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viernes, 18 de junio de 2021

La búsqueda de una nueva narrativa sanitaria. The search for a new health narrative. 寻找一种新的健康叙事。

 




En el mundo sanitario se nos quebró la narrativa. Han sido muchos años abusando de palabras, documentos, reuniones y powerpoint. Es cierto que políticos, profesionales y ciudadanos hicimos valer nuestros derechos, gritamos y defendimos nuestra propia verdad en un diálogo de besugos en los que faltó muchísima escucha. También que no quisimos aceptar un naufragio evidente pese a las evidencias.

Tantos golpes recibió la sanidad que la misión, visión y los valores de la organización se rompieron, llevándose por delante a muchos sanitarios que acabaron quemados y otros muchos pacientes que murieron por covid o patologías no suficientemente atendidas. 

Pese a todo el reto está pendiente: convertir una sanidad sólida, de vieja escuela y gran inercia, en una líquida, flexible y adaptada a los tiempos que corren. 

El problema es que el mercado quiere a los pacientes como meros consumidores de recursos sanitarios y a los sanitarios como industriosos proveedores,  lo que convierte a los sistemas sanitarios en cadenas de montaje donde al final unos y otros somos simples peones movidos cada vez más velozmente. Sin embargo el sistema público no puede aguantar una demanda de servicios que tiende al infinito con unos recursos cada vez más menguados. Recursos humanos que se deshumanizan por la sobrecarga creciente fundiéndose lentamente como un bloque de hielo que alguien sacó del frigorífico. 

En esas estábamos cuando la pandemia hizo saltar por los aires los goznes sanitarios al someter a una presión imposible unos recursos ya bastante dañados. 

Y ahora ¿cómo reconstruimos la narrativa sanitaria? 


La desesperanza y las heridas causadas en los profesionales no facilitarán que estos lideren el proceso. Los políticos seguirán a los suyo con vistas al corto plazo de las siguientes elecciones. Y con la ciudadanía será difícil contar, mareada como está con tanto frente abierto y engañada por desaprensivos que anuncian zanahorias cuando lo que de verdad ofrecen son los palos de la desfinanciación. Unas pocas manifestaciones de protesta no moverán el agua del molino.

Serán necesarias muchas voces, mucha escucha y mucha entereza. Precisaremos de silencio para poder reflexionar y aportar creatividad e ideas. 

Por mi parte, como médico de familia (descalzo), me gustaría aportar que el sistema debería focalizarse en lo más importante que a mi juicio es la relación sanitario-paciente. Algo delicado y sutil pero con la suficiente fuerza como para servir de punto de apoyo de cualquier palanca estructural y tecnológica que gusten usar. 

Y a la hora de aportar valor tener claro que el paciente no puede ser convertido en mero consumidor pasivo de recursos. La salud no es un producto, por mucho que al mercado le interese. También pediría que los profesionales no fuéramos meros productores de servicios sanitarios, lo que nos convierte en piezas de cadenas de montaje infinitas que deshumanizan tanto al clínico como a los que pasan por sus manos. Es fundamental que ayudemos a aportar sentido a la narrativa del paciente, para que este pueda integrar su tiempo de enfermar, su catástrofe vital y sus emociones en su autobiografía sin tener que delegarla en productos y servicios sanitarios que no tendrán jamás la potestad de hacerlo en su lugar. 

Este rescate de la dimensión narrativa de la salud y la enfermedad del paciente por un lado y del rol facilitador del sanitario por otro puede ser la semilla desde la que pueda generarse una nueva narrativa institucional que en este momento está en ruinas.

No es todo una cuestión de recursos. Estos son importantes, no lo voy a negar, pero no nos podemos quedar solo ahí. Hay que mirar más lejos y recordar que las palabras y las narrativas tienen mucho poder. Si fueron capaces de levantar pirámides en medio del desierto o de llevar al hombre a la luna lo serán también ahora si decidimos usarlas para renovar nuestras zozobrantes instituciones. 






The search for a new health narrative. 


In the National Health system, the narrative has broken down. We have spent many years abusing words, documents, meetings and powerpoints. It is true that politicians, professionals and citizens asserted our rights, we shouted and defended our own truth in a separe dialogue in which there was a great lack of listening. It is also true that we did not want to accept an obvious shipwreck despite the evidence.

So many blows were dealt to healthcare that the mission, vision and values of the organisation were shattered, taking with them many health workers who ended up burned and many other patients who died from covid or pathologies that were not sufficiently attended to. 

Despite all this, the challenge remains: to convert a solid, old-school, inertial healthcare system into one that is liquid, flexible and adapted to the times. 

The problem is that the market wants patients to be mere consumers of healthcare resources and healthcare providers to be industrious suppliers, which turns healthcare systems into assembly lines where in the end we are all just pawns moved at ever increasing speed. However, the public system cannot withstand a demand for services that tends to infinity with ever-diminishing resources. Human resources that are dehumanised by the growing overload, slowly melting like a block of ice that someone took out of the fridge. 

That's where we were when the pandemic blew the health hinges off the hinges by putting impossible pressure on already stretched resources. 

And now how do we reconstruct the health narrative? 

The despair and the wounds inflicted on professionals will not make it easy for them to lead the process. Politicians will continue to do their own thing with a view to the short term of the next elections. And it will be difficult to count on the public, dizzy as they are with so many open fronts and deceived by unscrupulous politicians who announce candy when what they are really offering are the sticks of defunding. A few protest demonstrations will not move the windmill.

It will take many voices, a lot of listening and a lot of fortitude. We will need silence in order to be able to reflect and contribute creativity and ideas. 

For my part, as a family doctor (barefoot), I would like to say that the system should focus on the most important thing, which in my opinion is the patient-healthcare relationship. Something delicate and subtle but with enough strength to serve as a fulcrum for any structural and technological lever that they want to use. 

And when it comes to adding value, it must be clear that the patient cannot be turned into a mere passive consumer of resources. Health is not a product, however much the market may be interested in it. I would also ask that we professionals should not be mere producers of health services, which turns us into parts of endless assembly lines that dehumanise both the clinician and those who pass through their hands. It is essential that we help to give meaning to the patient's narrative, so that they can integrate their time of illness, their life catastrophe and their emotions into their autobiography without having to delegate it to health products and services that will never have the power to do so in their place. 

This rescue of the narrative dimension of the patient's health and illness on the one hand, and of the facilitating role of the health worker on the other, may be the seed from which a new institutional narrative can be generated, which is currently in ruins.

It is not all a question of resources. These are important, I will not deny it, but we cannot stop there. We have to look further afield and remember that words and narratives have a lot of power. If they were able to build pyramids in the middle of the desert or put man on the moon, they will be able to do so now if we decide to use them to renew our crumbling institutions. 





