miércoles, 31 de julio de 2013

Relatos de verano: Ochenta y ocho años

Doña Gertrudis y su marido venían del hospital, se apuntaron sin cita para contarle al médico lo del esguince. Este les escuchó y les pidió el informe para ver en profundidad qué había pasado. Lamentablemente lo habían dejado en el coche, don Eufrasio se prestó a ir por él, el coche estaba cerca. El doctor aprovechó su ausencia para hablar un rato con doña Gertrudis, siempre venían juntos y en los cinco años que llevaba en el puesto nunca había conversado a solas con ella. Se interesó por su ánimo ya que en los últimos meses había acudido con mucha más frecuencia de la habitual al centro por consultas vagas, siendo su semblante sombrío lo que más le había llamado la atención.
-Dígame doña Gertrudis, qué le está pasando qué es lo que la quita el sueño.
- Pues lo de siempre doctor, las preocupaciones.
-Si, ya lo sé, pero ¿qué preocupación es la principal, su hija, su marido, las cuentas?
- Mi hija está bien y las cuentas van tirando.
- Pues entonces debe de ser su marido, ¿estoy en lo cierto?
- Ay doctor, que no se entere, es que últimamente está muy nervioso.
- ¿Ha llegado a sentir miedo por ese motivo, Gertrudis?
- Si, ya lo creo. ¡Tiene un carácter!
- ¿Alguna vez se ha sentido amenazada o le ha gritado? La paciente saca entonces un pañuelo del bolso y se enjuaga los ojos.
- Lo peor no es eso, en Navidades casi me saca un ojo, me dejo media cara morada. Mi hija estuvo a punto de llevarme a su casa, pero yo no quería... luego es mucho peor. El doctor tragó saliva al mirar la pantalla del ordenador, doña Gertrudis tenía ochenta y ocho años.

martes, 30 de julio de 2013

Relatos de verano: pacientes emponzoñados

Me gusta el concepto de fragilidad, en mi negocio es básico. Mientras más frágiles se sientan más venderé, mientras más venda mejor me irá. Tantos años de estudio, preparación y esfuerzos merecen ser coronados con el éxito.

De momento seguiremos desarrollando las líneas estratégicas actuales. Dos productos me-too parecidos a los que ya existen en el mercado y cuya mínima aportación de ventajas para un pequeño segmento de pacientes justificará un precio 24 veces superior a la molécula actual. Nuestra potente red de ventas y publicidad nos ayudará, la estrategia intensiva sobre los médicos también y este año ensayaremos nuevas formas para llegar a los pacientes a través de sus asociaciones que financiaremos y con publicidad encubierta en internet. Eso sí me da rabia, deberían dejarnos libres en internet para acceder a los pacientes, ¿acaso no tienen derecho a recibir la mejor información sobre nuestros productos? yo si fuera paciente me gustaría recibirla. Afortunadamente no lo soy, y cuando lo sea ya tengo preparado un buen seguro médico con la clínica de Pamplona, me ofrecen hasta chequeos gratuitos con TAC de cuerpo entero, me encanta esa promoción, mi cuñado se hizo uno el verano pasado y le descubrieron una piedra en la vesícula, figúrense, él sin enterarse.

En fin, dejo mi libreta de notas por hoy. Tan solo apuntar que estaría bien tratar de desarrollar aquel proyecto sobre la pérdida de deseo femenino. Si la molécula funcionase me podría retirar para siempre. Lastima que no haya manera de corregir ese efecto secundario tan molesto que cubre a las mujeres de un espeso vello negro. Hablaré con Fernández, debe de haber una forma de superar ese escollo con publicidad.



Dedicado a los maestros Rafa Bravo y Enrique Gavilán, imprescindibles para el desarrollo de mis funciones como médico.

lunes, 29 de julio de 2013

Relatos de verano: La comisión gestora

Decidieron darle la vuelta a la tortilla. En vez de llorar reirían. En vez de quejarse propondrían nuevas ideas. Se hicieron famosos. Su repercusión tuvo un grandísimo impacto para las vidas de muchas personas. Sin embargo su jefa no se enteró. En su servicio no captaron la idea. Aquello no les frenó. Consiguieron viajar por mil lugares animando a otros que querían seguir sus pasos, que querían ponerse en movimiento, que estaban hartos de tanta queja. Por la noche, mientras tomaban la cervecita con los amigos miraban las estrellas. "Están muy lejos", decía uno, "sí que lo están" respondía el otro.

