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martes, 18 de abril de 2017

Elogio del laberinto


Laberinto 
Foto de  David Marquina Reyes


 


Nunca los laberintos estuvieron más de moda, nunca se construyeron tantos ni se erigieron como estructura social básica. En origen el arquetipo del laberinto significaba prueba, en su seno se escondía un tesoro a menudo guardado por monstruos y peligros. La estructura del símbolo está presente en casi todas las culturas como lugar intrincado que complica el camino hasta el punto de hacer casi imposible hallar la verdadera ruta. Nos muestra una imagen de complejidad y dificultad que de alguna forma todos hemos vivido alguna vez en nuestras vidas. Nos recuerda que en ocasiones no es fácil discernir el camino correcto, aventurar una salida o conseguir una respuesta.

Nuestras grandes megaciudades tienen mucho de laberintos al ser sumatorios de redes complejas que se imbrican entre si. La red de metro, la de transporte de superficie, la red eléctrica, la de agua potable, la de alcantarillado, el trazado de calles, las edificaciones y estructuras... A parte tenemos las redes de comunicación que tejen nuestros teléfonos y ordenadores, radios y televisiones. Una maraña de conexiones que unen incontables nodos. Si lo contemplamos a suficiente distancia veremos claramente el laberinto. Quizá caminando por la calle o reposando tranquilamente en el sofá no sea tan evidente pero no hay duda de que jamás la humanidad había creado antes una complejidad mayor, un laberinto tan enorme y globalizado.

Ante este enorme reto caben varias preguntas: ¿dónde está la entrada? ¿y la salida? ¿cómo orientarnos dentro de él? ¿qué peligros deberemos enfrentar? ¿cómo salir bien librados de la prueba? Disponemos de varios mitos que nos ayudan a responderlas pero son solo orientaciones, el grado de complejidad que enfrentamos es tal que nos obligará a cada cual a dar sus correspondientes respuestas, dado que el laberinto de cada cual es diferente. Sumamos al externo el personal construido sobre una base educativa y cultural que nos determina los muros interiores, los pasadizos y conexiones que separan sensaciones, ideas, emociones y sentimientos. Nuestro protagonista es la atención, el héroe que dotado de una pequeña antorcha deberá avanzar por los pasillos buscando una salida.

Uno de los mayores retos lo constituyen las distracciones que nos asaltarán de todos los modos posibles. En su largo viaje Ulises se encontrará con diferentes personajes y escenarios que tratarán de distraerlo y desviarlo de su misión. ¿Qué es la vida sino una sucesión de contratiempos? No faltarán apetitosas tentaciones, propuestas imposibles de rechazar o promesas de éxito que esconderán traiciones, puñaladas y perdidas irreparables. Encontraremos bifurcaciones que conduzcan a la vida y a la muerte, callejones sin salida, trampas llenas de afiladas cuchillas. Tampoco obviaremos la humedad, los bichos y criaturas que se arrastran, las cucarachas y roedores. Y como no, los personajes que irán apareciendo, a veces agradables y seductores, otras de aspecto nauseabundo o aterrador.

Muchos no pueden soportar la prueba y tratan de escapar de la misma por atajos que conducen siempre a pozos de sombra. Se apoyan en falsos amigos como el alcohol y otras sustancias, el exceso de trabajo o cualquier vicio que otorgue unos instantes de placer y desconexión. Quizá por eso sea tan frecuente encontrar muertos vivientes arrastrando sus pasos por la calle, con la mirada perdida o ahogada en un teléfono móvil. La figura del zombi es enormemente popular porque nos muestra claramente el final de mucha gente perdida, la posibilidad de perdurar muertos en vida, lo que a fin de cuentas es del todo imposible.

Uno de los aspectos más característicos es el paisaje sonoro. Es casi imposible permanecer en completo silencio. Si no nos acosan los anuncios desde cualquier pantalla, lo hará algún aparato escupiendo música o cualquier tipo de emisión. Y en los momentos de supuesta quietud, incluso la nocturna, será finalmente nuestra mente la que no cese de hostigarnos con pensamientos circulares. Dentro de las voces que podremos escuchar se incluyen la de los falsos profetas y vendedores de bebedizos, herederos de aquellos brujos antiguos pero fogueados por el engaño y las técnicas de telemarketing. Dudo mucho que alguien consiga explicar el gran éxito que logran al precio de despistar aun más a los atribulados caminantes.

El primer paso que podemos dar para salir del laberinto es darnos cuenta de que estamos en él. Algo que sabemos desde que Platón nos ilustró con el mito de la caverna, algo que muchos nos han ido recordando a lo largo del tiempo sin que al parecer tuvieran mucho éxito.

