Foto @libreriaanonima
Es cierto que hoy se publica mucho pero no podemos decir que la creatividad literaria atraviese uno de sus mejores momentos. Habitamos el tiempo del corta y pega, de la narrativa de consumo, de la uniformidad de mercado.
He tenido la suerte de seguir la trayectoria de Manuel Vilas desde hace muchos años y no escondo el considerarle uno de los escritores contemporáneos más importantes. Su originalidad, potencia narrativa y libertad en el uso del lenguaje y los estilos de expresión hacen de él un gran maestro al que tener en cuenta.
Ordesa es su última propuesta y en ella nos ofrece una visión intimista de su familia y de él mismo. No es una novela costumbrista ni un relato lleno de largas descripciones, más bien un intento revolucionario de explicación propia que dinamita los convencionalismos y nos obliga a poner la mirada en la dureza de la muerte, la separación, el deterioro y las pérdidas. No todo será oscuridad, también se nos hablará del amor, de los vínculos, de la belleza de la infancia y de la fuerza del sol que ilumina la vida.
La relación del autor con sus padres es revisada desde incontables ángulos y no termina con la muerte de estos, más bien aumenta, se transforma y le impele a seguir manteniendo una comunicación que le conduce hacia sí mismo y de alguna manera hacia los demás al regalarnos este texto que nos convierte en testigos de las luces y sombras que se nos cuentan.
La sensibilidad e imaginación del autor le permiten sobrevivir en un medio familiar y social lleno de contradicciones, semejantes a las que nos acechan a todos. La ambivalencia afectiva hacia los padres suele producirnos dolor y cicatrices que sin querer solemos repetir con los hijos. Esa transmisión de genética y fatalidad está magistralmente contada por alguien que llegó a hundirse y tocar fondo para luego resucitar en un escritor nuevo con una visión más incisiva tanto del mundo de los vivos como del de los muertos.
Este libro me parece necesario y oportuno en una época que no se caracteriza por saber acercarse al misterio de la muerte y en consecuencia al de la decadencia y la levedad humana. Sin saberlo Vilas nos acompaña de la mano como Virgilio por los infiernos, cielos y purgatorios interiores. "No tengáis miedo, -parece decirnos- la luz del sol siempre será mayor que tu peor sombra".
Foto: El diario montañés
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