寻找一种新的健康叙事。


机器翻译,抱歉有错误。


在医疗保健领域,我们的叙述已经崩溃了。滥用文字、文件、会议和Powerpoint已经很多年了。诚然,政治家、专业人士和公民主张我们的权利,我们在缺乏大量倾听的对话中喊出并捍卫自己的真理。还有,尽管有证据,我们也不想接受一个明显的沉船事件。


卫生部门受到如此多的打击,以至于该组织的使命、愿景和价值观被打破,带走了许多最终被烧死的卫生工作者和许多其他死于ovid或病症而没有得到充分照顾的病人。


尽管所有的挑战都悬而未决:将坚实的健康、老式的和巨大的惯性转换为流动的、灵活的和适应时代的。


问题是,市场希望病人仅仅是健康资源的消费者,而健康则是勤劳的供应商,这使得卫生系统处于流水线上,最终我们只是被越搬越快的小卒。然而,在资源日益减少的情况下,公共系统无法承受趋于无限大的服务需求。越来越多的超载使人力资源失去人性,像一块被人从冰箱里取出的冰块一样慢慢融化。


这就是当大流行病通过给已经受损的资源施加不可能的压力而炸毁健康铰链时我们的处境。


而现在,我们该如何重构健康叙事?


绝望和对专业人士造成的创伤不会使他们更容易领导这一进程。政治家们将继续做他们自己的事情,着眼于下一次选举的短期。而且很难指望公民权,因为它被这么多公开的幌子弄得晕头转向,并被那些宣布胡萝卜的无良人士欺骗,而他们真正提供的是解约的大棒。几次抗议示威并不能将水从工厂移走。


这将需要许多声音,大量的倾听和大量的毅力。我们将需要沉默,以便能够反思并贡献出创造力和想法。


就我而言,作为一名家庭医生(赤脚),我想做出贡献,该系统应该关注最重要的事情,在我看来,这就是健康与病人的关系。一些精致而微妙的东西,但有足够的力量作为他们想要使用的任何结构和技术杠杆的支点。


而当涉及到增加价值时,必须明确的是,不能把病人变成一个单纯的被动的资源消费者。健康不是一种产品,无论市场对它多么感兴趣。我还想问,专业人员不应仅仅是健康服务的生产者,这将我们变成无尽的流水线的一部分,使临床医生和那些经过他们手的人都失去了人性。至关重要的是,我们要帮助赋予病人的叙述以意义,使他们能够将他们的患病时间、生活灾难和情感融入他们的自传中,而不必将其委托给那些永远没有权力代替他们的健康产品和服务。


这种对病人的健康和疾病的叙事层面的拯救,以及对卫生工作者的促进作用的拯救,可能是一颗种子,从中可以产生一种新的机构叙事,而目前这种叙事正处于废墟之中。


这不全是一个资源问题。这些都很重要,我不否认,但我们不能止步于此。我们必须看得更远,并记住文字和叙述有很大的力量。如果他们能够在沙漠中建造金字塔或将人类带入月球,如果我们决定利用他们来更新我们摇摇欲坠的机构,他们现在也能做到。



sábado, 23 de enero de 2021

Una vacuna de esperanza. A vaccine of hope. 希望的疫苗。




Estos tiempos complejos me están enseñando la importancia de depositar la atención en lo que verdaderamente lo merece. Con tanta crispación y tanto ruido de fondo va a ser cada vez más importante no caer en la tentación de atender lo que más grita, más se ilumina, o más intenta a atraernos, sino en la virtud de lo callado, casi invisible o delicado. Viene a mi mente aquel relato del profeta Elías en el libro primero de los Reyes que consigue encontrar la presencia de Dios en una brisa suave y no en el fragor del huracán, la violencia del terremoto o el brillo del rayo en mitad de la noche. 


Nosotros hemos dejado de oír la tenue voz divina en un mundo perpetuamente atenazado por pantallas que no dejan de vomitar todo tipo de escándalos, desgracias y cataclismos. Y mira que buscamos en el móvil cientos de veces al día con regulares resultados. 


Lo que quería traerles esta semana son tan solo dos pequeños detalles. El primero las caras de los profesionales sanitarios al recibir las primeras vacunas. Mírenlas bien. Lo tendrán fácil por el gran número de fotos que se están compartiendo en redes sociales estos días. Verán ilusión, esperanza, alivio, fe, ganas de luchar, confianza, tranquilidad, alegría, incluso entusiasmo. 


Las sesenta personas de mi equipo de Atención Primaria nos vacunamos ayer. Fuimos convocados en dos turnos y se organizó un buen jaleo en la sala de espera. Como tenía bastante faena dejé la puerta abierta y esperé que pasaran todos mientras seguía con mis llamadas y demás. Me llegaba el ruido de fondo de las alegres conversaciones y pese a no distinguir las palabras si acertaba a adivinar las emociones que traslucían. La sensación era parecida a cuando hace unos meses empezamos a recibir los equipos de protección individual tras llevar muchas semanas poniéndonos bolsas de basura encima: alivio y esperanza


Y algo que necesitamos tanto es necesario compartirlo con la sociedad dado que a su vez esta está gravemente enferma de miedo, crispación y ceguera. Una enfermedad viscosa que contamina cuerpos y almas ocasionando un sufrimiento gris que se queda pegado a la existencia. 


No puedo asegurarles el grado de eficacia de lo que me inyectaron en el hombro. No será tanto como dicen los laboratorios. Lo que sí puedo asegurar es que merece la pena soportar un pinchazo, más allá de lo que uno piense o sienta al recibirlo, por el simple hecho de avivar la esperanza en que algún día toda esta pesadilla acabará. Vendrán quizá otras, pero esta en concreto hallará fin. 


La otra pequeña imagen que quería compartirles tuvo lugar en la calle Toledo de Madrid pocos minutos después de la deflagración de gas que destruyó un edificio matando cuatro personas. Los vecinos empezaron a retirar grandes piedras y cascotes del pavimento para favorecer el acceso de los equipos de emergencia que aún no habían llegado. Fue algo espontáneo que casi no requirió palabras, ni pensamiento. Unos pocos se pusieron a ello escatimando el riesgo de estar en una zona peligrosa para beneficiar a otros. Coincido con el alcalde en que hay algo de milagro en esta historia, habida cuenta de que había un colegio y una residencia de mayores justo al lado y pudo haber sido una catástrofe mayor. Aunque quizá lo verdaderamente milagroso sea reconocer que en el fondo las enfermedades mortales y las grandes explosiones nos enseñan que la vida que habitamos es paradójicamente leve y tenaz al mismo tiempo. Capaz de apagarse como la llama de una vela con un soplo y a la vez soportar todo tipo de brasas y seguir adelante. 


En eso nos quedamos, en seguir adelante. 








A vaccine of hope.


These complex times are teaching me the importance of paying attention to what truly deserves it. With so much tension and so much noise in the background, it will be increasingly important not to fall into the temptation of paying attention to what shouts the loudest, shines the brightest, or tries to attract us the most, but to the virtue of what is quiet, almost invisible or delicate. I am reminded of the story of the prophet Elijah in the first book of Kings who manages to find God's presence in a gentle breeze and not in the noise of a hurricane, the violence of an earthquake or the brightness of lightning in the middle of the night. 


We have ceased to hear the faint voice of the divine in a world perpetually gripped by screens that keep spewing out all kinds of scandals, misfortunes and cataclysms. And we search our mobile phones hundreds of times a day with regular results. 


