Habitamos una época de luz, tecnología, ciencia y desarrollo. Nunca antes se había visto nada igual, podemos hablar con cualquier persona del mundo usando un reloj, acceder a cantidades ingentes de información en un segundo o sanar enfermedades antes mortales. Por estas razones es fácil que nos creamos más de lo que somos y que trivialicemos cuestiones importantes. Y además es posible que los focos no nos permitan ver bien las sombras que inevitablemente se producen.
La ley de hierro que ha permitido estos milagros se llama libre mercado y su misión maximizar beneficios. Para ello es necesario dinamizar la economía a cualquier precio. Como consecuencia se anima a la producción y al consumo acelerando tanto la economía como la sociedad y finalmente cada ciudadano. Todo va cada vez más rápido: trabajo, ocio, vida pública y vida privada. Y como telón de fondo estamos sometidos a un enorme flujo de distracción mediado por pantallas y tecnología que nos sumerge en piscinas de estimulación continuada.
En estas circunstancias la reflexión, la consciencia y la comprensión disminuyen o se inhiben dado que necesitan para surgir de tiempos y procesos lentos que son fagocitados por la prisa incesante que exige el enjambre a nuestro alrededor. En lugar de reflexión propia nos quedamos con titulares ajenos, en lugar de consciencia de vida personal gastamos el tiempo viendo series y en lugar de comprensión asumimos el discurso de nuestros influencers preferidos.
La aceleración vital y el cortoplacismo inevitablemente asocian miopía social. Al centrarnos en el beneficio terminamos priorizando el propio antes que el común. A este respecto el ejemplo social de políticos, famosos y demás actores públicos actúa de imán que al visibilizarse y ampliarse ejerce un potente atractivo para todos. El problema es que los cuestionables códigos éticos de estos personajes les son disculpados mediante su innegable simpatía o atractivo y así en lugar de criticar que evadan impuestos o nos engañen, la reacción general tiende a disculparlos y promover su imitación.
De esta forma se banaliza el mal como Ana Arendt describió en los oficiales del ejército nazi que cometieron barbaridades acatando órdenes que no se permitieron cuestionar. A otro nivel lo vemos también en altos ejecutivos o altos políticos cuando por seguir consignas corporativas toman cursos de acción con efectos deletéreos para la sociedad. Y a menor escala en todos aquellos que defraudan impuestos, rapiñan recursos públicos o cometen engaños y fraudes con los privados.
En este contexto de descremado ético generalizado y de lucha social por recursos limitados, en el que pareciera que todo es posible si con ello gano algo, se da otro interesante fenómeno que banaliza el sufrimiento ajeno. Por un lado la fatalidad ajena nos interesa cada vez menos dado que no nos ayuda a conseguir ningún beneficio personal. Dedicamos tan solo un instante a la noticia y como mucho asociamos un pequeño sentimiento de lástima que enseguida nos quitamos de encima pulsando en el siguiente contenido. Bastante pesadez tiene nuestra vida para que la llenemos de tantas malas noticias. Y como los medios y plataformas de comunicación nos atacan con inagotables propuestas de catástrofes, guerras, muertos y sinsentido terminamos defendiéndonos con distracciones más benévolas que actúan de cortina sobre la desagradable realidad del sufrimiento ajeno. Por otro lado los propios canales de información tienden a aislarnos en burbujas sociales cada vez más pequeñas en las que se sitúan los afines, amigos y colegas. De este modo segmentamos el mundo trazando una línea roja entre los nuestros y los demás, a los que muchas veces veremos como enemigos o amenazas. El mal o el sufrimiento de lo que queda más allá de esa línea no nos afecta, que cada palo aguante su vela y que a mí no me lo cuenten.
