domingo, 22 de noviembre de 2015

Palabras mortales


Eran tiempos oscuros
Olvidaron el poder de la risa
La fuerza natural de la palabra.


Se refugiaron entre pesados muros
En artificiales paraísos de silicio
Pero allí dentro no había sol.


En esa tierra sin poetas
Se agostaron los gozos y las sombras
Sólo quedó el olvido.







Aprendió de pequeña el enorme poder que encierran las palabras. Sus padres no la pegaron nunca, tampoco la chillaron, algo inaudito siendo ambos seres desesperados. Trabajaban como actores en lo que les salía, no fueron tiempos fáciles. Aprendió a modular con pocos años, tuvo que espabilar para sobrevivir. El ambiente del barrio y del colegio era completamente hostil para una niña flaca y debilucha que hubiera sido carne de cañón sin un arma tan potente como aquella. Tenía una gran sensibilidad con las palabras, las llegó a conocer y a sentir de una manera antigua como si fueran seres vivos, entes complejos que requieren cuidados. Fue aprendiendo a distinguir las que daban vida de las que la quitaban. Comprendió que eran su única posibilidad, la única salida disponible. Tenía siete años cuando comenzó a declamar. Supo aquella tarde de noviembre que ya nada sería igual. Nadie volvió a pegarla. Se transformó en un ser implacable capaz de movilizar las emociones más terribles. En su mundo habitaban la violencia y el horror, la fuerza bruta y la inmundicia. Cuando entendió que todo era nombrable recuperó el poder que en el principio de los tiempos obstentó Eva. La primera criatura que fue capaz de dar vida y dar muerte con algo tan etéreo, de doblegar al hombre y de engañar a Dios y también al diablo.



Dedicado a Roberto Sánchez, él sabe por qué.

http://youtu.be/fT1QUX0iVIY

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