What I wanted to bring you this week are just two small details. The first are the faces of the health professionals as they receive the first vaccines. Take a good look at them. It will be easy for you to do so because of the large number of photos that are being shared on social networks these days. You will see excitement, hope, relief, faith, desire to fight, confidence, calm, joy, even enthusiasm. 


The sixty people in my Primary Care team were vaccinated yesterday. We were called in two shifts and there was quite a racket in the waiting room. As I had a lot of work to do, I left the door open and waited for everyone get the shot while I continued with my calls and so on. I could hear the background noise of the cheerful conversations and although I couldn't make out the words, I could guess the emotions they conveyed. The feeling was similar to when we started to receive our personal protective equipment a few months ago after weeks of putting rubbish bags over our bodies: relief and hope. 


And something we need so badly needs to be shared with society, which in turn is seriously ill with fear, tension and blindness. A viscous disease that contaminates bodies and souls causing a grey suffering that clings to existence. 


I can't tell you how effective what they injected into my shoulder is. It will not be as much as the laboratories claim. What I can assure you is that it is worth enduring a jab, regardless of what you think or feel when you receive it, for the simple fact of reviving the hope that one day this nightmare will come to an end. Perhaps others will come, but this one will find an end. 


The other small image I wanted to share with you this week took place in Madrid a few minutes after the gas explosion that destroyed a building and killed four people. Neighbours began to remove large stones and rubble from the pavement to facilitate the access of the emergency teams that had not yet arrived. It was spontaneous and required almost no words, not even thought. A few people set about it, skimping on the risk of being in a dangerous area for the benefit of others. I agree with the city mayor that there is something of a miracle in this story, given that there was a school and a retirement home right next door and it could have been a major catastrophe. But perhaps the real miracle is to recognise that what deadly diseases and big explosions teach us is that the life we inhabit is paradoxically light and tenacious at the same time. Capable of being extinguished like a candle flame with a blow and at the same time withstand all kinds of embers and keep going. 


That is what we are left with, to carry on. 







希望的疫苗。


自動翻譯,對錯誤感到抱歉。


這些複雜的時代教會了我注意真正應得的重要性。面對如此之大的緊張氣氛和喧囂,越來越重要的是不要陷入關注那些喊得最響,發光得最亮或試圖吸引我們最多的東西的誘惑,而是要注意什麼安靜,幾乎看不見或精緻。我想起了第一本書《國王》中關於先知以利亞的故事,他設法在微風中找到神的同在,而不是在颶風的喧囂,地震的猛烈襲擊或雷電中間的閃電的照耀下找到神的存在。晚。


在一個不斷被各種屏幕,不斷散佈各種醜聞,不幸和災難的屏幕所籠罩的世界中,我們已經不再聽到神聖的聲音。而且,我們每天都會搜索手機數百次,並獲得常規結果。


我本週想帶給您的只是兩個小細節。首先是衛生專業人員在接受第一批疫苗時的面孔。好好看看他們。由於這些天在社交網絡上共享了大量照片,因此您這樣做很容易。您會看到興奮,希望,安心,信念,渴望戰鬥,自信,平靜,快樂,甚至熱情。


我的初級保健團隊中的60人昨天進行了疫苗接種。我們兩班接班,候診室裡有很多球拍。由於需要做很多工作,因此我打開了門,等所有人繼續拍攝,然後繼續打電話等等。我可以聽到愉快的談話的背景噪音,儘管我聽不清說話的聲音,但我可以猜出它們傳達的情感。這種感覺類似於幾個月前我們開始在自己的身體上放了幾袋垃圾袋後收到我們的個人防護用品:一種救濟和希望。


我們非常需要與社會分享我們急需的東西,而社會又充滿恐懼,緊張和失明。一種粘稠的疾病,污染人體和靈魂,造成灰色的痛苦,一直存在。


我不能告訴你他們注入我肩膀的效果如何。它不會像實驗室聲稱的那樣多。我可以向您保證,無論您收到什麼想法或感覺,都值得忍受一次刺戳,因為一個簡單的事實是,人們希望這一噩夢有一天會終結。也許其他人會來,但是這個會找到終點。


我本週想與您分享的另一幅小圖發生在瓦斯爆炸摧毀了建築物並炸死四人之後的幾分鐘。鄰居開始從人行道上清除大塊石頭和瓦礫,以方便尚未到達的緊急救援隊進入。它是自發的,幾乎不需要說話,甚至都不需要思考。少數人開始冒險,為他人的利益而處於危險區域的危險。我同意市市長的話,這個故事有些奇蹟,因為隔壁有一所學校和一家養老院,這本來可能是一場大災難。但是,也許真正的奇蹟是認識到,致命的疾病和巨大的爆炸教給我們的是,我們所居住的生活同時具有悖論性的輕鬆和頑強。能夠像吹蠟燭一樣熄滅,同時能夠承受各種餘燼並保持運轉。


這就是我們所要做的。

lunes, 1 de junio de 2020

Entrar en una UCI en los tiempos del Coronavirus. Entering an Intensive Care Unit in the age of Coronavirus. 在冠狀病毒時代進入重症監護室。





Entrar en una UCI en los tiempos del Coronavirus.

La sanidad es un laberinto con muchas moradas. Unas de las más temidas son las UCIs por implicar pacientes muy graves, pronósticos no siempre positivos e indefensión total para los que entran en ellas.

¿Consentirías pasar unas horas dentro de ellas de la mano de un intensivista especial? Si aceptas la oferta te propongo a Gabi Heras como acompañante y “En primera línea” como la puerta que te llevará a conocer una realidad donde la vida y la muerte bailan sobre una delgada línea roja mientras un montón de profesionales sanitarios se afanan en mil tareas. 

El libro es un pequeño milagro escrito en tiempo récord y narra la crisis del Coronavirus casi en directo. Con un estilo cercano y cordial nos lleva de la mano por situaciones muy difíciles que quizá nos ayuden a entender el peso que los sanitarios sostienen en su día a día.

Gabi Heras nos abre su UCI y su vida, regalándonos su manera de ver las cosas y su esfuerzo por humanizar tanto la asistencia como su cotidianidad. Damos lo que tenemos, este libro es una prueba al ofrecernos un testimonio real contado desde el corazón. Seguro que lo disfrutas.






Entering an Intensive Care Unit in the age of Coronavirus.

Healing is a maze with many abodes. One of the most feared are the ICUs because they involve very serious patients, not always positive prognoses and total defenselessness for those who enter them.

Would you agree to spend a few hours inside them with a special intensivist? If you accept the offer I propose Gabi Heras as an escort and "In the front line" as the door that will take you to know a reality where life and death dance on a thin red line while a lot of health professionals are busy with a thousand tasks. 

The book is a small miracle written in record time and tells the story of the Coronavirus crisis almost live. With a close and cordial style, it takes us by the hand through very difficult situations that may help us understand the weight that the health professionals carry in their day to day.

Gabi Heras opens his ICU and his life, giving us his way of seeing things and her effort to humanize both the assistance and his daily life. We give what we have, this book is a proof by offering us a real testimony told from the heart. I'm sure you will enjoy it.