domingo, 28 de julio de 2013

Relatos de verano: La dermatóloga

Salía bien en televisión. Su rostro proporcionado tenía esa rara cualidad de convertir en suavidad las inclemencias de la vida en lugar de en arrugas, rictus o bloqueos. Era una profesional, alguien capaz convertir lo habitual en excelente. No le bastaba con pasar consulta, disfrutaba en el quirófano, ante cualquier clase de reto. Su especialidad era la piel, la conocía bien, sabía de sus cualidades, de su elasticidad y sensibilidad. Trataba de aplicarlas a su vida. Al igual que los héroes griegos tenía un talón de Aquiles, pero su sabiduría lo mantenía oculto a los ojos curiosos. Lo principal era agradar a los Dioses, ella sabía como hacerlo, se esforzaba a diario con un alto nivel de autoexigencia, la excelencia no era para ella un lujo era necesidad. Su isla no era la más grande de las Cícladas, eso no la impedía desarrollar un reinado prudente y vigilante, con los mares tan revueltos nunca se sabe quién puede ser el siguiente en desembarcar.

sábado, 27 de julio de 2013

Relatos de verano: La receta electrónica

No podía dar crédito a su suerte. La nota de prensa lo ponía bien claro, no había error posible, "Reunión multinivel sobre receta electrónica en la Organización Médica Colegial... Acudirán delegaciones de todas las Comunidades Autónomas... Por Cataluña acudirá el doctor Cubí que...". Nada menos que Cubí, una leyenda. Compaginaba sus labores de médico de familia asistencial con actividades de innovación informática de sistemas, es especial destacaba por su módulo de prescripción con aportes revolucionarios. Se había dado cuenta años atrás que pasar el sistema de receta de papel al ordenador era un gran error. Planteó en su lugar un sistema de prescripción abierto a todo el sistema de salud. Cualquier médico podría prescribir, pero la responsabilidad última del tratamiento del paciente recaería en su médico de cabecera, el que mejor lo conoce, para aumentar la seguridad y la calidad del tratamiento. Las enfermeras también podrían acceder al tratamiento en sus revisiones habituales al paciente crónico, siendo pieza importante para verificar la pertinencia y correcta actualización de los tratamientos. Se incluyeron módulos de seguridad, interacciones, vademecum... Y se empezó a extender por atención primaria y hospitales. Al poco tiempo ya ahorraba dinero, además de las mejoras notables de seguridad y calidad para el paciente que aportaba. Por estas razones tenía que ir a verlo, necesitaba conocerlo personalmente. Le escribió un correo y quedaron en la OMC un poco antes de la reunión. No podía dar crédito a su suerte. El doctor Cubí le dedicó hora y media en la que le dio los detalles de sus últimos avances. Acabaron de forma cordial, la reunión oficial empezaba enseguida y no se podía quedar, debía volver a pasar consulta a 50km de allí. "Hablamos esta tarde", se dijeron. Por la noche intercambiaron correos "¿cómo fue la reunión?, ¿pudiste hablar con los de Madrid?", "imposible, no me recibieron".

viernes, 26 de julio de 2013

Relatos de verano: El jefe de negociado

Estaba harto del despacho, de oir las mismas quejas, de ver las mismas miserias. Siempre lo mismo. Unos se escaqueaban, otros pedían más dinero, aquellos se quejaban de los primeros, los primeros de los últimos, cada vez se gastaba más, cada vez había más necesidades, cada vez se trabajaba menos... Decidió ser innovador, buscar otras formas de hacer las cosas... y las encontró. Encontró otras formas, encontró otras gentes. Quiso volver y contarlo a los suyos, quiso implantar los cambios. No fue posible. No conseguían entenderle, nadie comprendía lo que trataba de decir. Se consolaba en las redes sociales, allí siempre había alguien que comprendía su punto de vista. "Tranquilo", le decían, "tómatelo con calma, ya llegará el momento". Lamentablemente el momento se hacía de rogar.

