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domingo, 12 de junio de 2016
Respirar
Cuando no podía más se refugiaba escriendo poesía en sus cuadernos. También buscaba alivio en otros fuegos que no hacían más que añadir llamas a las suyas. Gritaba, suspiraba, sangraba. Al final terminaba postrado en el suelo, inerme, desnudo, prestando atención a su respiración. Ella le recordaba que todavía no estaba todo perdido, que quedaban partidas. Le contaba con paciencia la historia de todos los valientes que desde antiguo se habían enfrentado a los gigantes del desaire, el desaliento y la melancolía. Al final se tranquilizaba y en alguna ocasión permitía que unas lágrimas le refrescaran la aridez. Había algo en el aire que inspiraba confianza, que mantenía la vida, que permitía seguir avanzando. Cerrando sus manos sobre esa intuición abría los ojos y solía dejar escapar una sonrisa.
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