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domingo, 24 de julio de 2016
Las musas
Las musas son livianas como las corrientes de aire que dejan tras su paso. Es necesario conocerlas bien para aprender a respetarlas y a dejarlas entrar en el jardín. Ellas vendrán, pues aman la fragancia de las rosas y el frescor de las sombras en verano. Pero no será fácil atraparlas. Dejarán sus ideas prendadas en los setos, en pétalos brillantes o en los visillos que mueve la corriente. Si te atreves a generar el suficiente silencio para que acudan confiadas y después plasmas el regalo que te dejen conseguirás fortalecer una de las relaciones más importantes de tu vida. Te llenarán de dicha, nutrirán tus afanes, permitirán que tu creatividad florezca. Solo serás un ser humano verdadero si ellas te permiten brillar. Los antiguos griegos lo sabían y honraban su presencia. Hoy nos es más difícil complacerlas dado que nos incomoda todo lo invisible e inaudito. Despreciamos aquello de lo que no obtengamos beneficios palpables. Tal vez por eso haya tan pocos seres capaces de caminar, escribir y pintar por amor al arte. Merece la pena no desesperar, hay vida abundante en la caricia que la brisa traza en tu mejilla. Ellas están rondando, solo te pedirán un poco de silencio y apenas unas gotas de conciencia.
Qué tus piés descalzos sepan acariciar la hierva lentamente,
qué tu corazón triste se deje ablandar por la belleza,
qué tu memoria fluya y derretida permita tu silencio,
del mismo surgirá la posibilidad de crear un mundo,
tal vez un universo, quizá la levedad de un beso.
Qué las musas acompañen tu ruta y consigas saberlo
qué devuelvas al mundo todo lo que te digan
y así consigas liberarte del pesado yugo negro
de lo que alguna vez no nos atrevimos a soñar,
marcha hermano, sea por siempre mio tu camino.
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