Conozco playas llenas de barcos varados para siempre
enormes esqueletos de metal que la soledad oxida
y el mar de la desidia corrompe lentamente
mientras impías gaviotas se ríen sin pudor de su desgracia.
He visto enormes simas en la tierra, barrizales hediondos,
donde un ejercito de manos como hormigas buscan oro
en hileras sin fin, en escalas atestadas que suben y bajan,
en la asfixiante atmósfera de la avidez y la pura pobreza.
Una vez me recosté en un tigre, abrazando su espalda
y mi inconsciencia, la misma que me hace olvidar
el drama de mi estirpe que inexorable se pierde para
siempre.
Arde la carne en su deseo, aventada en ruido, crepitante,
quema la meseta los calendarios ciegos, la luz de los
mejores;
algunos esperamos la lluvia, sentados, diligentes, casi
yermos.
Yermos. Salvador Casado.
Sebastiao Salgao. La sal de la Tierra.
Maltratar es un verbo tristemente de moda. Ocupa las noticias, también conversaciones. Es común escuchar como alguien maltrató a otra persona, a un animal, tal vez un aparato. Es común encontrar signos de protesta en el planeta por el maltrato sistemático que sufre en forma de contaminación, expolio y destrucción.
La desgracia primera se encuentra sinembargo más cerca de lo que imaginamos pues todo mal-trato nace del propio corazón. Cuando una persona no es capaz de bien-tratarse tampoco lo es de hacerlo con los otros. Si preguntaramos a nuestro perro que es buen-trato tal vez nos diría que correr y moverse libremente, sin ataduras ni correas. Comer lo necesario, poder orinar cuando le viniera en gana y olisquear, buscar congéneres del otro sexo a su debido tiempo y descansar tranquilo si estuviera cansado. ¿Y si nos preguntamos a nosotros? cómo estamos comiendo, cómo nos estamos moviendo, cómo nos relacionamos con los demás, cómo descansamos... La respuestas serían ingratas. Comemos más de lo necesario (nos cebamos), descansamos menos de lo que necesitamos (nos tensamos), nos movemos mucho menos de lo imprescindibles (nos confinamos), nos relacionamos mal con los demás (nos alienamos)...
El maltrato por tanto surge de cada cual. Es complejo encontrar a alguien que no se maltrate de alguna u otra forma. Es sencillo asistir a sofisticadas formas de maltrato o a cantidades ingentes del mismo dentro de una persona. Como sociedad confinamos a los bebés en guarderías separándolos de los brazos de sus madres y padres que es donde deberían estar. A los más mayores los metemos en residencias donde sus carnes y sus mentes se pudren anticipadamente convirtiendo en maldición su esperanza de vida. No seguiré, creo que ya me entienden.
Tal vez nos consigamos dar cuenta a tiempo de lo importante que es darnos cuenta del tipo de relación que cada cual tiene consigo mismo. Detectar los maltratos autoimpuestos y transformalos en buen trato. Un poquito más de movimiento tal vez, un poquito menos de sobrealimentación. Más naturaleza y más abrazos, menos televisión y horas de silla.
No se precisan planes estratégicos, ni recursos económicos ni institucionales. El buen trato comienza dando los buenos días al llegar al trabajo, o dando un beso al regresar a casa. Saliendo a pasear bien acompañado o respirando tranquilamente cuando no hay compañía. Escribiendo un verso y regalándolo, leyendo una novela y dando mentalmente las gracias al autor. No se imaginan lo importante que es para el planeta y para los demás que nos queramos un poquito más, que nos tratemos un poquito mejor.
1 comentario:
Y pensar que con un poco de sentido común bastaría para bien-tratarnos aunque sea un poco. A veces la sociedad atrasa
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