Al eliminar de mi realidad la contemplación, consciencia, reflexión y comprensión del sufrimiento ajeno, inevitablemente me quedo con menos recursos para hacer lo mismo con el propio. El sufrimiento ajeno lo puedo negar o distraer, el propio no. Y cuando es moderado e intenso menos todavía. Por esta razón cada vez los médicos sufren más sobrecarga dado que los problemas personales que anteriormente la sociedad era capaz de auto gestionar terminan llegando en tromba a las consultas de medicina de familia y de salud mental. En ellas nos piden que les quitemos ese pensamiento rumiante, esa emoción terrible, ese estado de nervios, esa desesperación, ese sinsentido, esa soledad no deseada. En los cinco minutos de consulta poco puede hacer el galeno más que ofrecer alguna pastilla o aconsejar psicoterapia. Y el sufriente comprende que deberá acudir a otras puertas o seguir buscando a alguien que le quite el problema. Al haber banalizado el sufrimiento ajeno el propio ha aumentado de tamaño y se ha hecho ingobernable. Nuestra tolerancia a la frustración y al malestar ha disminuido comparada con la de nuestro predecesores, en un sistema laboral y social que no tolera las bajadas de rendimiento. Nos hemos convertido en líderes en consumo de psicofármacos y en drogas ilegales que aunque temporalmente parcheen algo tampoco consiguen arreglar el fondo del problema.
La única forma de empezar a enmendar un problema es tomando consciencia de él. Ante el sufrimiento ajeno solemos opinar. Esto ha sido siempre así y en los mentideros de cada pueblo o barrio se han comentado sin pausa las desgracias ajenas. Ahora pasa lo mismo pero en foros virtuales. Las redes sociales están llenas de bronca entre los que opinan blanco y lo que lo ven negro ante cualquier cuestión. Tras posicionarnos, opinar, apoyar a los nuestros y criticar al contrario terminamos como mucho mandando un donativo y con eso cerramos el asunto.
Tal vez debamos recordar lo que hacían nuestras abuelas cuando rezaban por lo atribulados. A su modo contemplaban ese sufrimiento y lo presentaban ante el misterio que sus creencias acogían. El sufrimiento no era negado ni maquillado, se sostenía y se dejaba entrar en la zona de intimidad personal. Solo los que terminan comprendiendo que el sufrimiento ajeno es el mismo que el propio y que lo que les pasa a los demás nos pasa a nosotros, podrán entender que cuando nos toque a nosotros sufrir es el mundo el que sufre y tal vez así hacer más llevadero el mismo.
La dimensión contemplativa permite sostener la mirada del malestar desde un pequeño instante a un tiempo mayor en lugar de salir huyendo que es con diferencia nuestra reacción más instintiva. Abrir nuestra consciencia al malestar es la puerta que nos permitirá avanzar hacia nuevas posibilidades. Podemos fijarnos en aquellos que han conseguido contemplar en profundidad el sufrimiento de un grupo o colectivo y obrar en consecuencia o en los artistas y personas con gran sensibilidad que han conseguido transformarlo en obras de arte. También comprobaremos que lo han conseguido con el propio, la sublimación es uno de los mecanismos psicológicos más elegantes para transformar el plomo del sufrmimiento en oro, que además sirve para alumbrar y compartir con los demás.
Algunos propugnan que hacen falta más pastillas y psicoterapeutas, pero si lo pensamos bien su incremento no solucionaría por sí solo el problema. Lo que precisamos ante todo es darnos cuenta como sociedad y como personas de lo que está pasando. De como el cambio social está condicionando por un lado mayores niveles de sufrimiento personal autopercibido y por otro aumentado nuestras dificultades para manejarlo y, en muchos casos, asumirlo como inherente a la condición de estar vivos.
Y tal vez los profesionales sanitarios podamos ir un poco más allá y analizar qué podemos hacer al respecto y qué no. Sin una visión clara, y si me permiten una perspectiva mayor, no será posible discernir la cuestión de hasta donde llegar con las propuestas de diagnóstico y tratamiento que hagamos a nuestros pacientes. Como primera sugerencia aporto la importancia de hacer una aproximación hermenéutica del malestar que nos presenten, explicando a quien lo sufra las posibles conexiones entre sus circunstancias vitales y las reacciones físicas, psicológicas, sociales y existenciales derivadas. Con frecuencia quien está atravesando una crisis vital no consigue entender lo que pasa dado que las respuestas suelen estar en un punto ciego para él que no le es posible mirar.
