La máxima preocupación de nuestros gestores sanitarios en estos momentos tiene que ver con la vacunación y con volver a la normalidad. Lo primero nos va a tener ocupados a los centros de salud durante meses, añadido a la sobrecarga de tareas de diagnóstico, tratamiento, burocracia y seguimiento epidemiológico del coronavirus. Lo segundo se me antoja completamente imposible dado que el nivel de la Atención Primaria anterior a la pandemia era subnormal.
Partimos de una situación de muchos años de deconstrucción sanitaria lenta, suave y progresiva. Un desmantelamiento elegante que no ha usado piqueta ni ha levantado a penas polvo. Algo más bien invisible como no poner un suplente aquí, crear cinco huecos de agenda más allá, forzar un poquito acá, repartir otro poco acullá... y en ese plan. Nadie se ha atrevido a hacer una evaluación de los Equipos de Atención Primaria para ver cuántos siguen vivos, en qué numero se sigue trabajando en equipo y se ejerce una medicina familiar y comunitaria en condiciones. Puedo aventurar que una mayoría han devenido en hordas, perdonen la palabra, grupos desordenados donde cada cual va un poco a lo suyo y la consigna principal es sobrevivir. Y ahora sí elijo con precisión el sustantivo porque me consta que muchos dedican la mayor parte de su energía, creatividad y capacidad de innovación a salir vivos de cada jornada laboral.
Por todo esto causa desazón y vértigo tratar de aventurar cómo será la Atención Primaria post covid dado el erial en que se ha convertido la institución y dado el estado lamentable de los profesionales que salimos agotados de una travesía del desierto que nos ha dejado el alma flaca y exhausta.
Habrá que facilitar de nuevo la accesibilidad pero con su correspondiente ajuste. Si se abre de nuevo el grifo al máximo ni el sistema ni los profesionales aguantarán la presión dada la fragilidad de las cañerías. Esto significa dar un par de vueltas a la palabra FORZAR, un verbo del que se ha abusado y que ha hecho muchísimo daño a los profesionales de primaria, creo que mayormente a los facultativos. Creo que va siendo necesario salir del armario y denunciar el maltrato y el forzamiento continuo. Es hora de decir NO es NO.
El talón de Aquiles de la sanidad sigue siendo el aumento de las necesidades de salud de la población, por edad y patología pero también por disminución del umbral de tolerancia a la incomodidad. La demanda de servicios sanitarios tiende pues a infinito, mientras que la oferta pública es menguante. En este escenario o se modula el acceso o el sistema se funde.
¿Pero cómo cuadrar el círculo? Los economistas de la salud les ofrecerán largos discursos, los resumiré en cuatro puntos.
1. Estableciendo un ajustador económico, un copago.
2. Creando rebosaderos, servicios de “urgencia”.
3. Incentivando a los profesionales para que “doblen turno”o asuman más carga de trabajo.
4. Estableciendo una lista de espera.
De inicio les diré que ninguna de estas medidas gusta al político, al que le interesa ofrecer pan y circo (barato) para conseguir votos. El gestor sanitario poco puede hacer si no se lo dice el político, así que mantiene las cosas como están pese a que el barco cada vez está mas hundido. Y los profesionales a su vez con el agua al cuello y perdida la esperanza.
La ciudadanía se da cuenta de poco. Es verdad que ven con cada vez peor cara a sus profesionales, que hay más barullo en las salas de espera y que a veces le citan para más tarde. Pero los centros de salud siguen estando limpios y arreglados y aparentemente todo marcha bien. La lista de pacientes de su facultativo es invisible para ellos, no saben que cada día además de atenderle a él, su doctora verá a otros 50 o 60 pacientes. Cada uno con varios motivos de consulta, desde peregrinos a graves. No saben que esa presión asistencial es el doble o el triple que en otros países de la zona. No saben que muchos de sus médicos no pueden más.
Terminaré tratando de responder como me gustaría ver la asistencia postcovid. Lo primero decir que el ajuste de agendas debería ser más flexible. Entiendo que no es sencillo estar cambiándolas constantemente pero dada la complejidad de las poblaciones, los equipos asistenciales y las circunstancias sociales y epidemiológicas parece necesario adaptar la agenda a las necesidades del momento. Probablemente será necesario mantener huecos de consulta telefónica y favorecer otros canales de comunicación como el correo electrónico, la mensajería electrónica o las notas de papel (sí, que el paciente pueda hacer llegar a su profesional una nota con un informe, una petición de medicación o una duda o necesidad). Probablemente será necesario retomar las labores de salud comunitaria para poder activar las potencialidades de cuidado de la comunidad y coordinarnos mejor con ella. Probablemente haya que crear un nuevo contrato de cuidados entre cada profesional y sus pacientes, explicando cómo usar correctamente los servicios y pidiendo su ayuda para que estos no se saturen. Probablemente haya que asumir una gestión compartida del paciente sin cita, con problema de salud no urgente, para que entre administrativos, enfermeras y médicas se le atienda cuando corresponda.