jueves, 25 de julio de 2013

Relatos de verano: A modo del doctor House

Tenía el mismo mal genio que el doctor House, la misma cara larga, la misma mala leche. Era frecuente que despachara a los pacientes con cajas destempladas. Todas las semanas acompañaba a alguno al mostrador de información y les decía a las administrativas que se lo quitaran de su cupo. Suscitaba pasiones, una parte de sus pacientes le amaba incondicionalmente, la otra le odiaba o le temía. No dejaba a nadie indiferente. Le conocí fugazmente en un cambio de turno, aquel día se acercó al centro a saludar a sus viejos colegas. Yo no llegué a coincidir laboralmente con él, cuando gane la plaza ya había elegido otra vacante en la otra punta de la ciudad. Un trabajo de urgencias, de más batalla. No me pude hacer una opinión, había escuchado demasiadas historias. Saqué en claro que ahora estaba mejor, no tenía que seguir a los mismos pacientes, no se planteaba regresar. Mejor así.

miércoles, 24 de julio de 2013

Relatos de verano: El chequeo

Año 2025, piso 34, torre Europa, Madrid.

- ¿Cómo quiere el café Ramírez?
- Con leche y dos de azúcar por favor. Por cierto ya me contaron lo de su nuevo Toyota, enhorabuena jefe.
 - Ah si, gracias. Los de arriba me han dado una buena prima este año, con acciones, coche de empresa y el nuevo ultra chequeo de la clínica de Pamplona, es cojonudo.
- He oído va hablar de él, me parece que incluye scanner anual, ¿verdad?
- En efecto Ramírez, no he ido todavía pero me lo ha contado mi cuñado que trabaja en la división general. Te citan en Pamplona dos veces al año y te hacen de todo. Todas las pruebas imaginables están incluidas. El scanner es de los de cuerpo entero, no se dejan nada fuera. Súper completo. Luego te hacen ecografías, un bufet de analíticas, endoscopias por arriba y por abajo; pero ya no molestan, te las hacen sedado. Mi cuñado me dijo que lo mejor es el trato, pasas cuatro días ingresado en una clínica VIP, con piscina, spa y  unas enfermeras en faldita corta que para qué, dan ganas de quedarse más tiempo. No te cuento lo de los masajes para no darte envidia...
- Jo, pues si que tiene suerte. A mi me hacen el chequeo normal de toda la vida. No me extraña que mi médico del ambulatorio me diga luego que no vale para nada. El bueno debe ser el que le hacen a usted.
 - No desespere Ramírez, ya verá que cuando promocione usted también podrá disfrutar de la gran vida.
- Ya... de eso tengo ganas, de disfrutar la vida. Ya me tocará algún día.

martes, 23 de julio de 2013

¿Qué preferiría padecer cáncer o Alzheimer?

Foto: 'Flickr Vietnamese meeting'
http://www.flickr.com/photos/75199686@N00/2645589939


Es uno de los descubrimientos estrella de este año: las personas con cáncer sufren menos Alzheimer (un 35% menos) y las personas con Alzheimer sufren menos cáncer (un 45% menos). La explicación es simple, ambas enfermedades son conceptos antagónicos en relación a la proliferación y muerte de las células del cuerpo. Las células envejecen y mueren contínuamente renovándose por otras. Este proceso está controlado por la información genética del organismo. Según avanza la edad es más frecuente que se den fallos tanto en el mecanismo de proliferación y formación de células (que pueden terminar en cáncer) como en el de muerte y eliminación (que pueden terminar en degeneración, células que no funcionen bien, demencia).

No es posible elegir entre padecer cáncer o Alzheimer pero ahora tenemos pruebas que indican que son caminos distintos de terminar la vida. La tercera en discordia sigue siendo la patología cardiovascular, pero eso es otra historia. 

El estudio ha sido publicado en la prestigiosa revista Neurology.

lunes, 22 de julio de 2013

Relatos de verano: el amigo de los mocos



Salió a la sala de espera echando humo. Su cara desencajada contrastaba con su camisa estampada en diseños psicodélicos: "Esto no se puede aguantar, pero no os dais cuenta de que vuestros hijos están bien... yo me declaro amigo de los mocos...".

