de la asistencia con la incómoda sensación añadida de que no vamos a mejor sino a peor. Cada año menos presupuesto, cada año menos médicos, cada año menos suplentes.
Y lo peor no es lo mal que lo hayamos podido pasar los sanitarios ni lo mal que lo hayamos podido hacer. Sino que como sociedad no hemos aprendido nada, quedándonos en la discusión sobre qué político tiene la culpa en lugar de tratar de comprender qué ha sido lo más vulnerable o quién ha sufrido más. Y lo tenemos enfrente de los ojos aunque no lo queramos ver, los más vulnerables son los de siempre, los ancianos institucionalizados, los enfermos crónicos más graves, los enfermos mentales, los pueblos y barrios más deprimidos. ¿A alguien se le ha planteado reformular y reforzar el sistema de residencias de ancianos, los centros de salud más desprotegidos, los barrios más necesitados de ayuda?
Les digo que tristemente nada cambiara. Los políticos de turno seguirán desfinanciando poco a poco la Atención Primaria dejando que se hunda lentamente mientras se jubilan sus médicos dejando cada vez más plazas sin cubrir. Las residencias de ancianos seguirán como están y los enfermos crónicos o mentales cada vez tendrán más pastillas y menos cuidados.
Muchos centros de salud están en situación de insuficiencia técnica tras arrastrar meses y años de faltas de médicos no suplidas y sobrecarga crónica progresiva. Podrán maquillarlo con planes de mejora, discursos o libros blancos, pero la realidad es la que es. Hoy lo que quizá sea el último milagro exigible a los sanitarios es que sigamos teniendo fe en lo que hacemos, porque la que teníamos en el sistema y sus gestores hace tiempo que se evaporó.
Technical insufficiency.
When sufficiency is not achieved in a situation, we can define it as insufficient. This is the feeling I have on seeing the data on excess mortality by spanich Autonomous Communitys for the year 2020. There may be many political, health management, epidemiological, population, social, health and healthcare conditioning factors, among others. But we will still have a lot of dead people on the table. When one of them is someone close to us, it hurts even more.
As a health worker in Madrid I feel ashamed of the failure, it hurts me not to have been able to do better, but was it possible to do better, as Carles Francino asked me yesterday on his radio programme?
As a doctor, I have tried to look after my patients as best I could, using the telephone to my heart's content and making the face-to-face visits I considered necessary. I have gone out into the community to coordinate with the City Council, Social Services, community pharmacies. I have maintained a weekly direct line with the small old people's home that is assigned to my quota of patients. I have made the situation visible in social networks, press, radio and television. I have maintained contact with professional groups to improve knowledge of the epidemic as it has developed. In short, I have done everything I humanly could.
But could I have done more? Could I have done better?
The structure of the primary health care structure where I work is in tatters. There is a continuous, structural shortage of doctors. This causes a slow and progressive deterioration of care with the added uncomfortable feeling that we are not getting better but worse. Every year there is less budget, every year fewer doctors, every year fewer substitutes.
And the worst thing is not how bad it has been for us health professionals, nor how badly we have done it. It is that as a society we have learnt nothing, remaining in the discussion about which politician is to blame instead of trying to understand what has been most vulnerable or who has suffered the most. And it is right in front of our eyes even if we don't want to see it, the most vulnerable are the same as always, the institutionalised elderly, the most seriously chronically ill, the mentally ill, the most depressed villages and neighbourhoods. Has anyone thought of reformulating and strengthening the system of old people's homes, the most unprotected health centres, the neighbourhoods most in need of help?
I tell you that sadly nothing will change. The politicians of the day will continue to defund Primary Care little by little, letting it slowly sink while their doctors retire, leaving more and more vacancies unfilled. Old people's homes will continue as they are and the chronically or mentally ill will have more and more pills and less and less care.
Many health centres are in a situation of technical insufficiency after months and years of unfilled doctor shortages and progressive chronic overload. They can dress it up with improvement plans, speeches or white papers, but the reality is what it is. Today, what is perhaps the last miracle that can be demanded of healthcare professionals is that we continue to have faith in what we do, because the faith we had in the system and its managers has long since evaporated.