Por otra parte tal vez tenga valor aprovechar los tiempos de malestar emocional propios para conectarlos de alguna forma con los ajenos y favorecer la comprensión de que nuestra condición de criaturas vivas nos une a todas las demás tanto en la dimensión más luminosa como en la más oscura. Aunque el que sufre se suele percibir solo y aislado no es posible estar más unido al resto de la humanidad que en estas circunstancias. Esta aproximación filosófica no precisa de estudios superiores ni de títulos universitarios, cualquier persona que haya sufrido puede ofrecer su comprensión vital, su empatía y su respeto a la que esté sufriendo en este momento.
Recordar que la aproximación al sufrimiento humano puede hacerse desde los cuatro ángulos que lo constituyen (biológico, psicológico, social y existencial) y no quedarse meramente en lo superficial es quizá la prioridad tanto para los profesionales de la salud como para el resto de la sociedad. Hace falta reflexión y comprensión, pero necesitamos ayudas en un mundo que marcha a gran velocidad y no las favorece. Retomar el arte de la conversación tranquila, la contemplación pausada, el estar en silencio con nosotros mismos o el atrevernos a crear pequeñas obras de arte pueden ser cursos de acción a rescatar. En justicia el sufrimiento ajeno es tan respetable como el nuestro, si lo frivolizamos terminaremos burlándonos de nosotros mismos. Por eso humanizarnos seguramente tenga que ver con nuestra forma de relacionarnos con las sombras humanas. Según nos relacionemos con las dificultades, enfermedades y catástrofes de los demás así haremos con las nuestras.
The trivialisation of the suffering of others.
We live in an age of light, technology, science and development. Nothing like it has ever been seen before, we can talk to anyone in the world using a watch, access vast amounts of information in a second, or cure previously fatal diseases. For these reasons it is easy for us to think we are more than we are and to trivialise important issues. And the spotlight may not allow us to see the shadows that inevitably follow.
The iron law that has enabled these miracles is called the free market and its mission is to maximise profits. For this it is necessary to dynamise the economy at any price. As a consequence, production and consumption are encouraged, accelerating both the economy and society and finally every citizen. Everything is going faster and faster: work, leisure, public life and private life. And as a backdrop we are subjected to an enormous flow of distraction mediated by screens and technology that immerses us in pools of continuous stimulation.
In these circumstances reflection, awareness and understanding are diminished or inhibited as they need to emerge from slow times and processes that are swallowed up by the relentless haste demanded by the swarm around us. Instead of self-reflection, we are left with other people's headlines, instead of awareness of our personal lives, we spend our time watching TV series and instead of understanding, we take on the discourse of our influencers.
The acceleration of life and short-termism inevitably lead to social myopia. By focusing on profit, we end up prioritising our own rather than the common good. In this respect, the social example of politicians, celebrities and other public actors acts as a magnet that, when made visible and amplified, exerts a powerful attraction for all. The problem is that the questionable ethical codes of these figures are excused by their undeniable likeability or attractiveness, and so instead of criticising their tax evasion or cheating, the general reaction tends to excuse them and promote their imitation.
In this way evil is trivialised, as Anne Arendt described in the Nazi army officers who committed barbarities by obeying orders they did not allow themselves to question. On another level we also see it in top executives and politicians when they follow corporate slogans and take courses of action with deleterious effects on society. And on a lesser scale in all those who defraud taxes, plunder public resources or commit deceit and fraud with the private sector.
In this context of generalised ethical skimming and social struggle for limited resources, in which it seems that everything is possible if I gain something from it, there is another interesting phenomenon that trivialises the suffering of others. On the one hand, we are less and less interested in the fate of others because it does not help us to achieve any personal benefit. We dedicate only a moment to the news and at most we associate a small feeling of pity that we immediately get rid of by clicking on the following content. Our lives are heavy enough for us to fill them with so much bad news. And as the media and communication platforms attack us with endless proposals of catastrophes, wars, deaths and nonsense, we end up defending ourselves with more benevolent distractions that act as a curtain over the unpleasant reality of the suffering of others. On the other hand, the information channels themselves tend to isolate us in smaller and smaller social bubbles in which we are placed in the company of like-minded people, friends and colleagues. In this way we segment the world by drawing a red line between our own and others, whom we often see as enemies or threats. The evil or suffering of what lies beyond that line does not affect us; let every man hold his own and don't tell me about it.
