Cuando uno se da cuenta de que no tiene nada que perder rasga el velo de la pluripotencia no por ser capaz de acrecentar sino por todo lo contrario. Al encarnar la levedad superlativa, al tomar plena consciencia de la poca vida que le queda, por un momento tiene todas las posibilidades en la mano. Ese es el punto de apoyo del milagro y es el que esgrimo hoy para desplegar los suficientes versos que explosionando en el cimiento justo derrumben para siempre toda la soberbia que nos sobra.
Sé tu también milagro como yo, sé tu también un verso enfebrecido. Entre los dos levantaremos sin esfuerzo una torre de viento, un torbellino de locura, una máscara hueca, una nueva forma de mirar el universo. No conozco nada más delicado que un encuentro, pocas cosas más sumamente misteriosas. Y ahí dejamos las huellas en la arena que la mar en un rato se beberá despacio. Esta noche es posible recordar que avanzamos. Queda pues liberado el testimonio. Y ahora, permíteme, voy a inflamar el mundo con esa llama que ya no puedo contener, de amor y gozo, de ciega confianza en lo incalificable.
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