在冠狀病毒時代進入重症監護室。

自動翻譯,對錯誤感到抱歉。


癒合是一個有許多居所的迷宮。 ICU是最令人擔憂的問題之一,因為它們涉及非常嚴重的患者,對於進入這些患者的患者而言,並不總是積極的預後和完全沒有防禦能力。

您是否願意和特別的強化專家在一起呆幾個小時?如果您接受報價,我建議加比·赫拉斯(Gabi Heras)作為陪同人員,並建議“在前線”作為大門,這將帶您了解一個現實,在這個現實中,生死攸關的人在一條細紅線上跳舞,而許多醫療專業人員正忙著一千個任務。

這本書是一個創紀錄的小奇蹟,講述了冠狀病毒危機幾乎在現場的故事。親切而親切的風格可以幫助我們度過非常困難的時刻,這可能有助於我們了解衛生專業人員在日常工作中所承受的重量。

加比·赫拉斯(Gabi Heras)打開他的重症監護病房和他的生活,讓我們以他的方式看待事物,並為使援助和他的日常生活人性化做出了努力。我們提供我們所擁有的,這本書通過提供我們發自內心的真實見證來證明。我相信你會喜歡的。

jueves, 26 de septiembre de 2019

El fin de la medicina con rostro humano




Hoy reflexionaré en Zaragoza sobre la deshumanización de la medicina. Tema que desgraciadamente está a la orden del día si hablan con cualquier profesional sanitario por mucho que las organizaciones sanitarias hablen de humanización como si fuera un mantra. En lo que sí estoy de acuerdo es en lo prioritario de llamar a las cosas por su nombre y en la subsiguiente toma de decisiones para o bien asumirlo o bien corregirlo.

Hablaré de las luces y las sombras de la medicina, señalaré zonas sangrantes y apuntaré posibles remedios. Como siempre dejo en abierto las notas de la presentación. Siento que no se retransmita en streaming.

A última hora dejaré alguna nota final en Twitter.




viernes, 21 de septiembre de 2018

La sociedad que no tenía nada que decir. The society that had nothing to say

"Although man has the ability to communicate everything, anywhere, anytime and instantly, he finds that he has nothing to say" Thomas Merton A lot of people communicates on the Internet with social networks, email or instant messaging. Tools that together with the telephone and video calls give us the possibility of contacting virtually any person anywhere. It is possible to generate messages that reach groups of friends and if they share it with many more people. However, if you look for a moment at messages from any social network or snoop into the inbox of any email account you will notice that most of the content is junk and noise. Is society losing its capacity for discourse, narrative, dialogue and reflection? Mari Paz López Santos reminds me that this year marks the 50th anniversary of the death of Thomas Merton, a prolific thinker and writer who mixed monastic contemplation with intense social advocacy. He was able to see ahead of time a reality that today is everyday. We suffer an intensive bombardment of information and noise at the same time that we have less and less to say. We babble complaints, protests and screams. We kick what we don't like and cheer for our sports heroes. But when it comes to reflecting on the really important things in our lives or to engaging in a deep dialogue with someone on the subject, we encounter great difficulties. This is a symptom of social illness that translates into individual suffering, especially when we have enough time to get sick or have difficulty. If we have little to say when we are healthy, imagine when the wave of illness reaches us and stirs us up with its annoyances and miseries. Going through life dressed in pure complaint ends up alienating those around us and in a short time we end up alone more than one, no matter how advanced our smart phone is or how popular we are in the digital world. In the face of what surpasses us, in the face of illness, death and suffering, we are alone. One of the tools that I encourage in consultation to use those who suffer is narrative. But in order to be able to narrate it is necessary to be silent and to contemplate beforehand. To contemplate pain is not easy at all. To explain that it is necessary to look at the wound before cleaning it and healing it is easy, the difficult thing is to get the patient to do it. Especially in those wounds of psychology or the spirit that are inaccessible to all except the sufferer. Health care professionals should perhaps take more care of personal narratives in order to be able to facilitate those of others. Saying more with less, valuing conscious silences, daring to express what we see in depth. Because rescuing the ability to name humanizes us and today is an urgency in every sense.




"Aunque el hombre dispone de la capacidad de comunicarlo todo, en cualquier lugar, a cualquier hora y de modo instantáneo, se encuentra con que no tiene nada que decir" Thomas Merton



Una gran parte de la ciudadanía se comunica en Internet con redes sociales, correo electrónico o mensajería instantánea. Herramientas que unidas al teléfono y las videollamadas nos dan la posibilidad de contactar virtualmente con cualquier persona en cualquier lugar. Es posible generar mensajes que lleguen a grupos de amigos y si estos lo comparten a muchas más personas. Sin embargo si uno mira un instante los mensajes de cualquier red social o husmea en la bandeja de entrada de cualquier cuenta de correo electrónico se dará cuenta de que la mayoría del contenido es basura y ruido.

¿Está perdiendo la sociedad su capacidad de discurso, narrativa, diálogo y reflexión?

Me recuerda Mari Paz López Santos que este año se celebra este año el 50 aniversario de la muerte de Thomas Merton, pensador y escritor prolífico que mezcló la contemplación monástica con una intensa actividad de incidencia social. Fue capaz de ver antes de tiempo una realidad que hoy es cotidiana. Sufrimos un bombardeo intensivo de información y ruido a la par que cada vez tenemos menos que decir. Balbuceamos quejas, protestas y gritos. Pataleamos lo que no nos gusta y vitoreamos a nuestros héroes deportivos. Pero a la hora de reflexionar sobre las cosas verdaderamente importantes de nuestra vida o de plantear un diálogo profundo con alguien sobre el tema encontramos grandes dificultades.

Esto es un síntoma de enfermedad social que se traduce en sufrimiento individual, sobre todo cuando nos alcanza un tiempo de enfermar o de dificultad. Si tenemos poco que decir cuando estamos sanos imaginen cuando nos alcanza la ola de la enfermedad y nos revuelve con sus molestias y miserias. Ir por la vida vestido de pura queja termina alejando a los que nos rodean y en poco tiempo acabamos más solos que la una, por muy avanzado que sea nuestro teléfono inteligente o muy populares que seamos en el mundo digital. Ante lo que nos supera, ante la enfermedad, la muerte y el sufrimiento, estamos solos.

Una de las herramientas que animo en consulta a usar a quien padece sufrimiento es la narrativa. Pero para poder narrar hay que previamente callar y contemplar. Contemplar el dolor no es nada fácil. Explicar que es necesario mirar la herida antes de limpiarla y curarla es fácil, lo difícil es conseguir que el paciente lo haga. Sobre todo en esas heridas de la psicología o el espíritu que son inaccesibles para todos excepto para el que las padece.

Los profesionales de la salud tal vez debiéramos cuidar más las narrativas personales para ser capaces de facilitar las de los demás. Decir más con menos, valorar los silencios conscientes, atrevernos a expresar lo que vemos en la profundidad. Porque rescatar la capacidad de nombrar nos humaniza y hoy es una urgencia en todos los sentidos.





