martes, 10 de abril de 2018

Berlín, Villalba, Miraflores.





Volver a empezar


El ejercicio de la medicina general es un camino que incluye todo tipo de experiencias. Una forma de andar en la que uno siempre es principiante. Es cierto que según pasan los años uno va mejorando su comprensión de la naturaleza humana y con ello sus habilidades profesionales, pero con todo la realidad supera la ficción, los protocolos y los textos escritos. La complejidad de las personas en tiempo de enfermar, su relación con la adversidad y los sentimiento que emergen de esta y la idiosincrasia de las crisis vitales chocan con la rigidez de un sistema sanitario donde abunda la sobrecarga, la mala gestión y el trabajo en cadena. Entre medias los profesionales de la salud defendiéndose como pueden de las elevadas exigencias de unos y otros.

A la hora de cambiar de centro de salud me encuentro con el duelo de perder unos compañeros de equipo con los que me he sentido como en casa. Gente excelente, buenos profesionales, que me han acompañado una década en una travesía en la que ha habido de todo. También pierdo un cupo de pacientes, una comunidad que he tratado de cuidar, acompañar y guiar por la tortuosa y accidentada senda de la enfermedad y la dificultad. Pero no todo es mirar atrás, estos primeros días en el nuevo pueblo que me acoge voy desgranando vidas y con ellas sufrimientos, procesos y dolores. Viajes a todo tipo de pruebas, tratamientos y especialistas de hospital. Hoy tuve que decir a tres personas que su problema no tenía solución médica y aporté la información de estilos de vida, movimiento y nutrición que sí podría favorecer una mejora. ¿Qué pasaría si los profesionales de la salud tuviésemos el suficiente criterio, conocimiento y humildad para hacer esto más a menudo?

Pasar consulta en un pueblo pequeño con un reducido equipo de compañeros sanitarios y muy pocos apoyos técnicos es un reto respetable. Hay que ser muy bueno para distinguir el trigo de la paja, la verdadera patología de lo que no lo es. ¿Sabré estar a la altura? La medicina rural es exigente, no tienes cerca recursos que te solucionen la papeleta cuando vienen mal dadas y  la responsabilidad es mucho mayor que en entornos urbanos donde es más fácil recibir apoyo de otros profesionales sanitarios.

En apenas siete días he estado en Berlín, Villalba y Miraflores. En Alemania pude estudiar y comprender ese tipo de cosas para las que tomar distancia es imprescindible. En Villalba me despedí de una década de trabajo, un equipo y dos mil cien pacientes. En Miraflores a penas comienzo a abrirme a la realidad de una comunidad rural envejecida con mucha patología biopsicosocial. Vuelvo a empezar, sigo siendo un médico principiante con ganas de aprender y ayudar a los demás. Espero que mi intención, ingenuidad y frescura se apoyen en las tablas que he podido ganar en estos años. Ojalá salga bien y lo pueda contar.

1 comentario:

Juan F Jiménez dijo...

Los mejores deseos en esta nueva etapa profesional. Seguro que será fecunda a nivel personal y tambien social especialmente para quienes tienen el privilegio de ser tratados por un verdadero "medico de famiia" , en el sentido mas trascendente y humano del termino. Como todos los cambios, son signos de regeneracion y vitalidad.