El secreto es el siguiente:
Muchas consultas médicas se deben a síntomas que no corresponden a ninguna enfermedad.
La mayor parte de los síntomas, molestias y problemas de salud que el ser humano siente no se deben a enfermedades. Son sensaciones que produce el cuerpo para poner en evidencia pequeños desajustes o facilitar un pequeño cambio o una conducta.
Este hecho debería explicarse el primer día de la carrera de medicina (y repetirse todos los demás). Si este secreto se conociera no se utilizarían tantas pruebas diagnósticas y tratamientos innecesarios. No se produciría tanto dolor.
Hay muchos intereses económicos para tratar de convertir el más mínimo síntoma en enfermedad. Se intenta transformar el colesterol, la falta de pelo, el escaso deseo sexual, la actividad en la infancia y otras muchas cosas en patologías subsidiarias de pruebas diagnósticas y tratamientos apropiados.
El propio sistema impide muchas veces que los propios médicos de cabecera puedan acompañar debidamente a sus pacientes obligándoles a atender un gran número de éstos en poco tiempo. Es una manera útil de forzar la petición de pruebas no necesarias o la dispensación de tratamientos destinados al síntoma y no a su causa.
Por otro lado la población cada vez pide más pruebas y tratamientos, cada vez tolera menos cualquier sensación desagradable. Esto convierte la tormenta en perfecta: unos médicos intervencionistas, un sistema de salud sobrecargado y una población con mínima tolerancia a la adversidad.
El remedio requiere más conciencia tanto de la población como de los profesionales sanitarios. Para los primeros he escrito esta pequeña reflexión, para los segundos recomiendo el artículo de Kurt Kroenke y una buena respiración profunda entre paciente y paciente para prestar la mejor atención posible a los mismos.
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