El ser humano está dotado de muchas facultades que le vienen de serie. La educación, la cultura y la sociedad nos permiten otras opciones extra según lugar y tiempo pero hay propiedades básicas que siempre están ahí. La resiliencia es una de ellas, esa hermosa cualidad que nos permite adaptarnos a condiciones adversas y sobrevivir psicológicamente a ellas. Es verdad que hay muchos mundos en este mundo y muchas vidas en esta vida. Hay circunstancias vitales devastadoras capaces de fundir los plomos al más ecuánime, afortunadamente los expertos nos dicen que tras dos años de una experiencia de este tipo la gran mayoría lo supera y puede volver a experimentar altas cotas de felicidad y plenitud.
El reto radica en aguantar ese tiempo dado que no hay claras recetas para beber tragos tan amargos. Cada cual se adapta como puede y vuelve a subir los fusibles bajados con la paciencia que el tiempo impone. Las experiencias previas de adversidad y el manejo personal de emociones son variables importantes. Las redes relacionales y de apoyo también. Hay pues factores personales y ambientales de cuya combinación surgirá la sorprendente capacidad resiliente que nos sacará del remolino de la ola vital que nos revuelca dentro del mar en una ahogadilla en la que pensamos nos ahogamos definitivamente.
Cuando vivimos un trance semejante una de las alternativas más inteligentes suele ser pedir ayuda. Dado que nuestras redes relacionales son cada vez más débiles lo hacemos en el sistema sanitario. El médico o la enfermera nos escuchan, nos miran y se encogen de hombros al no poder hacer gran cosa con una situación vital que la propia vida se encargará en reconducir. Solo en unos pocos casos es correcto hacer una intervención médica, son aquellos de duelo patológico, depresión mayor o desarrollo de conductas adictivas o destructivas. Salvo en estas excepciones la sanidad hace más mal que bien siendo comunes los sobrediagnósticos de patología (reacciones adaptativas con ansiedad o depresión) y los consiguientes sobretratamientos.
Los paños calientes ante situaciones vitales adversas a nivel profesional los debería poner el psicólogo con terapias de escucha y apoyo pero dado que en nuestro medio este servicio no está incluido en el sistema sanitario público y que los ciudadanos no tienen ni costumbre ni muchas veces posibilidad económica para recurrir a uno privado al final terminan en el centro de salud. Un médico con 30-40 pacientes que atender no tendrá más de seis minutos para escucharle. No es suficiente para aliviar ni reconducir de manera correcta. Como los galenos no son insensibles al dolor humano muchas veces tratan de aliviarlo con un medicamento que en estos casos será necesario tomar unos cuantos meses.
No es mi intención fundamentar el mejor curso de acción ni de juzgar los mismos. Tan solo abrir la reflexión dado que estas situaciones vitales nos afectan absolutamente a todo el mundo. La realidad es que no nos suele gustar adelantar catástrofes de manera directa y personal, lo solemos hacer asistiendo a dramas en formato cinematográfico, literario o dramático. Como espectadores es más fácil acercarnos a estos misterios, dar un paso más e imaginar que pasaría si fuéramos protagonistas nos permitirá reforzar, remendar y apuntalar aquellas agarraderas que en su día serán las que nos ayuden a salir del pozo.
3 comentarios:
Necesitamos un ¿escuchologo?¿PSICOLOGO?,conocido que aqui te pillo aqui te lo suelto.
Un especialista de ... para pasar ese momento o tomar el prozac de turno.
Esto lo pide nuestra sociedad. Enviemos a los psicologos a tratar a todos esos pobres,emigrantes,huidos,perseguidos...
Es una recomendacion de nuestros politicos y sanitarios.
Excelente artículo y reflexión.
Sin duda algo que voy a compartir con unos colegas para una breve lectura.
saludos.
Gracias!
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