By eliminating from my reality the contemplation, awareness, reflection and understanding of the suffering of others, I am inevitably left with fewer resources to do the same with my own. I can deny or distract from the suffering of others, but not from my own. And when it is moderate and intense, even less so. For this reason, doctors are increasingly overburdened as personal problems that society was previously capable of managing itself end up arriving in a flood at family medicine and mental health practices. They ask us to take away that ruminative thought, that terrible emotion, that state of nerves, that desperation, that meaninglessness, that unwanted loneliness. In the five minutes of the consultation, the doctor can do little more than offer a pill or advise psychotherapy. And the sufferer understands that he or she will have to go to other doors or keep looking for someone to take away the problem. Having trivialised the suffering of others, our own suffering has grown in size and has become unmanageable. Our tolerance for frustration and discomfort has diminished compared to that of our predecessors, in an employment and social system that does not tolerate underachievement. We have become leaders in the consumption of psychotropic drugs and illegal drugs which, although temporarily patching something up, also fail to fix the root of the problem.
The only way to begin to correct a problem is to become aware of it. In the face of the suffering of others, we tend to give our opinion. This has always been the case, and in the "mentideros" of each town or neighbourhood, the misfortunes of others have been commented on without pause. Now the same thing is happening in virtual forums. The social networks are full of arguments between those who have a white opinion and those who see it as black on any issue. After taking a stand, giving our opinions, supporting our own and criticising our opponents, we end up at best sending a donation and that is the end of the matter.
Perhaps we should remember what our grandmothers did when they prayed for the beleaguered. In their own way they contemplated that suffering and presented it to the mystery that their beliefs embraced. Suffering was not denied or made up, it was sustained and allowed to enter the zone of personal intimacy. Only those who end up understanding that the suffering of others is the same as their own, and that what happens to others happens to us, will be able to understand that when it is our turn to suffer, it is the world that suffers, and perhaps in this way make it more bearable.
The contemplative dimension allows us to hold the gaze of discomfort from a small moment to a longer time instead of running away, which is by far our most instinctive reaction. Opening our awareness to discomfort is the door that will allow us to move towards new possibilities. We can look at those who have managed to contemplate in depth the suffering of a group or collective and act accordingly, or at artists and people with great sensitivity who have managed to transform it into works of art. Sublimation is one of the most elegant psychological mechanisms for transforming the lead of suffering into gold, which also serves to enlighten and share with others.
Some argue that we need more pills and psychotherapists, but if we think about it, increasing the number of pills and psychotherapists alone will not solve the problem. What we need first and foremost is to realise as a society and as individuals what is happening. How social change is on the one hand conditioning higher levels of self-perceived personal suffering and on the other hand increasing our difficulties in dealing with it and, in many cases, assuming it as inherent to the condition of being alive.
And perhaps we health professionals can go a little further and look at what we can do about it and what we cannot do about it. Without a clear vision, and if you will allow me a broader perspective, it will not be possible to discern the question of how far we can go with the diagnostic and treatment proposals we make to our patients. As a first suggestion, I would suggest the importance of taking a hermeneutic approach to the malaise presented to us, explaining to the sufferer the possible connections between their life circumstances and the resulting physical, psychological, social and existential reactions. Often those who are going through a life crisis are unable to understand what is happening because the answers are often in a blind spot that they are unable to see.
On the other hand, it may be worthwhile to take advantage of one's own times of emotional distress to connect them in some way with those of others and to promote the understanding that our condition as living creatures unites us with all others in both the brightest and darkest dimensions. Although the sufferer often feels alone and isolated, it is not possible to be more united with the rest of humanity than in these circumstances. This philosophical approach does not require higher education or university degrees; anyone who has suffered can offer their vital understanding, empathy and respect to those who are suffering at this moment.
Remembering that human suffering can be approached from all four angles (biological, psychological, social and existential) and not just superficially is perhaps the priority for both health professionals and the rest of society. Reflection and understanding are needed, but we need help in a fast-moving world that does not favour it. Resuming the art of quiet conversation, slow contemplation, being in silence with ourselves or daring to create small works of art may be courses of action to be rescued. In fairness, the suffering of others is as respectable as our own; if we frivolise it, we will end up making fun of ourselves. That is why humanising ourselves probably has to do with the way we relate to human shadows. As we relate to the difficulties, illnesses and catastrophes of others, so will we relate to our own.
