martes, 7 de febrero de 2017
La capacidad humanizadora del cuidado
Con el paso de los años vamos dándonos cuenta de que hay verbos que humanizan o deshumanizan. Según el uso que hagamos de ellos nos vamos convirtiendo en distintos tipos de personas. Los perfiles que por ejemplo gustan de conjugar verbos como ganar, medrar, ascender, conseguir, comprar, robar, acumular son muy distintos de los que hacen lo propio con escuchar, acompañar, servir, cantar, crear, compartir... Cada verbo que encarnamos con nuestras acciones nos termina modelando como un cincel, modificando nuestra forma externa e interna, nuestra manera de existir. Y los demás son testigos de ello, de esa evolución progresiva que nos va humanizando o destruyendo. Tal vez nosotros no sepamos por donde van los tiros, pero los que nos rodean se dan perfecta cuenta. Los discursos pueden engañar no así nuestras acciones.
Por estas razones me gusta mucho la palabra cuidado dado que cuidar es uno de esos verbos fantásticos capaces de llevar a plenitud nuestra humanidad. Fueron nuestros ancestros olvidados los que empezaron a darse cuenta del poder enorme que esconde el cuidado. Los que dejaron de abandonar a los ancianos de la tribu o comenzaron a enterrar y honrar a los que iban cayendo en el camino. Los que empezaron a aceptar lo diferente y buscaron formas nuevas de relacionarse con los seres animados e inanimados que les rodeaban. Para cuidar es menester tener delante un objeto o sujeto de cuidado. De niños comenzamos entrenándonos con los cuadernos del colegio, los zapatos o tal vez una pequeña tortuga. Poco a poco vamos descubriendo las sutilezas de cuidar a los que nos rodean y empezamos a saludar al bedel del instituto, a dar los buenos días al señor del quiosco de chuches o a agradecer con sinceridad los regalos que nos hacen. Aprendemos a pasar un rato extra con el familiar que esa semana cayó enfermo o damos un paseo con el abuelo que camina mucho más despacio que nosotros. Mientras más vulnerable es el sujeto de cuidado mayor es la amplitud de cuidado que surge. Es por eso por lo que tener un bebé cerca nos llena de solaz y nos asombra o por lo que estar cerca de una persona muy enferma, discapacitada o moribunda nos abruma. Podemos sentir emociones intensas que surgen de la posibilidad de vernos a nosotros mismos como ellos. Es por esto por lo que la palabra cuidar nos humaniza. Si somos capaces de traspasar las sensaciones, ideas o emociones que puedan surgir entraremos en un espacio que nos permitirá obrar el milagro de cuidar en vez del curso de acción más frecuente que es salir corriendo.
En una sociedad interconectada en la que cada vez dependemos de personas a las que no conocemos será cada vez más importante cuidar a los demás. Es la única forma posible de globalizar la humanización y no su contrario. Si queremos sobrevivir no podremos hacerlo activando hasta el extremo el gen cazador/depredador. Si el hombre es un lobo para el hombre terminaremos devastados. La simplicidad de la palabra cuidado tiene la capacidad de evitarlo consiguiendo que el hombre sea más humano con todo lo que le rodea.
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