Por la noche se puso a escribir en su ordenador. Había conseguido sobrevivir a una consulta de 54 niños, que son muchos para un pediatra curtido. Cada año veía como a la consulta traían a los niños por motivos más banales. Y ese mes de febrero ya no sabía qué hacer con tanto moco. La solución apareció de repente, "necesito escribir un artículo en el Periódico algo que llegue a la gente". Adaptó el grito que dio en la sala de espera a un artículo breve y lleno de humor que mandó al diario electrónico y lo colgó en su blog. A la mañana siguiente ya lo habían leído miles de personas, eso le ayudó. Sabía que su lucha era desproporcionada pero su fina ironía  no dejaba a nadie indiferente. Recibió cientos de mensajes de otros compañeros solidarizándose con él y de muchas madres y padres solicitando información. Mientras contestaba mantenía una discreta sonrisa interior. Lo que había nacido hacía tres años como un blog se había convertido en un proyecto sólido que le ayudaba a mantener la cordura, en una sociedad que estaba medicalizando salvajemente a los niños, obligándolos a tener un contacto intensivo con un sistema sanitario que por definición es peligroso. Había mucho que hacer. Cerró el ordenador, puso un viejo vinilo de Jazz en el plato y se tomó una de sus cervezas; "seguiremos mañana", pensó.




domingo, 21 de julio de 2013

Relatos de verano: el doctor Juan Gelman


El doctor Juan Gelman era célebre por su vehemencia. Tenía muchos enemigos tras una larga carrera en la que siempre dijo lo que pensaba y siempre escribió fiel a su criterio, pese a todo seguía adelante.

Aquel año fue prolijo. Participó en un documental sobre Atención Primaria que fue todo un éxito. Publico su libro a nivel nacional. Dictó clases en varios continentes y participó en un sin fin de eventos.

Había una cosa que le seguía inquietando, una intuición oscura de que pese al esfuerzo tal vez todo seguiría igual. Ese velo de desesperanza se borraba cuando a la mañana siguiente se despertaba al alba para hojear sus revistas científicas, leía el correo electrónico  y escribía sus artículos.

Tras desayunar bajó a la calle a hacer recados y subió las cartas. En esa ocasión había una personal que le enviaba un médico amigo desde un bosque impenetrable del norte de España. La carta contenía poesía y le hizo bien. A las personas en exceso inteligentes y organizadas unos pocos versos les suelen ayudar a olvidarse momentáneamente de los razonamientos que tan frecuentemente hacen que el alma pese. Con una sonrisa dobló la carta dejándola en su mesa de trabajo. Respiró hondo, recordando la mirada de su amigo y aquella vieja frase "ars longa, vita brevis".  Se levantó de la silla y se dirigió al salón para regalar un enorme abrazo a su mujer.


sábado, 20 de julio de 2013

Relatos de verano: agonía



Lo he hecho mal, muy mal. Murió de mala forma y no hice lo suficiente. Me fastidia que la gente muera tan mal, agobiada, angustiada, ahogada, sufriendo... El caso era complejo, muy complejo. Ni siquiera los internistas supieron manejarlo bien. Tras el ultimo ingreso se lo quitaron de las manos: "que se encargue su médico, y los de paliativos..." La familia ya no sabía qué hacer. Tampoco yo. Ensayé mórficos para la disnea sin éxito, consulté al equipo de paliativos que ofreció soporte también con poco éxito... Al final terminó en urgencias, incómoda hasta el final.

¿Somos responsables de las malas muertes? ¿se puede hacer mejor? qué complicado es de saber. No es una cuestión de tecnología, tal vez si hubiera aportado más tiempo, más escucha, más sentido... ¿Pero cómo hacerlo con 2200 pacientes de cupo y la consulta llena? Me gustaríais caminar sobre las aguas pero sigo teniendo miedo y me hundo. Me sigue faltando fe.

viernes, 19 de julio de 2013

Relatos de verano: el doctor David Gatrán



David era un médico de cabecera de los de toda la vida, llevaba ejerciendo en aquel pueblo más de veinte años. Todos conocían su carácter, su humor y sus costumbres. A media mañana paraba un rato la consulta y se iba a tomar un café al bar de Pepe, de los tres de la plaza el que mejor pinchos tiene y su preferido porque le trataban especialmente bien. Allí recibía a los representantes farmacéuticos que gustaban de pasarle a ver dado que era de buen trato y los pinchos del bar de Pepe generosos. Aquella mañana le ofrecieron una inscripción a un congreso en Berlín, algo poco común. Habitualmente solía hacer un par de escapadas al año a congresos nacionales pero salir al extranjero no era lo habitual, debían tener un nuevo e importante producto entre las manos, que no le fue difícil averiguar. "Bueno", pensó, "ir a un congreso a formarme no me compromete a nada".  Durante los próximos meses se encontró con ese nuevo medicamento en cuatro ocasiones, eran prescripciones de médicos de hospital que lo recomendaban en sus informes de alta ó incluso lo recetaban ellos mismos sin incluir en dicho informe. No pudo evitar pensar "menuda cara..."