轻视他人的痛苦。
自动翻译,如有错误敬请谅解。
我们生活在一个光、技术、科学和发展的时代。 以前从未见过这样的情况,我们可以使用手表与世界上的任何人交谈,在一秒钟内访问大量信息或治愈以前致命的疾病。 由于这些原因,我们很容易相信自己比实际情况更重要,并轻视重要的问题。 也有可能聚光灯无法让我们看清不可避免出现的阴影。
创造这些奇迹的铁律被称为自由市场,其使命是利润最大化。 为此,必须不惜一切代价提振经济。 结果,生产和消费受到鼓励,从而加速了经济和社会的发展,最终加速了每个公民的发展。 一切都变得越来越快:工作、休闲、公共生活和私人生活。 作为背景,我们受到屏幕和技术介导的大量干扰,让我们沉浸在持续的刺激之中。
在这种情况下,反思、意识和理解会被削弱或抑制,因为它们需要从缓慢的时间和过程中出现,而这些时间和过程又被我们周围的人群所要求的不断的匆忙所吞噬。 我们没有进行自我反思,而是看到了其他人的头条新闻,我们花时间观看连续剧,而不是了解个人生活,我们没有理解,而是假设了我们最喜欢的影响者的话语。
生命力的加速和短期主义不可避免地与社会短视联系在一起。 通过关注利润,我们最终会优先考虑自己的利益,而不是共同的利益。 在这方面,政客、名人和其他公众人物的社会榜样就像一块磁铁,当它变得可见和扩大时,就会对每个人产生强大的吸引力。 问题在于,这些人物的可疑道德准则是通过他们不可否认的同情心或吸引力而得到原谅的,因此,普遍的反应不是批评他们逃税或欺骗我们,而是倾向于原谅他们并促进他们的模仿。
这样,邪恶就被轻视了,正如安娜·阿伦特在纳粹军官中所描述的那样,他们通过执行不允许自己质疑的命令而犯下暴行。 在另一个层面上,我们还可以在高级管理人员或高级政治家身上看到这种情况,他们为了遵循公司口号而采取对社会产生有害影响的行动方针。 在较小的范围内,包括所有骗税、掠夺公共资源或对私人进行欺骗和欺诈的人。
在普遍存在的道德掠夺和社会对有限资源的争夺的背景下,似乎只要我这样做就能有所收获,一切皆有可能,另一个有趣的现象出现了,它淡化了他人的痛苦。 一方面,我们对他人的命运越来越不感兴趣,因为它无助于我们获得任何个人利益。 我们在新闻上只花一会儿时间,最多会联想到一种小小的怜悯之情,点击以下内容后,我们会立即摆脱这种感觉。 我们的生活已经足够沉重,足以让我们充满这么多坏消息。 当媒体和通讯平台用无休无止的灾难、战争、死亡和愚蠢的建议攻击我们时,我们最终用更仁慈的消遣来保护自己,这些消遣充当了掩盖他人痛苦的不愉快现实的帷幕。 另一方面,信息渠道本身往往将我们孤立在越来越小的社会泡沫中,而志同道合的人、朋友和同事都位于其中。 通过这种方式,我们通过在自己和他人之间划出一条红线来划分世界,我们经常将他们视为敌人或威胁。 在那条线之外留下的邪恶或痛苦不会影响我们,让每根棍子举起蜡烛,不要告诉我。
通过从我的现实中消除对他人痛苦的沉思、意识、反思和理解,我不可避免地会剩下更少的资源来对自己做同样的事情。 我可以否认或转移别人的痛苦,但不能否认或转移我自己的痛苦。 当它是中等和强烈时,则更是如此。 出于这个原因,医生越来越多地承受着更多的负担,因为社会以前能够自我管理的个人问题最终涌入家庭医学和心理健康咨询。 他们要求我们消除那种沉思的想法、那种可怕的情绪、那种紧张状态、那种绝望、那种无意义、那种不想要的孤独。 在五分钟的咨询中,医生除了提供药物或建议心理治疗外,几乎无能为力。 患者明白他们将不得不去其他门或继续寻找某人来解决问题。