No les puedo decir qué pasará, sobre todo al caminar todos como humanidad de la mano, hecho que los más ricos y poderosos se empecinan en ignorar. No se vislumbra una clara salida, toda vez que el entero planeta parece estar involucrado en este ardid. Pero, tal vez, alguno consiga encontrar un momento de silencio, quizá de lucidez, a lo mejor de comprensión. Me gustaría creer que en la perspectiva que se obtiene al subir a la cima o en la clarividencia que nos sale al camino cuando la vida nos da una de sus lecciones hallemos las claves necesarias para dar un paso coherente y acercarnos un poco más a la salida. Dado que cada paso de cualquier ciudadano en la dirección correcta nos acerca a todos a la misma. No se trata de huir sino de comprender, no hay que salir de ningún sitio sino aprender a estar. A fin de cuentas la palabra más difícil de conjugar ha sido y sigue siendo el verbo ser.

Cuando levanten los ojos de este texto y miren de frente la vida que les toca vivir acuérdense de esto. Todo lo tienen ahí delante pese a que las formas que se muestran no son capaces de irradiar todo el esplendor que contienen dado que nuestra visión se mantiene velada. Sonrían y aprecien el misterio, tal vez algún día esos velos sean levantados, en ese momento entenderemos. 









domingo, 16 de abril de 2017

Resucitar





El olvido ha sido siempre la perdición del ser humano. Más si cabe en esta época que denosta a los ancianos. Algunos olvidos son permisibles otros no. Desaprovechar la lección de vida que hay en toda caída, pérdida o derrota tanto personal como grupal es una oportunidad tirada a la basura, un tesoro dilapidado. La memoria histórica que no se cuida nos hace repetir los mismos errores una y otra vez, las mismas masacres, idénticas injusticias.

¿Qué puede pasar si olvidamos el significado de palabras como resucitar? Probablemente lo que ya está pasando: poco a poco hay menos resucitados y más zombis. Menos posibilidades de superar una muerte aparente para recuperar una vida con mayor plenitud y más frecuencia de acabar vegetando muertos en vida.

No es una cuestión de recuperar ritos, novenas o maneras antiguas. Trato de señalar una capa de realidad de más profundidad, el nivel semántico que sostiene la concepción del mundo que como sociedad hemos creado. Vida y muerte danzan a nuestro alrededor desde que el universo fue creado. Desde el paleolítico se empezaron a preguntar cómo funcionaba este misterio y mentes privilegiadas llegaron a la conclusión de que existía una delgada línea entre ambas que denominaron resurrección, transmutación o reencarnación. Un fino hilo de cambio que dotaba al misterio de sentido.

Basta con abrir bien los ojos para encontrar ejemplos. Desde el devenir de las estaciones hasta los manejos del reino vegetal. Desde los ciclos de creación y destrucción hasta nuestra propia biografía donde abundan sombras de muerte que en su momento volvieron a la luz de la vida.

Hoy hay pocos seres capaces de entender estas veladas realidades y menos aun que las sepan explicar. La gente está muy ocupada atendiendo su Whatsapp o sus redes sociales. Y de los antiguos buscadores nos hemos olvidado cubriendo su gloria con una densa capa de distracciones variadas.

El precio del olvido es alto como saben aquellos que tropiezan varias veces con la misma piedra. Si además perdemos el sentido pueden imaginar las consecuencias. No es broma cuando cito la posibilidad de ser un zombi, los mares de la historia están llenos de gente que perdió rumbo y vagó malamente hasta extinguirse.

martes, 4 de abril de 2017

Medicina lenta






Los sistema sanitarios son enormes estructuras con una gran responsabilidad: velar por la salud de la sociedad. Para ello se invierten enormes recursos que mantienen en actividad una maquinaria que en el fondo responde a un diseño industrial. Esto implica una entronización de la eficacia, es un sistema caro al que se le exige rentabilidad.

Por otro lado cada vez hay más necesidad de servicios sanitarios. El envejecimiento de la población y la complejización de los procesos en los mayores y la disminución de la tolerancia a los problemas inherentes a la vida en los más jóvenes hacen que el número de consultas al sistema aumente. En consecuencia se incrementan los diagnósticos, tratamientos, derivaciones hospitalarias y técnicas quirúrgicas.

Cada vez hay menos tiempo para atender cada caso. En España el tiempo medio de consulta en los centros de salud es de 5-6 minutos. Menos en días de sobrecarga, cada vez más numerosos dado que apenas se sustituyen las enfermedades y ausencias del personal.

Hay procesos que se pueden despachar en ese breve tiempo. Para hacer unas recetas o atender un resfriado o un pequeño golpe en el tobillo suele ser suficiente. Otras situaciones requieren mucho más. Recuperar la posibilidad de medicina lenta para atender a una persona que se echa a llorar en la consulta, que afronta un diagnóstico o situación vital difícil, que ya no puede más con su sufrimiento, precisa de un suficiente tiempo de escucha.