El dia del congreso todo fue como la seda, el viaje impecable, el hotel perfecto y la organización del evento cuidada hasta los mínimos detalles. Hablaron muchos expertos sobre el tema, algunos con el logotipo de la marca farmacéutica en las diapositivas. Todo fueron parabienes y ventajas, y por supuesto nada se habló del precio veinte veces superior a la terapia convencional. Por la noche le invitaron a una cena de gala en un conocido restaurante céntrico.  Curiósamente una de sus pacientes cenaba en ese momento una cena opípara en su casa, a todas luces excesiva dado su edad, pero ya sabemos que a todos nos gusta disfrutar de vez en cuando. Doña Gertrudis seguía el nuevo tratamiento del doctor Gatrán y ese dia tomó religiósamente sus pastillas. A media noche se despertó con un vómito de sangre, avisó a su nuera que se presentó al punto en medio de un ataque de histeria, llegó al hospital comarcal en coma y no se pudo hacer nada para salvar su vida. Nadie disfrutaría los restos de marisco que quedaron en su nevera.

jueves, 18 de julio de 2013

Venid a mi, venid a mi los sueños...

La comunicación tiene una potente faceta sanadora. Dentro de los múltiples aspectos de esta me gusta rescatar el saludable papel de la poesía en quien la escribe y quien la lee. Si fuéramos capaces de convertir nuestros anhelos en versos, los miedos, culpas, ilusiones... Andaríamos por la vida algo más ligeros, menos agobiados...




Lanza el arquero sus dardos a la luna
Cada disparo un verso, cada verso un suspiro
Y la luna sonríe en su azotea algodonosa.
Venid a mi, venid a mi los sueños...

En la noche salimos entremezclando olvido,
Cadencias o deseos; bailamos todos:
La sin razón, el holocausto, los abrazos no dados,
Y la brisa nos mueve aventando las sombras.

La inconsciencia genera un revés de presencia,
El leve tul de frágiles historias cual la luz
Que nocturna se cuela en las ventanas.

Seguid soñando niños, regaladme tesoros,
Yo sabré agradecerlo con un alba tranquila.
Venid a mi, venid a mi los sueños...

miércoles, 17 de julio de 2013

Relatos de verano: el otorrinolaringólogo



Le gustaba trabajar en su consulta privada. Perfectamente limpia y ordenada, al igual que su aspecto impoluto: corbata, camisa perfecta, bata bien planchada. Así debía de ser. En la capital de provincia en que vivía así eran las cosas. Si quería vivir bien tenía que ganarse a la gente VIP y allí no perdonaban, tenía que ser todo perfecto.
Echaba de menos de vez en cuando el hospital, la urgencia, el quirófano, los nuevos retos. Ahora todo era más predecible, el 90% de su tiempo lo ocupaba solucionando siete u ocho problemas, siempre los mismos. Es verdad que era algo aburrido, pero no tenía grandes complicaciones y el balance a fin de mes le permitía un ritmo de vida desahogado.

Un dia se planteó dejar la corbata en casa. En seguida se dio cuenta del error y la volvió a coger.

