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lunes, 15 de julio de 2013

Relatos de verano: el consejero



El coche oficial avanzaba despacio por el atasco matinal. El cielo estaba claro, un precioso dia de otoño, de esos que Madrid obsequia tan a menudo. La reunión era rutinaria. Estaba contento, llevaba ya varios meses en el cargo y todo iba como la seda. Nada hacía presagiar la llegada de un cisne negro, pero lo inesperado siempre nos alcanza.

- Adelante Javier, adelante. Conoce a Campillo, nuestro asesor externo en economía de escala y a Carlota, secretaria técnica de política interna.
- Buenos días a todos. Si presidente, con Campillo he trabajado en varias ocasiones y a Carlota la conozco de Génova.

La secretaria dejó la bandeja con los cafés y salió silenciosa.

- Empiece usted Campillo, enmarque el tema brevemente.
- Como usted diga presidente. La reunión de hoy quiere hacer una evaluación de la situación de la sanidad madrileña. Aportaremos datos del último DAFO y analizaremos el mapa mental con el posible arco de decisiones posibles, les daré los datos económicos y seguidamente Carlota nos ilustrará con la parte táctica aportando la nota de la reunión de alto nivel que han preparado para nosotros.
- ¿La mesa de sanidad del partido se ha pronunciado al fin?, preguntó el Consejero.
- Si, dijo Carlota, enseguida les doy los detalles.
Campillo enumeró las cifras económicas con cinco diapositivas. Estaban en números rojos, era inminente un plan de choque urgente para deducir de inmediato el déficit según ordenaban las órdenes de Bruselas, no era posible seguir tirando de la cuerda, ya no.

Carlota era una de la jóvenes líderes de Génova, muy bien posicionada por la confianza que la lideresa la seguía confiando desde los difíciles momentos de su dimisión. Oírla a ella era tener delante la voz de Esperanza. Con suma habilidad expuso la necesidad de invitar al capital privado a reforzar las maltrechas arcas públicas justificando dicho movimiento con argumentos sociales y económicos para la galeria y con datos internos de lobbies y alianzas tácticas que era necesario reforzar.

El presidente entendió la exposición y apoyó las medidas al 100%, su posición dependía de  ello. Al consejero le quedaba la parte más dura, llevar adelante el paquete de ajustes que decidieron llamar plan de medidas, aunque en el fondo era una auténtica reforma estructural. ¿Cómo la asumirían los diversos actores? hacía falta mucho maquillaje, y tenían poco tiempo, a penas dos meses para hacerlas públicas y empezar su implementación.

El viaje de regreso a la calle Aduana no fue tan agradable, un oscuro presentimiento anunciaba tormenta y seguramente de una proporción descomunal.  Una cosa era salir a costear con una embarcación de recreo en pleno agosto y otra muy distinta tripular el Santísima Trinidad con las tripulaciones amotinadas bajo una galerna... La suerte estaba echada y la responsabilidad era suya, había luchado duro para conseguirla, tenía delante el  mayor reto de su vida. Su cisne negro acababa de llegar.

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