domingo, 13 de marzo de 2011
La orfandad del médico de cabecera
Sergio Minué es una de esas personas que auna sentido común, criterio y sabiduría, lo cual lo hace referente para muchos. En su blog desgrana cuestiones sobre salud y sanidad y lo comparte con generosidad. Hace unos días me regaló una idea y una palabra, la atención primaria está huérfana. Esto no es bueno.
En nuestro país la atención primaria fue reformada hace ya muchos años y el modelo debería ser mayor de edad. Pero no es así, los centros de salud no tienen autonomía para realizar su trabajo y la organización sanitaria es un corsé rígido que no deja espacio a la innovación y la excelencia salvo en algunas excepciones.
A diferencia del hospital, el centro de salud agrupa a un reducido número de profesionales que lo tienen difícil para trabajar en equipo. La sobrecarga laboral obliga a realizar mucho trabajo dentro de la consulta con pocos tiempos de comunicación, formación o proyectos en grupo. Y no es lo mismo navegar solo que con tripulación. Los mares que atraviesa un médico de cabecera suelen estar encrespados, mucha incertidumbre, problemas complejos mezclados con otros simples, un amplio horizonte de conocimiento y acción, una considerable presión asistencial y mucho ruido (burocracia, interrupciones, pacientes sin cita...).
La peor enfermedad que atenaza al sistema sanitario y a la atención primaria en especial es la desesperanza. Por eso lanzamos hoy una idea al aire. Necesitamos, más que nunca, nuevos referentes, que guíen a los navegantes en sus viajes. Parece que los sindicatos, colegios profesionales o sociedades científicas, que fueron faro en otras épocas, no dan suficiente luz. Habrá que generar ideas de otra forma, quizá desde think tanks, o proyectos colaborativos. En cualquier caso juntándonos y compartiendo. Y esto solo lo pueden hacer los implicados. Enfermeras, trabajadores sociales, administrativos, estudiantes, médicos, residentes, directores de centros de salud... todos. Hay experiencias que nos enseñan que son las redes híbridas, habrá que seguirlas.
La responsabilidad de llegar a puerto con el paciente nos obliga a ser prudentes y hábiles con nuestra embarcación. Los que hemos hecho un compromiso ético con nuestros pacientes sabemos lo importante que es esto. No podemos dejar que la humedad y el salitre del cansancio y la desesperanza pudran las tablas del barco. Estamos llamados a navegar lejos y lo conseguiremos si lo hacemos juntos.
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