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domingo, 14 de julio de 2013
Relatos de verano: el suplente
Terminó su especialidad en medicina de familia la pasada primavera. Como la cosa estaba muy mala se dedicaba a hacer suplencias, a coger lo que lo ofrecían, aquí y allá. Entre medias escribía, leía o salía con sus amigos. Conocía a mucha gente, era una persona despierta y con buen carácter, además de muy creativo y con una inteligencia ágil. Muchos días se le hacía cuesta arriba ser totalmente consciente de su precariedad. Un profesional como él podía hacer mucho bien a la sociedad, tenerle en un anaquel con tan poco uso era insufrible. Cuando conseguía una semana disfrutaba de lo lindo, cinco días yendo al mismo centro de salud era todo un lujo, al final ya casi le conocían hasta las señoras de la limpieza. Lamentablemente era tan solo un espejismo, a la siguiente semana nada, a la otra dos días en un pueblo lejano, y así.
Cuando pasaba consulta sin conocer a los pacientes trataba de abrir al máximo sus órganos de los sentidos, rellenando todas las casillas de información que le faltaban para completar la partitura que tenia delante, para tratar de sacar algo de música del conjunto de síntomas que le acababan de presentar. Como era bueno solía hacerlo bien, terminaba contento, entendía lo que querían los pacientes, uno de los artes más complejos de la medicina, uno de los muchos que no se aprenden en los libros. Los pacientes también lo notaban, "coño con el suplente, sí que sabe el rapaz" decían los viejos, "es casi tan bueno como doña Josefina", comentaban las abuelas.
Una mañana Roberto despertó con la clara determinación de hacer algo distinto, se le pasó por la cabeza coger el revolver de su abuelo, no para meterse un tiro, si acaso para dárselo al Consejero, pero no sería suficiente, eso no arreglaría nada. Decidió hacer algo más radical. escribiría una carta en los periódicos locales contando su versión de los hechos, por qué les convenía a los políticos cargarse el sistema sanitario. Y luego aceptaría esa oferta de trabajo en Dubai, con un suelto estable y digno. Tal vez más adelante le apeteciera volver, en ese momento tenía claro que era necesario cambiar.
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