martes, 16 de julio de 2013

Relatos de verano: granja de pacientes



Me costó mucho creerlo. Llevaba sospechando que algo no funcionaba en el sistema sanitario, había oído cosas, pero no podía imaginar que me tocaría a mi vivirlo.
Mi madre llevaba tiempo con cierto malestar que nadie en la familia tomó en serio, habida cuenta la enorme lista de  quejas con las que nos solía bombardear a todas horas. El problema dio la cara con aquellas hemorragias que al médico de cabecera no le gustaron nada. Nos recibieron en el hospital al mes y medio con la cita preferente que nos facilitó don Julián. Un joven doctor con cara de circunstancias extendió los volantes para una prueba de imagen y unos análisis, volvimos a consulta un mes después, la expresión de la doctora no dejaba lugar a dudas, algo no iba bien. Mi madre preguntó qué tenía y la respuesta fue "tiene mala pinta, tendremos que abrir" ante lo que no hubo más preguntas. El preoperatorio lo hicieron la siguiente semana y en una quincena nos llamaron para ingresar. Un cirujano al que no habíamos visto nunca nos saludó esa mañana de otoño, dándonos ánimos en una breve visita en la habitación. A las doce la bajaron al quirófano, tardaron 4 horas. Al volver a la habitación estaba muy dolorida, el residente de guardia, tras dar mucho la tabarra a las enfermeras, terminó pasándose cinco minutos para subirle un poco los calmantes. No sirvió de nada. El resto del fin de semana fue un infierno. Ninguno de los residentes de guardia consiguió aliviar el intenso dolor de mi madre, hasta el lunes que cambiaron a otra medicación. No veíamos el dia de salir del hospital, aceptamos el alta lo antes posible y pese a los dolores y la persistencia de los sangrados llegar a casa fue un alivio para todos. Lamentablemente las visitas al hospital se hicieron más frecuentes. En dos semanas nos dieron los resultados de la biopsia y nos cambiaron de servicio, ya no tendríamos que seguir viendo cirujanos, en total creo que nos atendieron unos 15, ahora pasábamos a oncología. Allí las cosas no fueron mejor, cada dia había un médico distinto. Mi madre ya no preguntaba nada, su silencio delegaba toda la responsabilidad de decisiones en sus hijas, y de las tres en mí que fui la que de alguna forma me hice cargo.  Las siguientes semanas iniciamos quimioterapia, con visitas dos veces por semana durante mes y medio. Fueron muchas horas de espera en salas llenas de personas con enfermedades graves y rostros tensos. En ese tiempo nos solíamos fijar en todos los detalles, la limpieza del piso, el humor de las enfermeras, la cara de cansancio del médico saliente de guardia o la elegancia de los representantes farmacéuticos, siempre de punta en blanco. Aquella mañana nos recibió un médico nuevo, un jefe de sección. Con mucha delicadeza nos fue haciendo un resumen de lo que habían hecho por nosotros en los últimos meses para concluir que el problema no estaba vencido, pero con un plan de radioterapia intensiva y una nueva cirugía teníamos posibilidades. Pregunté cuántas posibilidades, lo que irritó sobremanera al especialista, que sin contestar dirimió la reunión con un nuevo volante a radioterapia. De los diez oncólogos que nos atendieron, este último fue el más claro, lástima que no consiguiéramos entendernos bien.
Las semanas de radioterapia fueron duras, el aparato se averiaba cada dos por tres por lo que la experiencia se prolongó. Mi madre ya no podía andar y dependíamos de la ambulancia para los traslados, lo que significaba más horas de espera, sobre todo a la vuelta. Se nos hacía duro esperar en aquellas salas de ambiente maliciento ya con el tiempo frío del invierno en puertas. Quedaban pocos días para la nueva cirugía, mi madre estaba muy débil y acercándome la cabeza a su boca me susurró: "no quiero ir más al hospital, no quiero ir más a esa granja de pacientes". No pude evitar que la imagen de una gran nave de pollos viniera a mi mente, cientos de miles de pollos hacinados en naves inmensas que vi meses atrás en un documental. Mi madre no quería estar ahí, su dignidad se lo impedía, ya no le era posible aguantar más.  Hablamos con don Julian que programó una visita semanal desde ese momento haciéndose cargo del tratamiento paliativo que garantizara a mi madre un final sin dolor y con las menores inconveniencias.
Murió rodeada de su familia diez días después, en su casa, en campo abierto.




Relato inspirado en post homófono de Juan Irigoyen

lunes, 15 de julio de 2013

Relatos de verano: el consejero



El coche oficial avanzaba despacio por el atasco matinal. El cielo estaba claro, un precioso dia de otoño, de esos que Madrid obsequia tan a menudo. La reunión era rutinaria. Estaba contento, llevaba ya varios meses en el cargo y todo iba como la seda. Nada hacía presagiar la llegada de un cisne negro, pero lo inesperado siempre nos alcanza.

