Como saben los lectores de este blog colaboro con el equipo de Gestión Clínica Varela compartiendo visiones y reflexiones con la intención aportar de elementos que favorezcan la mejora de nuestro sistema sanitario. Dado el desquicie que parece acompañarnos a los sanitarios durante ya demasiado tiempo me parecía oportuno el tema de la serenidad. Dejo este pequeño texto como semilla con la esperanza de que puedan regar la serenidad en sus propios jardines.
GESTIÓN DE LA
SERENIDAD
La pandemia mundial que vivimos está siendo un tiempo de
tensión, sobresalto, preocupación, incertidumbre, tempestad, crispación, prisa
y ruido. Su gestión a nivel político, social y sanitario parece que podría
haber sido muy mejorable por el gran nivel de complejidad que ha supuesto para
todos. Se han hecho muchas cosas, dicho muchas cosas y equivocado otras muchas.
Lo que quizá hemos echado de menos en más serenidad. Por esto considero
pertinente reflexionar sobre cómo podríamos mejorar la gestión de la serenidad
en el mundo sanitario, dado que este remedio es un buen contraveneno de los
sustantivos que iniciaban esta disertación.
Estructuraré el artículo en cuatro pequeños apartados que
tendrán en cuenta a pacientes, profesionales sanitarios, gestores intermedios y
alta dirección.
Serenidad para
pacientes.
Muchas personas han sentido agobio, soledad y abandono en estos
meses, pero quizá los ancianos y enfermos más si cabe. La situación actual es
de crisis sistémica social, y están afectados todos los niveles: económicos,
políticos, éticos, estéticos… Entran en crisis los valores, aquello a lo que
damos importancia, y también los referentes, aquellas ideas, personas e
instituciones que nos guían o nos orientan. ¿Qué podría aportar serenidad a los
pacientes? Probablemente saber que van a seguir teniendo una atención sanitaria
de calidad, saber que tendrán profesionales que les van a atender y acompañar.
Saber que la salud es un bien muy preciado que hay que cuidar y proteger y que
tendrán ayuda y apoyo para ello.
El hecho de que todo haya seguido su curso pese a que el
sistema sanitario haya estado bloqueado y sobrecargado tantos meses pone a las
claras que la gran mayoría puede vivir sin sanidad. Entiéndanme, lo que quiero
decir es que es posible gestionar la mayoría de los problemas menores de salud
con remedios caseros y autocuidados. Esto implica que es fundamental optimizar
el uso de la sanidad pública para acudir a ello solo cuando esté justificado,
favoreciendo la responsabilidad de cada cual con su salud para evitar acudir
por cuestiones menores que terminan sobrecargando un sistema sanitario frágil.
Devolver la gestión de los problemas menores de salud a la
familia y a la comunidad parece que debería ser una gran prioridad a la que
sumar el apoyo a este nivel que merecen aquellas personas aquejadas de
enfermedades crónicas, graves o poco frecuentes.
Pero los pacientes seguirán necesitando a sus profesionales
sanitarios y precisaran que estén serenos. Un profesional crispado ayuda poco.
Serenidad para
profesionales sanitarios.
La crisis de modelo sanitario que arrastrábamos saltó por
los aires al sumarse la crisis pandémica y el sistema se rompió y con él muchos
profesionales.
Muchos compañeros del mundo sanitario han tocado fondo en
estos meses de pandemia. Su salud física o mental se ha resentido, su labor
asistencial se ha desbaratado o sobrecargado a límites nunca vistos, su vida ha
sido muy ardua y amarga durante mucho tiempo.
Nos hemos sentido abandonados por los gestores y políticos,
hemos sentido miedo por nuestras familias, pacientes y por nosotros mismos,
hemos sentido enfado por las medidas de mala gestión y por algunas conductas de
ciudadanos poco conscientes con lo que estaba pasando. Hemos atravesado una
noche oscura de impotencia por no ser capaces de hacer más y por haber llenado
las manos del dolor y sufrimiento de muchos enfermos y familias.
Hemos perdido la serenidad y entrado en un modo de
supervivencia profesional del que será difícil salir. Esta situación no
beneficia a nadie.
Será fundamental mejorar el
“mantenimiento” tanto personal como a nivel de equipos de trabajo. Curar
las quemaduras, aliviar las heridas, aplicar calmantes y emolientes. Será
necesario tener paciencia en una rehabilitación que se adivina prolongada y
dolorosa. Y tratar de buscar esa fuente de calma, alegría y serenidad que todo
ser humano lleva dentro y suele resonar con la naturaleza, el arte y la
belleza.