समाजले केही भन्नको लागी थिएन


"यद्यपि मानिसको पास कुनै पनि समय र तुरुन्तै सबै चीजहरू संवाद गर्ने क्षमता छ, उसले पाएको छ" थमस मेर्टन "



सार्वजनिकको ठूलो भाग इन्टरनेटमा सञ्जाल, ईमेल वा द्रुत सन्देश सहित इन्टरनेटमा संचार गर्दछ। फोन र भिडीयो कलमा सामेल हुने उपकरणहरूले हामीलाई लगभग कुनैपनि पनि सम्पर्क गर्न सक्ने क्षमता दिन्छ। सन्देशहरू उत्पन्न गर्न सम्भव छ जुन साथी साथीहरूको पहुँच पुग्छ र यदि उनी धेरै मानिसहरूसँग साझेदारी गर्छन्। यद्यपि, यदि कुनै पनि सोशल नेटवर्कको सन्देशहरू हेर्छ वा कुनै पनि इमेल खाताको इनबक्समा देख्नुहुन्छ, यसले यो महसुस गर्नेछ कि अधिकांश सामग्री कचरा र शोर हो।

के समाजले बहस, कथा, संवाद र प्रतिबिम्बको लागि क्षमतालाई हराइरहेको छ?

मारी पैज लोपेज सैंटोसले मलाई सम्झाउँछन् कि यो वर्ष यो वर्ष थमस मेरर्टन, एक प्रख्यात विचारक र लेखक जसले सामाजिक प्रभावको तीव्र गतिविधिसँग गहन मोलम्पत्तिको मिश्रणको मृत्युको पचास वर्षगांठको सङ्केत गर्दछ। उनी पहिले नै एक वास्तविकता देख्न सक्षम थिए कि आज दैनिक छ। हामी जानकारी र शोरको एक गहन बमबारीमा एकै पटकमा हामीसँग कम र कम भन्न को लागी। हामी शंकास्पद, विरोध र चिन्तालाई बाबा गर्छौं। हामी जुन हाम्रो मनपर्ने नायकहरू मन पराउँदैनौं र खुशी गर्छौं। तर जब यो हाम्रो जीवनको साँच्चै महत्त्वपूर्ण चीजहरू प्रतिबिम्बित वा विषयमा कोहीसँग गहिरो संवादको प्रस्ताव गर्ने कुरा हो, हामी ठूलो कठिनाइहरू पाउँछौं।

यो सामाजिक रोगको लक्षण हो जुन व्यक्तिगत दुखाइमा परिणाम हुन्छ, विशेष गरी जब हामी बिरामीको समय पुग्छ वा कठिनाईमा पुग्छौं। यदि हामी स्वस्थ छौं भने हामी कत्तिको थोरै छौँ, कल्पना गर्नुहोस् कि बिरामीको लहरले हामीलाई अचानक बनाउँछ र हामीलाई कष्टप्रद र दुर्व्यवहारबाट विरूद्ध विस्फोट गर्छ। जीवनभरि जाँदै शुद्ध उजुरी समाप्त हुन्छ जुन हामी वरिपरिका ती व्यक्तिहरूलाई छोडिदिन्छौं र छोटो समयमा हामी एक भन्दा बढी एक्लै समाप्त गर्दछौं, कुनै पनि स्मार्टफोन कसरी उन्नत वा डिजिटल दुनियामा हामी कसरी लोकप्रिय छौं। हामीलाई कुन कुराको सामना गर्नुपर्दछ, बिरामी, दुःख र दुःखको सामनामा हामी एक्लै छौं।

कष्टबाट पीडित को उपयोग गर्ने सल्लाह मा म प्रोत्साहित गर्ने एक उपकरण कथा हो। तर वर्णन गर्न सक्षम हुनु, हामीले पहिले नै चुप र विचार गरौं। परिकल्पना गर्न सजिलो छैन। व्याख्या गर्नुहोस् कि यो सफा गर्नु अघि यो घाँटी हेर्न र यसलाई निको पार्नु सजिलो छ, कठिनाई यो रोगीले गर्न यो हो। विशेष गरी मनोवैज्ञानिक वा आत्माको ती चोटहरूमा सबै दुख्ने तर पीडितका लागि पहुँच योग्य हुँदैन।

स्वास्थ्य व्यवसायीहरूले अरूलाई सुविधा दिन सक्नुको साथै व्यक्तिगत अभिव्यक्तिको अधिक हेरचाह गर्नु पर्छ। कम, मूल्य जागरूकता सिलसिलेको साथ अधिक भन्नुहोस्, हामी गहराईमा हेर्ने कुरा व्यक्त गर्न हिम्मत गर्छौं। किनभने नामको क्षमता बचाउँदा हामीलाई मानव र आज सबै इन्द्रमा अचम्म छ।




viernes, 17 de agosto de 2018

Silencio en el ruido





La revista internacional Folia humanística de la Fundación Letamendi-Forns es un interesante foro de reflexión sobre salud, ciencias sociales y humanidades. Sus directores, Marc Antoni Broggi i Trias y Francesc Borrell, me propusieron profundizar en el reto que supone gestionar el enorme ruido de fondo de nuestras vidas privadas y profesionales. En el último número de la revista, recién publicado, tienen a su disposición el resultado. Espero que puedan disfrutar del artículo y de la propia revista si no la conocían.




EL SILENCIO EN EL RUIDO: OPORTUNIDADES PARA LAMEDITACIÓN EN LA VIDA COTIDIANA

Resumen: Los factores que condicionan el aumento del ruido de nuestra época son: el urbanismo, la tecnología y los medios de comunicación. La sociedad del conocimiento nos provee de una sobrecarga informativa en forma de ruido de fondo que nos produce desasosiego. Para poder observar y manejar esta desazón se precisa inteligencia intrapersonal y capacidad para generar silencio de calidad. El mundo sanitario y académico son ejemplos de profesiones donde el ruido puede ser devastador. Para poder manejarlo es importante aprender a desarrollar sensibilidad y atención hacia el exterior por un lado y hacia uno mismo por otro. En las crisis vitales es donde solemos aprender a acercarnos al espacio interior de silencio. El sufrimiento personal nos obliga a buscar soluciones y para ello no hay otro remedio que terminar mirando hacia donde señalan las emociones, por muy incómodo o difícil que nos resulte. El proceso de digitalización de la comunicación ha aumentado el “ancho de banda” de información que recibimos y nos obliga a gastar mucha energía para manejarlo. Recibimos más estímulos de los necesarios, mientras que en paralelo la sociedad sufre una epidemia de soledad y aislamiento sin precedentes que afecta a niños, adultos y ancianos. Concluimos que la sobrecarga informativa produce sufrimiento. Dado que la sociedad actual produce mucho ruido es importante aprender a generar silencio y a relacionarnos con él, cuidando los espacios de silencio personal e implementando actitudes meditativas que mejoren el contacto interior y las relaciones humanas de calidad. La calibración y afinamiento personal y profesional precisan pues de espacio vacío por lo que aprender a equilibrar el ruido y el silencio en nuestra vida es un reto vital para todos.

