Infografía de Eleanor Lutz
El desarrollo embriológico humano es hipnótico. Nos permite recordar que somos parte de la vida y como tal evolucionamos desde algo tan básico como una célula para convertirnos en un ser pluricelular simple, luego complejo y más tarde hipercomplejo. Pasamos por etapas que compartimos con gusanos, patos y caballos viajando cuarenta semanas a rebufo del calor y las aguas que nuestras madres nos aportan. Terminamos naciendo al mundo de los seres humanos pero nuestra evolución no termina. Crecemos, aprendemos, avanzamos. Desarrollamos habilidades incontables como el lenguaje, el lanzamiento de objetos y la repostería. Gran parte de esa evolución es programada, otra no lo es. Es aquí donde me gustaría detenerme un instante. Observar cómo es la evolución no programada de los que nos rodean. Atender las diferencias, el enorme desarrollo que consiguen algunos y el poco que obtienen otros muchos. Finalmente me gustaría mirarme a mí mismo. ¿Cómo estoy evolucionando? ¿Hay cambios observables en mi vida ó todo sigue igual? ¿Qué es lo que yo veo, qué ven los demás?
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