Reconozco que es frecuente que no podamos proveerlo porque no es casi imposible muchos días, en parte por nuestra limitación personal, en parte por la del sistema que nos obliga a atender más pacientes de los que sería prudente.

La gente termina buscando esa medicina lenta en otros sitios. Es normal acudir a terapeutas alternativos o complementarios, a herbolarios o tiendas, a masajistas o quiroprácticos... buscando que alguien nos escuche de forma suficiente.

Llevo reflexionando años este tema y hay grupos en Holanda, Brasil, Italia y otros países a los que también preocupa el asunto. No es para menos. En pocos años será posible automatizar muchos procesos sanitarios y tendremos asistentes con inteligencia artificial capaces de ayudarnos con múltiples aspectos de cuidado, prevención, tratamiento y diagnóstico. Lo que no es susceptible de ser automatizado es una escucha de calidad de la que broten una cuidada anamnesis e historia clínica junto con una exploración física adecuada.





FUNDAMENTOS DE LA MEDICINA LENTA


  1. Tiempo suficiente.
  2. Personalizar.
  3. Autonomía y autocuidado.
  4. Salud positiva
  5. Prevención
  6. Calidad de vida
  7. Medicina integrativa
  8. Seguridad primero, no hacer daño
  9. Pasión y compasión
  10. Tecnología basada en la persona.



Slow medicine, your medicine to a healthy life

Ten basics of Slow Medicine

 

1. Time

Time for listening, for understanding, reflection, consultation and emotional support. Medical decision making will improve when doctors invest in time and mindful attention.

2. Personal, individual

Tailor-made care, proper care, equitable care. Indivualisation instead of generalization. The patient is the measure of things and the patient's point of view is leading.

 

3. Autonomy and Self Management

Shared decision making, the patient's values, expectations and preferences are key. This encompasses an embedding of the care program in the patient's environment; family, neighbours, friends and other resources.

 

4. Positive Healh

New health-defining concept “positive health” (researcher Machteld Huber) focusing on resilience and self management. Shifting the emphasis to health (rather than illness) helps policy makers and politicians to change their approach to health care and disease prevention. This change is urgently needed if we are to maintain high quality care that is also affordable.

 

5. Prevention

Healthy, slow food is the basic medicine to a healthy life. And to keep in physical shape through exercise. Positive thinking can (re)program our brain to stay healthy.

6. Quality of life
Doing more does not always mean doing better. Quality over quantity, the acceptance of the inevitable. Doing nothing as a (medical) art.

7. Integrative medicine

The best of 2 worlds: regular medicine if necessary. Additional medicine if possible, preferably evidence based. Safety over effectiveness. No metaphores of war, fight etc but of recovery and equlibrium/balance.


8. Safety first: do no harm

Hippocrates' oath: Primum non nocere and iI dubio abstino.

 

9. Passion and Compassion

Medical peer networks such as Platform ECG en Compassion for Care are aiming to reenter the themes compassion en passion in care. Too much focus on working by the book and control will harm care and working in the care sector.

 

10. Human focused technology

Hi-tech serves humans, not the other way around. New technologies have to be designed to enhance self management and the Slow Medicine objectives.




Si te interesa el tema te dejo una interesante entrevista a Ladd Bauer

viernes, 24 de marzo de 2017

@Deathcafe #HablemosDeLaMuerte ¿sirve de algo?


Hengki Koentjoro
Hengki Koentjoro
Hengki Koentjoro
Foto: Hengki Koentjoro



Veo tu belleza
veo muerte tu aguijón
nieva por dentro




Ayer en 20 ciudades españolas y de otros países tuvo lugar un @Deathcafe, iniciativa de Jon Underwood y Sue Barsky Reid, basada en las ideas de Bernard Crettaz, que en esta edición promovía el proyecto HUCI con la infatigable energía de Gabi Heras.

¿Sirve de algo hablar de la muerte en una sociedad que la esconde y la considera algo negativo? A tenor de lo compartido en el diálogo que en Collado Villalba tuvimos nueve personas de ámbitos profesionales, personales y sociales distintos yo diría que sí. Dado que en familia o con amigos es casi imposible sacar el tema a todos los participantes en el encuentro nos hizo bien escuchar las ideas, sentimientos e inquietudes de los demás y compartir las propias.