 Palabras clave: meditación/ agotamiento profesional/ atención plena/ estrés psicológico/.





THE SILENCE IN THE NOISE: OPPORTUNITIES FOR MEDITATION IN EVERYDAY LIFE.

 The increase of noise in our era is conditioned by three factors: urbanism, technology and the media. The knowledge society provides us with an information overload in the form of background noise that causes us discomfort. To be able to observe and manage this discomfort requires intrapersonal intelligence and the ability to generate quality silence. The sanitary and teaching worlds are examples of professions where noise can be devastating. In order to be able to manage it, it is important to learn to develop sensitivity and attention to the outside on one side and to oneself on the other. It is in vital crises that we usually learn to approach the interior space of silence. Personal suffering forces us to seek solutions and for this there is no alternative but to end up looking towards where emotions point, no matter how uncomfortable or difficult it may be. The process of digitizing communication has increased the "bandwidth" of information we receive and forces us to spend more energy to manage it. We are receiving more stimuli than necessary while at the same time society is experiencing an unprecedented epidemic of loneliness and isolation affecting children, adults and the elderly.We conclude that information overload causes suffering. Given that today's society produces a lot of noise, it is important to learn how to generate silence and relate to it, taking care of the spaces of personal silence and implementing meditative attitudes that improve inner contact and quality human relations. Personal and professional calibration and tuning therefore require empty space, so learning to balance noise and silence in our lives is a vital challenge for everyone.

Keywords: meditation/ professional exhaustion/ mindfulness/ psychological stress/.





viernes, 6 de julio de 2018

¿Es posible una asistencia sanitaria humanizada si los profesionales trabajan en condiciones deshumanizadas?





En los últimos años se ha empezado a utilizar la palabra humanismo en la alta gestión de la salud creándose al efecto los correspondientes cargos que incluyen hasta viceconsejerías. Es un tema que me interesa mucho y sobre el que reflexiono frecuentemente. Hoy dejo una sencilla pregunta en el aire que ha generado cierto debate en las redes sociales.












viernes, 15 de junio de 2018

La fuente de la vida. The source of life




The source of life.


Many traditions have narratives about the source of life including parallel stories of eternal youth, the holy grail and other searches. In them we find the human being's yearning to live and transcend the limitation of death. This imperious desire has generated cosmologies, mythologies and religions, built pyramids, ziggurats and temples. In short: it has driven human beings to seek meaning.

In each epoch, this search has been carried out in different ways. Scouts were sent to the ends of the world, eyes were focused on the starry night, efforts were made to study and meditate or spaces and buildings were built. Today, science and technology seem to be searching for meaning and many find life or youth in cosmetic surgery or vain pleasures, as has always been the case. We also find sellers of meaning in sects or new age products that offer old pearls of wisdom conveniently made up. Nothing new under the sun.

However, the common people seem to have forgotten the access to the sources of life that although they continue to flow, they do so with a slight rumour that the din of everyday life completely erases. Modern societies seem to turn their backs on the religions and mystics who knew these narrow paths. Faith dogmas, hierarchies, structures of other times and rigid morals have driven many away. The misfortune is that treasures have also been left behind and it took a great deal of effort to find them, including everything related to the source of life.

Access to the holy has been protected by religions by relegating it to the inaccessible, covering it with veils that only the corresponding guardians controlled. Those who discovered and announced the way to reach the source were often executed, burned or crucified. And so we have been for centuries. What characterizes our time today is the coexistence of a free market that seeks to commodify everything that can be turned into a good or service with the involution of traditional religions stripped of the credibility and strength they had in the past. On the one hand we have all kinds of spiritual products for sale and on the other hand the writings and testimonies of these ancient traditions. It is therefore possible to learn from the efforts made by others to open up routes that connect us to life and give us meaning.

The challenge remains the same as thousands of years ago. To realize that the sources of life cannot be too far away from the beings who enjoy that state and that that life we experience unites us with those who also enjoy it, enjoyed it or will enjoy it.

When we manage to relate to that part of ourselves that we call the source of life, it is easier to find meaning and balance in the circumstances that touch us. When we fail to do so, we are exposed to overload and hopelessness and consequently to end up buying substitutes that do not satisfy our thirst for meaning and transcendence.

It is in vital crises, diseases and losses that the importance of access to a source of life becomes most evident. Without this possibility, the remedies, care and pills will not produce sufficient relief no matter how large the diagnostic and treatment coils are.

Health professionals often don't have time to stop and ask questions about issues so seemingly far removed from the physical and bodily problems that keep them busy. The existential sphere of the person is overlooked as if it did not exist or was a business far removed from its competence. Maybe it's a mistake. Just as it is not possible to separate the physical from the psychological, neither will it be possible to separate the social and existential. But just as there are psychologists and social workers to deal with the corresponding problems, who will deal with spiritual and existential issues when they have a strong impact on the person's reality and health?

The thirst for meaning and hope impels us as a society and as individuals to seek the water that quenches it. However, it is not precisely the most economically developed countries that are best able to meet this need. Rather, they distract it by providing infinite content, goods and services that temporarily quench that thirst.

The one who dares to walk in his garden ends up knowing it and sooner or later he will find the fountain. Whoever drinks from it once will not be able to stop because its water really quenches the thirst for life. The day will come when this act will seem to us to be daily and elementary. The survival of the species may depend on generalizing this source of meaning.





Muchas tradiciones nos hablan de la fuente de la vida incluyendo narraciones paralelas como la de la eterna juventud, el santo grial y otras búsquedas. En ellas encontramos el anhelo del ser humano por vivir y trascender la limitación de la muerte. Ese deseo imperioso ha generado cosmologías, mitologías y religiones, construido pirámides, zigurats y templos. En pocas palabras: ha impulsado a los seres humanos a buscar un sentido. 

En cada época esa búsqueda se ha concretado de diferentes maneras. Se enviaban exploradores a los confines del mundo, se concentraban las miradas en la noche estrellada, se dedicaban esfuerzos al estudio y la meditación o se construían espacios y edificios. Hoy parece buscarse sentido en la ciencia y la tecnología y muchos encuentran vida o juventud en la cirugía estética o los placeres vanos como por otra parte se ha hecho siempre. También encontramos vendedores de sentido en sectas o productos de la nueva era que ofrecen viejas perlas de sabiduría convenientemente maquilladas. Nada nuevo bajo el sol.

Sin embargo la gente común parece haber olvidado el acceso a las fuentes de vida que si bien siguen manando lo hacen con un leve rumor que el estruendo de cotidianidad borra por completo. Las sociedades modernas parecen dar la espalda a las religiones y a los místicos que conocían esos angostos caminos. Los dogmas de fe, jerarquías, estructuras de otros tiempos y morales rígidas han alejado a muchos. La desgracia es que también se han dejado atrás tesoros que costó gran esfuerzo encontrar, entre ellos todo lo referente a la fuente de vida.