由于轻视了他人的痛苦,我们自己的痛苦就扩大了,变得难以控制。 在一个不能容忍绩效下降的工作和社会体系中,与我们的前辈相比,我们对挫折和不适的容忍度有所下降。 我们已经成为精神药物和非法药物消费的领导者,尽管它们暂时修补了一些东西,但无法解决问题的根源。
开始纠正问题的唯一方法就是意识到它。 当面对别人的痛苦时,我们通常会发表自己的意见。 情况一直如此,在每个城镇或街区的八卦工厂里,人们都在不停地讨论别人的不幸。 现在同样的事情也发生在虚拟论坛上。 社交网络在任何问题上都充满了白人观点和黑人观点之间的愤怒。 在表明立场、发表意见、支持我们的人民并批评相反的人之后,我们最多只能捐出一笔捐款,然后我们就结束了这件事。
也许我们应该记住我们的祖母在为陷入困境的人祈祷时所做的事情。 他们以自己的方式思考这种痛苦,并将其呈现给他们信仰所拥抱的神秘。 痛苦没有被否认或掩饰,它被维持并被允许进入个人亲密的区域。 只有那些最终明白别人的痛苦与自己的痛苦是一样的,以及发生在别人身上的事情也发生在我们身上的人,才能明白,当轮到我们受苦时,受苦的是世界,也许因此多做点,自己能承受。
沉思的维度让我们能够将不舒服的目光从一小片刻持续到更长的时间,而不是逃避,这是迄今为止我们最本能的反应。 向不适敞开我们的意识是让我们走向新可能性的大门。 我们可以看看那些成功地深入思考一个群体或集体的痛苦并采取相应行动的人,或者那些具有高度敏感性的艺术家和人们,他们成功地将其转化为艺术作品。 我们也会验证他们是否已经通过自己的努力实现了,升华是最优雅的心理机制之一,将苦难的铅变成金,这也有助于照亮和与他人分享。
有些人主张需要更多的药物和心理治疗,但如果我们仔细想想,增加这些药物本身并不能解决问题。 我们首先需要的是作为一个社会和人民认识到正在发生的事情。 社会变革如何一方面调节更高水平的自我感知的个人痛苦,另一方面增加我们管理痛苦的难度,并且在许多情况下,将其视为生存条件所固有的。
也许我们卫生专业人员可以更进一步分析我们能做什么和不能做什么。 如果没有清晰的愿景,如果你允许我有更广阔的视野,就不可能辨别我们向患者提出的诊断和治疗建议能走多远的问题。 作为第一个建议,我提出了对呈现在我们面前的不适采取解释学方法的重要性,向那些遭受这种不适的人解释他们的生活环境与由此产生的身体、心理、社会和存在反应之间可能存在的联系。 通常,那些正在经历人生危机的人无法理解正在发生的事情,因为答案通常是他们看不到的盲点。
另一方面,利用情绪不适的时间以某种方式与他人联系并促进人们理解我们作为生物的状况将我们与所有其他人团结在一起,无论是在最光明的还是最黑暗的维度,也许是有价值的。 。 尽管患者通常认为自己是孤独和孤立的,但在这种情况下,与其他人的团结是不可能的。 这种哲学方法不需要高等教育或大学学位;任何遭受过苦难的人都可以向此刻正在遭受苦难的任何人提供重要的理解、同情和尊重。
记住,可以从构成人类痛苦的四个角度(生物、心理、社会和存在)来解决人类痛苦,而不仅仅是停留在表面上,这也许是卫生专业人员和社会其他人的首要任务。 反思和理解是需要的,但在一个高速发展且不利于它的世界中,我们需要帮助。 回归安静交谈的艺术、缓慢的沉思、对自己保持沉默或敢于创作小型艺术作品都可以成为拯救的行动方针。
公平地说,别人的痛苦和我们自己的痛苦一样值得尊敬,如果我们轻视它,最终就会取笑自己。 这就是为什么我们自己的人性化肯定与我们与人类阴影的联系方式有关。 正如我们关心他人的困难、疾病和灾难一样,我们也会处理自己的困难、疾病和灾难。
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