En este mundo hipertecnificado donde cada vez se muere peor, más en soledad, en ambientes hospitalarios alejados del domicilio, tras procesos que abundan en intervencionismo sanitario y escasez de comunicación de calidad, parece que recordar que los demás albergan pozos de conocimiento y sabiduría sobre el tema de la muerte esperando ser abiertos es una buena noticia. Y es que todos, llegados a una edad, hemos vivido muchas muertes tanto ajenas como propias. Hemos asistido a muertes y despedidas de seres queridos y amigos, de mascotas, de pérdidas de salud, trabajo, propiedades, dinero o dignidad, de duelos sencillos y complejos. Hemos quizá muerto alguna vez al ser abandonados de adolescentes por la persona que adorábamos o tras ver como todo lo que constituía un mundo aparentemente inexpugnable se hundía como un castillo de naipes bajo una suave brisa.

Los contertulios que ayer me acompañaron me dejaron claro que la muerte es real, que las cicatrices que deja tras su paso son reales. Algunos la habían visto pasar de lejos otros de cerca, todos conocían su rigor y la sensación fría que anuncia su llegada. Tal vez por eso agradecimos especialmente la agradable cafetería que nos acogía con una chimenea al fondo, una televisión apagada y música a un volumen que permitía hablar tranquilamente. Saber que no éramos los únicos era reconfortante. En una sociedad que no trata este tema conseguimos salir a la calle sin estruendo, de una manera lúcida y discreta, haciendo algo que nos enseñaron nuestros abuelos griegos: convertir el espacio público en una plataforma de diálogo. Al despedirnos había sonrisas en las caras. Un sentimiento de satisfacción que no precisaba de palabras, aquel par de horas había merecido la pena.

miércoles, 22 de marzo de 2017

Tomar conciencia del exceso





Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos habitamos una vida de exceso. La existencia nos provee con una sobreabundancia que roza el absurdo. Las casi infinitas gotas de agradable agua caliente que acarician nuestra piel en la ducha, la ropa limpia con la que nos vestimos, el desayuno abundante con alimentos diversos provenientes de muchos lugares... Abrimos el día con elementos suficientes para despertar el asombro y la gratitud, lamentablemente suelen pasar desapercibidos, y no tomamos conciencia instalados como estamos en densos niveles de despiste, pensamiento rumiante y embotamiento afectivo. Algunos lo llaman estrés, otros ritmo de vida moderno, yo prefiero decir alienación. Estamos alienados por las circunstancias y sobre estas por nosotros mismos y nuestra programación mental.

La incapacidad de tomar conciencia del exceso que el universo ha provisto a nuestro alrededor con un planeta como el que habitamos, un diseño genético como el que encarnamos y unas posibilidades de aprendizaje y crecimiento como las que tenemos nos sume en una oscuridad de la que no es fácil salir. Terminamos convertidos en zombis de la queja, seres que vagan por el mundo llenándolo de protestas y otros contaminantes. Es imposible ser feliz cuando no se alcanza a ver la maravilla y uno habita en sombras permanentes. Por eso los poetas han sido siempre determinantes y eran bien considerados y mejor acogidos. Es necesario cantar las maravillas para recordar que están ahí y poder sentirlas en plenitud. Hoy las pantallas y la propaganda han expulsado a los poetas, hemos construido una sociedad opulenta que se siente mísera. Nuestros indicadores de salud son altísimos pero la gente se siente cada vez más enferma, económica y políticamente estamos mejor que nuestros abuelos pero la mayoría protestamos de continuo por no sentirlo así. "Cualquier tiempo pasado fue mejor", dicen algunos torciendo la mirada para evitar ver que la evidencia dice lo contrario. Nos sentimos deficitarios y carentes por tanto compararnos con el resto. Todos quieren ser como el millonario, el deportista famoso o la escultural actriz y como no lo consiguen terminan protestando por una injusticia inconsistente dado que esos que admiran por su brillo también tienen sombras alargadas convenientemente disimuladas por los técnicos de iluminación correspondientes.

Nos jugamos nuestra felicidad según interpretemos que el vaso que nos sirve de la vida está medio lleno o medio vacío. Según nos coloquemos en la bancada de los que sienten las carencias de la vida o su desbordante generosidad terminamos gritando protestas y quejas amargas o coreando alegres consignas. No es difícil adivinar cuál es la grada de mayor tamaño en este partido. De cualquier manera me gustaría invitarles al pequeño palco donde desde antiguo se instalaron los que se atrevieron a mirar la vida con ojos de niño, loco o poeta. Es un lugar pequeño, modesto, alejado del terreno de juego pero en su simplicidad rebosa un esplendor difícil de contar con palabras. Es en este rincón de donde surgirá de nuevo la posibilidad de comprensión que permita avanzar el siguiente paso a esta humanidad torpe pero tenaz de la que formamos parte. Anímense y visítenlo, está mucho más cerca de lo que se imaginan.

viernes, 17 de febrero de 2017

Formas, mente y más allá


-seraphim 

Seraphin, foto de  Marilylle Soveran


 