Me atrevo a aventurar que será preciso enriquecer la visión
asistencial con otra bioética, comunitaria y bio-psico-social-espiritual que
nos permitan conectar con todo aquello que pueda ayudar a nuestros pacientes y
a nosotros mismos.
Serenidad para los
gestores sanitarios intermedios.
La pandemia ha puesto en evidencia a todo el sistema
sanitario pero quizá han sido los gestores intermedios los que más impotencia
han sentido al tener pocas opciones reales de gestión entre unos altos
directivos perdidos y confusos y unos profesionales asistenciales desbordados y
sobrepasados.
Sus labores de gestión del servicio y de control se han
visto suspendidas estos meses lo que les ha relegado a sus despachos con poca
cosa que hacer. En estos tiempos en los
que los intermediarios desaparecen alguno se habrá dado cuenta de su futuro
incierto viendo quizá lo que está pasando últimamente con los empleados de
banca. Quizá sea el momento de cambiar el modelo de gestión de datos (que cada
vez harán mejor los algoritmos) por otro de gestión de personal en el que se
invierta tiempo y energía en cuidar, apoyar, asistir, aconsejar, escuchar y
favorecer a la comunidad de asistenciales.
Serenidad para la
alta gestión y los responsables políticos.
Cuando el nivel de ruido social es muy intenso los máximos
responsables tienen la obligación de aportar claridad, rigor y serenidad. No ha
sido el caso. Los asesores no han dado abasto y se han producido protocolos,
estadísticas y normas a gran velocidad, algo que ha vuelto locos a gestores
intermedios y sobre todo a profesionales. Hemos echado en falta más
inteligencia de sistemas, más rigor científico, mejor comunicación a la
sociedad y a la organización sanitaria.
El valor principal debería haber sido protección del
profesional y de la ciudadanía pero no se ha conseguido. La crispación y
confrontación política de los responsables se ha trasladado a la población que
ha aumentado su nivel de miedo y enfado ante el espectáculo de sus representantes.
Es cierto que la exposición mediática es muy tóxica y
aquellos que por su puesto la han de soportar tienen una gran carga sobre sus
hombros. Pero debería ser principal obligación de algún asesor tratar de
mejorar la serenidad, silencio interior y paz mental de sus jefes.
En definitiva podemos convenir en que por múltiples razones,
a las que se suma la pandemia, habitamos una sociedad crispada y eso es causa y
motivo de malestar y enfermedad. La sanidad no tiene poder por si sola de
revertir esta toxicidad pero tal vez debería tenerla en cuenta para trabajar
por mantener y potenciar la serenidad de sus profesionales y como fin último la
de todos aquellos que a ella recurran. Como pasa en el mar, las olas de la vida
se suceden unas a otras. Hemos sido testigo de algunas estos meses, vendrán
más. Para poder navegarlas como sociedad civil y como sistema sanitario tendremos
que dar lo mejor de nosotros mismos pero esto solo es posible con una base de
calma. Darnos cuenta del valor de esa serenidad es clave para elegir el mejor
rumbo y desempeñar la propia función lo mejor que se pueda.
SERENITY MANAGEMENT
The global pandemic we are living through has been a time of
tension, shock, worry, uncertainty, storm, haste and noise. Its management at
the political, social and health levels seems to have been very improvable due
to the great level of complexity it has entailed for everyone. Many things have
been done, many things have been said and many things have been wrong. What we
have perhaps missed is more serenity. For this reason, it would be pertinent to
reflect on how we could improve the management of serenity in the healthcare
world, given that this remedy is a good countervenom to the nouns that began
this dissertation.
I will structure the article in four small sections that
will consider patients, healthcare professionals, middle management and high
directors.
Serenity for patients.
Many people have felt overwhelmed, lonely and abandoned in
recent months, but perhaps the elderly and the sick even more so. The current
situation is one of systemic social crisis, and all levels are affected:
economic, political, ethical, esthetic... Values are in crisis, that to which
we give importance, and also the referents, those ideas, people and
institutions that guide us or orient us. What could bring serenity to patients?
Probably knowing that they will continue to receive quality health care,
knowing that they will have professionals who will attend to them and accompany
them. Knowing that health is a very precious asset that must be cared for and
protected and that they will have help and support to do so.