El acceso a lo santo ha sido protegido por las religiones relegándolo a lo inaccesible, cubriéndolo con velos que solo los guardianes correspondientes controlaban. A los que descubrían y anunciaban la forma de llegar a la fuente los solían ajusticiar, quemar o crucificar. Y así hemos estado durante siglos. Hoy lo que caracteriza nuestra época es la coexistencia de un libre mercado que trata de mercantilizar todo lo susceptible de ser convertido en bien o servicio con la involución de las religiones tradicionales despojadas de la credibilidad y fuerza que tuvieron en el pasado. Por un lado tenemos pues todo tipo de productos espirituales a la venta y por otro los escritos y testimonios de esas antiguas tradiciones. Es posible por tanto aprender del esfuerzo que otros hicieron por nosotros para abrir rutas que nos conecten con la vida y nos aporten sentido. 

El reto sigue siendo el mismo que hace miles de años. Darnos cuenta de que las fuentes de vida no pueden estar muy alejadas de los seres que gozan de ese estado y que esa vida que experimentamos nos hermana con aquellos que también la disfrutan, la disfrutaron o habrán de disfrutarla.

Cuando conseguimos relacionarnos con esa parte de nosotros que denominamos fuente de vida es más sencillo hallar sentido y equilibrio frente a las circunstancias que nos toquen. Cuando no lo conseguimos estamos expuestos a la sobrecarga y la desesperanza y en consecuencia a terminar comprando sucedáneos que no nos sacien la sed de sentido y transcendencia.

Es en las crisis vitales, las enfermedades y las pérdidas donde más evidente se hace la importancia de acceder a una fuente de vida. Sin esa posibilidad los remedios, cuidados y pastillas no producirán el suficiente alivio por grandes que sean las espirales de diagnóstico y tratamiento que se generen.

Los profesionales de la salud no suelen tener tiempo para detenerse a preguntar sobre cuestiones tan aparentemente alejadas de los problemas físicos y corporales que suelen mantenerles ocupados. La esfera existencial de la persona se pasa por alto como si no existiera o fuera un negociado alejado por entero de su competencia. Tal vez sea un error. Igual que no es posible separar lo físico de lo psicológico tampoco lo será con lo social y existencial. Pero así como existen psicólogos y trabajadores sociales para atender los correspondientes problemas, ¿quién se ocupará de las cuestiones espirituales y existenciales cuando estas afecten vivamente la realidad y la salud de la persona?

La sed de sentido y esperanza nos impele como sociedad y como individuos a buscar el agua que la sacie. Sin embargo no son precisamente los países más desarrollados económicamente los que consiguen calmar mejor esta necesidad. Más bien la distraen proveyendo de contenido, bienes y servicios infinitos que calman esa sed temporalmente. 

El que se atreve a caminar por su jardín termina conociéndolo y más tarde o más temprano encontrará la fuente. Quien bebe de ella una vez no podrá dejar de hacerlo porque su agua calma de verdad la sed de vida. Llegará un día en que este acto nos parezca cotidiano y elemental. La supervivencia de la especie tal vez dependa de generalizar esa fuente de sentido.








miércoles, 25 de octubre de 2017

¿Qué haría falta para humanizar la Atención Primaria?








La alta gestión sanitaria parece que por fin ha tomado consciencia de la importancia de humanizar la asistencia. Hay un clamor popular que pide algo más que servicios sanitarios, tecnología y resultados. Si los profesionales no ofrecen cuidados con un mínimo de calidad humana los ciudadanos valorarán mal el servicio y, lo que es peor para la delicada financiación del mismo, requerirán más consultas e intervenciones al no sentirse correctamente atendidos.

El problema que enfrentamos es complejo, ¿puede un médico de familia con cincuenta pacientes citados ofrecer un mínimo de humanidad o no tendrá más remedio que correr todo lo que pueda?

La sobrecarga coyuntural de muchísimos médicos de familia y pediatras de atención primaria hace que no sea nada fácil desarrollar técnicas de comunicación avanzada, reflexión clínica, empatía, soporte emocional o prescripción social. Es por esta razón por la que desde este nivel asistencial se miran con suspicacia las líneas de humanización que se dibujan desde los despachos políticos obviando en apariencia la realidad de las consultas.

El mero hecho de estudiar medicina lleva implícito un alto nivel de servicio y de valores. Sea que se suscriba el juramento hipocrático u otro parecido, el profesional reconoce que su labor no tiene fin. Este nivel de motivación debería ser aprovechado por las instituciones sanitarias que son las responsables de la implementación de ecosistemas de trabajo que promuevan la excelencia profesional y la seguridad del paciente.

Lo que nos encontramos en nuestro medio son estructuras sanitarias industriales, diseñadas para proveer servicios a la manera de una fábrica. Aun no nos hemos dado cuenta de que ese nivel de organización ha sido superado por una nueva revolución basada en el conocimiento y la innovación. 

Estamos perdiendo un tiempo precioso a la par que permitimos que se quemen gran número de profesionales a los que se obliga a trabajar en condiciones de explotación semejantes a la medicina de cupo de generaciones anteriores. ¿Acabaremos viendo cuarenta pacientes en dos horas? si la organización no cambia parece que sí.

Esta paradoja que permite la construcción de costosos ecosistemas hospitalarios basados en tecnología y farmacia de última generación, que atienden al 20% de la población consumiendo un 80% de recursos, mientras desfinancia y estrangula la atención primaria, que tiene que atender al 80% de la ciudadanía con un 20% de recursos, va a conseguir que el sistema colapse por completo.

Nadie en los despachos políticos parece escuchar el criterio internacional de personalidades como Barbara Starfield o Iona Heath que señalan la viabilidad de los sistemas sanitarios públicos en el hecho de estar basados en una atención primaria fuerte.

¿Debemos esperar los profesionales de la salud a que se den cuenta de esto? Tras muchas décadas sin cambio real pareciera que lo más sensato es dejar de esperar. Es cierto que no hay una hoja de ruta consensuada sobre la mesa pero también lo es que no queda más remedio que priorizar. No es posible ofrecer una sanidad buena, bonita y barata. 

Para priorizar hay que saber lo que es más importante. Yo lo tengo claro: ofrecer una asistencia sanitaria con calidad científico técnica y humana.

Lo demás es secundario. 

Con esta premisa he de ordenar mis recursos de tiempo y energía a la hora de atender un cupo de dos mil pacientes e inevitablemente choco con la rigidez de un sistema que me impone una agenda sobrecargada y un modo de trabajo que no es sencillo de cambiar. Cada cual en su nivel de gestión tendrá que hacer lo mismo sin esperar a que llueva el maná del cielo; no vendrá.

Una asistencia sanitaria que no es humanizada es por definición deshumanizada. Esto es nefasto para pacientes, profesionales y para el propio sistema. Se genera más sufrimiento, queme profesional y finalmente gasto. 

El nudo gordiano del cambio de sistema ha de ser superado. No queda otra que replantear el modo de financiación, organización de los servicios y el tipo de asistencia. No hay más remedio que priorizar según el valor que la sociedad prefiera. Solo podremos  conseguir mayor adaptación si implementamos cambios a todos los niveles: social, profesional, estructural, político y económico.