- Adelante Javier, adelante. Conoce a Campillo, nuestro asesor externo en economía de escala y a Carlota, secretaria técnica de política interna.
- Buenos días a todos. Si presidente, con Campillo he trabajado en varias ocasiones y a Carlota la conozco de Génova.

La secretaria dejó la bandeja con los cafés y salió silenciosa.

- Empiece usted Campillo, enmarque el tema brevemente.
- Como usted diga presidente. La reunión de hoy quiere hacer una evaluación de la situación de la sanidad madrileña. Aportaremos datos del último DAFO y analizaremos el mapa mental con el posible arco de decisiones posibles, les daré los datos económicos y seguidamente Carlota nos ilustrará con la parte táctica aportando la nota de la reunión de alto nivel que han preparado para nosotros.
- ¿La mesa de sanidad del partido se ha pronunciado al fin?, preguntó el Consejero.
- Si, dijo Carlota, enseguida les doy los detalles.
Campillo enumeró las cifras económicas con cinco diapositivas. Estaban en números rojos, era inminente un plan de choque urgente para deducir de inmediato el déficit según ordenaban las órdenes de Bruselas, no era posible seguir tirando de la cuerda, ya no.

Carlota era una de la jóvenes líderes de Génova, muy bien posicionada por la confianza que la lideresa la seguía confiando desde los difíciles momentos de su dimisión. Oírla a ella era tener delante la voz de Esperanza. Con suma habilidad expuso la necesidad de invitar al capital privado a reforzar las maltrechas arcas públicas justificando dicho movimiento con argumentos sociales y económicos para la galeria y con datos internos de lobbies y alianzas tácticas que era necesario reforzar.

El presidente entendió la exposición y apoyó las medidas al 100%, su posición dependía de  ello. Al consejero le quedaba la parte más dura, llevar adelante el paquete de ajustes que decidieron llamar plan de medidas, aunque en el fondo era una auténtica reforma estructural. ¿Cómo la asumirían los diversos actores? hacía falta mucho maquillaje, y tenían poco tiempo, a penas dos meses para hacerlas públicas y empezar su implementación.

El viaje de regreso a la calle Aduana no fue tan agradable, un oscuro presentimiento anunciaba tormenta y seguramente de una proporción descomunal.  Una cosa era salir a costear con una embarcación de recreo en pleno agosto y otra muy distinta tripular el Santísima Trinidad con las tripulaciones amotinadas bajo una galerna... La suerte estaba echada y la responsabilidad era suya, había luchado duro para conseguirla, tenía delante el  mayor reto de su vida. Su cisne negro acababa de llegar.

domingo, 14 de julio de 2013

Relatos de verano: el suplente



Terminó su especialidad en medicina de familia la pasada primavera. Como la cosa estaba muy mala se dedicaba a hacer suplencias, a coger lo que lo ofrecían, aquí y allá. Entre medias escribía, leía o salía con sus amigos. Conocía a mucha gente, era una persona despierta y con buen carácter, además de muy creativo y con una inteligencia ágil. Muchos días se le hacía cuesta arriba ser totalmente consciente de su precariedad. Un profesional como él podía hacer mucho bien a la sociedad, tenerle en un anaquel con tan poco uso era insufrible. Cuando conseguía una semana disfrutaba de lo lindo, cinco días yendo al mismo centro de salud era todo un lujo, al final ya casi le conocían hasta las señoras de la limpieza. Lamentablemente era tan solo un espejismo, a la siguiente semana nada, a la otra dos días en un pueblo lejano, y así.
Cuando pasaba consulta sin conocer a los pacientes trataba de abrir al máximo sus órganos de los sentidos, rellenando todas las casillas de información que le faltaban para completar la partitura que tenia delante, para tratar de sacar algo de música del conjunto de síntomas que le acababan de presentar. Como era bueno solía hacerlo bien, terminaba contento, entendía lo que querían los pacientes, uno de los artes más complejos de la medicina, uno de los muchos que no se aprenden en los libros. Los pacientes también lo notaban, "coño con el suplente, sí que sabe el rapaz" decían los viejos, "es casi tan bueno como doña Josefina", comentaban las abuelas.

