Había una vez un enorme gigante llamado Goliath, temible en tamaño. Congregaba a más de 3.000 médicos, en ocasiones dicen que reunió 5.000. Dado que las inscripciones costaban 500 euros la cosa salía por una pasta. Grandes expertos, grandes ponencias y un mar de stands publicitarios que daban a entender quien costeaba la fiesta.
Al otro lado del valle un joven pastor llamado David miraba al horizonte, no tenía media torta pero había comprendido que hay otra forma de hacer las cosas. Congregó a unas 90 personas, pero usando internet llegó a cientos, de hecho a más de 400.000. Con un equipo de voluntarios organizó una jornada teórico práctica de alto nivel, con 26 ponentes y un networking intensivo que hizo que los asistentes se llevaran conceptos, aprendizaje pero sobre todo los nombres y apellidos de otros profesionales inspiradores. La inscripción era gratuita, no hubo patrocinador industrial.
David y Goliath no tuvieron que luchar, no hizo falta. La bella ciudad de Granada, testiga de otras cuitas no hubo de añadir sangre en esta ocasión. Pero David sabía que el tiempo de los gigantes terminaba. Esa noche pudo festejar con sus amigos la grandeza de lo pequeño, sabiendo que sin armas habían ganado algo muy grande.
Posiblemente los congresos médicos tal y como se presentan ahora están obsoletos. Perpetúan un "mercado de intereses" en el que todos miran hacia otro lado para no ver que, más que conocimiento científico, lo que se intercambia son prescripciones farmacológicas por hoteles y lujos que el médico no se podría permitir con su sueldo.
ResponderEliminarPierde el sistema sanitario que es el que paga una prescripción poco eficiente y los pacientes que arriesgan su salud por unos fármacos nuevos con pocos estudios de seguridad terapéutica.
Todos lo permiten, gobiernos, sociedades científicas,... Este Goliath no sólo es el protagonista de la historia, también es el que la escribe.