Cada equipo se tendrá que arreglar. No cuento con ayuda del nivel de gestión ni del nivel político. Visto el devenir de la pandemia y los apoyos que hemos recibido, las promesas incumplidas y demás, tengo claro que seguiremos ayunando. Mientras el cuerpo aguante. Pero dado que estamos en cuaresma, tiempo tradicional de abstinencias y privaciones, me veo inspirado para llegar en buenas condiciones a la Semana Santa, siempre que la pandemia no nos lleve por delante. Cuídense.
Getting back to normal
The main concern of our health managers at the moment has to do with vaccination and getting back to normality. The former will keep us at primary health centres busy for months, in addition to the overload of diagnosis, treatment, bureaucracy and epidemiological monitoring of the coronavirus. The latter seems to me to be completely impossible given that the level of primary care prior to the pandemic was sub-normal.
We are starting from a situation of many years of slow, gentle and progressive health deconstruction. An elegant dismantling that has used no pickaxe and has hardly raised any dust. Something rather invisible, like not putting a substitute here, creating five agenda gaps there, forcing a little bit here, distributing a little bit there... and in that plan. Nobody has dared to make an evaluation of the Primary Care Teams to see how many are still alive, how many are still working as a team and are practising family and community medicine in good conditions. I can venture to say that most of them have become hordes, pardon the word, disorderly groups where everyone goes their own way and the main slogan is to survive. And now I choose the noun with precision because I know that many of them devote most of their energy, creativity and capacity for innovation to getting out of each working day alive.
For all these reasons, it is dismaying and vertigo-inducing to try to predict what Primary Care will be like post-covid, given the wasteland that the institution has become and given the pitiful state of the professionals who have emerged exhausted from a desert journey that has left our souls thin and exhausted.
Accessibility will have to be facilitated again, but with a corresponding adjustment. If the tap is opened again to the maximum, neither the system nor the professionals will be able to withstand the pressure given the fragility of the pipes. This means giving a couple of twists to the word FORCE, a verb that has been abused and has done a great deal of harm to primary care professionals, mostly, I think, to doctors. I think it is necessary to come out of the wardrobe and denounce the continuous mistreatment and forcing. It is time to say NO is NO.
The Achilles heel of healthcare continues to be the increase in the health needs of the population, due to age and pathology, but also due to the decrease in the threshold of tolerance to discomfort. The demand for health services is therefore tending towards infinity, while the public supply is dwindling. In this scenario, either access is modulated or the system collapses.
But how to square the circle? Health economists will give you long speeches, but I will summarise them in four points.
1. Establishing an economic adjuster, a co-payment.
2. By creating overflows, "emergency" services.
3. Incentivising professionals to "double shift" or take on more workload.
4. Establishing a waiting list.
To begin with, I will tell you that none of these measures appeals to politicians, who are interested in offering bread and circuses (cheaply) to get votes. The health manager can do little if the politician does not say so, so he keeps things as they are despite the fact that the ship is sinking more and more. And the professionals, in turn, are in the doldrums and have lost hope.
The citizenry realises little. It is true that they are seeing their professionals with increasingly bad faces, that there is more noise in the waiting rooms and that sometimes they are being called back for later appointments. But the health centres are still clean and tidy and everything seems to be going well. Their doctor's patient list is invisible to them, they don't know that every day, in addition to seeing him, their spanish family doctor will see 50 or 60 other patients. Each one with various reasons for consultation, from essay ones to serious. They don't know that this pressure of care is double or triple that of other countries in the area. They do not know that many of their doctors can no longer cope.
I will end by trying to answer how I would like to see postcovida care. First of all, the adjustment of schedules should be more flexible. I understand that it is not easy to keep changing them constantly, but given the complexity of the populations, the care teams and the social and epidemiological circumstances, it seems necessary to adapt the agenda to the needs of the moment. It will probably be necessary to maintain telephone consultation slots and favour other channels of communication such as e-mail, electronic messaging or paper notes (yes, that the patient can send a note to their professional with a report, a request for medication or a doubt or need). It will probably be necessary to take up community health work again in order to activate the care potential of the community and to coordinate better with it. It will probably be necessary to create a new care contract between each professional and his or her patients, explaining how to use the services correctly and asking for a new contract of care.
It will probably be necessary to assume a shared management of the walk-in patient with a non-urgent health problem, so that between administrative, nursing and medical staff, the patient is attended to when appropriate.
Each team will have to make its own arrangements. I am not counting on help from the management level or from the political level. Given the course of the pandemic and the support we have received, the unfulfilled promises and so on, it is clear to me that we will continue to fast. As long as the body holds out. But given that we are in Lent, the traditional time of abstinence and deprivation, I feel inspired to get to Easter in good shape, provided that the pandemic does not take us by surprise. Take care.
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