The fact that everything has continued despite the fact that
the healthcare system has been blocked and overloaded for so many months makes
it clear that the vast majority can live without healthcare. Understand me,
what I mean is that it is possible to manage most minor health problems with
home remedies and self-care. This implies that it is essential to optimize the
use of public health care in order to resort to it only when justified,
favoring the responsibility of each person with their health to avoid going for
minor issues that end up overloading a fragile health system.
Returning the management of minor health problems to the
family and the community seems to be a major priority, in addition to the
support at this level that people suffering from chronic, serious or rare
diseases deserve.
But patients will continue to need their healthcare
professionals and they will need them to be calm. A stressed professional is of
little help.
Serenity for healthcare professionals.
The crisis of the healthcare model that we were dragging
along exploded when the pandemic crisis was added and the system broke down and
with it many professionals.
Many colleagues in the healthcare world have hit rock bottom
in these months of pandemic. Their physical or mental health has suffered,
their care work has been disrupted or overloaded to unprecedented limits, their
personal life has been very arduous and bitter for a long time.
We have felt abandoned by managers and politicians, we have
felt fear for our families, patients and ourselves, we have felt anger for the
mismanagement measures and for some behaviors of citizens unaware of what was
happening. We have gone through a dark night of impotence for not being able to
do more and for having filled our hands with the pain and suffering of many
patients and families.
We have lost our serenity and entered a professional
survival mode from which it will be difficult to get out. This situation
benefits no one.
It will be essential to improve "maintenance" both
personally and at the level of work teams. Healing burns, soothing wounds,
applying painkillers and emollients. It will be necessary to have patience in a
rehabilitation that is expected to be prolonged and painful. And try to find that
source of calm, joy and serenity that every human being carries inside and
usually resonates with nature, art and beauty.
I dare to venture that it will be necessary to enrich the
healthcare vision with another bioethical, communitarian and bio-psycho-social-spiritual
vision that will allow us to connect with everything that can help our patients
and ourselves.
Serenity for intermediate healthcare managers.
The pandemic has exposed the entire healthcare system, but
perhaps it has been the middle managers who have felt the most helpless, having
few real management options between lost and confused senior managers and
overwhelmed and overstretched healthcare professionals.
Their service management and control tasks have been
suspended in recent months, which has relegated them to their offices with
little to do. In these times in which
intermediaries are disappearing, some may have realized their uncertain future,
perhaps seeing what is happening lately with bank employees. Perhaps it is time
to change the model of data management (which algorithms will do better and
better) for one of personnel management in which time and energy is invested in
caring for, supporting, assisting, advising, listening to and favoring the care
community.
Serenity for high direction and policy makers.
When the level of social noise is very intense, top
management has the obligation to provide clarity, rigor and serenity. This has
not been the case. The advisors have not been able to cope and protocols,
statistics and standards have been produced at great speed, something that has
driven middle management and, above all, professionals crazy. We have lacked
more systems intelligence, more scientific rigor, better communication to
society and to the healthcare organization.
The main value should have been the protection of
professionals and citizens, but this has not been achieved. The tension and
political confrontation of those in charge has been transferred to the
population, which has increased its level of fear and anger at the spectacle of
its representatives.
It is true that media exposure is very toxic and those who,
of course, have to bear it have a great burden on their shoulders. But it
should be the main obligation of any advisor to try to improve the serenity,
inner silence and peace of mind of their bosses.
In short, we can agree that for many reasons, in addition to
the pandemic, we live in a tense society and this is the cause and motive of
malaise and disease. Health care alone has no power to reverse this toxicity,
but perhaps it should take it into account in order to work to maintain and
enhance the serenity of its professionals and, as an ultimate goal, that of all
those who resort to it. As happens in the sea, the waves of life follow one
after the other. We have witnessed some of them in recent months, and more will
come. To be able to navigate them as a civil society and as a healthcare
system, we will have to give the best of ourselves, but this is only possible
with a base of calm. Realizing the value of that serenity is key to choosing
the best course and performing one's role to the best of one's ability.
1 comentario:
Gracias una vez mas, por este profundo y fecundo analisis, fruto de generosidad, sensibilidad y clarividencia. Como pequeña aportación: sugerir que tal serenidad o paz interior no siempre se puede conseguir por los propios medios humanos, sin duda una mirada "hacia arriba" tambien puede ayudar o facilitarlo, mas aún para quienes ya tienen la fortuna de tener Fe, aunque el solo hecho de reconocer nuestras limitaciones humanas tal vez sea una forma de oración.
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