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miércoles, 31 de enero de 2018

La desafección






La desafección

La sociedad postindustrial que habitamos tiene una base digital. Las soluciones tecnológicas que nos proveen de información y nos convierten en nodos productores de datos y conexiones condicionan que inevitablemente nos vallamos uniendo cada vez más a las máquinas.

Primero como instrumentos de comunicación personal y más tarde como asistentes vitales, los algoritmos de gestión personal irán ganando importancia y funciones. Cuando se fundan con entornos de realidad virtual y se alimenten de inteligencia artificial tendremos servida la próxima revolución que será mucho más disruptiva que las anteriores.

Al acercarnos a la máquina nos alejamos del cuerpo y del mundo. Esta desafección tiene importantes consecuencias al condicionar una mayor sedentarización y separación de entornos naturales y sociales. El empeoramiento de la salud física y social es esperable que apareje una merma en la psicológica y existencial. Por muy perfecto que sea el mundo virtual donde nos sumerjamos siempre habrá un decalage entre los procesos mentales y los físicos, psicológicos, sociales y existenciales. Podemos engañar al cerebro pero no del todo.

Nadie ha evaluado los posibles riesgos y consecuencias que esto acarrea. Tampoco podemos imaginar del todo el escenario que se abrirá cuando esta tecnología produzca una ruptura sin precedentes entre quien acceda a ella y quien no lo haga.

Es paradójico que pese a tener enfrente tamaños retos sigamos entretenidos con cuestiones políticas menores, deportivas o insustanciales y dedicando el tiempo a entretenimientos de pantalla variados. En este momento todavía es posible reflexionar, proponer y debatir cuando llegue la ola no podremos.




The disaffection

The post-industrial society we inhabit has a digital basis. The technological solutions that provide us with information and turn us into nodes that produce data and connections condition that we inevitably join the machines. 

First as tools of personal communication and later as vital assistants, personal management algorithms will gain importance and functions. When they merge with virtual reality environments and feed on artificial intelligence, we will have served the next revolution that will be much more disruptive than the previous ones.

As we approach the machine, we move away from the body and the world. This disaffection has important consequences when conditioning a greater sedentarization and separation of natural and social environments. The worsening of physical and social health is expected to lead to a decline in psychological and existential well-being. No matter how perfect the virtual world may be, there will always be a gap between mental and physical, psychological, social and existential processes. We can fool the brain, but not quite.

No one has evaluated the possible risks and consequences of this. Nor can we fully imagine the scenario that will open when this technology produces an unprecedented rupture between those who access it and those who do not.

It is paradoxical that despite facing challenging sizes, we continue to be entertained by minor political, sporting or insubstantial issues and devote our time to varied screen entertainment. At this moment it is still possible to reflect, propose and debate when the wave comes we will not be able to.


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