Tal vez en un futuro lejano seamos capaces de entender el descomunal grado de magnitud de información que nos rodea. Nadados entre torbellinos gigantescos de datos, de números que danzan, de espirales que adoptan diferentes variables de energía, vibración, posición y momento. Nuestros sentidos lo interpretan como formas que seguidamente etiquetamos para poder hacernos una imagen inteligible del mundo. Aquí vemos una hoja, allí un camino, un poco más allá un grupo de árboles. Ahora oímos un murmullo de río, después unas risas de niños. Las infinitas formas que nos rodean son creaciones de la mente. Interpretaciones neurológicas de patrones de masa y energía a las que damos nombre.

La estructura mental más básica es la identidad, la facultad que diferencia al propio ser del resto del universo, la facultad que por ende permite la supervivencia al atender las necesidades básicas del ser y defenderlo del dolor y el peligro. Compartimos dicha facultad con moscas y gusanos cuyos diminutos sistemas neurológicos les animan a buscar el placer y a huir del dolor con la misión de crecer, desarrollarse y reproducirse.

Pero ¿qué pasaría con las formas si no hubiera mente? En buena lógica podríamos inferir que dejarían de ser formas por tanto no estarían separadas entre sí ni del ser sin mente que las mira. ¿Qué es lo que ve un recién nacido o un nonagenario con demencia de Alzheimer avanzada? Ven un universo continuo en el que no existe identidad que separe las formas ni a ellos mismos. No hay pues ego, ni autoconocimiento, no hay testigo, no hay dualidad. Si quieren un ejemplo más cercano consideremos la situación de apagar la mente que solemos hacer cada noche al dormir, o en las situaciones de intoxicación etílica o por otras drogas. La mente deja de funcionar y por lo tanto la percepción del mundo es diferente. Al dormir la mente pasa a modo sueño y funciona con otros parámetros. Un sueño puede recrear una situación virtual donde el soñador sea el protagonista que interacciona con un medio. Se crea una identidad onírica y unas formas oníricas con las que se narran tramas imaginarias o reproducidas de la memoria. En la intoxicación etílica el ser casi apaga casi completamente la identidad perdiendo parcialmente la facultad de reconocer formas y etiquetarlas.

Hay tradiciones espirituales como el Vedanta advaita y otras que promulgan la búsqueda de estados de no dualidad, donde el testigo contempla el mundo y a sí mismo como una misma cosa. Tratan de traspasar el velo mental que nos separa de la verdadera naturaleza de lo observado. Otras como la de los derviches giróvagos buscan la unión con el universo mediante la danza ritual que hace girar sin cesar al buscador. En otros caminos se utilizan hongos y sustancias alucinógenas que abren la mente de quien las consume a otro tipo de visión. Las más antiguas se ayudan de tambores y música repetitiva que intenta inducir un estado de trance que nubla la mente y permite observar aspectos mágicos y especiales del mundo.

Ir más allá de la mente ha sido una de las metas de la humanidad, uno de los principales viajes que se han acometido desde la noche de los tiempos. Necesitamos respuestas y en este lado de la percepción no las encontramos. El chamán primero y los sacerdotes y místicos después, se atrevieron a salir de sí mismos hacia otros mundos donde encontrar el necesario conocimiento que nos dotase de sentido. Los paradigmas religiosos, cosmológicos y antropológicos básicos surgieron de aquí. Los arquetipos que explicarían el mundo también.

Hoy sin embargo hemos entronizado a la ciencia como fuente suprema del conocimiento objetivo y miramos con recelo las alternativas antiguas de búsqueda subjetiva de respuestas. Hemos avanzado mucho en pensamiento racional al precio de dejar de lado los procesos irracionales que nos llevan acompañando desde que el mundo es mundo. Aunque si miramos bien no los hemos dejado de lado del todo. Un 25% de los enfermos sigue consultando con magos, homeópatas o terapeutas alternativos que no ofrecen tratamientos objetivos. Un gran porcentaje de ciudadanos sigue leyendo su horóscopo y buscando respuestas en astrólogos o echadores de cartas. Una gran mayoría sigue creyendo en dogmas e ideas que no tienen fundamento científico alguno y construyendo a partir de ellas sistemas morales que rigen su conducta.

No estamos tan lejos de aquellos ancestros anteriores a la revolución neolítica por mucho que nuestras ropas o casas parezcan más sofisticadas. Seguimos en mitad de un universo que entendemos parcialmente y que sigue albergando monstruos, dudas y grandes incertidumbres. Seguimos perdidos en mitad de una selva que se empeña en escondernos sus caminos. La luz de la ciencia nos permite ver un poquito mejor pero no es suficiente para el grado de sombra que la noche cierne alrededor. Durante mucho tiempo tendremos que seguir recurriendo a nuestra naturaleza híbrida racional e irracional, cortical y subcortical, objetiva y subjetiva. Habrá que seguir cruzando a la orilla misterios del mundo subjetivo, ese donde la mente no puede entrar, para encontrar las respuestas que nos ayuden a marcar el camino.

