En el siglo primero no había presupuestos sanitarios, ni sanidad, ni consejeros, ni hospitales. Tal vez por eso algunos no tenían más remedio que hacer milagros. A muchos le costará reconocerlo pero hay muchas probabilidades de que tengamos que volver a retomar esas viejas costumbres. Cada vez con menos personal, cada vez con menos recursos, cada vez con menos fondos... nos veremos abocados a caminar sobre las aguas, convertir el agua en vino, curar a los enfermos imponiendo las manos y resucitar a los muertos imprecándoles con las palabras adecuadas. De otra forma no se me ocurre cómo mantener la asistencia sanitaria si la edad media poblacional aumenta, el deterioro físico y la complejidad clínica se van haciendo exponenciales y la ciudadanía está cada vez más sobremedicada y sobrediagnosticada.
Es verdad que no todos los profesionales sanitarios están capacitados para gestionar milagros. Muchos trabajan agobiados por su situación de precariedad laboral y ni se les pasa por la cabeza intentarlo, otros están tan sobrecargados que ya ni miran a sus pacientes, obligados a rellenar tremendas listas burocráticas en sus ordenadores, algunos siguen intentando hacer las cosas lo mejor que pueden pero las condiciones laborales no se lo ponen fácil...
Los políticos dicen que todo va bien, que tenemos una sanidad "de las mejores del mundo" (mientras usan, sin mucha controversia, su mutua o compañía privada). Se empeñan en aparentar normalidad cuando el Titanic está ya sospechósamente escorado. A la gente tampoco parece importarle demasiado, agobiada como está con otros múltiples problemas. Llegará un día en que será necesario pagar con tarjeta al entrar en cualquier establecimiento sanitario pero para muchos eso tardará y ni les quita el sueño ni les evita disfrutar de sus campeonatos de fútbol preferidos.
He de reconocer que he caminado sobre el agua en pocas ocasiones. Cuando lo he conseguido ha sido en encuentros terapéuticos de gran intensidad, dolor o complejidad. El paciente me ha permitido acceder a su herida y juntos hemos caminado sin hundirnos. Hoy tenemos artistas capaces de remedar estos misterios orquestando espectáculos creativos para masas que pasean por lagos como lo harían por el pasillo de su casa. En el mundo sanitario veremos cosas semejantes. Mucho glamour, mucho celofán, mucha fantasía.
Cuando se acabe el dinero, se termine el papel naranja de envolver y nos quedemos con cara de sorpresa mirando la puerta cerrada del servicio sanitario al que estábamos abonados algunos se acordarán de aquellos viejos maestros que curaban solo con sus manos. Terminarán buscándolos en sus teléfonos móviles que les remitirán a anuncios de consultas de terapias natural, biomagnética o ultrasofrológica, pero en estos casos de tarifa elevada, lo gratis se acabó.
Este artículo se publico originalmente en el Huffington Post
Fotos: instalación del artista plástico Christo en un lago italiano.
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