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martes, 6 de marzo de 2018

Sanar la memoria, sanar la historia






"Entonces pasó el SEÑOR por delante de Moisés y proclamó: El SEÑOR, el SEÑOR, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y fidelidad; 7el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable ; el que castiga la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación." 
Libro del Éxodo 34:7




En este país tenemos un problema de memoria histórica. Es un tema espinoso donde los haya porque casi todas las familias tienen muertos en su haber que sufrieron violencia, injusticia o represión. Probablemente hagan falta varias generaciones para que esa memoria descanse en paz y parece claro que esconderla o evitarla no es el mejor curso de acción para sanarla.

En ocasiones me he preguntado cómo afecta uno pasado de guerra y violencia en una sociedad y en las personas. Cómo influye en el modo en que la gente vive su enfermedad y sus crisis vitales o encarna un tipo u otro de patología.

Por eso me ha gustado la última iniciativa artística Tierras negras: Flores de Valdenoceda de la pintora Almudena Tapia. Un intento de convertir en arte la dureza de la memoria, una carcel de Burgos que fue campo de exterminio y concentró un alto nivel de sufrimiento y muerte. No hay que irse muy lejos para encontrar ejemplos del lado oscuro del ser humano.

Transformar el horror en creatividad es quizá una de las pocas vías para reconciliar la pesadilla de la historia. La obra expuesta lo hace con arte de vanguardia que requirió trasladarse a esas tierras, recorrerlas, pisarlas, tocarlas e integrarlas para, durante los siguientes meses, convertirlas en posibilidades de comprensión. Es una alternativa mucho más interesante que el mero uso dialéctico o político de la memoria, que sólo consigue aumentar el dolor, la separación y la culpa.

Quien desee acercarse a esta propuesta podrá hacerlo durante este mes en la sala Neomudejar de Madrid que provee un gran espacio de una antigua fábrica-taller como escenario resonante a lo que la artista quiere expresar.






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