Mientras tanto habrá que seguir conviviendo con charlatanes y sabios, con brujos y científicos, con iluminados y poetas. No nos será sencillo distinguir el trigo de la paja dado que al haberse globalizado la humanidad convivirán inevitablemente tantos caminos como culturas y subculturas haya. El reto seguirá estando donde siempre, en el territorio personal interior, en ese mar que todos contemplamos por la noche y al que nos da pavor enfrentar con medios tan exiguos. Sin embargo sabemos que al otro lado hay vida, hay territorios, islas y tesoros. También que es arriesgado al podernos encontrar con infortunio y muerte. Ese miedo nos ha hecho delegar en otros el viaje, subcontratar un mago o una creencia que viaje por nosotros y nos traiga respuestas.
El dia en que cada cual acometa las suyas tal vez veamos surgir una nueva cultura que cambie para siempre el modo en el que vemos y comprendemos lo que nos rodea. 









viernes, 10 de febrero de 2017

Cerebros de diseño



Brains
Foto de Neil Conway




Lo que pensamos y sentimos que es la realidad no es más que el resultado de pasar el universo por el tamiz del cerebro, la apuesta que ha hecho el diseño natural para adaptar la materia viva al entorno particular de este planeta. Podríamos decir que dicho sistema de procesamiento no es más que un conjunto de filtros sensitivos por un lado y cognitivos por otro. Los primeros se especializan en filtrar determinadas ondas lumínicas que transforman en visión, ondas de presión atmosférica que transforman en sonido, químicos volátiles que serán olfato, químicos diluidos que serán gusto y temperatura y presión local que serán tacto. A nivel cognitivo nos manejamos con una serie de programas que manejan las anteriores sensaciones, utilizan un lenguaje verbal como código, una memoria y un sistema de producción de escenarios y alternativas. Pese a que aparentemente la variabilidad de la función cerebral parece infinita e individual como pudieran pensarse que son los rostros y características de cada ser humano, el patrón común es en todos predominante. Estamos determinados por los filtros biológicos y lo posteriores adquiridos que incorporamos al sistema. 

Vemos la vida del color de las gafas que usamos, en este caso cerebrales. Cuesta decir si sería posible otro diseño en nuestro medio dado que a lo largo de estos cientos de miles de años han desaparecido todas las alternativas y no tenemos con qué comparar. Lo que tenemos delante nos parece que es la realidad pero esta es mucho mayor de lo que podemos percibir. Tal vez algún día sea posible modificar los filtros sensoriales y ampliarlos, crear nuevos o anular alguno. Tal vez puedan crearse simuladores o interfaces que permitan acercarse a determinados ecosistemas actualmente vedados para nuestra biología. Imaginen moverse a sus anchas por la lava de un volcán o por el frío espacio de la estratosfera. Más aún, desplazarse por un cometa errante o flotar en un mundo gaseoso como Júpiter. Lo mismo con los filtros cognitivos, poder pensar con mayor poder de cálculo, con más capacidad de procesamiento de imágenes o con una memoria casi ilimitada. 

Tal vez el momento de acceder a estas posibilidades esté más cerca de lo que pensamos. De hecho ya está sucediendo de alguna manera dado que desde la prehistoria las herramientas que el hombre ha construido han ayudado a modificar su cerebro. En poco tiempo tendremos sistemas de realidad virtual más potentes y poco a poco la comunicación y el acceso de las máquinas al cerebro se irá mejorando hasta conseguir una interface cerebro máquina totalmente operativa. Estaremos entonces ante una singularidad dado que una nueva especie habrá sido creada con posibilidades inéditas. Entre ellas la de modificar los filtros cerebrales a su conveniencia y poder desarrollar nuevas propiedades y funciones. Este salto evolutivo tendrá sin duda enormes consecuencias para la especie homo sapiens que se verá abocada a desaparecer en pocas generaciones en beneficio de la recién llegada mucho más potente en todos los sentidos. No podemos saber si el homo transapiens será capaz de restablecer el equilibrio ecológico del planeta, misión que su antecesor no fue capaz de conseguir. Tampoco si sobrevivirá a los grandes cambios que el planeta experimentará en los próximos siglos. Lo cierto es que, de alguna manera, esta carrera por modificar y complejidad los sistemas cerebrales seguirá con o sin nosotros. Por eso me parece prudente recordar al sabio que hace milenios se dio cuenta de que todo a su alrededor era vanidad. Por mucho que uno corra llegamos todos al mismo sitio, de momento. Tal vez en unos años el destino sea susceptible de modificarse a la par que el cerebro que lo enfrenta.