La desfinanciación de los servicios públicos incide en su calidad. Si termina obviando la humanización de la asistencia sanitaria estaremos perdiendo algo valioso. Será necesaria reflexión y generación de políticas públicas sensatas pero sobre todo hará falta toma de conciencia: si no dejamos a los profesionales de la salud trabajar en condiciones razonables no será posible exigir excelencia.





Líneas estratégicas del plan de humanización de la asistencia sanitaria 2016-2019 de la Consejería de Salud de la Comunidad de Madrid. ¿Echan de menos algo?

  1. Cultura de humanización.
  2. Información personalizada y acompañamiento.
  3. Humanización de la asistencia en las primeras etapas de la vida, infancia y adolescencia.
  4. Humanización en la atención de urgencias.
  5. Humanización en la hospitalización.
  6. Humanización en unidades de cuidados intensivos.
  7. Humanización en la atención de la salud mental.
  8. Humanización y paciente oncológico.
  9. Humanización ante el final de la vida.
  10. Escuela Madrileña de Salud


lunes, 12 de junio de 2017

¿Cómo explicar que a veces en la salud hay sufrimiento?






Leía recientemente unos artículos ingleses que ponían sobre la mesa el hecho de que la sanidad británica sufre un proceso de desintegración grave. No pude evitar sonreirme con ironía al constatar que los problemas han dejado de ser locales. La globalización ha llegado a todos tanto para lo bueno como para lo malo. En España pasa lo mismo, al igual que en el resto de países del entorno. La sobrecarga, la falta de recursos, la desinversión... se esgrimen como causas directas pero hay una más de la que nadie habla que tiene que ver con la taxonomía.

La medicina es una ciencia muy ordenada que precisa de coordenadas precisas para todo. Por ello describe meticulosas taxomías diagnósticas y terapéuticas que son catálogos extensos con la misión de etiquetar todo lo que la ciencia detecta como patológico. El problema surge cuando la sociedad tiene una visión del ser humano un tanto neblinosa. Me explico, en occidente la ciencia reconoce al ser humano tres ámbitos: físico, psicológico y social. Los tres medibles y cuantificables. Los tres incluídos en la definición de salud de la Organización Mundial de la Salud que equipara la misma a bienestar. 

Surgen dos problemas derivados de esto. El primero tiene que ver con las tres dimensiones humanas que dejan una cuarta en el armario. A esta definición del ser humano le falta la parcela existencial, donde descansan los valores, la ética, el sentido de la vida, la trascendencia, las creencias y todo aquello que siendo humano no es medible. El segundo nace de la equiparación de salud y bienestar, que si bien es una asociación útil al mercado (si quiere estar sano consuma salud, si está enfermo consuma servicios sanitarios), es nefasta para el individuo.

Dentro de la salud hay dolor y sufrimiento así como dentro de la enfermedad puede haber paz y serenidad. En tiempo de salud uno puede experimentar dolor al clavarse una espina de rosa o al tropezar y caer en la calle. Dolor breve cuya misión es avisar y que no convierte la situación en una enfermedad. En tiempo de salud uno puede experimentar profundos sufrimientos al enfrentarse a circunstacias vitales difíciles como la pérdida de un familiar, una separación, un problema grave de alguien querido, una situación laboral injusta o por conflictos de relación de cualquier tipo. ¿Se está enfermo por ello?, claramente no. Pero es normal que ante una desazón intensa vayamos al sistema sanitario a pedir ayuda. Si nos encontramos con un profesional sobrecargado que solo nos puede atender cinco minutos es probable que salgamos de la consulta con una receta o un parte de interconsulta a salud mental: el sistema nos invita a quedarnos, nos etiqueta como enfermos. Si nos encontramos con un profesional lúcido que ese día tenga algo más de tiempo tal vez se detenga a explicarnos que nuestro sufrimiento, por muy grande que sea, no es una enfermedad ni tampoco va a convertirse en ella y que no es necesario etiquetarlo como tal, ni medicalizarlo, ni sanitarizarlo.

España es el segundo país del mundo en consumo de psicofármacos. Puedo dercirles que el que los médicos de familia estén altamente sobrecargados es un factor importante. Otro que estamos ciegos a codificaciones diagnósticas que incluyan la esfera existencial. Otro no saber explicar correctamente que en la salud hay sufrimiento.

Los adelantos tecnológicos o de gestión podrán servir de ayuda pero si hay algo que pueda salvar al sistema sanitario de su inminente hundimiento tendrá que ver con la toma de conciencia y la respuesta que podamos dar a la pregunta que da pie a esta reflexión. 


viernes, 24 de marzo de 2017

@Deathcafe #HablemosDeLaMuerte ¿sirve de algo?


Hengki Koentjoro
Hengki Koentjoro
Hengki Koentjoro
Foto: Hengki Koentjoro



Veo tu belleza
veo muerte tu aguijón
nieva por dentro




Ayer en 20 ciudades españolas y de otros países tuvo lugar un @Deathcafe, iniciativa de Jon Underwood y Sue Barsky Reid, basada en las ideas de Bernard Crettaz, que en esta edición promovía el proyecto HUCI con la infatigable energía de Gabi Heras.

¿Sirve de algo hablar de la muerte en una sociedad que la esconde y la considera algo negativo? A tenor de lo compartido en el diálogo que en Collado Villalba tuvimos nueve personas de ámbitos profesionales, personales y sociales distintos yo diría que sí. Dado que en familia o con amigos es casi imposible sacar el tema a todos los participantes en el encuentro nos hizo bien escuchar las ideas, sentimientos e inquietudes de los demás y compartir las propias.

En este mundo hipertecnificado donde cada vez se muere peor, más en soledad, en ambientes hospitalarios alejados del domicilio, tras procesos que abundan en intervencionismo sanitario y escasez de comunicación de calidad, parece que recordar que los demás albergan pozos de conocimiento y sabiduría sobre el tema de la muerte esperando ser abiertos es una buena noticia. Y es que todos, llegados a una edad, hemos vivido muchas muertes tanto ajenas como propias. Hemos asistido a muertes y despedidas de seres queridos y amigos, de mascotas, de pérdidas de salud, trabajo, propiedades, dinero o dignidad, de duelos sencillos y complejos. Hemos quizá muerto alguna vez al ser abandonados de adolescentes por la persona que adorábamos o tras ver como todo lo que constituía un mundo aparentemente inexpugnable se hundía como un castillo de naipes bajo una suave brisa.

Los contertulios que ayer me acompañaron me dejaron claro que la muerte es real, que las cicatrices que deja tras su paso son reales. Algunos la habían visto pasar de lejos otros de cerca, todos conocían su rigor y la sensación fría que anuncia su llegada. Tal vez por eso agradecimos especialmente la agradable cafetería que nos acogía con una chimenea al fondo, una televisión apagada y música a un volumen que permitía hablar tranquilamente. Saber que no éramos los únicos era reconfortante. En una sociedad que no trata este tema conseguimos salir a la calle sin estruendo, de una manera lúcida y discreta, haciendo algo que nos enseñaron nuestros abuelos griegos: convertir el espacio público en una plataforma de diálogo. Al despedirnos había sonrisas en las caras. Un sentimiento de satisfacción que no precisaba de palabras, aquel par de horas había merecido la pena.