miraba sus manos.
aquella tarde miraba sus manos lentamente.
fuera llovía, en otra habitación sonaba un coro inglés interpretando a Palestrina.
¿cuántas veces había atravesado el delicado velo que separa la vida de la muerte?
¿cuántas?
muchas ya. hace tiempo que perdió la cuenta.
lo cierto es que tras cada paso una nueva cicatriz cruzaba su corazón.
y pesaban, ya lo creo que pesaban.
sabía que habría una muerte más grande, más pesada, más plena.
había vivido mucho, surcado mil pérdidas, mil dolores.
ahora miraba sus manos.
todo estaba allí escrito desde siempre.
cada pliegue escondía un eco de lo que cada célula guardaba con celo,
una sinfonía de información que le acompañaría en sus años de vida
y que tendría que entregar al final, cuando la brisa última llamara a su puerta.
amanece despacio.
por la ventana del tejado se va colando una luz que anuncia una nueva mañana
otro dia de vida, una nueva oportunidad de ser y hacer, de declinar los verbos,
buscar a los sujetos, hilvanar predicados.
¡cómo admiraba la profundidad de la música!
casi tanto como al misterio de esa luz
que acababa de salvarle de nuevo la vida.
otra resurrección.
Foto: Rafa Cofiño @rcofinof
"Ahora miraba sus manos, cada pliegue escondía un eco"
ResponderEliminarCómo si lo estuviera viendo de nuevo...gracias Salva!