En estos tiempos de crisis asistimos a un choque de trenes en el ámbito de los valores. Por un lado la generación de nuestros padres asiste desconcertada al ocaso de un tiempo que primaba la virtud, es esfuerzo y el servicio. Una época donde la moral cristiana que se vivía en Europa permitió la reconstrucción de esta tras las cenizas de las dos guerras mundiales, y las guerras civiles de España y la exYugoslavia. Por otro tenemos las nuevas generaciones crecidas bajo el imperio del mercado globalizado, que corona los valores del éxito, la prosperidad y la eficiencia. El rey dinero parece prevalecer sobradamente en el Olimpo de los dioses. De hecho las creencias en lo transcendente se han exiliado al ámbito privado de cada cual y solo parecen servir para calmar la conciencia individual. Poco se asoman a la vida pública, poco se transforman en acciones visibles. 

Cada cultura otorga un distinto valora a todo lo que existe. Estos constituyen la carta de navegación de dicha sociedad por el mar de la incertidumbre de la vida. Hay pueblos que minusvaloron el respeto al medio ambiente y en consecuencia desaparecieron. La Isla de Pascua es un ejemplo. Otros se asentaron en valores sólidos y aguantaron mil años. Pero ¿qué valores son mejores? esta pregunta no es fácil de responder, muchos filósofos han dedicado su vida a ello sin un claro desenlace esperanzador. Solemos construir la respuesta mezclando las preferencias grupales y familiares con las nuestras que construimos desde la infancia. Vamos dando valor a las cosas según las experimentamos. Esta interacción de lo externo con nuestra personalidad, carga genética y recuerdos termina destilando la carta personal de valores de cada cual. 

Tal vez lo más sencillo para reflexionar sobre ello sea pensar en qué valoramos más, ¿qué es lo más importante para ti? Si conseguimos averiguarlo será más fácil seguir construyendo.
El ser humano es capaz de llegar lejos si tiene esto claro, tenemos muchos ejemplos de virtuosos en la música, la ética, la guerra, la política y cualquier campo que elijamos. Personas tenaces que han tenido claro lo que querían sabiendo lo que valoraban de la vida. Personas que arriesgaron todo lo que tenían apostando a la casilla de su valor principal. 

La inteligencia ética sería la faceta interior que nos facilitaría esta visión del mundo de los valores y principios. Se suele desarrollar con la reflexión, el diálogo, el pensamiento y el discernimiento. También son ayudas las incontables palabras escritas de tantos filósofos y sabios que nos han regalado sus pensamientos y su ejemplo. Llama la atención que en la enseñanza secundaria haya desaparecido la asignatura de filosofía del programa, también que no exista nada semejante en la parrilla televisiva y que los libros al efecto cada vez ocupen menos en las librerías mientras crece la de autoayuda o la de gastronomía. 

Vivimos tiempos inciertos y es verdad que no hay muchos referentes públicos que ayuden a la sociedad a construir su mapa de valores. Lo habitual es encontrar a personajes peculiares o esperpénticos en tertulias de café que más bien parecen zafias peluquerías o bares mal hablados. No suelen invitar a sabios a los platós televisivos, salvo alguna excepción. Tampoco en las familias se visibiliza a los mayores que con el curriculum de una larga vida tal vez pudieran aportar sensatez a los más jóvenes. Ahora solemos dejarlos deteriorarse en residencias mientras corremos ávidos a nuestros mil quehaceres. Al no seguir una ruta clara terminamos en una tempestad de movimientos que nos obliga a caminar en círculos y no avanzar.

Como siempre suele pasar cuando la situación parece perdida viene bien recordar que en algún lugar hay una salida. En nuestro caso más cerca de lo que pensamos. Cada ser humano tiene una ficha de vida que colocar en la ruleta de la existencia. Tenemos la posibilidad de elegir. Merece la pena pensar bien que dirección tomar de las infinitas que nos ofrecen. Merece la pena discernir hacia dónde queremos ir. Nos jugamos la vida a la hora de elegir nuestros valores.



martes, 7 de febrero de 2017

La capacidad humanizadora del cuidado





Con el paso de los años vamos dándonos cuenta de que hay verbos que humanizan o deshumanizan. Según el uso que hagamos de ellos nos vamos convirtiendo en distintos tipos de personas. Los perfiles que por ejemplo gustan de conjugar verbos como ganar, medrar, ascender, conseguir, comprar, robar, acumular son muy distintos de los que hacen lo propio con escuchar, acompañar, servir, cantar, crear, compartir... Cada verbo que encarnamos con nuestras acciones nos termina modelando como un cincel, modificando nuestra forma externa e interna, nuestra manera de existir. Y los demás son testigos de ello, de esa evolución progresiva que nos va humanizando o destruyendo. Tal vez nosotros no sepamos por donde van los tiros, pero los que nos rodean se dan perfecta cuenta. Los discursos pueden engañar no así nuestras acciones.

