Me publican este mes en la revista el Emotional, un proyecto periodístico que apoyo por su calidad, una reflexión que cada vez va a tener mayor peso. Las fuerzas del mercado tienden a cosificarlo todo, también lo harán con la salud y la enfermedad. Merece la pena tener una idea clara de cuáles serán las posibilidades.
¿Prefieres ser una enfermedad o una persona?
Pese a nuestras circunstancias y peculiaridades en la vida nos solemos considerar personas. Cuando atravesamos un tiempo de enfermar y acudimos al sistema sanitario hay potentes fuerzas que nos deshumanizarán para terminar convirtiéndonos en una unidad de gasto: una enfermedad.
Con las cuestiones agudas y breves no hay problema, en poco tiempo estaremos lejos de la fuerza se gravedad del sistema sanitario. Pero si tenemos la mala suerte de enfermar de verdad tenemos muchas papeletas de que nos etiqueten como enfermos crónicos y nos apliquen la terrible pirámide de estratificación, de nivel de riesgo, de nivel de intervención o cualquier otra milonga de importación copiada de algún prócer ilustre. Dejaremos de ser persona y pasaremos a ser enfermedad.
Hay dos visiones pues, una predominantemente de Atención Primaria centrada en la persona (atención a lo largo del tiempo por los mismos profesionales, teniendo en cuenta familia y comunidad) y otra predominantemente hospitalaria centrada en la enfermedad (atención puntual, por proceso, con salida rápida).
El envejecimiento poblacional y el aumento de patología y complejidad hace que muchos procesos hospitalarios se prolonguen aumentando el gasto. Por eso se sacan de la manga un ardid que permite limitar el papel del hospital por un lado y por otro facilitar que sea este el que dirija al paciente por el sistema, eso sí, convertido en enfermo crónico, en un conjunto de enfermedades.
La narrativa está cambiando. Si permitimos este cambio semántico implicará que cambiarán sujetos y predicados. Los nuevos sujetos serán los catálogos de enfermedades, los predicados quienes las padecen y tienen la suerte de disponer de algún tipo de aseguramiento.
La digitalización sanitaria se aplicará primero a pacientes y luego a profesionales. La religión del big data y de los algoritmos quemará hasta sus cimientos la vieja forma de relacionarnos con la enfermedad. Los cambios que estamos presenciando no son nada comparados con los que están por venir.
2 comentarios:
Me parece muy sensata esta entrada.
Creo que hay tres elementos interesantes al respecto.
1. El contexto tiene mucho que ver con una estructuración antigua que diferencia básica y toscamente pacientes hospitalarios (agudos o reagudizaciones) y ambulatorios (generalmente crónicos). Eso persiste y lo hace unido a un higienismo muchas veces yatrogénicos y que no parece extender sus preocupaciones más allá de la edad laboral (alguien con más de 80 años... es que tiene 80 o, ya no digamos, 90 y poco más hay que decir; bastante ha vivido)
2. Creo que habría que analizar con cierta calma la diferencia entre tener, ser y estar a la hora de hablar de enfermedades. Por ejemplo, se dice de alguien que es diabético, pero jamás se dirá de otro que es canceroso sino que tiene cáncer, una larga enfermedad (cuando muere por eso) o que “es” enfermo oncológico. ¿Se tiene TDAH? No sé bien si se tiene o se es un TDAH. Sí que se es autista, se tiene tuberculosis o SIDA pero nadie es tísico o sidoso. Y, por supuesto, ya nadie es neurasténico, neurótico ni tiene neurastenia ni neurosis.
Como tan estupendamente indicas en tu entrada, hemos de estar atentos al cambio semántico, que no es banal y que se da a la vez en un contexto "anglo-mercantil": coaching, mentoring, marketing... por el que parece que uno acaba siendo culpable de su enfermedad.
Mis mejores deseos para tu blog.
Un abrazo,
Javier
Gracias Javier.
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