Una mañana Roberto despertó con la clara determinación de hacer algo distinto, se le pasó por la cabeza coger el revolver de su abuelo, no para meterse un tiro, si acaso para dárselo al Consejero, pero no sería suficiente, eso no arreglaría nada. Decidió hacer algo más radical. escribiría una carta en los periódicos locales contando su versión de los hechos, por qué les convenía a los políticos cargarse el sistema sanitario. Y luego aceptaría esa oferta de trabajo en Dubai, con un suelto estable y digno. Tal vez más adelante le apeteciera volver, en ese momento tenía claro que era necesario cambiar.

sábado, 13 de julio de 2013

Relatos de verano: la señora de la limpieza



Hay que ver que desastre de centro de salud, todo manga por hombro. Hoy resulta que la compañera de la mañana ha tenido que irse antes para hacerse una radiografía. Ha quedado todo por hacer. Al final le toca a una servidora arreglarlo todo. Pero claro ahora con una hora y media menos por turno que me digan a mí cómo lo voy a hacer. El centro es enorme y aquí solo limpiamos dos, y de las dos ya sabemos quien lleva la voz cantante...
No he limpiado más en mi vida, y eso que yo trabajo ligero, son ya muchos años y muy poquitas quejas.
Por un lado los niños que dejan la pediatría hecha unos zorros, por otro los baños, que la gente ya sabemos como es. Ayer mismo se volvieron a llevar los rollos de papel de manos... y hay otros que siguen meando fuera del tiesto... Luego están las consultas, los doctores se meten pronto y salen tarde, con tantísimos pacientes no salen para nada y así no se puede limpiar, no voy a meterme en medio de la consulta... La escalera, los cristales, el hall de entrada, las salas de espera... Esto es insufrible. Menos mal que el doctor Casado escribió esta semana en el periódico sobre la reducción de horas de limpieza en el centro, enseguidita hice una fotocopia que colgué en el tablón de la sala del café...
Voy a seguir fregando que a este paso no salgo de aquí ni para media noche...

viernes, 12 de julio de 2013

Relatos de verano: el cirujano


El famoso cirujano salía de la Academia con una sonrisa. El discurso fue un éxito, que a la mañana siguiente recogería toda la prensa médica, además lo pagaban muy bien. Tenía un día complicado, clase a los alumnos de cuarto de medicina, reunión con el comité ético del hospital para desbloquear el último ensayo clínico con el nuevo robot quirúrgico que había costado una millonada y no había forma de amortizar, luego otras dos reuniones y al final bajar al ambulatorio a pasar dos horas de consulta para cubrir a un compañero que le pidió el favor para ir a un campeonato de golf.

Lo único que le daba pereza era ir al ambulatorio, le recordaba tiempos pretéritos cuando empezaba su carrera, aquello duró poco gracias a su meteórico ascenso. Atender a ese montón de pacientes en tan poco tiempo era tarea de los residentes o en su caso de los médicos de cabecera, esos sí estaban acostumbrados a atender a las turbas. De echo lo que más le incomodaba del ambulatorio era encontrarse con Sanchís, compañero de promoción, uno de los más brillantes. Médico de familia por vocación, nunca supo averiguar por qué optó por ese camino, mal pagado, peor considerado y sobre todo sobrecargado.

La consulta se le dio bien, dos pacientes nuevos para cirugía laparoscópica de vesícula y cuatro revisiones sin complicaciones, pan comido. Al salir para comer con Diana, la representante de la farmacéutica que le estaba apoyando con su proyecto de innovación, se encontró con Sanchís en el mostrador de información. Cambiaron varias frases de cortesía y se fijó en sus ojos como siempre. ¿Cómo sería posible que transmitieran tanta vitalidad? Sanchís se alegró de verle y le apretó el hombro con afecto.
- Veo que seguís con 50 pacientes diarios, ¿cómo podéis aguantar así, haciendo recetas todo el día?
- Es fácil, el secreto es mirar a la cara del paciente, no hay que hacer mucho más para saber lo que le pasa. Aquí seguimos siendo médicos.
Y con una palmada en la espalda y una sonrisa se despidió para ir a tres avisos a domicilio, casi fuera de hora.

El breve encuentro dejó turbado al cirujano. La frase "aquí seguimos siendo médicos" le dolió sobremanera. Él también lo era, así lo sentía. Pero era verdad que cada vez veía menos pacientes, cada vez operaba menos... Esas nubes negras se disiparon al instante de ver a Diana, ante mujeres tan bellas no era posible sentirse infeliz.