Por estas razones me gusta mucho la palabra cuidado dado que cuidar es uno de esos verbos fantásticos capaces de llevar a plenitud nuestra humanidad. Fueron nuestros ancestros olvidados los que empezaron a darse cuenta del poder enorme que esconde el cuidado. Los que dejaron de abandonar a los ancianos de la tribu o comenzaron a enterrar y honrar a los que iban cayendo en el camino. Los que empezaron a aceptar lo diferente y buscaron formas nuevas de relacionarse con los seres animados e inanimados que les rodeaban. Para cuidar es menester tener delante un objeto o sujeto de cuidado. De niños comenzamos entrenándonos con los cuadernos del colegio, los zapatos o tal vez una pequeña tortuga. Poco a poco vamos descubriendo las sutilezas de cuidar a los que nos rodean y empezamos a saludar al bedel del instituto, a dar los buenos días al señor del quiosco de chuches o a agradecer con sinceridad los regalos que nos hacen. Aprendemos a pasar un rato extra con el familiar que esa semana cayó enfermo o damos un paseo con el abuelo que camina mucho más despacio que nosotros. Mientras más vulnerable es el sujeto de cuidado mayor es la amplitud de cuidado que surge. Es por eso por lo que tener un bebé cerca nos llena de solaz y nos asombra o por lo que estar cerca de una persona muy enferma, discapacitada o moribunda nos abruma. Podemos sentir emociones intensas que surgen de la posibilidad de vernos a nosotros mismos como ellos. Es por esto por lo que la palabra cuidar nos humaniza. Si somos capaces de traspasar las sensaciones, ideas o emociones que puedan surgir entraremos en un espacio que nos permitirá obrar el milagro de cuidar en vez del curso de acción más frecuente que es salir corriendo.

En una sociedad interconectada en la que cada vez dependemos de personas a las que no conocemos será cada vez más importante cuidar a los demás. Es la única forma posible de globalizar la humanización y no su contrario. Si queremos sobrevivir no podremos hacerlo activando hasta el extremo el gen cazador/depredador. Si el hombre es un lobo para el hombre terminaremos devastados. La simplicidad de la palabra cuidado tiene la capacidad de evitarlo consiguiendo que el hombre sea más humano con todo lo que le rodea.

viernes, 3 de febrero de 2017

Cuarenta y siete pacientes cada día





Creo que soy un médico razonablemente competente, atento y compasivo. Humano, débil, fácilmente vencible. A veces siento que no puedo aguantar tanta presión, que el sufrimiento que me ofrecen mis pacientes es demasiado grande para alguien tan pequeño. Por eso en lugar de añadir llanto permítanme regalarles mi agenda de ayer convertida en soneto.





Cuarenta y siete historias conforman el ardor que me acoge
Llamas de dolor rojo, angustia, miedo y un negro sentimiento
Esperan que mis manos algo alivien pero hoy camino lento
Mientras el fuego inflama estos pies que se traban y encogen.

Me fundo en un ovillo de burocracias grises, pantallas y ruido,
Entre lágrimas ocres, muecas de angustia y queja contenida,
En el licor amargo que me tienden para beber despacio:
El cetrino cáliz que los hombres destilan con sus gritos.

Termino la jornada chamuscado, terrible cefalea, muy contrito,
Con pasos cortos enfilo la salida, humillado, proscrito,
Sabedor del mal que me ha vencido: la pegajosa herrumbre del quejido.

Necesitaré lamerme las heridas, tomar un verde bebedizo,
Refugiarme en tus versos azules, recorrer muy despacio las calles
Y reclinar la faz en la almohada hasta que nos rescate el sol invicto.






Cuando tengan un día realmente malo les sugiero tres cosas:


1. Cuando se den cuenta de la catástrofe que viven dejen de darse caña y pasen al siguente punto.

2. Respiren

3. Conviertan su desazón en algo que no duela.


Lean a su autor favorito, escuchen música delicada, caminen lentamente por un parque.
Escriban un poema, tal vez dos. Si no les llega anoten las palabras que sientan por muy negras que sean.
Si tienen la oportunidad cuenten su caso. Si no hay interlocultor busquen al viento.

Y recuerden que tras toda tormenta, si se espera un poquito, viene la calma.



Les dejo con unos grandes maestros que seguro les inspiran.